miércoles, 5 de junio de 2013

Todo por la borda





  Alfonso Camín

 …Luego vinieron gentes extrañas. Los checoeslovacos desplazaron al buen "isleño". Hoy estos baratilleros apenas cruzan la Habana. Su pregón ya no llena de sabor de bananos pintones las calles cubanas.
 El mejor hombre de campo, par a par con el guajiro, era también el buen canario. Enseguida formaba su "sitio", su bohío de guano, su vega de tabaco, su amor y sus gallinas, sin que faltara el puerquito que fuera a comer "palmiche".
 Así como en la ciudad poca familia cubana hay sin sangre de asturiano, en el campo es rara la que no lleva sangre de "isleño". Se distinguen de los demás emigrantes por su carácter sufrido, su honradez y su constancia. Viven tostados de sol y llenos de tierra roja. Todas las guardarrayas cubanas saben de la labor del buen canario, entre emigrante y guajiro.
 También saben del dolor. Con esta raza se ha cometido el crimen mayor de las maniguas criollas, si exceptuamos el de la célebre "maquinita", aplicada a los negros, haitianos y jamaiquinos, en el pueblo de La Maya, donde un teniente los ametralló en grupo, por "hacer una gracia", diciéndole que la ametralladora era una cámara fotográfica "que retrataba al minuto"...
 Cuentan que no hace mucho fue secuestrado un colono, teniéndolo prisionero hasta llegar el precio del rescate. En el término del suceso había muchos campesinos "isleños". En Guayos y Cabaiguán, son casi pueblos de gente canaria que se dedica al comercio y a la siembra y venta de tabaco en rama. Se corrió que eran "isleños" los autores del secuestro. Y allá se fué un coronel ducho en perseguir "cuatreros". Recorrieron los soldados pueblos y campo, ingenios y sitierías, sin lograr saber quiénes eran los bergantes. Pero el coronel, más villano que valiente, famoso en colgar negros en la "guerra racista", no se anduvo por las ramas:
 —O cantan o me los guindan.
 Ni corto ni perezoso, mandó colgar a unos cuantos de las guásimas criollas. Como ninguno cantaba, dejó de colgar "isleños", por no despoblar la comarca.
 Las "auras tiñosas" se regocijaron con aquel festín de carne canaria. El término quedaba limpio de bandoleros...
 Pasó el tiempo, y en Caibarién, detuvieron a uno de los autores del atraco. El otro había logrado fugarse de la Isla. Habían sido dos. Uno de ellos, cubano. El otro, no sé ni catalán o gallego. Seguramente catalán.
 Nuestras tierras canarias se llenan con el retomo de los vencidos, hamacas deshilachadas, "sorones" rotos, hijos de pobre pelambre, de rostros color de tierra y ojos de fiebres palúdicas.
 De todo el gran dolor no quedará en las Antillas más que una nota dulce y romántica. En el hogar criollo, limpio, honesto y jovial y de escasas economías, se echarán de menos el traje de seda "a plazos", los perfumes de "kananga", los dedalitos de plata y los torzales de seda que les llevaba el buen "isleño", bajando desde los hombros su especie de torre china, con sus retales al aire, temblando como un domingo de banderitas cubanas.

 Fragmento..., La Voz, 30 de noviembre de 1931, p. 4.

 Fotografía: Pirulero, Walker Evans, La Habana, 1933. 
  

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