jueves, 28 de marzo de 2019

Iconografía del Hotel Telégrafo


 “The Telegraph Hotel”, “El Telégrafo”, en su original emplazamiento en la calle Amistad, frente al Campo de Marte y los terrenos del ferrocarril. Fotografía de Charles DeForest Fredricks, realizada, según Robert M. Levin, en 1857. Con más probabilidad, en 1860, durante la inauguración del Hotel. 

   Otra vista del mismo acontecimiento  
  
     
 Según The Stranger in the Tropics, una de las primeras guías turísticas de Cuba (1868), el Telégrafo era el hotel más confortable de la ciudad y el único construido con tal propósito. De un vistazo sabemos quién era el propietario: un catalán llamado Juan Miguel Castaneda; qué sitios de interés lo circundan: el Campo de Marte, la Estación de Villanueva, los famosos cafés Marte y Belona y Flor del Valle; y que ofrece servicio “at all hours” en varias lenguas: inglés, alemán, francés y español                           
 Una manifestación integrista delante del Hotel Telégrafo hacia 1868


 Otra interesante guía, la Norton's complete hand-book of Havana and Cuba (1900), ofrece esta habitación que asegura bien iluminada y a resguardo de moscas y mosquitos


¿Finales del XIX?


 Desde el arbolado del Paseo del Prado, con escena callejera y anuncio al fondo de La Vizcaína

                        

 En tiempos de Valenzuela. Con los kioskos emplazados en cada esquina

                               

 Desde el Parque Central, tras las ramas y el quiosco esquinero. A la derecha, un agente de las brigadas de limpieza 

                             

Mismo quiosco, otro ángulo
                                  

 Detrás de las matas 

                           

  Según Cuba y América, hacia 1906


Antes de la reforma de 1911


Sus dueños. En su mejor momento 


Tras la reforma en 1915

                                 

Con su habitual anuncio en inglés






Hacia 1930. Chocolate ambrosía. Con sus altos lumínicos


Bien al fondo. Circa 1932


Al fondo, con el Sevilla delante


Los portales, treinta y pico


Desde el Prado, estatua de Manuel de la Cruz por delante 


Tranvía lleno y trasiego elegante


En plenos cincuenta


Cuchilla que cercena o viento huracanado


El pueblo celebrando el triunfo para Life


Tapiado. El largo eclipse

martes, 26 de marzo de 2019

El freudismo en la literatura contemporánea



 José Carlos Mariátegui

 El freudismo en la literatura no es anterior ni posterior a Freud: le es simplemente coetáneo. Ortega y Gasset considera seguramente el freudismo como una de las ideas peculiares del siglo XX. (Más preciso sería tal vez decir intuiciones en vez de ideas). Y, en efecto, el freudismo resulta incontestablemente una idea novecentista. El germen de la teoría de Freud estaba en la conciencia del mundo, desde antes del advenimiento oficial del Psicoanálisis. El freudismo teórico, conceptual, activo, se ha propagado rápidamente por haber coincidido con un freudismo potencial, latente, pasivo. Freud no ha sido sino el agente, el instrumento de una revelación que tenía que encontrar quien la expresara racional y científicamente, pero de la que en nuestra civilización existía ya el presentimiento. Esto no disminuye naturalmente el mérito del descubrimiento de Freud. Por el contrario lo engrandece. La función del genio parece ser, precisamente, la de formular el pensamiento, la de traducir la intuición de una época.
 La actitud freudista de la literatura contemporánea aparece evidente, mucho antes de que los estudios de Freud se vulgarizaran entre los hombres de letras. En un tiempo en que la tesis de Freud era apenas notoria a un público de psiquiatras, Pirandello y Proust —por no citar sino dos nombres sumos— presentan en su obra, rasgos bien netos de freudismo.
 La presencia de Freud en la obra de Pirandello no aparece como resultado del conocimiento de la teoría del genial sabio vienés, sino en lo que Pirandello ha escrito en su estación de dramaturgo. Pero Pirandello antes que dramaturgo es novelista y, más específicamente, cuentista. Y en muchos de sus viejos cuentos, que ahora reúne en una colección de veinticuatro volúmenes, se encuentran procesos psicológicos del más riguroso freudismo. Pirandello ha hecho siempre psicología freudista en su literatura. No es por un mero deporte anti-racionalista que su obra constituye una sátira acérrima, un ataque sañudo a la antigua concepción de la personalidad o psiquis humana. En el propio Matías Pascal, publicado hace veinticinco años, se percibe una larvada tendencia freudista. El protagonista pirandelliano, que ha muerto, como Matías Pascal, para todos, por la equivocada identificación de un cadáver que tenía toda su filiación, y que quiere aprovechar de este engaño para evadirse realmente del mundo que lo sofocaba y acaparaba, no consigue morir como tal para sí mismo. Adriano Meis, el nuevo hombre que quiere ser, no tiene ninguna realidad. No consigue librarse de Matías Pascal, obstinado en continuar viviendo. La infancia y la juventud del evadido gravitan en su conciencia más fuertemente que la voluntad. Y Matías Pascal regresa, resucita. Para volver a sentirse alguien real, el desventurado personaje pirandelliano, necesita dejar de ser la ficticia criatura surgida por artificio de un accidente.
 En las últimas obras de Pirandello, este freudismo se torna consciente, deliberado. Ciascuno al suo modo, por ejemplo, acusa la lectura y la adopción de Freud: Uno de los personajes, Doro Pallegari, ha hecho en una tertulia distinguida la defensa de una mujer, cuyo nombre no puede ser pronunciado en la buena sociedad sino para repudiarlo. Esta conducta es comentada con escándalo, al día siguiente, en la casa de Doro Pallegari, en momentos en que éste llega. Interpelado, Doro responde que ha procedido por reacción contra las exageraciones de su amigo Francisco Savio. No está convencido de lo que ha dicho defendiendo a Delia Moreno. Todo lo contrario. Uno de los presentes, Diego Cinci, le sostiene entonces la tesis de que su verdadero sentimiento es el que ha hecho explosión la víspera. Quiero reproducir textualmente este pasaje:
 "Diego.—Tú le das la razón ahora Francisco Savio. ¿Sabes por qué? Por reaccionar contra un sentimiento que alimentabas dentro sin saberlo.
  Doro.—¡Pero no, absolutamente! Tú me haces reír.
 Diego.—¡Sí, sí! 
 Doro.—Me haces reír te digo.
 Diego. —En el hervor de la discusión de anoche te ha salido a flote y te ha aturdido y te ha hecho decir "cosas que no sabes". Claro. Crees no haberlas pensado jamás, y en tanto, las has pensado, las has pensado!
 Doro.—¿Cómo? ¿Cuándo? 
 Diego.—A escondidas de ti mismo. ¡Querido mío! Como existen los hijos ilegítimos existen también los pensamientos bastardos!
  Doro. ¡Los tuyos sí!
 Diego.—¡También los míos! Tiende cada uno a desposar para toda la vida una sola alma, la más cómoda, aquélla que nos aporta en dote la facultad más apropiada para conseguir el estado al cual aspiramos; pero después, fuera del honesto techo conyugal de nuestra conciencia, tenemos relaciones y comercio sin fin con todas nuestras otras almas repudiadas que están abajo, en los subterráneos de nuestro ser, y de donde nacen actos, pensamientos que no queremos reconocer, o que, forzados, adoptamos o legitimamos con acomodamientos, reservas y cautelas. Ahora, rechazas tú este pobre pensamiento tuyo que has encontrado. ¡Pero míralo bien en los ojos: es tuyo! Tú estás enamorado de veras de Delia Morello. ¡Como un imbécil!"         
 En el resto de la comedia no se razona ni se teoriza más. Pero, en cambio, la acción misma y el desarrollo mismo son patéticamente freudianos. Pirandello ha adoptado a Freud con un entusiasmo que no se constata en los psicólogos y psiquiatras italianos, entre los cuales prevalece todavía una mentalidad positivista, que por lo demás se acuerda bastante con el temperamento italiano y latino. (Me referiré, a propósito, entre mis recientes lecturas, a una obra en dos gruesos volúmenes del profesor Enrico Morselli —La Psicanalisi, 1926, Fratelli Bocca, Turín— para apuntar, marginalmente, que el eminente psiquiatra italiano, cita con distinción los trabajos del profesor peruano Dr. Honorio Delgado, a quien señala como uno de los mejores expositores de la doctrina de Freud).
 El caso de Proust es más curioso aún. El parentesco de la obra de Proust, con la teoría de Freud, ha sido detenidamente estudiado en Francia —otro país donde el Freudismo ha encontrado más favor en la literatura que en la ciencia— por el malogrado director de la N.R.F. Jacques Riviére, quien, con irrecusable autoridad, afirma que Proust conocía a Freud de nombre solamente y que no había leído jamás una línea de sus libros. Proust y Freud coinciden en su desconfianza del yo, en lo cual Riviére los encuentra en oposición a Bergson, cuya psicología se funda a su juicio en la confianza en el yo. Según Riviére, Proust ha aplicado instintivamente el método definido por Freud». De otro lado, «Proust es el primer novelista que ha osado tener en cuenta, en la explicación de los caracteres, el factor sexual». El testimonio de Riviére, establece, en suma, que Freud y Proust, simultáneamente, sincrónicamente, el uno como artista, el otro como psiquiatra, han empleado un mismo método psicológico, sin conocerse, sin comunicarse.
 En la actualidad, el freudismo aparece difundido a tal punto entre los literatos que Jean Cocteau, que no se escapa tampoco a la influencia psicoanalista, propone a los jóvenes escritores la siguiente plegaria: «¡Dios mío, guárdame de creer en el mal del siglo, protégeme de Freud, impídeme escribir el libro esperado!». Francois Mauriac, a quien la Academia Francesa, acaba de premiar por su novela Le Desert de L'Amour, constata con un cierto orgullo que la generación de novelistas a la que él pertenece escribe bajo el signo de Proust y de Freud, agregando en cuanto le respecta: «Cuando yo escribí Le Baiser au Lepreux y Le fleuve de Feu, no había leído una línea de Freud y a Proust casi no lo conocía. Además, yo no he querido deliberadamente que mis héroes fuesen tales como son».
  Esta corriente freudista, se extiende cada día más en todas las literaturas. El espíritu latino parece el menos apto para entender y aceptar las teorías psicoanalistas, a las cuales sus impugnadores italianos y franceses reprochan su fondo nórdico y teutón, cuando no su raíz judía. Ya hemos visto, sin embargo, cómo los dos literatos más representativos de Francia y de Italia se caracterizan por su método freudiano y cómo la nueva generación de novelistas franceses se muestra sensiblemente influida por el Psicoanálisis. La propagación —y en algunos casos la exageración— del freudismo en las otras literaturas, no puede, por consiguiente, sorprendernos. Juzgándola por lo que conozco —mis otros estudios y lecturas no me consienten demasiada pesquisa literaria— señalaré a Waldo Frank, autor de la novela Rahab sobre la cual publiqué una rápida impresión, como el escritor que en la literatura norteamericana cala más hondamente en la subconciencia de sus personajes. Judío, Waldo Frank, pone en el mecanismo espiritual de éstos, al lado de un misticismo mesianista, un sexualismo que se podría llamar religioso. Y para no detenerme siempre en casos demasiado ilustres y notorios, escogeré, como última estación de mi itinerario, en la lejana ribera de la nueva literatura rusa, casi desconocida hasta ahora en español, el caso de Boris Pilniak. El factor sexual tiene un rol primario en los personajes de este escritor. Y pertenece a uno de ellos —la camarada Xenia Ordynina— la siguiente tesis pansexualista: «Karl Marx ha debido cometer un error. No ha tenido en cuenta sino el hambre físico. No ha tenido en cuenta el otro factor: el amor, el amor rojo y fuerte como la sangre. El sexo, la familia, la raza: la humanidad no se ha equivocado adorando al sexo. Sí, hay un hambre físico y un hambre sexual. Pero esto no es exacto: se debe decir, más bien, hambre físico y religión del sexo, religión de la sangre. Yo siento a veces, hasta el sufrimiento físico, real, que el mundo entero, la civilización, la humanidad, todas las cosas, las sillas, las butacas, los vestidos, las cómodas, están penetrados de sexualidad —no, penetrados no es exacto…— y también el pueblo, la nación, el Estado, ese pañuelo, el pan, el cinturón. Yo no soy la única que pienso así. La cabeza me da vueltas a veces y yo siento que la Revolución está impregnada de sexualidad».
 Freud, en un agudo estudio sobre Las Resistencias al Psicoanálisis, examina el origen y el carácter de éstas en los medios científico y filosófico. Entre los adversarios del Psicoanálisis señala al filósofo y al médico. Monopolizado por la polémica, Freud se olvida en este ensayo de dedicar algunas palabras de reconocimiento a los poetas y a los literatos. Aunque las resistencias al Psicoanálisis no son, según Freud, de naturaleza intelectual, sino de origen afectivo, cabe la hipótesis de que, por su inspiración subconsciente, por su proceso irracional, el arte y la poesía tenían que comprender, mejor que la ciencia, su doctrina.

 El consultor bibliográfico, Año III, núm. 18, enero de 1927, Barcelona, pp. 11-14; antes en Variedades, Lima, 14 de Agosto de 1926.

sábado, 23 de marzo de 2019

martes, 19 de marzo de 2019

Educación sexual y psicoanálisis. El caso cubano de Juan Portell Vilá



 Pedro Marqués de Armas

 En febrero de 1925 un editorial de la Revista de Medicina Legal de Cuba, anunciaba la creación de una nueva sección en sus páginas: la de neuropsiquiatría. Desde la extinción de Archivos de Medicina Mental una década antes, los psiquiatras cubanos no habían contado con un espacio de prensa propio donde dar a conocer sus trabajos. Confiada a un “joven que después de dos años en los mejores servicios hospitalarios e instituciones afines de Francia, Alemania y Suiza, acaba de regresar a su país”, ese joven que asumía el papel de redactor de su disciplina era Juan Portell Vilá.

 En noviembre del año anterior, Portell había regresado a La Habana, con el propósito de fundar una Liga de Higiene Mental a semejanza de la establecida en París, de cuyo desarrollo fuera testigo y participante. La novedad no radicaba tanto en una propuesta que, tal como se desenvolvía la sanidad cubana, con una creciente proyección social, estaba al caer; sino en que ésta fuera lanzada por un médico que, además de bien relacionado con el movimiento de higiene mental francés, se presenta como conocedor de la “nueva ciencia” del psicoanálisis.

 El psicoanálisis era la novedad. Si al comenzar los años veinte resulta todavía poco conocido y su difusión en forma de artículos y referencias es muy ocasional, todo cambia de manera más bien súbita hacia 1925, al producirse, a partir de entonces, una circulación constante tanto en revistas médicas como en la prensa cotidiana. Buena parte de esa expansión, sobre todo en el ámbito cultural, estaría motivada por la visita a la Isla, casi siempre invitados por la Institución Hispanocubana de Cultura -es decir, gracias a Fernando Ortiz- de intelectuales y médicos españoles que contribuyen a su divulgación. Fue a través de éstos que el psico-análisis, a veces con guion, o todavía en femenino, impregna “a la española” los círculos intelectuales; esto es, ligado a la medicina y, en general, a una moral regeneracionista que tendrá sustento, también, en la filosofía y el pensamiento religioso.

 El listado de visitantes que hablan en espacios públicos de las tesis freudianas es largo, comenzando por la pedagoga María de Maeztu, y siguiendo con Gregorio Marañón, Roberto Novoa Santos, Luis Jiménez de Asúa, José A. Laburu y Emilio Mira y López, entre otros. Para que se tenga idea del interés que despertó en el público cubano la “cuestión sexual”, se calcula que a la conferencia de Marañón sobre “intersexualidad”, celebrada en diciembre de 1927 en el teatro Payret, asistieron más de 6000 personas; la inmensa mayoría tuvo que conformarse con escucharla en los alrededores del Parque Central donde se colocaron potentes altavoces.

 No obstante, nada indica que quienes se interesaron en el psicoanálisis tuvieran noticias solo a partir de esas conferencias. Circulan con anterioridad las Obras Completas de Freud, en la traducción de López-Ballesteros, artículos sobre su asimilación en Estados Unidos, y no pocos libros de autores franceses que se aproximan al psicoanálisis desde la propia psiquiatría, la psicoterapia y la higiene de la infancia.

 Hacia 1926 es visible una creciente adscripción a las teorías de Freud entre médicos, juristas y pedagogos, siempre en el interior de instituciones que no parecen sentirse amenazadas, en parte por su notable corporativismo, y porque quienes asimilan dichas enseñanzas no pretenden pronunciarse contra los pilares de la medicina. Podemos señalar los nombres de Raimundo de Castro, Federico Grande Rosi, Rodolfo Julio Guiral, René de la Valette, Gaspar Jovet, Juan Antiga y, sobre todo, a Juan Portell Vilá.

 Desde la Cátedra de Medicina Legal, ya en 1917, de Castro reconocía la importancia del psicoanálisis en criminología, pues a su juicio era imprescindible comprender los “complejos mentales” que movían al criminal. Guiral se vale del método en casos de “psiconeurosis”, usándolo de modo “silvestre” y dubitativo. De la Vallete lo aplica en el ámbito clínico, sobre todo a nivel privado. Jovet habla de un “psicoanálisis sintético” que emplea con enfermos de Mazorra. Y Grande y Antiga pretenden, hasta donde conocemos, destacar su valor dentro de la medicina o bien en las fronteras con la cultura y la psicología social.

 Por su parte, aunque el psicoanálisis no tuvo entre los intelectuales y escritores cubanos de la década minorista/vanguardista -es decir, entre los años 1923 y 1933- una gran resonancia, no faltan ejemplos de su influjo en la creación artística, así como en el ensayo y la crítica, incluyendo algún que otro debate apenas esbozado. Pero este será tema para otra ocasión.

 Neurólogo, psiquiatra, eugenista, médico-forense, entendido en la educación de menores, y hasta teósofo, bien plantado desde su llegada en los circuitos académicos, respetado por sus antecedentes parisinos, Portell Vilá lo tenía todo para hacer valer las teorías freudianas y ponerlas a circular. Los dos resortes de fondo que alentaran la “socialización” del psicoanálisis en Francia, Estados Unidos, e incluso en España, se encontraban en Cuba en su apogeo. De carácter prevencionista y anclados en el positivismo “socio-biológico” estos resortes eran la Eugenesia y la Higiene Mental, corrientes estrechamente relacionadas, capaces de comunicar una serie de prácticas en estricto vínculo con la medicina, la educación y el derecho.

 Ambos resortes se venían articulando en Cuba desde la década de 1910, a muy pocos años de su emergencia. La higiene mental había despuntado en Estados Unidos tras la publicación, en 1908, de The Mind that Found Itself, exitoso opúsculo del antiguo paciente y ahora líder comuninario, Clifford Beer, entrando en consonancia con las concepciones del psiquiatra de origen judío Adolf Meyer, quien destacaba el papel del ambiente y de las “reacciones” en la génesis de los disturbios mentales.

 Sin embargo, no será hasta los años veinte a través de los vínculos con la higiene mental francesa, y obedeciendo a la progresiva internacionalización del movimiento, que se crean en Cuba las condiciones para establecer una Liga de Higiene Mental, la cual se gestará en la práctica entre 1924 y 1929.

 Los higienistas de la mente eran por definición eugenistas. No existía a esas alturas, salvo excepciones, una oposición entre los propósitos de mejorar la sociedad siguiendo vías ambientalistas que actuando sobre la descendencia. El control de la natalidad y de la trasmisión de enfermedades hereditarias terminó por acoplarse a una serie de intervenciones higiénicas de largo alcance que, no obstante orientadas hacia el conjunto social, se dirigían con énfasis hacia las clases bajas o medias, bien de modo directo sobre familias y barrios, o bien de manera indirecta a través de las escuelas, las fábricas y los dispensarios.

 Si la profilaxis mental quería tocar fondo, tenía que posicionarse en la detección precoz de una variada gama de enfermedades y, sobre todo, anticiparse a ellas por medio de la puericultura y la eugenesia. Como expresa Portell Vilá en uno de sus textos: “La profilaxis mental debe basarse primeramente en la Eugenesia”.

 Al término de la guerra de 1914 fue cada vez mayor, en Europa y Estados Unidos, la absorción de las ideas de Freud, siendo éstas colocadas al servicio de proyectos eugenénicos e higiénico-pedagógicos. Su compulsiva socialización implicó desde temprano el acoplamiento a presupuestos biológicos y políticas sanitarias estatales. Al regresar a Cuba en el otoño de 1924, Portell Vilá encontró todo un entramado de instituciones que clamaban por un nuevo ordenamiento y nuevas partidas presupuestarias. En breve se asistiría durante el Gobierno de Gerardo Machado a la expansión de las mismas. Nunca antes fue tan potente la relación medicina-Estado, consolidándose una utopía nacionalista –etnocientífica– que parecía alcanzar su apoteosis. 

 (Para continuar, aquí el texto completo). 


jueves, 14 de marzo de 2019

El niño inestable y su tratamiento


                   
 Crónica Médico Quirúrgica, T-55, 1929, pp. 107-13, y Revista Bimestre Cubana, vol. XXIV, no 2, marzo-abril de 1929, pp. 247-55. El texto fue presentado al Primer Congreso Nacional del Niño, celebrado en 1928. Se reprodujo en el Monitor de la Educación Común, Año 48, no. 673, Argentina, Consejo Nacional de Educación, 1929; y un resumen del mismo apareció en La Escuela Moderna, Madrid, 1929.

martes, 12 de marzo de 2019

La profilaxia mental como uno de los grandes factores de la medicina social




 Juan Portell Vilá

 Dedicado al Senador Alberto Barreras, que tanto se ha distinguido, siempre, por todo lo que signifique cultura y progreso

 Cuando por primera vez se creó un Comité de Higiene Mental en la ciudad de Nueva York, surgiendo luego, como un convencido apóstol, Mr. Clifford Beers, nunca se pensó que en tan pocos años se llegase a realizar una obra tan gigantesca y que esa propaganda se extendiera con tanta facilidad al Canadá y posteriormente a Francia, culminando en 1920 con la creación de una Liga de Higiene Mental, la primera en Europa, siendo sus principales fundadores el Dr. Toulouse y Mr. Genil-Perrin, quienes con la entusiasta colaboración de los Drs. Briand, Colin, Klippel, Claude, Marchand, Mignard, Roubinovith, Capgras, Rogues de Fursac y otros colaboradores extranjeros, citando solamente entre ellos a los Drs. Targowla, Minkowski y el que tiene la oportunidad de escribir estas líneas; se ofreció al público en 1922, una institución modelo en su clase: el “Dispensario de Profilaxia Mental” adjunto al Asilo “Santa Ana”.
 Teniendo como principal iniciativa atraerse a una gran parte del público, que decepcionado de la Medicina, por sufrir trastornos emocionales de larga duración, se impacientan la mayor parte de las veces, y en constante peregrinación, van pasando de uno a otro Consultorio, sin que se les atienda con el cariño y la consideración que merecen sus dolencias.
 Un movimiento análogo se ha ido extendiendo a otras naciones, entre ellas Checo-Eslovaquia, Hungría, Bélgica, Brasil, etc., al extremo que cuando tuvimos la ocasión de asistir en 1923 a la Gran Asamblea de Higiene Mental de París, concurrieron más de veinte delegados extranjeros ante un público inmenso congregado en el paraninfo de la Universidad de la Sorbonne.

 La profilaxia mental y sus propósitos

 El objeto de la Profilaxia Mental es prevenir el desarrollo de los trastornos psicopáticos, ofreciendo a la Sociedad un nuevo abrigo a sus influencias nocivas, bajo la forma de Consultorios y Dispensarios llamados “Servicios abiertos para pequeños psicópatas”, en donde recibir consejos prácticos y tratamiento adecuado, todo ciudadano que padezca de trastornos nerviosos.
 Así como también, la creación de “Servicios Públicos” con asistencia completa, para cuyo ingreso no se hace necesario la presentación de certificados médicos anteriores, ni la intervención de las autoridades, para justificarlo. Basta tan solo que el paciente demuestre por el examen médico que presenta síntomas y signos que lo hacen peligroso para sí y para su semejantes; que sea ciudadano y que lleve cuando menos un año de residencia en dicha Ciudad; obediencia a los reglamentos interiores de la institución y que en el momento de su ingreso esté presente uno de sus más próximos allegados.
 Las mismas facilidades se le ofrecen para su salida en cuanto pide el alta; sobre todo, si ha mejorado de los síntomas más alarmantes o bien si es reclamado por sus mismos familiares.
 Está demostrado que la asistencia pública, en cuanto a la psiquiatría se refiere, presenta las mayores deficiencias y ofrece enormes lagunas en todas las naciones civilizadas, y por tanto que la sociedad se encuentra desarmada ante la invasión, cada día más creciente, del número de personas que sufren de trastornos mentales.
 Además, sentimos todavía el peso de una triste rémora, el prejuicio de que la Locura es una enfermedad incurable e inevitable; y basándose en esos principios se han ido descuidando todos los positivos progresos que la Medicina Mental, en el terreno privado y en la clientela particular, ha venido conquistando.
 Y es por eso, que para lograr mayores frutos debemos empezar con una labor de divulgación como ésta, inculcando en la opinión pública, la enorme diferencia que existe entre un “psicópata” y un “alienado”, lo mismo desde el punto de vista pronóstico como del tratamiento que debemos emplear. Los primeros tenemos que dividirlos además en pequeños y grandes psicópatas, anticipando también que muchos de ellos son curables y que la mayor parte de los restantes, suelen ser inofensivos; es decir, que son capaces de vivir en sociedad con más o menos tropiezos, pero que no justifica nuestra indiferencia y que en muchas ocasiones sean conducidos a un asilo donde, lejos de aumentar las posibilidades de una curación, sufren tratos inadecuados y adquieren amistades sumamente perjudiciales para su porvenir, ya de por sí un tanto sombrío.
 En cambio, no diremos lo mismo cuando se trate de alienados, que constituyen un constante peligro para los familiares y la sociedad toda y que deben ser recluidos y vigilados constantemente.
 Y de esa gran distribución nace la posibilidad de una labor profiláctica, teniendo presente que los estados psicopáticos son tan modificables como las mismas enfermedades físicas.
 Esto lo demuestran con toda claridad muchas estadísticas, pues solamente de los asilos del departamento del Sena salen todos los años como dos mil pacientes muy mejorados y un gran número de ellos completamente curados.
 Así podemos comprobar que la manía y la melancolía simples, son tan curables como la fiebre tifoidea, aunque para ello se necesite mayor tiempo. Desde luego, que son pacientes que están sujetos a recaídas; pero esa misma frecuencia la tenemos en los reumáticos, colíticos, litiásicos, etc., etc., y sin embargo, dichos sujetos no se retraen de sus ocupaciones y continúan produciendo, en las épocas en que su estado de salud se lo permite.
 Haciendo nuevas comparaciones, podríamos repetir que antiguamente se creía que la tuberculosis era incurable, porque desgraciadamente solo se conocían en sus formas más avanzadas; pero a medida que se fueron perfeccionando los métodos de laboratorio y la observación clínica, se ha reducido enormemente su mortalidad, siempre que acudamos desde las primeras manifestación a curar a nuestros enfermos; es decir, que un diagnóstico precoz, permitió un tratamiento precoz y de ahí tan beneficiosos resultados.
 Pues otro tanto podríamos decir de las enfermedades mentales y nos aventuramos a repetir: Que están en un mismo nivel de probabilidades la curación del cáncer y la de la demencia precoz. Si hay una corriente muy favorable en favor de la primera, con resultados tan halagüeños y esperanzadores, entonces, ¿por qué no realizar una intensa campaña en pro de la segunda, uniendo todos los esfuerzos y la colaboración, con los elementos necesarios para el avance de su terapéutica?
 Insistiremos nuevamente, que la lucha contra las causas que determinan la locura, deben instituirse sobre la base de un diagnóstico precoz y una higiene bien dirigida.
 ¿Y cuáles son los medios oficiales de que disponemos en Cuba para llevar a cabo una obra tan provechosa para la nación? Ninguno.
 Es por eso que rogamos a los poderes públicos algún apoyo material en este sentido y que se nos conceda algún local apropiado donde podamos continuar esa obra tan bienhechora que por circunstancias especiales ya habíamos contribuido en el extranjero, divulgando entre nosotros los medios más fáciles para conseguir el mismo resultado que en Francia y en los Estados Unidos.

 La lucha contra las causas de la locura

 Aparte de otras máximas que mencionaremos más adelante, desde el punto de vista trascendental, la profilaxia mental debe basarse primeramente en la Eugenesia.
 Como es de suponer, si fuera posible una eugenesia integral, ella por sí solo, sería lo suficiente para realizar una obra bastante eficaz y definitiva; pero como tales esperanzas no pasan del terreno de la utopía, nos contentaremos con proponer algunas máximas que siempre que no le concedamos la importancia que se merecen, tarde o temprano tendríamos que arrepentirnos.
 El concepto que tiene la mayoría del público sobre la herencia, la degeneración, la predisposición, las causas determinantes y ocasionales de los procesos mentales; es bastante confuso y abigarrado. Pero en general, por una vulgar experiencia, todo el mundo sabe que una herencia acumulada y con mayor motivo cuando es por ambas partes, suele ser funesta para los descendientes. Así es, que sobre este punto no pensamos insistir por más tiempo.
 Refiriéndonos a los defectos físicos aparentes y que caen dentro del capítulo de los estigmas de la degeneración, en general, suelen tomarse asimismo en consideración, no precisamente desde el punto de vista hereditario, sino por consideraciones estéticas y sociales y principalmente por parte del bello sexo, realizándose así indirectamente, una gran campaña en favor del mejoramiento de la especie.  
 En cuanto a la predisposición, ya sabemos que es un capítulo bastante alambicado todavía, para la mayor parte del público que desconoce su esencia y sus principales características, y que es precisamente sobre lo que más tendríamos que insistir; porque aquellos individuos que le pertenecen, son necesariamente, a quienes tendríamos que prestar nuestros mayores cuidados, siendo ellos también los que nos van a proporcionar los mayores éxitos en caso de una buena orientación y de la misma manera los que va a comprometer nuestro crédito, cuando por error o ignorancia, los obligásemos a renunciar a sus más bellos propósitos.
 Como causas determinantes se citan las infecciones, intoxicaciones y traumatismos craneales, que lesionando directamente las células cerebrales provocan la aparición de trastornos mentales; como son por ejemplo la sífilis, el alcoholismo crónico, los tumores cerebrales, los tumores intensos de las glándulas endocrinas, etc.
 Las causas ocasionales se refieren en último término a aquellos sujetos que por su menor resistencia, cualquier enfermedad es suficiente para revelar síntomas de la serie nerviosa y que nos demuestren patológicamente un estado de predisposición hasta entonces oculto.

 Índice de capacidad biológica

 Ya sabemos que es muy difícil fijar un índice de capacidad biológica para poder autorizar en cada caso particular, el matrimonio de individuos más o menos tarados, y con mayor motivo, cuando se haya alcanzado el periodo de la pubertad sin haber presentado aún síntomas suficientes para ser calificados de sujetos anormales o predispuestos. Por tanto, sobre este punto nos limitaremos a recordar que la consanguinidad, sobre todo si viene realizándose después de varias generaciones sucesivas, es una de las fuentes más seguras para engendrar las anomalías y mantener la predisposición de los trastornos neuropáticos.
 Otra de las reglas que deben observarse y que recomendamos a los padres de familia, es que se opongan a los matrimonios de sus hijos cuando ambos cónyuges sean muy jóvenes; pues siendo muy frecuente en el hombre la aparición de trastornos mentales alrededor de los veinte años, un casamiento precoz en un predispuesto, podría precipitar en plena juventud la aparición de dichos fenómenos.
 Como un método defensivo cuentan hoy en día las sociedades modernas, con la implantación del divorcio; pero si por desgracia dicho matrimonio ya ha procreado varios hijos y entre ellos algunos intensamente tarados, la previsión y la eugenesia, sufrirán un nuevo retraso y tendríamos que dirigirnos entonces a ese nuevo elemento para evitar que se repitiese en una nueva generación.
 Como es de suponer, para que esa labor llegara a ser fructífera habría que interesar y conmover con una campaña muy intensa, el ambiente familiar y muchas veces, llegar hasta los más íntimos de los secretos familiares para obtener datos fidedignos sobre los ascendientes, para señalar en el árbol genealógico los elementos tarados y sacar prudentes conclusiones en cuanto a la probable aparición de taras neuropáticas en las nuevas generaciones.
 Pero, sería mucho más factible hacerlo indirectamente, por medio de la ficha escolar, que dividiríamos en tres secciones. La primera, donde los familiares podrían anotar los antecedentes del niño y sus características preescolares. En la segunda, quedarían consignadas las observaciones pedagógicas hechas por el maestro. En la tercera, el resumen psicopediátrico de los exámenes repetidos por el médico especialista.
 Y esa gran labor de estadística nos serviría de fundamento para nuestras previsiones que llevaríamos en forma de convencimiento científico al seno de la sociedad, organizando además, repetidas conferencias públicas, con presentación de enfermos, como lo vienen realizando en Francia los doctores Lery y Crouzon, para ir inculcando en el público ciertas normas científicas que indudablemente tendrían que culminar en un saneamiento de la raza, sin contar por el momento el adelanto social y económico que esto supondría.
 Otro tanto podríamos decir de la gran divulgación que se ha venido realizando en Inglaterra, después de la intensa campaña que en favor de la eugenesia, pudo iniciarse a raíz de los trabajos de Galton. Ya tuvimos la ocasión, en las páginas de esta misma revista y en el número correspondiente al mes de junio de este año, de dar unas cuantas ideas sobre las principales leyes de la herencia de las enfermedades nerviosas.


 Fragmentos iniciales del texto… Revista de Medicina Legal de Cuba, Año IV, núm. 10, octubre de 1925, pp. 311-320.