domingo, 29 de marzo de 2020

Observaciones, mortalidad



  
 OBSERVACIONES SANITARIAS Y NOTAS ESTADÍSTICAS EN RELACIÓN CON LA EPIDEMIA DE GRIPE O INFLUENZA 

  por el DR. JOSÉ A. LÓPEZ DEL VALLE 

  (Sesión del 14 de febrero de 1919)

 Cumpliendo gustoso mi propósito de informar constantemente a ustedes con respecto al curso y desenvolvimiento de la actual epidemia de gripe o influenza, voy a dar a conocer las estadísticas de morbilidad y de mortalidad formadas en el Negociado de Inspección Médica de la Jefatura Local de Sanidad de la Habana, de los casos de la citada enfermedad comunicados por los señores médicos en ejercicio. 
 El número total de casos de gripe o influenza, participados por los señores médicos a la Oficina de Sanidad en esta capital, alcanza a la cifra de 6,737, que viene sentar la cuarta parte, aproximadamente, del número total de casos de esa infección que efectivamente han ocurrido en la Habana. Por los datos privados obtenidos, por antecedentes adquiridos de los señores médicos de mayor clientela y por nuestra observación en las Casas de Salud y Hospitales, podemos llegar a la conclusión de que en la Habana se han presentado unos treinta mil casos de gripe o influenza, del pasado mes de agosto a la fecha se explica, señores, esta relativa diferencia entre los "partes" médicos y la realidad, por ser la gripe una enfermedad de reciente declaración obligatoria y por el trabajo abrumador que con motivo de esta epidemia, ha pesado sobre nuestros compañeros de profesión, después de los cuales, según su espontánea y franca declaración, no disponían del tiempo necesario a formular partes, otros solo hacían una visita al atacado sin poder formar diagnóstico. Tenemos, también, entre los casos ignorados, los miles de enfermos que han curado, sin necesidad de asistencia médica, que en la gripe o influenza, son en número mayor que en otras epidemias. Tenemos, pues, y así nos apresuramos a reconocerlo, que nuestras estadísticas de morbilidad no arrojan, por las razones expuestas, el número exacto de casos de gripe o influenza ocurridos en esta capital. En cambio, las estadísticas de mortalidad se aproximan y casi puede asegurarse que llegan a la verdad. 
 En estos trabajos, puede decirse, que los muertos son los que "más claro hablan". Hemos cuidado, al preparar esas notas, de agrupar bajo la denominación de gripe o influenza los certificados de defunción expedidos no tan sólo con esas denominaciones, sino también con los de neumonía, bronco-neumonía y demás complicaciones de la enfermedad. Y para que puedan ustedes formar un juicio más completo con la comparación de las defunciones por gripe o influenza en años anteriores, daré lectura al siguiente cuadro estadístico formado con su sapiencia reconocida por nuestro querido Secretario el Dr. Le-Roy y que comprende las muertes por esa causa desde el año del 1900 a 1918, ambos inclusive y el mes de enero del 1919:



 Estudiando los casos comunicados, por la edad de los atacados, advertimos un hecho significativo y que da singular aspecto a este brote epidémico de gripe o influenza, en comparación con otros anteriores. Los niños y los viejos, son los menos atacados. Las cifras más altas de los casos comunicados, han ocurrido en individuos de los 16 a los 40 años y, especialmente, de los 26 a los 40 años. A estas últimas edades, corresponde, en esa estadística, el número mayor de casos. Mientras de O a un año y de los 61 a 85 años se registran, respectivamente, 40 y 96 casos, en cambio de los 26 a los 40 años, esto es, en la edad más vigorosa y aprovechable de la vida, han ocurrido 2,645 casos. 
 En esos nuestros datos, se observa una curva ascendente en el número de individuos, de O hasta los 40 años. De los 41 a los 60, disminuye el número y a partir de los 61 años, se hace notable la reducción de los invadidos. De los 75 a los 85 años, solo tenemos noticias de 4 casos de gripe o influenza. 
 En pasadas epidemias, en el curso natural de la gripe esta infección escogía sus víctimas entre los viejos, a los que dura y cruelmente aniquilaba. La gripe o influenza, es una enfermedad de selección. Se lleva —decíamos— a los averiados, a los que padecen de afecciones crónicas, a los que viven a expensas de compensaciones más o menos mejor establecidas. Estos eran principios y teorías que teníamos por firmes y seguras, en lo que se refería a la naturaleza propia de esa infección. 
 Ahora, en el presente brote epidémico, tanto en Cuba como en las demás naciones, la influenza viene causando estragos entre los fuertes y sanos, entre los que se encuentran en las edades más vigorosas de la vida. 
 Examinando las estadísticas anteriores y considerando los casos comunicados por razas, no obtenemos enseñanza especial alguna, ya que se encuentran proporcionalmente repartidos entre los blancos y los negros. En cambio, se advierte en esas notas, que sólo siete asiáticos fueran reportados como invadidos por gripe o influenza, de los 6,737 casos comunicados. Pero de este hecho no pueden derivarse muy especiales consideraciones, ya que todos sabemos que los individuos de esa raza acuden al médico tan solo, en los casos extremos y que dificultan con su natural mutismo y con su falta de expresión apropiada, la formulación de diagnóstico en muchos casos. Casi todos los asiáticos se asisten por medio de remedios caseros y son atendidos por individuos de su raza, que titulándose médicos, le prestan asistencia. Por estas razones no podemos sacar mayores enseñanzas por el corto número de casos de gripe o influenza que aparecen haber ocurrido entre ellos. 
 Fácil es observar, con la lectura de los datos estadísticos antes especificados, el crecido número de atacados de influenza, llegados a la Habana de distintas localidades del interior de la República. Este hecho se observa también en la fiebre tifoidea y en casi todas las infecciones. Los atacados de las mismas que residen en el interior, vienen a la Habana a asistirse en las Casas de Salud y Hospitales y en demanda de mayores auxilios. Y por esa causa, la Habana figura siempre con una cifra crecida en las infecciones que en gran mayoría de los casos han sido contraídas fuera. 
 De los 6,737 casos de gripe registrados en la Habana, corresponden a las distintas poblaciones que se indican, 1,383 casos. Considerando los casos de gripe o influenza ocurridos en la ciudad de la Habana, según la residencia de los enfermos, tenemos que el número mayor corresponde al barrio del Vedado, lo que se explica por su gran extensión urbana y por la intensidad de su población. Podemos observar que ciertos barrios como los de Jesús María, Colón, Pueblo Nuevo, La Salud, y Atares, figuran con elevadas cifras. Debemos recordar que éstos son distritos donde abundan las casas de vecindad, en las que han ocurrido el mayor número de casos de gripe.
  Es muy notable el hecho del reducido número de muertes ocurridas por gripe en los Hospitales y, a pesar del número extraordinario de atacados de esa infección, asistidos en esos establecimientos. En algunos de ellos ese tipo de mortalidad queda reducido a menos de un seis por mil. Y este hecho se explica perfectamente, por la clase de asistencia que se facilita en esos nosocomios, donde se tienen los enfermos en lugares adecuados, al aire libre, sin exceso de medicinas y observando un régimen higiénico y adecuado. También observamos ese hecho en el Lazareto del Mariel y en las casas particulares donde observan fielmente las prescripciones sanitarias. No tan solo se curan con ese plan higiénico los enfermos, sino que se evita el contagio de los sanos.    De aquí, que sacamos la enseñanza de que la higiene personal, el aseo, la buena ventilación de la casa y demás medidas recomendadas por la higiene, son los elementos más adecuados para la asistencia y debido aislamiento de los griposos. Estas observaciones comprobadas por la práctica y sancionadas por la experiencia nos hace considerar como "no completas" las experiencias recientemente llevadas a cabo en Hospitales de los Estados Unidos. Para demostrar que la gripe no se trasmite ni por los estornudos del atacado, ni por sus secreciones nasales o faríngeas. Esas pruebas se hicieron en sanatorios higiénicos muy ventilados y a pleno sol. En cambio creemos que si se hubiesen escogido lugares obscuros, sin hacer ventanas sanitarias, donde reinase el hacinamiento y la falta de ventilación, acaso se hubiesen obtenido otros resultados. Me parece que todavía no estamos en el caso de contar por completo la transmisión de la gripe por "gotas colgantes". 
 Después de todo, debemos cuidar de la tos y del estornudo y de las secreciones nasales de los griposos, no tan sólo por la profilaxis probable de esa enfermedad, sino por aseo general y sobre todo por los casos de simbiosis de la gripe con la tuberculosis y la neumonía. Es una conducta prudente. Me propongo, en breve, una vez terminada la epidemia de gripe, traer notas más acabadas y completas sobre el particular y con el concurso de Vds. ver si es posible dar alguna luz en el actual obscuro y difícil camino de la profilaxis de esa infección.

 Anales..., 1918-19, Vol. 55, pp. 707 y ss. 

Gripe o Influenza. Medidas




 José A. López del Valle 

 Ante el estado de desconcierto creado con motivo de la aparición de la actual epidemia de Gripe o Influenza, se han formulado por personas respetables, ciertos cargos contra la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, acusándola de no haber adoptado determinadas medidas que se creían necesarias y por no haber puesto en práctica otras, que también creían los quejosos, eran de gran valor. Esas indicaciones del público, no deben, en manera alguna, ocasionarnos enojos, sino que, por el contrario, debemos acogerlas con complacencia, ya que vienen a demostrar, en primer término, el interés que se toma muestra población en los asuntos sanitarios, y en segundo lugar, la relación íntima en que vive con el Departamento sanitario, lo que nos obliga, como antes decíamos, a informarle acerca de nuestros procederes. Y se explica, además, la impaciencia del público al ver que no alcanzamos en nuestros trabajos contra la Influenza un éxito rápido, por el hecho de que nuestro buen público está educado en el terreno sanitario, en lo que pudiéramos llamar "la escuela del triunfo", gracias a cuya enseñanza ha adquirido nuestra población un concepto tan completo de sus deberes higiénicos y una idea tan exacta de la importancia y de la eficacia de llevarlas a cabo. 
 Los brillantes resultados obtenidos por la sanidad cubana en su lucha contra la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela, la peste bubónica y otras infecciones, han acostumbrado al público a la idea, que nos enaltece, de que a la acción sanitaria ha de acompañar siempre el éxito más feliz y resonante. Pero si nosotros venimos alcanzando esos maravillosos resultados en las luchas contra las mencionadas infecciones y ahora ante la Gripe no obtenemos iguales resultados, no se debe ciertamente ese cambio, a que nos falten energías, los alientos y los recursos de pasados tiempos, ni a que dejen de animarnos ahora iguales propósitos y ánimos. No. Es que el caso no es igual. En lo que a la profilaxis de la Gripe respecta, tropezamos, al igual que los sanitarios de todo el mundo, con las serias y hasta el presente invencibles dificultades a que antes me refería. En cambio, la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela y la peste bubónica, son enfermedades fácilmente evitables y dominables con los recursos de la higiene moderna ya que gracias a recientes descubrimientos, conocemos los medios eficaces para combatirlas. Y esto debe reconocerse y decirse, para que el público no dude ni por un momento, de nuestra actuación, y para que conozca las cansas que nos impiden el tener un éxito franco y positivo. 
 Y ahora pasemos a explicar las causas por las cuales no adoptamos, ante la epidemia de Gripe en la Habana, ciertas medidas que reclamaban insistentemente, una parte de la opinión pública. Nos referimos especialmente a no haber dictado la orden de clausura de las escuelas ni de los espectáculos públicos, medidas éstas, que se han pedido repetidas veces por medio de la prensa y por amables solicitudes de algunos profesionales y de personas distinguidas. 
 Dado el estado y curso de nuestra epidemia de Gripe, no estimamos procedente la clausura de las escuelas públicas y privadas, toda vez que al poner en práctica esa radical medida, los niños, especialmente los de las Escuelas Públicas, no tendrían más que dos caminos: o permanecer en sus casas, que son generalmente de vecindad, o vagar por las calles y plazas. En el primer caso, esto es, quedando el niño durante todo el día en la ciudadela o casa de vecindad, que son, en su inmensa mayoría viviendas insalubres, estaría más expuesto a la infección que en la escuela, que es siempre un lugar higiénico y bien ventilado. En la casa de vecindad el niño no cuenta con locales apropiados para su expansión y recreo. Tiene que permanecer encerrado en su cuarto y en contacto, acaso, con los enfermos. En cambio, cuando va a la escuela, recibe en ella educación sanitaria, se instruye convenientemente en la profilaxis de la Gripe y de otras enfermedades transmisibles y, además, está bajo la inspección médica de nuestros Inspectores y la vigilancia higiénica y pedagógica de sus maestros. El niño al ir a la escuela, tiene que lavarse, vestirse de limpio y observar prácticas de higiene, que de seguro no las cumple si se queda en su casa. Al llegar a la escuela, el maestro lo examina cuidadosamente. Si lo encuentra enfermo lo aísla y da cuenta en el acto a la Jefatura Local de Sanidad. Entonces nosotros nos encargamos de precisar la afección de que padece. Así logramos descubrir rápidamente cualquier caso de Influenza en los niños, que de no acudir a la escuela y someterse a la fiscalización del maestro, pasaría inadvertido. Tenemos un número crecido de Inspectores Médicos que diariamente visitan las escuelas todas y examinan cuidadosamente a los maestros y a los niños. Es decir, que todas son ventajas con la asistencia del niño a la escuela, ya que en esa forma logramos inculcarle prácticas de limpieza y de aseo personal, darle educación sanitaria y sirve como de guía para ponernos sobre la pista de casos de Influenza que de no contar con esa cooperación, permanecerían ignorados. 
 En lo que respecta a los espectáculos públicos, ocurre algo parecido. Cuidamos de que los locales a ese efecto destinados, estén limpios, bien ventilados, que no concurran enfermos y que se baldeen diariamente sus pisos, con soluciones desinfectantes. Se ha dado la orden y ésta se hace cumplir, de que no asistan a esos lugares los que presenten manifestaciones catarrales y se proceda a retirar a los atacados o sospechosos de Gripe o Influenza. Se ha advertido al público que no debe asistir a espectáculos cerrados en donde existan gran aglomeración de personas y se ejerce gran vigilancia sobre los cinematógrafos para exigirles que estén en las debidas condiciones de higiene. A la entrada de los espectáculos públicos, se han colocado avisos e instrucciones con notas profilácticas de la Influenza. En esta forma, hacemos obra de propaganda sanitaria. No hemos dispuesto la clausura de los espectáculos públicos, por evitar el pánico en la población y por no existir una regla fija que nos marcase el tiempo preciso o aproximado en que tal medida debía tener efecto. Además, nos pareció que con las medidas adoptadas, se defendía bien la salud pública del peligro de mayor propagación de la Gripe en esos sitios. Desde luego, que mucho más fácil y expedito, hubiese sido el disponer la clausura de las escuelas, de los teatros y demás sitios de reunión. Así nos hubiésemos evitado trabajos y responsabilidades. Pero nos pareció que ese no era nuestro deber y que esas medidas radicales, cuando no están justificadas por un precepto científico y tienen una base racional y lógica, y se dictan con carácter general y no de acuerdo con las exigencias del momento, demuestran, más que nada, incapacidad y falta de recursos y de medios para afrontarlas en debida forma. Estas son las razones por las cuales dejamos de adoptar esas órdenes de clausura que reclamaba la parte de la opinión pública a que antes aludíamos. 
 Y ahora, al explicar los fundamentos de nuestra actuación oficial, nos complacemos en someterla a la ilustrada consideración de esta Academia. Entre las medidas que hemos dictado para combatir la epidemia gripal en la Habana, figuran, en primera línea, las que tienden a la educación higiénica popular contra esa infección y las relaciones con la higiene de las viviendas y de las personas. Estimamos que una gran defensa contra la propagación de la Influenza, está en la limpieza esmerada de las personas y de las casas, así como en mantener debidamente aislados en sus casas, a los atacados por esa infección. El público, con su cuidado inteligente y bien dirigido, puede ayudarnos mucho en nuestros trabajos para el dominio de la Influenza. Acompaño un ejemplar de las Instrucciones Populares contra la Gripe que hube de redactar y las que se han distribuido profusamente en el público, dando a conocer las regias higiénicas principales contra esa infección. Desde que tuvimos noticias de la aparición de los primeros casos del actual brote de epidemia de Influenza, hubimos de adoptar, aunque con pocas esperanzas en la eficacia de algunas de esas disposiciones, las siguientes medidas: 
 Primera: Incluir la Gripe o la Influenza entre las enfermedades de declaración obligatoria, con objeto de poder formar una estadística acerca de la marcha de esa infección entre nosotros y de adoptar, en los casos especiales, las medidas sanitarias correspondientes. 
 Segunda: Publicar las Instrucciones Populares a que antes me refería y hacer fijar en las escuelas, espectáculos públicos, iglesias, tranvías y demás lugares de reunión, las principales reglas higiénicas contra esa enfermedad, con objeto de hacer una activa propaganda sanitaria. 
 Tercera: Organizar conferencias higiénicas en las escuelas, colegios privados y talleres para ilustrar convenientemente al público acerca de las medidas de higiene individual que debe de adoptar frente a esta enfermedad.  
 Cuarta: Prohibir el tránsito de los atacados de Gripe o Influenza por las calles y plazas y el que esté enfermo así como los que presenten manifestaciones catarrales concurriesen a sitios públicos. Recomendar el debido aislamiento de los atacados de esa infección y prohibir las visitas en las casas donde existieran casos de Influenza. 
 Quinta: Ordenar el saneamiento diario, por medio de baldeos de pisos con soluciones antisépticas, de los establecimientos y espectáculos públicos y que todos esos lugares se mantuviesen completamente aseados, con escupideras con soluciones antisépticas en número suficiente para el uso del público.  
 Sexta: Indicar la necesidad de que se acudiese a un médico desde los primeros síntomas de la enfermedad, con objeto de que éste atendiese oportunamente al atacado y nos diera cuenta del caso. 
 Para que se conozcan en sus detalles todas las disposiciones adoptadas, acompaño un ejemplar de cada uno de los avisos e Instrucciones al Público, publicados por la Jefatura Local y en los que se precisan todas esas disposiciones. Hemos procurado, desde los primeros momentos, dirigir nuestra acción contra la Gripe, dando preferencia a la propaganda sanitaria, a la educación de las familias y a las medidas que tiendan a la limpieza esmerada de la casa y de la persona, haciendo resaltar los inconvenientes y los peligros del hacinamiento, de la falta de luz y ventilación, de la necesidad de una vida higiénica a base de mucha agua, mucho sol y mucha alimentación, elementos que favorecen la defensa orgánica y que previene de las infecciones en términos generales. 
 En el interior de la República, especialmente en ciertas poblaciones de Camagüey y de Oriente, la Influenza ha causado mayores estragos, debido, seguramente a las malas condiciones higiénicas en que se encuentran determinadas poblaciones y al hacinamiento en que viven los trabajadores en los grandes centros azucareros, donde no se les facilita ni viviendas, ni elementos apropiados. En nuestros Ingenios de azúcar, el trabajador vive mal, reside en barracones inmundos, donde carece por completo de los elementos necesarios para la vida. Y como es lógico, está expuesto a contraer enfermedades. Esos obreros, que viven en un medio impropio, que carecen de los elementos fundamentales de higiene, pagan siempre un gran tributo a las infecciones que los diezman y aniquilan. 
 En cambio, en los centros urbanos, donde se observan las prácticas de limpieza y se cumplen los preceptos de la higiene, la Gripe, aunque se propaga y difunde, no ocasiona, sin embargo, tantas víctimas. Eso se aprecia de una manera más visible en los barcos azotados por esa infección. En pasaje de tercera, que viaja hacinado en las bodegas y sollados, la Influenza ocasiona estragos pavorosos. En cambio, el pasaje de primera y de segunda, se defiende mejor y no se observa los cuadros dramáticos que en los de tercera. 
 Además, todos a diario comprobamos que en los Hospitales y Casas de Salud, en las casas limpias, bien soleadas y ventiladas, la enfermedad no se propaga como en las ciudadelas y demás lugares donde falta el aire, la luz y el agua. 
 En la Habana, por sus condiciones generales de higiene, por su clima, por la educación sanitaria de sus habitantes, la epidemia gripal se va desenvolviendo sin mayor gravedad y sin que pueda justificar alarmas ni terrores. Consultando los datos estadísticos de la epidemia gripal de 1890, y la que acaba de azotar la Europa y la América, y haciendo un estudio comparativo entre la mortalidad causada por esas epidemias en otras ciudades, podemos comprobar que en la Habana es donde con mayor benignidad ha evolucionado y donde ha causado menor número de víctimas. Este es un hecho cierto, que puede fácilmente demostrarse con la revisión de esos datos estadísticos. Por lo tanto, considerando que actualmente y timamos, con convicción precisa, que la actual epidemia es de Gripe o Influenza; que no reviste gravedad alarmante y que no existen, hasta el presente, medidas sanitarias "específicas" que puedan ponerse en práctica para dominarla rápidamente y con una eficacia absoluta y matemática. Que precisa, como medios recomendables para combatir esa enfermedad, mantener una rigurosa campaña de propaganda sanitaria, de aislamiento de los atacados, de aseo personal y de la casa y cumplir con los preceptos generales de la higiene: sol, aire, agua y buena alimentación.

 "Observaciones sanitarias y notas estadísticas en relación con la epidemia de gripe o influenza", Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 1918-19, Vol. 55, pp. 410-25. 


sábado, 28 de marzo de 2020

Gripe o Influenza. Actualidad sanitaria



 LA ACTUALIDAD SANITARIA. LA EPIDEMIA DE GRIPE O INFLUENZA 

  Desenvolvimiento y medidas adoptadas

  por el Dr. JOSÉ A. LÓPEZ DEL VALLE

  (Sesión del 25 de octubre de 1918)

 Sin disponer del tiempo necesario para preparar un trabajo debidamente documentado, he querido, sin embargo, aprovechar la sesión reglamentaria que celebramos esta noche, para someter a la ilustrada consideración de esta Academia, lo que pudiéramos llamar "la actualidad sanitaria", o sea la epidemia de Gripe o de Influenza que en estos momentos azota a la Habana, Santa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y otras importantes ciudades y poblaciones de la región oriental. Y he creído oportuno tratar de este particular tan interesante y trascendental en el ambiente elevado y sereno de esta Academia, ya que la opinión pública ha sido mal orientada e impresionada en este asunto, por erróneos informes y por falsas apreciaciones, debidas, seguramente, a la ofuscación de los primeros momentos, al pánico que parece haberse apoderado de algunos espíritus apocados y por el desconocimiento que demuestran tener de lo que es la Influenza, los que con sus equivocadas informaciones, han creado este estado de desconcierto y de malestar. Y como quiera que por motivo de esos errores y de falta de dirección de la opinión pública, existen alarmas injustificadas entre las familias, lo que ocasiona verdaderos perjuicios, entiendo que nosotros estamos en el caso de contribuir con nuestro esfuerzo, a evitar el que, sin causa que lo justifique, se lleve el pánico y el miedo al público, ya que no es ese el camino más seguro, para obtener el mejor éxito en nuestras campañas contra esa infección, se ha publicado reiteradamente en la prensa política y de información, que "estamos frente a una epidemia desconocida, ocasionada por una enfermedad ignorada"; ''que los médicos desconocen en lo absoluto la infección reinante", y que, por lo tanto, "no pueden asistirla debidamente" y que "desconocen los recursos necesarios para su curación y dominio"; que "la actual epidemia es de una virulencia tan extrema", que 'mata a todo el que ataca" y que "ocasiona un número tan extraordinario de víctimas" que "casi se cuentan las defunciones por el número de invadidos". Y doloroso es confesarlo. No es solamente en la prensa de información general donde encontramos estas erróneas animaciones, sino también que algunos compañeros médicos están desorientados a ese respecto, no faltando los que piensan y digan, que "la actual epidemia es de Peste de forma neumónica." Como es natural, todos estos hechos unidos a los diversos y contradictorios informes de los laboratorios, contribuyen a que el público se intranquilice y se alarme .v termine por no tener confianza alguna en la actuación médica frente a esta epidemia. Se critica y censura la gestión sanitaria y hasta muchos llegan a pensar, que las autoridades encargadas de velar por la salud pública, no proceden ni con las necesarias energías, ni con el celo debido en estas cuestiones. Y como quiera que yo abrigo la firme creencia de que las autoridades de los gobiernos democráticos están en el deber de explicar su actuación cuando ésta ofrece dudas, quiero aprovechar la tribuna de esta Academia, para dar a conocer las razones por las cuales no se han adoptado por la Jefatura Local de Sanidad de la Habana, ciertas medidas que parecen reclamar con mayor insistencia los elementos de nuestra sociedad, que a nosotros se dirigen con esas críticas e indicaciones. Pero antes de seguir adelante, quiero dejar sentado el hecho cierto y positivo, de que las investigaciones científicas realizadas con oportunidad, constancia y eficacia en el Hospital "Las Animas" y por la Sección de Estudios e Investigaciones de la Dirección de Sanidad, todas, absolutamente todas, están contestes, en que nuestra actual epidemia es de Gripe o de Influenza, habiéndose comprobado la presencia del Pfeiffer con las asociaciones microbianas que son tan frecuentes observar con ese germen, sobre todo en estos estados de verdaderas pandemias. Nuestro criterio es que la enfermedad reinante es igual por su naturaleza, a las epidemias de Gripe o de Influenza que han azotado al mundo entero en épocas distintas, y que especialmente hubo de visitarnos últimamente en el año de 1890. Es la epidemia de Influenza clásica, descrita por los autores, definida en los textos y conocida por los médicos. Podrá, en determinados casos y debido a circunstancias especiales, revestir más o menos virulencia y por determinadas condiciones atmosféricas, individuales y de localidad, o modalidades propias de la epidemia, predominar tal o cual complicación, o revestir con mayor especialidad diversas formas. Estudiando la epidemia en lo que pudiéramos llamar su desenvolvimiento sanitario, tenemos, para demostrar que se trata de Gripe o de Influenza que evoluciona según las condiciones individuales, el siguiente hecho que constantemente se repite y que es fácil de observar en cientos de casos. En una casa ocurre uno de esos casos verdaderamente dramáticos y espectaculares de Influenza, de virulencia extrema, con sus complicaciones pulmonares o cerebrales. Muere a consecuencia de este ataque gripal intenso, un miembro de la familia. Los demás que en la casa residen, contraen, no una infección tan grave y mortal como la del otro, sino una Gripe benigna, de forma catarral, que evoluciona favorablemente sin ninguna complicación ni gravedad. Es decir, que aquel "caso primitivo" en el que muchos creen ver una "enfermedad nueva", violenta y "desconocida", ocasiona "casos secundarios", de la Gripe franca, conocida y tratada por los médicos desde remotas épocas, al extremo de figurar en los libros clásicos de la medicina. Si se tratase, como piensan los equivocados, de "Peste neumónica", de una "infección ignorada", lo natural sería que diera lugar a "casos secundarios" de su "misma naturaleza" y no a otros benignos y perfectamente definidos de la Gripe vulgar y típica. Otras veces, ocurre a la inversa. En una casa se registran seis o más casos de Gripe franca, de carácter benigno. Uno o más de los que residen, son víctimas de la forma intensa, con las más graves complicaciones. Aquí, el caso "secundario" es el que evoluciona con mayor violencia, mientras los "primitivos" fueron sencillos y banales. Es digno de mención el hecho que suele observarse con frecuencia en la actual epidemia, el que se registren numerosos casos graves y mortales, en individuos jóvenes, robustos, que se encuentran en la edad más útil de la vida. Estábamos acostumbrados, en la observación de pasadas epidemias de Gripe y en los casos esporádicos de esa infección, a que esta causase siempre mayores estragos en los viejos, en los achacosos y en los averiados. Y ahora parece como sorprender, que en el brote epidémico presente, se compruebe que la enfermedad ataque en forma virulenta a personas jóvenes y fuertes. Este hecho ha sido uno de los que han dado lugar a las dudas de diagnósticos a que me refería al comienzo del presente informe y a que clínicos de gran valer vacilasen en aceptar como de Gripe o de Influenza la infección responsable del actual estado epidémico. Pero estudiando el curso de epidemias de otras enfermedades nos encontramos que a través de los tiempos, cada una de éstas van revistiendo modalidades distintas, tanto en su mayor o menor virulencia, en lo que pudiéramos llamar sus localizaciones individuales. Sin embargo, para aclarar bien todas estas interesantes cuestiones, tenemos que volver, por decirlo así, los ojos al laboratorio y continuar en la observación clínica, acometiendo con entusiasmo v perseverancia los trabajos de investigación que puedan ilustrar debidamente la materia. Y debemos continuar con tenacidad y ardor esos trabajos, hasta obtener una explicación satisfactoria a las casas que producen esas modalidades clínicas tan variadas y diversas; a las alternativas de virulencia en la infección; a ciertas y muy notables ausencias del Pfeiffer en los exudados de los enfermos; a si existe o no algún otro germen que asociado al Pfeiffer, o en su lugar, sea el responsable de esa virulencia extrema en ciertos casos, y otras múltiples cuestiones a resolver en estos casos. Tenemos que llevar a cabo las investigaciones y estudios correspondientes, por ver si logramos precisar el mecanismo íntimo de la infección gripal, los caminos que sigue el germen para invadir el organismo y los agentes o medios de difusión de la enfermedad; particulares estos de vital importancia y que una vez hallados, harán luz en la actual obscura profilaxis de esa infección. Al desconocimiento que tenemos de esos asuntos, así como por la naturaleza especial de la Gripe o Influenza, por el número crecido de casos ambulatorios que se presentan en el curso de las epidemias de esa enfermedad, por no conocer todavía el tiempo preciso del período infectante de la misma y por la cantidad extraordinaria de casos que se registran en el curso de las epidemias, lo que hace materialmente imposible el que se adopten las convenientes medidas de aislamiento y de desinfección, y por las complicadas y variadas circunstancias que concurren en la Gripe o Influenza, se debe el que no tengan eficacia positiva, las medidas sanitarias que se adoptan para dominar esa infección y que esas disposiciones no den el resultado apetecido, a pesar de los mejores propósitos que animan a los que las dictan. En nuestro deber de decir la verdad y de hablar siempre claro y con diafanidad, nos apresuramos, al presentarse el brote primero de la epidemia gripal, a hacer público el que nuestras disposiciones y órdenes para combatir la epidemia, no tendrían eficacia positiva, a no ser que el público nos secundase, en esas nuestras tareas, con lo que se lograría evitar, en lo posible, los estragos de esa enfermedad. Declaramos sin ambages ni rodeos, que estábamos frente al inicio de una epidemia, para la que no teníamos armas bien templadas para combatirla. Dijimos entonces y repetimos ahora, que a pesar de todo, no debíamos desmayar en nuestros propósitos, ni sentir entibiar nuestros entusiasmos y arrestos, sino que, por el contrario, las dificultades que se presentaban en ese terreno, debían aumentar nuestro esfuerzo y el propósito de perserverar en ellos, en bien de la salud pública. 

 (primera parte). 

Feria ganadera Éxito y clausura


      Diario de la Marina, 17 y 20 de mayo 1959

martes, 24 de marzo de 2020

Feria ganadera




                                                                 Mayo 59
                            

domingo, 15 de marzo de 2020

La salud de una nación











                                                                                         1927