Emmanuel Carballo
El novelista cubano Alejo Carpentier estuvo
entre nosotros hace algunos días. Asuntos de índole editorial le permitieron,
una vez más, entrar en contacto con México. (Su primera visita la efectuó en
1926.) Visitó Oaxaca. Mitla lo deslumbró. Es -dice- "la apoteosis del
abstraccionismo. Un templo sin imágenes".
Carpentier reside, habitualmente, en Caracas.
Vive de su trabajo: la publicidad, a la que dedica tres horas diarias. Cree que
vivir de la literatura es inmoral. "Los escritores -afirmó- debemos tener
un oficio básico. De esta manera escribiremos sobre lo que nos interesa,
podemos madurar nuestros asuntos y redactarlos como nos venga en gana. No
dependemos de veleidades extrañas a nosotros mismos: la política, los editores,
el público y la crítica:
-Carpentier, ¿qué opina usted de
la ficción que actualmente se escribe en Venezuela?
-La base es Rómulo Gallegos. Su
obra, maciza y generosa, descubre el paisaje y el hombre nativos. Al primero le
da autenticidad; al segundo lo pone en marcha, lo hace figurar en la historia
universal de la literatura.
-Y después de Gallegos, ¿qué
escritores le interesan?
-Dos principalmente: Mariano
Picón-Salas y Ramón Díaz Sánchez. Picón-Salas ha creado uno de los mejores
libros -por lo bien escrito- que han salido del Continente: Pedro Claver, el
santo de los esclavos. Díaz Sánchez, al que ahora interesa más el hombre
que el paisaje, ha escrito una buena novela, Mene Grande. Cuenta en ella
la transformación de una aldea en campo petrolífero.
-Venezuela, según parece, posee
destacados cuentistas. ¿Se puede hablar de un auge del cuento venezolano?
-Efectivamente. Dos nombres, entre otros muchos, lo atestiguan: Osvaldo Trejo y Oscar Guaramato. (En ese momento olvida otro nombre, el que, por cierto, está ligado a él por razones amistosas. La amistad, no cabe duda, es mala consejera.) (*)
Alejo Carpentier de origen galo-ruso, nació en
La Habana el año de 1904. Ejercitó durante algún tiempo, con eficacia y
honradez, las labores periodísticas. Fue jefe de redacción de las revistas
Social y Carteles. Editó, junto con Jorge Mañach, Juan Marinello, Francisco
Ichaso y Martí Casanovas, la Revista de Avance (1927-1930). Esta
publicación significa -dice José Antonio Portuondo- "la definitiva
incorporación de Cuba a la cultura universal contemporánea". Con ella
concluye un período de la historia literaria de esa nación. A partir de
entonces, los escritores se dan cuenta de su impotencia como seres aislados y
autosuficientes, y descubren -es el tiempo de la rebelión que anunciara Ortega
y Gasset- la fuerza que representan las masas. Carpentier abandona su isla a
finales de la segunda década y se instala en París. Padece durante la ocupación
-y él lo calla- la persecución de los nazis, quienes lo internan en un campo de
concentración. De nuevo en América, al término de la segunda Gran Guerra, viaja
frecuentemente a Cuba, país cuyo desenvolvimiento en todos los órdenes sigue
puntualmente. Fruto de ese interés nacionalista es su libro La música en
Cuba, editado en 1946.
-¿Qué opina del movimiento literario cubano?
-Quienes conocieron la revista Orígenes
se habrán dado cuenta de la calidad del grupo que la animaba. José Lezama Lima,
uno de sus directores, es muy estimable como poeta y ensayista. Su Expresión
americana es la indagación más digna que he leído sobre el espíritu del
Continente. Analecta del reloj (libro de ensayos) es extraordinaria.
-¿Y de los poetas?
-Además de Lezama Lima, Eliseo
Diego me interesa enormemente. Otros poetas que admiro son Cintio Vitier y Fina
García Marruz.
-¿Qué validez concede a la obra
en prosa -novelas y cuentos- de Enrique Labrador Ruiz?
-Pues hace algunos años que
enmudeció. A propósito, qué poca gente escribe novela en Cuba, en América.
-¿A qué lo atribuye?
-Tal vez a que los soliciten
otras tareas que ellos consideran importantes. Abundan los novelistas de
ejercicio desarticulado, intermitente.
-¿Cree usted que Ciclón sea
la revista sucesora de Orígenes?
-¡No lo creo!
Alejo Carpentier es uno de los novelistas más
destacados de América; es, asimismo, uno de los novelistas nuestros mejor
conocidos en Europa. Una de sus obras, Los pasos perdidos (1949), fue
considerada en Francia durante 1956 como el libro extranjero más valioso.
Inglaterra, en el mismo año, lanzó a la venta seis ediciones de ese libro.
Además del inglés y del francés, la novela ha sido traducida al noruego, al
sueco, al danés, al finlandés, al holandés, al alemán, al italiano y al
yugoslavo. Se desarrolla en la selva del alto Orinoco. Cuenta las peripecias de
un intelectual que descubre la selva y medita sobre ella. Es -dice Anderson
Imbert- "un viaje hacia los fondos sin historia del tiempo
americano". Intenta -me platicó Carpentier- fijar las constantes del
hombre en nuestras tierras. Su primera novela, editada en 1934, Ecué-Yamba-O
-Loado sea Dios-, está inscrita en el movimiento negrista, que equivale
-opinan los críticos autorizados- al indigenismo iberoamericano y al populismo
mundial. Otra de sus novelas, El reino de este mundo (1947), en la que
aprovecha las técnicas del esperpento y del superrealismo, está traducida al
inglés y al francés. La historia se desarrolla en Haití y se refiere a las
sublevaciones negras ocurridas entre 1759 у 1821. Su última obra, El acoso
(1955) es una novela psicológica. En el volumen de cuentos Viaje a la
semilla (1944) predomina lo mágico.
-Carpentier, ¿cuál es su juicio
sobre la novela que se escribe actualmente en Hispanoamérica?
-Nuestros novelistas deben salir un poco del localismo, del nativismo tipicista. En otras épocas estas posturas eran necesarias, útiles. Nos ayudaron a fijar principios, a descubrir el color, el paisaje, las costumbres. Ahora tenemos la obligación de concurrir, en igualdad de circunstancias, a la literatura universal. La consigna debería ser ésta. Desexotizar América.
-Sus palabras anteriores se refieren
exclusivamente al anacronismo de cierto sector de nuestros novelistas, ¿qué
opina de la pretendida originalidad de otro grupo que da como suyo lo ajeno?
-Pienso, entre otros, en los kafkistas. Su
modelo es, en sí, admirable; sus seguidores, en cambio
-Pienso, entre otros, en los kafkistas. Su
modelo es, en sí, admirable; sus seguidores, en cambio, son lastimosos. Deben
olvidar los castillos encantados, los procesos, las murallas.
-Se ha referido usted a los
defectos tanto de aquellos que padecen sólida incultura como a los de estos
que, en su afán de estar al día, viven en el pasado inmediato, se visten de
acuerdo a la penúltima moda europea. ¿Cuál es, según usted, el camino que indistintamente
deben seguir?
-En ocasiones me pregunto, ¿me
interesaría una novela que tratara exclusivamente. sobre la situación de los
campesinos en Polonia? La respuesta es inmediata: me aburriría.
Desgraciadamente la novela escrita en la América española se ha apegado en
demasía a lo accesorio. A mí me interesan, sobre todas, las obras que plantean
los básicos conflictos del hombre. Este podría ser uno de los caminos. Aunque,
me apresuro a reconocerlo, los caminos son infinitos.
-¿Cuáles son los escritores
iberoamericanos que más interesan hoy en Francia?
-Indudablemente Jorge Luis Borges
y Miguel Ángel Asturias, que es un creador de arquetipos. Su Señor
Presidente representa en general al tirano que todos nuestros países
padecen o han padecido. Un libro de juventud, Leyendas de Guatemala, con
prólogo de Paul Valéry, obtuvieron magnífica acogida.
-Una pregunta personal que es, casi, una
latente confesión. ¿Cuáles son los autores y las obras americanos, del pasado y
del presente, que mayormente le atraen?
-Bernal Díaz del Castillo (Agustín
Yáñez lo considera americano); Fernández de Lizardi, sobre todo con su Periquillo
Sarniento; mi compatriota Cirilo Villaverde y su Cecilia Valdés o la
Loma del Ángel; El Lazarillo de ciegos caminantes del peruano
"Concolorcorvo". Os sertoes del brasileño Euclydes da Cunha.
Alguna vez dije, en un grupo de amigos, que si yo tuviese poder enviaría a la
cárcel a cualquier joven que, a los veinticinco años no hubiera leído el Popol
Vuh. Entre los contemporáneos prefiero a Jorge Luis Borges, uno de los
espíritus más singulares de nuestra época. La recta actitud latinoamericana se
refleja -en profundidad, en decencia- en su manera de ver las cosas.
¿Cuál es, Carpentier, la tradición o las
tradiciones en que descansa el escritor hispanoamericano?
-El latinoamericano heredó de los
conquistadores varias cosas: una tradición, un idioma que habla y escribe
distinto, una literatura que constituye -entiéndase bien- tan sólo una de sus
tradiciones culturales. No le basta con eso. Por otra parte, están -y tal vez
más próximas- sus tradiciones locales y americanas. Le es imposible ignorar la
cultura francesa que ha influido -en todos los campos desde la época de la
independencia- en todos nuestros países. Lo anglosajón está más próximo: lo
tenemos en el Continente y es muy valioso
-Charles Péguy pudo decir que
nunca leyó libros de autores que no fuesen franceses. Los escritores europeos
pueden practicar esta actitud y tener una expresión válida: cada uno de sus
países ha asimilado la cultura occidental.
No es ese nuestro caso,
afortunadamente: adquirimos, por derecho de conquista, la cultura del universo.
Los europeos no conocen la cultura americana; nosotros, en cambio, conocemos la
suya. Jorge Luis Borges, por ejemplo, en su libro Antiguas literaturas
germánicas ofrece, por una parte, una muestra de su conocimiento de la
literatura europea y, por la otra, de su propia literatura: compara algunos
poemas germánicos con similares poemas gauchescos. La simbiosis de culturas
diferencia al hispanoamericano del europeo típico. En tanto que ellos, muchas
veces, practican un angosto nacionalismo, nosotros somos universales. Ni del
sarape, ni del guarache saldrá nuestra verdadera literatura; saldrá.
precisamente, de esa simbiosis.
-Carpentier, ¿cómo concibe y
realiza sus libros?
-La realización, en mí, es
rápida: madurar la historia, los personajes me lleva demasiado tiempo. Trabajo,
por lo regular, ocho horas diarias.
Alejo Carpentier se inició en la
literatura, dicen los manuales, escribiendo poesía. Citan un libro: Poemes
des Antilles, neuf chants, con música de Marius François Gaillard, editado
en Paris en 1929. De entonces acá el lírico ha enmudecido.
-¿Cuál es la razón de su
silencio?
-La poesía es un quehacer muy
serio. No me atrevería a publicar un nuevo libro. Además, no me considero
poeta.
-Y en prosa, ¿qué libros prepara?
-Tengo terminados dos: Guerra
del tiempo, que consta de tres extensos relatos, y El siglo de las luces,
una novela cuya historia ocurre en el Caribe. Ambos libros se publicarán en
México este año: los editará EDIAPSA.
Alejo Carpentier es un hombre maduro. Viste y
actúa como un hombre común y corriente. Perfecto actor de sus propias emociones
y preferencias, las expresa sin sobresaltos, maduras y concisas. Su pasión más
visible es la música.
(*) Ya para salir, Carpentier me dejó este
recado: "El absurdo olvido del otro día quedó reparado por mi propia
memoria. El joven cuentista es: Antonio Márquez Salas, autor, entre otros
relatos magistrales de El hombre y un verde caballo y Como Dios... Creo que es
uno de los narradores más originales de la América actual".
Diario de la Marina, domingo 9 de marzo
1958, p. 1-D.