viernes, 29 de junio de 2012

La amiga muerta




 

Felipe Pichardo Moya


Aquí, bajo esta losa está su cuerpo. Breve
Fue su vida, a manera de una vida de rosa.

Murió, tranquilamente, una noche lluviosa:

Veinte y ocho de agosto del novecientos nueve.


Me acuerdo de ella cuando constantemente llueve

Y de su última noche, tan larga y angustiosa:

Una fiebre que sube... Un sudor... Una cosa...

El cura... ¡Y una vida que deshoja leve!


Así murió, a mediados de una larga semana,

Y la enterramos un viernes por la mañana.

Aún llovía. Era un húmedo tiempo de luna nueva.


Dijimos todos: “Nunca, nunca la olvidaremos;

Tan buena como era”... Y para que hoy pensemos

En su vida y su muerte, es preciso que llueva.

 

jueves, 28 de junio de 2012

El epitafio





 José Manuel Poveda


 Sobre el cofre que encierre mis cenizas
nadie escriba una frase suntuosa,
como para halagar mi alma orgullosa,
sobre el cofre que encierre mis cenizas. 


 Los ciegos, los unánimes rebaños
no acudan a grabar con mano altiva
ninguna ociosa laude incomprensiva, 
los ciegos, los unánimes rebaños. 


 No quiere mi soberbia sin medida
que exalte las virtudes de mi vida
ningún otro epitafio que mi nombre;


 parécele a mi orgullo innecesario
que escude de mis restos el sagrario
ningún otro epitafio que mi nombre. 


martes, 26 de junio de 2012

El último hombre






Héctor Poveda (1890-1968)




Más que la turbia fama del poeta,

prefiero el suave acento de lo inédito,

y una vida incolora, y tan discreta

que discurra sin vanidad, ni mérito.


Prefiero cualquier buen vivir mediocre,

de modo que mi vida pronto vea

protegido por ese mismo ocre

que guarda como cáscara, a mi aldea.


Y he de ser, desde ahora, manso y grave

con el eclecticismo del que sabe

hurtar su suerte a la murmuración.


Y metódico y oscuro, y uniforme,

daré paz a toda lengua deforme

que hostilice mi genio bonachón.



                              Holguín, 1919



lunes, 25 de junio de 2012

Hermetismo





María Villar Buceta


¡En casa todos vamos a morir de silencio!
—Yo señalo el fenómeno, pero me diferencio
apenas del conjunto… ¡Tengo que ser lo mismo!

Dijérase que estamos enfermos de idiotismo
o que constituimos una familia muda:
de tal suerte en sí propio cada uno se escuda…

Como los nuestros otros nos sentimos avaros,
de nosotros las gentes piensan: —Son entes raros
o egoístas, o sabe Dios qué… Tal vez dirán
que sólo nos preocupa la conquista del pan…

¡Y yo en medio de todos. Señor, con mi lirismo!
¡Cuán se agobia mi espíritu de vivir en sí mismo
y ver siempre estos rostros pensativos y huraños!

¡Y así pasan los días, los meses y los años!



domingo, 24 de junio de 2012

Música: gritos; voladores; humos;



  
 Fernando Lles (1883-1949)


 Música: gritos; voladores; humos;
vaharadas de sudor, discursos; todo
lo que es un mitin tropical, un modo
recomendable de vivir. Yo fumo

 tranquilamente recostado; una
de mis pequeñas, la mayor, se agita
presa de un sueño trágico y me grita:
"Papá, que el volador rompió la Luna".

 Solloza: la acaricio; calla luego
y se duerme otra vez; pero yo entrego
el corazón a un pensamiento grave,

 y busco en el origen más remoto
por qué aquel disco de la Luna, roto,
la hirió en el alma como nadie sabe.

 

sábado, 23 de junio de 2012

Casino tropical




 Federico de Ibarzábal


 Este Casino de amplia fachada impresionista
que quiere ser a un tiempo moderna y señorial,
no es más que una casona donde algún detallista
suele pasar el rato leyendo El Imparcial.

 A veces, algún alma neurótica y artista
sueña en la biblioteca con "Las flores del mal”,
mientras en el contiguo salón un tresillista
comenta una jugada que le salió fatal.

 Y por la tarde, en tanto discurren los paseantes
por la avenida, llegan dos ricos comerciantes
que hablan de transacciones con fervor mercantil.

 O bien, bellacamente, los socios del casino
hacen chistes picantes de hondo sabor cretino...
¿Comprendes ahora, hermano, “las torres de marfil”?




 Nació en la Habana en 1894. Estudió primera enseñanza en colegios locales, cursando segunda enseñanza en el Instituto de la Habana. Muy joven ingresó en el periodismo militante, al que ha consagrado una buena parte de sus esfuerzos, llegando a ocupar puestos elevados en los mejores periódicos y revistas del momento. El ejercicio de esa profesión no le ha impedido cultivar -intensamente al grado que lo ha realizado– su labor poética.  
 Después de publicar Huerto lírico (1913), libro de principiante y de escasos méritos, en que, influido por poetas románticos dará una nota de melancolía lúgubre, nacida de un falso estado de ánimo, consigue orientarse hacia un rumbo más propio y característico, que en El balcón de Julieta ya alcanza a definirse, y en Una ciudad del Trópico se precisa inconfundiblemente. Se nos revela entonces como nuestro poeta urbano, que sabe decir el encanto apacible de los viejos sitios coloniales, evocar el prestigio eclipsado de una silenciosa avenida junto al puerto o el ambiente asfixiante de un casino tropical. En ese urbanismo un poco pintoresco, conseguido frecuentemente con el uso de palabras o frases sencillas o vulgares, abundará la observación penetrante, que en un detalle, al parecer trivial, apresará toda una escena y nos la describirá con frases naturales y sin efectismos. Tras estas breves visiones hallaremos un fondo de humanidad, una como exaltación del heroísmo de vivir, que fortalece y estimula. Su poesía no evoca o describe simbólicamente, sino que nos asocia a un pensamiento que el poeta probablemente no dice, pero que retoza y se regocija más allá de las palabras. Aunque alguna vez aparezca en su obra algún vislumbre de reproche, es de los poetas optimistas y alegres, que encuentran una fiesta en la vida y saben vivirla con plenitud.
 Pero no sólo ha sido el poeta de la ciudad, sino que ha sabido expresar también, en forma directa y ruda, una ideología fuerte, con una técnica fácil, apta para transmitir el pensamiento tanto como para darnos una visión directa del paisaje.
 De Castillos en el aire, libro que publicará en breve, dice Arturo Alfonso Roselló que “es un libro que justifica el esfuerzo y destruye la torpe leyenda de la faena inútil»; en él el poeta ha dejado volar libremente la fantasía, insuflando en sus composiciones una filosofía muy humana, preocupada hasta del más allá; pero nada abstracta, sin embargo:
      Creo en el más allá por razones concretas...
 Ha sentido las influencias de Herrera Reissig y de Tomás de Morales, principalmente; pero está lejos de ser un imitador. Ibarzábal ha sido en nuestra lírica un caso raro de superación de sí mismo y de afán de libertarse de toda extraña influencia, de tal manera, que puede decirse que anda por cuenta propia.

viernes, 22 de junio de 2012

Cine de barrio




 Arturo Alfonso Roselló
 

 Yo frecuento este cine de barrio. A veces puedo,
como hoy, sentarme al lado de una mujer bonita,
y en el refinamiento de algún contacto ledo
quintaesenciar el goce de la carne precita...
  

 A veces siento impulsos del mal. Y entonces quedo,
como en acecho, el alma pecadora contrita...
Y así pierdo la trama sutil o el tosco enredo
entre un rapaz que llora y un viejo que dormita.

 Y es que la sombra incuba, quizás, todo el pecado.
Adán, sin duda, nunca permaneció sentado
con Eva entre tinieblas... ¡La sierpe no es el mal!

 Por eso dudo tanto de la virtud cautiva.
Sólo una fuerza existe mayor que la lasciva:
¡la fuerza de una simple Corte Correccional!





 Nació en Matanzas en 1897. Estudió allí las primeras letras, y trasladado más tarde a la Habana, completó sus estudios. Ingresó desde temprana edad en el periodismo, compartiendo su tiempo entre esa ardua tarea y el cultivo de la lírica. Durante algún tiempo desempeñó una misión periodística en la ciudad de Méjico. De muy varia calidad y matices es la obra poética de Arturo Alfonso Roselló, en la que es visible una desorientación marcada, que se manifiesta en el gusto por temas de un romanticismo anticuado, a la vez que por asuntos de los más inquietantes y nuevos. El fundamento de esta desorientación acaso pueda hallarse en la falta de depuración de su fondo lírico, y acaso también en su alejamiento de las más altas y serias corrientes ideológicas, preocupado como ha vivido por el tráfago del periodismo activo. Una aparente confirmación de esto que afirmamos pudiera hallarse en la manera cómo ha tratado a ciertos actores cinematográficos en boga entre el público mediocre, llevando a sus cantos, no como lo hace Max Jacob o Jules Romains, una deformación artística en consonancia para interpretar inquietudes del alma moderna, sino un romanticismo falso, propio de aquella clase de público. Considerando su obra más reciente, puede decirse, sin embargo, que tiende a orientarse cada vez más hacia una manera totalmente moderna, alcanzando en composiciones como el "Elogio utilitarista de la fe”, “Exaltación alucinada de la inquietud” y alguna otra la realización cumplida de temas complejos o sugerentes. Hay además en su obra el ofrecimiento de un optimismo sano y fuerte, capaz de las grandes conquistas.

 La poesía moderna en Cuba, (1882-1925); Antología crítica ordenada por Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro, Madrid, 1926.


miércoles, 20 de junio de 2012

Ante la superficie





  Virginia Felicia Auber


 ¡Qué cambio tan grande en tan corto tiempo! Ha dos años que los paseos de Carnaval condujeron a la hoy llamada calzada de San Luis Gonzaga, inmenso gentío; qué brillantes carrozas llenas de damas vestidas fantástica y pintorescamente rodaban en dicho punto por medio de filas interminables de mirones; que los balcones, ventanas y azoteas de los edificios situados a entrambos lados de la carrera rebosaban en personas dominadas por deseo natural y legítimo de solazarse un rato. El viejo Momo parecía en vísperas de trasladar bajo un cielo más hermoso y radiante que el de Milán y Venecia, las mascaradas fastuosas que han hecho célebre el Carnaval italiano. La opulencia de la Habana se manifestaba en el lujo de los trajes, en la pompa de los coches, en la magnificencia de los caballos, y hasta en el vestuario decente de la gente que se agolpaba en rededor. Un pueblo desgraciado no hubiera podido reír con la alegría que entonces lanzaba al aire gratos sones. Era, pues, un cuadro de general bienestar el que se ofrecía a la mirada observadora, alumbrada por el astro precioso de armonía y de paz.
 Pero la locura, en lugar de seguir a Momo, que mandaba olvidar en lo posible las penas inevitables de la existencia, invadió las almas cuya obcecación ha osado introducir en el suelo patrio aventureros ávidos, mercenarios exterminadores, y la escena de esparcimiento ha cesado, y el himno placentero ha concluido, y lejos de pensar en diversiones ha pensado la lealtad española en defender, con la honra nacional, el fruto de tareas honradas. Creo acertar presagiando que el Carnaval de 1870 no ostentará aquí la animación que ostentó el del año 68. Sin embargo, como quizá las noticias de triunfos leales y las esperanzas de próxima pacificación induzcan a la jovialidad a rendirle culto, participo a las señoras dispuestas a lucir atavíos elegantes en los festejos del travieso numen, que la acreditada peinadora Doña Ángela Barceló ha regresado de su excursión a Europa, trayendo nuevas ideas y nuevos utensilios para comunicar al tocado gracia y seducción. ¿Queréis llevar, lectoras, a tertulias, bailes o visitas un peinado capaz de conquistar al solterón más rebelde? Acudid a la Sra. Barceló, que riza deliciosamente el cabello y que ha fijado su residencia en casa de la popular modista de la calzada de Galiano, Doña Antonia de Tondo.
 No filosofaré respecto a los disfraces sociales. Se han zaherido tantas veces que tornando a zaherirlos me expondría a incurrir en repeticiones. Ya sabemos que cada cual pasea bajo el sol su careta de carne y hueso. Ya sabemos también que ese antifaz rivaliza en opacidad con el artificial o postizo. Mas ¿sabemos caso (salvo circunstancias excepcionales) si convendría destruirle completamente a fin de leer siempre en el rostro el corazón? Desde que los insurrectos han tirado el suyo ha perdido la enemistad, el freno que en parte la sofocaba. Desde que Rousseau pretendió sondear el alma rasgando el velo, lo asaltó triste misantropía. Desde que aprendemos a conocer el mundo tememos que desapareciendo la ilusión aparezca la realidad.
 Hay caretas tan agradables! La que oculta la indiferencia simulando amistad y afecto encanta como no puede encantar la verdad desengañadora. Hay caretas tan bonitas! La que esconde tibieza o inconstancia fingiendo amor y fidelidad deleita como no deleitará nunca la sinceridad mortificante. Hay caretas tan necesarias! La que encubre las humillaciones y disgustos que la dignidad manda callar al hombre, posee el decoro de que carecen la ligereza e indiscreción.
 Por puro que se conserve nuestro ser moral recurre a la reserva para defenderse y no ofender. Tras la máscara de sociedad que coloca en los labios sonrisa serena y afable, se guardan las asperezas repulsivas y las pesadumbres humillantes. Al clamar contra la careta gritamos igualmente contra quien arrojando la de cortesía se jacta de franqueza brutal. Arranquemos la de hipocresía y traición que disimula con móviles perversos. Aprobemos la de finura y delicadeza que evita la vulgaridad, mantiene el comedimiento y no permite asomar a la cara las pasiones violentas que debe reprimir la educación.
 Ciertas caretas ríen sobre rostros llorosos; otras lloran sobre rostros risueños. La comedia mundana se funda en apariencias alucinadoras, en exterioridades falaces. Detente, observador, ante la superficie: atravesándola te expones como Pigmalión a maldecir tu propia obra.


 Ramillete habanero, Tipografía mexicana, 1870, pp. 15-17.