lunes, 30 de junio de 2014

Causas de la delincuencia... prostitución




  Tomás B. Mederos: "Causas de la delincuencia y tratamiento de los niños en los asilos", Quinta Conferencia Nacional de Beneficencia y Corrección, La Habana, 1906.

domingo, 29 de junio de 2014

Pequeñas delincuentes




 El reformatorio de Aldecoa tiene 240 niñas a cargo de las hermanas de la caridad. La excelente arquitectura española antigua de este edificio ya es de por sí una mejora sobre las barracas militares, hechas de madera, que ocupa el reformatorio de varones, y además en la institución para niñas se respira un ambiente de bienestar físico y espiritual. 
 Las monjas parecían extender sus ingresos de $ 28.00 a la atención de muchas más cosas que la institución hermana que, según informes, recibe $ 27.00 para invertirlos en prácticamente el mismo número de reclusos que el reformatorio de Aldecoa. 
 En éste se hacían vestidos de algodón con propósitos comerciales y en bastante gran escala. El acierto de dar ocupación a las niñas y de proporcionarles una gran oportunidad de ganar siquiera la pequeña cantidad que obtenían con su trabajo, era evidente; aunque este trabajo en las instituciones, si se extiende, puede llegar a afectar los salarios pagados en el mercado regular. 
 El hecho de que 40 de las niñas que habían sido dadas de alta en la institución habían regresado voluntariamente y pedido el seguir viviendo allí porque lo preferían a la lucha para abrirse paso fuera del reformatorio, indicaba que habían recibido un bondadoso tratamiento y quizás también que la enseñanza recibida en la institución no las había preparado muy bien para bastarse a sí mismas.

 Como estas instituciones son las únicas que hay en la isla para el cuidado de la niñez y la juventud delincuentes, deben dar la pauta en caso de que se principie una labor semejante en otras localidades. Como que ambas instituciones tienen que tratar con niños difíciles, la necesidad de seleccionar un buen personal es especialmente importante, si la labor que se va a hacer va a consistir en algo más que la separación temporal de la comunidad de niños y niñas indisciplinados. 
 En ésta, como en otras instituciones, los niños estarán mejor atendidos si entre aquéllos que los dirigen hubiese quienes se mantuviesen en contacto con el hogar de los pequeños reclusos y estuviesen atentos a sus progresos una vez dados de alta. Una niña o un niño pueden ser recluidos por una pequeña ofensa cometida a la edad de 10 años, y a menos que sus padres o sus tutores se hagan cargo del pequeño delincuente, este debe permanecer en reclusión hasta que tenga 19 años. 
 Aunque la institución para niñas es muy superior a la de los niños, ninguna de las dos está capacitada para desempeñar la difícil tarea de preparar al niño o a la niña delincuentes para su incorporación a la comunidad.   



 Problemas de la Nueva Cuba, Foreign Policy Association, New York, Cultural S. A, La Habana, 1935, pp. 189-90.
  

sábado, 28 de junio de 2014

La meretriz menor de edad




 Matías Duque 

 Las hay de tapadillo, fleteras, viajeras. Se nos dice que al terminar la guerra, más de 100 niñas, de 10 a 14 años de edad, fueron recogidas por la policía y por la Sección de Higiene y entregadas a sus padres o tutores. Si estos no tenían medios para hacerse cargo de ellas, o si no querían hacerlo, eran llevadas al asilo del “Buen Pastor”, institución creada y mantenida en Francia por santas religiosas y por la sociedad francesa, y que se extiende hoy por toda la tierra civilizada. Más tarde fueron llevadas a un asilo que creó el Gobierno Militar interventor, asilo que fue suprimido por el Gobierno cubano; también la intervención militar americana creó, con el nombre de Aldecoa, un asilo donde debían ser recluidas, para su reforma moral, las menores delincuentes, pero la Administración cubana, al suprimir el anterior asilo, entendió por delincuentes también a las menores prostitutas [...].” (pp. 149-150). 

 Anticiparse al derrumbe moral

 Es preciso que los maestros de enseñanza estudien al niño y fijen con un perfecto conocimiento las inclinaciones naturales o impulsadas a virtud de una viciosa educación, y den cuenta a las Juntas de Educación, para que éstas, por medio de sus delegaciones de barrios, amplíen la investigación y anoten en las historias clínicas -permítase la frase- de estas pobres criaturas, el carácter de sus padres, la manera de vivir de éstos y el abandono en que ellos tienen al menor, y las malas costumbres que ante ellos ejerciten” (pp.152-153). 
 
 Las Juntas de Educación, con sus delegaciones de barrio, deben ser autorizadas para separar a todo niño o niña que carezca de un medio de vida doméstico, conveniente para el desarrollo de una sana moral, para llevar ese niño o esa niña a la Escuela Reformatoria; de esas escuelas reformatorias deben salir transformadas. La giba moral debe ser suprimida, y cuando menos, si no se puede suprimir por completo esa joroba, debe tratarse que de ahí en adelante el árbol de la vida de esos niños crezca recto, hermoso, tonificado vigorosamente por la savia del bien y de la virtud (p. 153). 

 Si no se reforma, debe enviarse a las cortes juveniles o correccionales, para ser sentenciado hasta la mayoría de edad a la reclusión en las escuelas correccionales (p. 154).


 La prostitución en Cuba, 1914.
 


Informe sobre la escuela correccional de Aldecoa



 CONSIDERACIONES SOBRE LAS CONFERENCIAS DE BENEFICENCIA, E INFORME SOBRE LA ESCUELA CORRECCIONAL DE ALDECOA POR EL SEÑOR TOMAS B. MEDEROS DELEGADO DE LA MISMA


 Delegado por la Junta Administrativa de la Escuela Correccional de Aldecoa, honróme una vez más, y compláceme al cumplir con este deber, venir a oír la voz de aquellos que con conocimientos suficientes de los fines de la Beneficencia, tanto por conveniencia de la comunidad, cuanto por amor al prójimo, pueden ilustrarnos y contribuir á que sean fructíferas las tareas de estas Conferencias, en favor de las instituciones del país, aliviando y disminuyendo los sufrimientos de los desheredados de la fortuna, y protegiendo á la sociedad, de los perjuicios que se originan por el aumento de estos males, y de otros que también son productos de la indigencia y degeneración de los menos favorecidos por la Naturaleza.
 Hánse criticado estas anuales fiestas, como de recreo y pasatiempos agradables. Nadie como nosotros, siente que los resultados sean tan lentos; es decir, que desde la Primera Conferencia, no, digo, que los hombres habitáramos el Paraíso y cual Adán y Eva estuviéramos preservados de males y completamente felices, (si es que otro deseo, no viniera á perturbarnos), de seguro que si así viviéramos, no tendríamos necesidad de hablar de Beneficencia, ni aún de practicarla, más como por desgracia, ó para bien de todos, el mundo no es un Paraíso, y después de lo complejo que es el hombre, no dejó la Naturaleza de rodearlo de complejidades mayores, he ahí la necesidad para beneficio de todos, de que esté constantemente combatiendo los males que le afligen, y de los cuales es el principal, la ignorancia, que después ríe no permitirle conocer la verdad, lo conduce a ciegas, en busca de la felicidad individual, realizando actos, en los que las más de las veces, sólo encuentra placeres que a la par que se convierten en su propio daño, siempre infligen sufrimientos y males para los otros hombres.
 Debido a esto, imperiosa es la necesidad de la asociación, que regula y armoniza nuestros actos, para que sin haber llegado al súmum de la igualdad y equidad, sirva de protección a todos. ¿Cómo sería posible conocernos los que de una misma manera pensamos y sentimos, sin asociarnos?, y ¿cómo es posible que no se sienta cansancio y pesar, si en toda reunión no se mezcla algo alegre, que distraiga el espíritu y releve el alma, del pesar que le producen los graves problemas de la vida, y más aún, allí, donde no se habla sino de males y sufrimientos de nuestros semejantes? ¿Cómo dejarían estas Conferencias, gratos recuerdos de amistad y unión, que aumentado la cohesión social, favorecen el desarrollo de las ideas y sentimientos que preparan a la masa social, suavizando las durezas y egoísmos de los unos, y permitiendo llevar sino a todos, por lo menos a los más generosos, los elevados principios de altruismo y moral, realizándose por este medio, entre otros beneficios, el de la conservación de estos grandes ideales, que están expuestos á perecer como todo, sin la constante propaganda, y sin las lecciones y experiencias que de estas Conferencias se obtienen, y las cuales han contribuido a la mejor organización de la Beneficencia en todas la comunidades? Ahora bien, no es posible que los progresos en esta materia, sean tan rápidos, si se atiende a que este es un país demasiado nuevo y a que no han desaparecido los vicios de la Colonia, con su carencia de educación cívica, donde los horrores de la esclavitud, con su ola de corrupción y disolución, y las consecuencias de la Guerra de la Independencia, con su reconcentración y crueldades, destruyeron todas las fuentes de virtud, cegando la piedad y los sentimientos más elevados y altruistas, para dar cabida al egoísmo personal, como de propia defensa; y recordemos que el Gobierno Colonial, solo atendía a la conservación de los derechos de conquista formándose con el celo y persecución de los delitos políticos, un pueblo de conspiradores y suspicaces que laboraba en contra de las Instituciones, destruyendo así las virtudes cívicas necesarias al funcionamiento perfecto de la comunidad, y para complemento de males, las guerras por la Independencia, cuyas persecuciones, obligaron á los más a convertirse en egoístas e hipócritas, que tan pronto ponían cara de Españoles como de Cubanos, sin que por esto dejaran de ser insultados, por no ser creídos. Con razón pudiera decirse, que fue tal el rebajamiento del carácter, que asombra el ver que existan entre la comunidad, donde ayer el altruista fingía dureza para con el hambriento que pululaba por las calles para que no se le tomaran por enemigo y donde el rico escondía su comida y sus trajes para no exponerse á la miseria, donde otros aparentaban sentir por una idea, cuando eran conspiradores activos de otra, donde aún hombres de los más notables y superiores han confesado estos delitos, y recordando aquella luctuosa época, se les perdona su apostasía, y casos hubo, en que padres y madres, veían con placer que acabaran de morir los hijos enfermizos, para que el pan fuese suficiente al resto de la prole, donde ellos mismos se escondían para roer el pedazo de pan que conseguían; en fin, ricos y pobres, superiores e inferiores, tuvieron necesidad de convertirse en aduladores e hipócritas, despiadados y pordioseros, para poder salvar la vida de tan tremenda hecatombe, y hasta los que se encontraban en el extranjero; atendían al sostenimiento de la guerra, como medio de poner fin a tantos males: acción muy loable, pero que como todas las de la guerra, los endurecía, destruyendo los más caros sentimientos de piedad, de que el ser humano debe estar dotado; pues aún por hermoso que sea el patriotismo, es un amor egoísta e interesado, que la mayoría de las veces, destruye los más elevados sentimientos, pasando por encima de la justicia y del más grande de los amores, que es el amor a sus semejantes, y a la piedad y respeto que cada ser debe inspirarnos, al tenernos en cuenta que tiene un corazón, que cual el nuestro, siente y sufre. Este es el verdadero cuadro, el que debemos recordar, pese a quien pese, y es oportuno que hoy en la paz y completamente felices, seamos precavidos, para que a nombre del patriotismo, no extraviemos a la comunidad, de los más elevados ideales humanos, que son las grandes virtudes que deben poseer los hombres, para gozar de los dones que Dios les dio para la felicidad de todos, y desconfiando siempre de las exageraciones patrioteras, que a menudo son extravagantes y locas, y en otros casos, acordémonos de que a nombre del patriotismo, no sólo se han cometido los más grandes errores de la humanidad, sembrando el número de males, si que también a través de la historia de todos los pueblos, los más grandes bribones, siempre han alardeado de patriotas, y arrastrando á las masas, han inmolado millares de víctimas para lograr su fines personales.


 No creo exagerado este cuadro de males; y ¿cuán orgullosos debemos sentirnos los cubanos, al ver que los odios han muerto, y que el heroísmo del campo de batalla, se ha sustituido por la piedad y la lucha constante, discurriendo el modo de aliviar las miserias, y procurando poner término a tantas desventuras, ya individual y colectivamente o por medio de la acción de los poderes públicos, que contribuyen al sostenimiento de estas instituciones, que si no están más adelantadas, por lo menos, se encuentra tanto como la de las viejas naciones, en donde nadie se desespera por carecer en éste como en otros órdenes, de algo más científico, ellas han luchado miles de años y continúan ensayando sistemas que no siempre dan buen resultado, y no por esto, se abandonan ni dejan de trabajar, preparándose así a la readaptación para el mejor cumplimiento de los altos fines de la civilización. De igual manera, hánse empleado por algunos, infructuosas e inútiles críticas de las instituciones benéficas; toda vez que no indican sistemas o tratamientos que pudieran ensayarse; y conste, que muy lejos de herirnos la crítica, al contrario, nos causaría gran placer, que señalándose los defectos y aún criticándose todo el sistema que se sigue hasta el día, se nos indicara el tratamiento que debiera seguirse para beneficio de las instituciones de referencia. Reconocemos tanto como el que más, que como toda enseñanza, es monótono el sistema adoptado, y nos alegraríamos infinito, de que se propusiese o implantase algo nuevo y de seguros resultados; pues por más que tanto los miembros de esas Conferencias, como el personal de las Instituciones, se sienten legítimamente orgullosos de los elogios de que también somos objetos por la mayoría de las personas que las visitan y conocen los males que hemos remediado, no llega la ceguedad á ocultarnos, que son lentos y no de seguros resultados, los métodos practicados hasta el día.
 Contrayéndonos a los Correccionales especialmente, veamos que es difícil la readaptación, tanto en los seres normales como en los degenerados, cuando porque ¿cómo es posible que subsistan los hábitos adquiridos en dos tres ó cinco años de Correccional, cuando al salir de la Escuela desgraciadamente vuelven las jóvenes al lugar o centina del vicio y de la corrupción de donde las sacamos, y en donde pasaron también más años de hábitos viciosos? No, esto no es posible. Excepcionales son los casos, en que las señoritas que salen de estos Asilos, dejen de rendir culto al vicio y a la corrupción después, siendo la causa principal, lo insano que es el ambiente exterior, y el cual necesitamos mejorar mucho, tanto para evitar la recaída de las reformadas, cuanto para que no surjan deformados, a quienes se asila para su propio beneficio y alivio de la comunidad. Cúmpleme recordar, que más de una vez liemos propuesto, que los niños y niñas al salir de los Asilas, aún después de los 18 años de edad, deben ser vigiados y protegidos por la Junta de Beneficencia, hasta los de1 21 años, y que se procure colocarlos en el campo siempre en lugar distinto de aquél en que se extraviaron; como también aconsejar la promulgación de unas en contra del concubinato y la mancebía, que es la principal causa de tanto degenerado y de la criminal mortandad de niños, que existe en nuestro país, acusando completa carencia de sentimientos y de moral, en nuestro ambiente social.
 Hácese necesario también, que el Gobierno establezca un Asilo para niños huérfanos, por ser altamente perjudicial, que por más de una Autoridad, tanto de los Sres. Jueces, como del propio Departamento de Beneficencia, se envíen a los Correccionales niños que son recogidos en la calle por falta de albergue donde asilarlos, olvidándose de que a estas Escuelas, sólo deben ir niños anormales, que cometen faltas que son clasificadas como criminalidad; y no debe un niño porque esté abandonado por sus deudos, o simplemente por faltas leves, y por carecer de instituciones apropiadas u Orfelinatos, ser enviado al Correccional, donde en su mayoría son criminales o degenerados.
 Urge también, algunas reformas en estas Instituciones, como son las celdas o dormitorios para cada asilada, tanto para evitar el desarrollo de determinados vicios, cuanto para despertar el amor al hogar y a los pequeños cuidados que éste requiere, y que da lugar á sentirse el deseo de la sociabilidad, siéndoles después más agradables y amenas, las reuniones en el Salón de la Escuela, talleres, juegos, y también en las prácticas religiosas; en una palabra, que el amor al hogar, se sume la cultura social.
 El sistema que seguimos, es el de dividir los niños en los alojamientos, por grupos, edades, hábitos e inclinaciones; no desconociendo que la Institución no ha llegado aún al complemento del sistema más científicamente recomendable, que es el de colocar a las asiladas en grupos de 20 o 25, habitando con una familia de buenas costumbres, educación y excelente moralidad, a objeto de que cuando las niñas salgan del departamento del trabajo, de la clase, juego o paseo, se entreguen al reposo, pequeños quehaceres, minuciosidades del hogar y demás ejercicios y atenciones de la vida de familia, que les enseñan hábitos, ternezas y sentimientos, educándolas para la vida de la familia, condiciones bajo las cuales debe formarse el carácter individual, huyendo siempre de las cuatro paredes del Asilo o del Convento, que también por lo sistemático y monótono, sólo están llamados a crear autómatas y egoístas. Ahora bien, luchase en los países qué existen estas instituciones, por elevarlas a esta altura, más la falta de preparación en la humanidad actualmente, para llevar a cabo tan trascendental reforma, para la que se necesitaría personal también educado, generoso y moral, que aún escasea tratándose de la familia, a la que la mayor parte de los padres, no le prestan los verdaderos cuidados que demanda la educación de sus hijos, y que en la mayoría de los casos y de las familias son mejores educadas, está entregada a ciertos seres, que dada su incapacidad y dificultades para ganarse la vida, se dedican a servir de tutores, o a los colegios internos, donde se instruye, más no se educa, y donde se contraen las más de las veces, gran número de enfermedades, por la pésima alimentación.



 Y así, ¿cómo es posible que podamos tratar tan estética, altruista y elevadamente moral, estas instituciones, si la mayoría de la sociedad, como antes digo, por falta de preparación, de amor, o con sobrado egoísmo u otras causas, ni a sus hijos prestan la atención debida? Por lo que, conformémosnos en reconocer, recomendando éste como el mejor sistema, desconociendo al mismo tiempo, que se haya implantado en toda su pureza; y tanto por estas causas como por la falta de recursos, los colocamos como antes dijimos, separados por edades y conductas, en tres o cuatro departamentos; dispuestos; siempre a llevar a cabo estas reformas, si se facilitaran por el Gobierno o la comunidad, los recursos necesarios para colocarlos en familia, o colonias, selectándolos y clasificándolos, tanto por su conducta é inclinaciones, cuanto por edades y desarrollo físico.
 Establecidos ya así, o séase, en tantas colonias de familia o departamentos necesarios, fácil es lo demás; pues como dijimos el anterior año, las tareas de una Escuela Correccional, no son de distinto carácter a las de las demás Escuelas, diferenciándose únicamente, en que su método es tan elevado, cual debía ser el de la Escuela Pública en la infancia, que más que a instruir tiende a educar, e instruya para desarrollar el entendimiento y poder afianzar la educación; por medio del recreo, alimentación, ejercicios al aire libre, nociones de higiene y de trabajo, los hacemos saludables y les damos la suficiencia propia para la lucha por la subsistencia.
 Consisten las penas, en la supresión del recreo, paseo y premios que concedemos en el mayor número posible, siendo la labor muy ardua, toda vez que se trata de sustituir el amor, cuidados y cariño que de sus padres le falta, y ayudados por la constante vigilancia, con ejemplos de moralidad, refinamiento en las costumbres, y prácticas morales que se lleven a conocimiento del niño, demostrándole su utilidad en el presente y porvenir, obligándoles a practicarlas lo mismo en la clase que en la mesa, en el trabajo que en los ratos de recreo, les damos hábitos, que si al salir de la Escuela, encontraran una atmósfera buena y sana, no serían fácilmente olvidados.
 Régimen interior.—Levántanse las niñas, a las cinco y inedia en el invierno y a las 5 en el verano, concediéndoseles cuarenta y cinco minutos para tomar una ducha y vestirse. Desayunan de seis y media a siete, desde cuya hora hasta las ocho hacen limpieza general. De ocho y media a once y media, entran en clase la primer sección, compuesta de las menores; mientras la segunda va al lavadero y la tercera entra en el taller de costura y trabajos de cocina. De once y media a doce, almuerzo. De doce a una, recreo. A la una y media, las que fueron a clase por la mañana, pasan a costura, cocina y lavadero, y las dos (secciones que de mañana estuvieron ocupadas en estos trabajos, entran en clase de dos y media a cinco y media de la tarde. Comida de cinco y media a seis; entreteniéndose desde esta hora hasta las ocho, con recreos en los patios, donde tienen juegos de distintas clases y pasatiempos agradables. A las ocho empiezan a recogerse, y a las ocho y media silencio en los salones dormitorios, donde duermen con luz y atendidas por dos Hermanas y varias de las asiladas. Los domingos paseos en el Prado anexo a la escuela, y a distintos lugares de la vecindad; también otras tardes, se emplean en labores de cultivos en el jardín y huertas del Colegio.
 En la actualidad tenemos 69 asiladas; de las cuales, 32 son blancas, 1 amarilla, 18 mestizas y 18 de color, gastando en ellas y en 15 empleadas y 6 empleados, 25 centavos diarios para cada uno, en alimentación que es bastante buena y sana; y en equipos, enseres de cocina, limpieza, vajilla, calzado y vestuario, $250.00 mensuales. Como el pasado año, repetimos que el número de asiladas es menor, demostrándose con esto, que van en disminución los estratos sociales y mejora el ambiente exterior, o quizás que las Autoridades se ocupan menos, de asilar éstos detritus.
 Encarecemos como siempre, la necesidad de ampliar el número de edificios de que se compone esta Escuela, para establecer otros dos departamentos por lo menos, y poder dividir el departamento de reprensibles, en mayores y menores, constituir otro Departamento, en el que se colocará a las reformadas, para pasar el último curso, antes de su salida de la Escuela. Réstanos, cumpliendo con una deuda de gratitud, dar las gracias al Major Greble, por el empeño y atenciones que ha demostrado para con la Institución, y esperamos que al restaurarse la República, nuestros Gobernantes no se olviden de las necesidades que reclaman estas Instituciones, y la beneficencia en general, para que las tareas de estas Conferencias, sean fructíferas y provechosas, no sólo á nuestros semejantes necesitados, si que también a la comunidad.


Habana, 26 de Febrero de 1908.

jueves, 26 de junio de 2014

Escuela correccional para niñas (Aldecoa)


Mr. Pitcher


                            


















 ¿No has oído hablar de Mr. Pitcher, el Juez Correccional habanero, de la Primera Intervención? No es difícil, pero las gentes al comenzar el siglo le llamaban, con más frecuencia, ten days o ten dollars, es decir diez días o diez pesos. El famosísimo juez, tal era la multa que imponía a la mayoría de los llevados a su presencia, y entre ellos a los carretoneros acusados por Miss Jeanette Ryder de apalear a sus mulas, y a los conducidos por la policía por andar por las calles en camiseta, y hasta por mostrarse con esa indumentaria en puertas y ventanas. ¡Como se sorprendería Mr. Pitcher, de vivir en estos días, al ver las calles colmadas de personas en camisetas de sport, pero camisetas al fin!



 Cuba y América, 1903; y fragmento, "Lección 55. Costumbres y diversiones actuales de los habaneros", Guije.com
 

martes, 24 de junio de 2014

Quédate en Medán


      

  Diego Vicente Tejera

  Sr. D. Emilio Zolá, Medán

  Querido Emilio,

 No tengo el gusto de que me conozcas personalmente. De lo cual creo, sin embargo, deber felicitarme. Mi cuerpo es flaco, tengo el tórax estrecho y los bíceps flácidos, el vientre exiguo y rudimentarias las posaderas. Si esta pobre estampa mía se hubiera pintado en tu retina, ¡cuál no habría sido el desdeñoso asombro con que la hubieses acogido tú, el escritor de anchas espaldas y de cabeza como bala de cañón, el cantor del músculo hinchado y de la sangre efervescente!

 Yo sí te he conocido. La vez primera que te vi, me dije: ¡buen jayán! Y eres un jayán maravilloso. Descubriste hace unos veinte años una familia y te la apropiaste. Te la echaste sobre la nuca y emprendiste la hazaña hercúlea de pasearla por el mundo. Desnudaste, unos tras otros, a sus miembros, y los presentaste así al aplauso o a los silbidos de las diversas gentes. Tu papel de Bárnum no ha terminado todavía: aun te quedan algunos fenómenos que exhibir, y lo harás con tu sabia verbosidad. ¡Ah! cuando des fin a tu titánica tarea, cuando apees de tus hombros al último de esos Rougon-Macquart que han sido tu carga y tu sostén: ¿quién como tú tendrá derecho a descansar? ¿quién más que tú habrá merecido echarse a dormir en un rincón fresco y sombrío?

 En previsión de ese momento ya cercano, te diste a buscar el retiro delicioso. Pero erraste la elección. ¿Cómo pudiste pensar, querido Emilio, que la sombra gris que cae de la cúpula del Instituto, y el aire viejo (parece enmohecido) e impregnado de catarros que allí se respira, y la poltrona desteñida en que cabeceó un Augier o un Feuillet, favorecerían tu descanso mejor que las sombras transparentes y movibles, que los aires voladores y bien olientes y que los lechos musgosos y floridos que posees en Medán? Cierto que en la atmósfera estancada del templo de los inmortales el sueño no es huraño y acude a gravitar sobre los párpados a la más leve insinuación,  al son de las primeras palabras del exordio de los discursos eruditos que allí zumban. Pero ¡qué diferencia entre ese sopor, efecto del opio clásico académico, y el sueño blando y reparador que procuran los soplos intermitentes de las sanas auras libres y la sombra y el aroma de la vegetación que tienes en tu casa, en ese paraíso que Naná te regaló!

 La erraste, Emilio; y me alegro de 16 que te pasa.

 Desdeñaste tus seguras frondas por el incierto abrigo de esa media naranja plomiza, que ha sido tapa sepulcral de tantos ingenios, y un dios clemente te fuerza a volver á tus rincones de Medán.

 ¡Zolá yendo a ocupar el sillón de un Feuillet! ¡Yendo  amentarse entre las cuarenta momias que cada generación coloca allí, tan amojamadas bajo sus envolturas de paño azul bordado de ramaje verde, como las que el Louvre enseña bajo cintas de hilo crudo embalsamadas.

 ¿Cómo no sospechaste, caro Emilio, que, al acercarte tú y llamar, puertas y ventanas se cerrarían, del modo que en ciertas ciudades españolas todo se cierra cuando estalla en la esquina la voz del carretonero, que pasa lanzando ternos y blasfemias.

 Fuiste débil, solicitaste, pediste adormecerte y anularte entre aquellas gloriosas impotencias. O si lo prefieres, tocaste allí en son de reto y pretendiste forzar la entrada, para gozarte en el espanto que tu personalidad diabólica debía producir entre los angélicos varones.

 De todos modos te engañaste. Y si un castigo merecían tus crudezas y porquerías, ahora te lo infligen esos impecables cuya autoridad no te es dado recusar, puesto que a ella recurriste. 


 ¡Oh, y qué terror produjo tu primer llamada! En su atolondramiento, los pobres sabios no creyeron poder salvarse si no echándote encima el mismísimo ejército francés, y Freycinet te cerró el paso (1). Mas he ahí que por segunda vez vuelves a llamar. —¡Demonios! el ejército no basta: ¡venga también la marina! —gritaron. Y te opusieron a Lotí.

 Es verdad, mi buen Emilio: la obra tuya es apretada y consistente, los amigos la califican de genial, los adversarios la consideran y respetan. Tus libros son majestuosos y se suceden como los cantos de un poema, equilibrados, contenidos, llevados por un mismo soplo en una misma dirección. Pudiera tu poema merecer un título: La Miseria Humana; y posee la belleza terrible de la verdad desnuda y descarnada. Una generación monstruosa bulle ahí con vida tan repugnante como intensa, con la inquieta avidez de los gusanos sobre un cuerpo descompuesto que se les acaba. ¿Inventaste esa generación? ¡Ay, no! Su existencia era real: hay por prueba una catástrofe.

 Y desde el punto de vista literario ¡qué conciencia y qué paciencia! Concebido así, es el arte un sacerdocio. Tiénese la certidumbre de una misión que cumplir, y se la cumple hasta el cabo, sordo a toda voz exterior, atento sólo a la interior que nos murmura: «¡Sigue así!» Aplausos y silbidos atruenan o se acallan No importa: la voz interna continúa murmurando: «¡Sigue así!»

 Toda tu obra, puesta en un platillo de la balanza del Instituto, no pudo levantar la obra anémica de Lotí, colocada sobre el otro platillo. Y es porque en aquel recinto vacío, como en el recipiente privado de aire por la máquina pneumática, el bronce y el corcho pesan lo mismo y se equivalen. A los ojos de los experimentadores, tus hombres-tipos, tus monstruos-hombres no tenían más importancia que las figurillas japonesas de tu rival Me equivoco: estas figurillas gustaron más: de semejantes pelotillas de carne depilada y de seda crujiente se desprendían un frufrú llamativo y un tufillo afrodisiaco.

 Vuélvete sin pena a tu retiro de Medán, oh caro Emilio, y no insistas —ni por amor propio— en imponerle tu compañía a los inmortalizados por Daudet. Imagínate ya entre ellos, y una de dos: o tú los encanallas — y queda perdida la majestad de la casa— o ellos te idiotizan —y el perdido entonces eres tú.

 ¡Medán! ¡Campo donde debe descansar quien tanto luchó allí! ¡Asilo donde moran, palpitantes, las imágenes que allí cobraron vida y hoy conoce el mundo entero! ¡Sitio a donde los incontables admiradores del novelista pueden hacer llegar -como un arrullo más pura su sueño— oleadas de frescas alabanzas! ¡Emilio, quédate en Medán!
                                                               Tu aftmo. desconocido.                                             
 (América en París, 1891).

 (1) M. Freycinet era Ministro de la Guerra cuando fue hecho académico, en contra de Zolá.