martes, 31 de diciembre de 2024
lunes, 30 de diciembre de 2024
Pieza en tres jornadas
domingo, 29 de diciembre de 2024
Seboruco interviene: Soneto improvisado
sábado, 28 de diciembre de 2024
miércoles, 25 de diciembre de 2024
martes, 24 de diciembre de 2024
lunes, 23 de diciembre de 2024
Un cigarro novelesco
Guillaume Apollinaire
Hace de esto unos años —me dijo el barón d'Ormesan—, uno de mis amigos me obsequió una caja de habanos, asegurándome que eran de la misma calidad que aquellos sin los cuales no podía pasarse el difunto rey de Inglaterra.
Esa noche, levantando la tapa de la caja, me complací en respirar el aroma de esos maravillosos cigarros. Los comparé a los torpedos bien alineados de un arsenal. ¡Pacífico arsenal! ¡Torpedos que el sueño ha inventado para combatir el hastío! Luego, tomando delicadamente uno de los cigarros, comprendí que la comparación con los torpedos era desacertada. Se parecía, más bien, a un dedo de un negro, y el anillo de papel dorado contribuía a aumentar la ilusión que el hermoso color obscuro me había sugerido. Lo perforé cuidadosamente, lo encendí y comencé a aspirar, beatíficamente, aromáticas bocanadas. Al cabo de unos instantes, comencé a sentir en la boca un sabor desagradable, y el humo del cigarro me pareció que olía a papel quemado.
El rey de Inglaterra —me dije— debe de tener, en materia de tabacos, gustos menos refinados de lo que podría creerse. Es posible, también, que el fraude, tan generalizado en nuestros días, no haya respetado siquiera el paladar ni la garganta de Eduardo VII. Todo se pierde; ya no hay manera de fumar un buen cigarro. Y con una mueca de disgusto dejé de fumar ese cigarro que, decididamente, olía a cartón quemado. Lo examiné un momento y pensé:
Desde que los norteamericanos han puesto sus manos sobre Cuba, puede ser que la prosperidad de la isla haya aumentado, pero los habanos ya no son fumables. Estos yanquis habrán seguramente aplicado procedimientos modernos a los cultivos de tabaco; las cigarreras han sido reemplazadas por máquinas. Todo eso puede resultar económico y rápido, pero el cigarro pierde mucho. En todo caso, el que traté de fumar hace un instante me autoriza a creer que los falsificadores intervienen en esto y que los diarios viejos empapados en nicotina ocupan ahora el lugar de las hojas de tabaco en las manufacturas habaneras.
Reflexionaba de esta manera mientras deshacía mi cigarro con el objeto de analizar los elementos que lo componían. No me sorprendió demasiado descubrir, dispuesto de manera que no impedía el tiraje, un rollito de papel que me apresuré a desenrollar. Estaba formado por una hoja de papel que protegía a un sobrecito cerrado con la siguiente dirección:
Sen. Don José
Hurtado y Barral
Calle de los Ángeles
Habana
“Encerrada contra mi voluntad en el convento de la Merced, ruego al buen cristiano a quien se le ocurra la idea de averiguar la composición de este cigarro desagradable, quiera enviar a su destino la carta adjunta.”
Asombrado y muy conmovido, tomé mi sombrero y luego de escribir mis señas
como remitente en el dorso del sobre, para que en caso de no llegar a su
destinatario me fuese devuelto, fui a echarla al correo. Volví a casa y encendí
un segundo cigarro. Era excelente, al igual que los restantes. Mi amigo no se
había engañado. El rey de Inglaterra era un buen conocedor de tabacos de La
Habana.
Cinco o seis meses después, cuando ya había olvidado este novelesco incidente, un día me anunciaron la visita de un negro y una negra muy atildados, que me rogaban insistentemente los recibiera, agregando que yo no los conocía y que, sin duda, sus nombres no me dirían nada.
Muy intrigado, entré en el salón donde me esperaba la exótica pareja. El caballero negro se presentó con soltura, expresándose en un francés bastante inteligible:
—Soy —me dijo— don José Hurtado y
Barral...
Don José Hurtado y Barral prosiguió
con cortesía:
Hubiésemos sido ciertamente muy
ingratos, señor, de no haber elegido como meta de nuestro viaje de bodas a París,
adonde teníamos el deber de venir para darle las gracias.
***
El Heresiarca y Cia: Traducción de Juan Esteban Fassio y estudio preliminar de Rodolfo Alonso, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982.
domingo, 22 de diciembre de 2024
sábado, 21 de diciembre de 2024
El bardo maderista; detalle singular y preciso
Guillaume Apollinaire
Los acontecimientos de México nos han dejado
preocupados por la suerte del bardo maderista J. Urueta, detenido en la noche
del 18 al 19 en el tren nocturno de Veracruz. El poeta iba en compañía de
su amigo Sánchez Azcona, secretario particular del expresidente de la
República. Fueron detenidos por gendarmes en la estación de Apizaco.
He aquí los sucesos, como me han sido comunicados por un testigo procedente
de allí:
“El 18 de febrero, a las 2 de la tarde, el Sr. Francisco Madero y los
ministros presentes en los salones del Palacio Nacional fueron hechos
prisioneros por el general Blanquet. Mientras tanto, en una sala del
restaurante Gambrinus, el general Huerta almorzaba en compañía del general Delgado
y de Gustavo Madero, hermano del Presidente de la República, a quien la opinión
pública responsabiliza de los hechos. La comida transcurría sin incidentes
cuando, en el postre, un mensajero entregó una nota al general Huerta sobre lo
que acababa de ocurrir en Palacio. Huerta se levantó y ordenó a sus dos comensales
que entregaran las armas. Se armó un alboroto. El bardo Urueta, presente en la
sala, intentó intervenir. Delgado y G. Madero fueron detenidos. En cuanto al
bardo Urueta, consiguió escapar gracias a la estampida. Muchas personas tomaron
el tren de Veracruz para huir en los buques de guerra norteamericanos. En este tren
fue detenido el bardo maderista J. Urueta. Los periódicos, que aparecen con
solo dos páginas, apenas han mencionado su arresto y desde entonces no se ha
vuelto a hablar. ¿Qué ha sido del bardo Urueta? ¿Cuál es su destino?”
El testigo añadió algunos detalles pintorescos
sobre esta guerra civil que paralizó la actividad comercial de la ciudad de México:
"Las tiendas y los bancos estuvieron cerrados
durante once días. Los puestos de alimentos abrieron sus puertas por un momento
alrededor de las 7 de la mañana. Pero nada de servicio a domicilio. Ni siquiera
cablegramas. Los tranvías no funcionaban. El cañón rugía a toda hora. Hubo
muchas víctimas; según informes oficiales cerca de 5.000. Detalle característico:
el 90 % de las víctimas son civiles, curiosos que salieron tras las noticias y
encontraron la muerte. Algunos barrios han sufrido mucho por los bombardeos. Todo
está devastado, quemado y en ruinas. Cadáveres medio carbonizados ensucian las
calles. En los descampados de Valbuena, se quema a los muertos. Rociados con
gasolina, los cadáveres de soldados federales, campesinos, curiosos, mujeres y
niños son amontados y quemados. Las llamas chisporrotean, las carnes crepitan. Algunos
vecinos con largos palos remueven los cadáveres. Un humo negro, acre y
pestilente se eleva hacia el cielo inexorablemente puro".
Y termina así su relato:
"Hoy la capital de México retoma su acostumbrado aspecto de ciudad
trabajadora. Las tiendas están abiertas. Las calles animadas. Todo el mundo
está ocupado reparando sus negocios, corriendo a recibir noticias e información
de amigos desaparecidos durante estos terribles once días. Las agencias
funerarias están desbordadas. Todos los carpinteros están trabajando, clavando
apresuradamente ataúdes en los cementerios.
El poeta J. Urueta ha cantado algunos de los rasgos menos morales y más líricos de esta guerra civil que aún no ha concluido. El partido maderista que, a pesar de todo, sigue existiendo, llora la pérdida de su Tirteo, a quien algunos dan por muerto, mientras que la mayoría de sus amigos piensan que aún vive y algunos afirman haberlo visto disfrazado de mujer, como Aquiles en cierta ocasión. Vestido con una rara elegancia, el bardo maderista, que parecía muy cómodo en su atuendo femenino, llevaba en la mano -detalle singular y preciso- el primer volumen de las Poesías de Plácido, publicadas por Roe Lockwood and Son, en Nueva York".
Traducción: Eulogio Porta
Mercure de France, 1913. Anecdotiques, 1926, pp. 98-100.
viernes, 20 de diciembre de 2024
La Habana en un caligrama de Apollinaire
“rue St.-Isidore à Havane cela n'existe +”. No
se trata de un verso, sino de una línea; o, mejor, de uno de los doce rayos en
torno al segundo círculo, en el célebre caligrama de Guillaume Apollinaire “Lettre-Océan”. Con esa línea o rayo que emana a modo
de onda de la Torre Eiffel, línea que debe leerse lo mismo centrífuga que
centrípetamente, y que señalaría -en caso de que asimilemos la esfera a una
suerte de meridiano o reloj- a la una de la tarde o de la madrugada, La Habana hizo
su entrada en la modernidad literaria.
Dicho de otro modo: se incorpora así, en forma lúdica y viajera -un poema visual con visos gramofónicos-, al nuevo mapa poético que dimana de las vanguardias. Si se quiere, Apollinaire como adelantado de José Juan Tablada, como el primero que aprehende esa ciudad -sea apenas en línea fugacísima– en tanto imagen emitida o en movimiento.
Sintético y simultáneo, figurativo y esquemático, soterradamente
discursivo, procura ser un poema-conversación, un intercambio cablegráfico, un
registro gráfico-sonoro de frases, canciones y chasquidos al azar y, en todo
momento, un artefacto vivo que, al tiempo que recrea la forma de una
carta-postal y el funcionamiento de los modernos medios de comunicación que
conectan París y Ciudad de México, da cuenta del acucioso cruce de afectos e
informaciones que sostendrían Guillaume y su hermano Albert Kostrowitzky, destinado
éste al país azteca por asuntos de negocio.
Todo, en síntesis, registrado en otra sintaxis:
la partida desde Nantes el 21 de enero de 1913, el Berlín donde el poeta se
encuentra a la sazón, el Sena, la llegada a Veracruz, las impresiones
iniciales, siempre convulsas; registro del viaje mismo, de la distancia que
separa a los hermanos y los modos de anularla (“Ta voix me parvient malgré
l'énorme distance”), como de múltiples referencias históricas, lingüísticas y
familiares convocadas al unísono.
Cables, postales, publicidad, recortes de
periódicos, los propios desplazamientos, la agitación y el bullicio cotidianos,
etc., estructurando el poema moderno por excelencia: aquel en que -como apunta Willard Bohn- “percepción y concepto, imagen y metáfora tienden a fundirse en un todo
indivisible”.
Se trata, lo dice Michel Butor en lúcido
ensayo, más que de inclinar el espíritu a concebir la poesía como una escena de
vida simultánea, de acostumbrar “el ojo a leer la totalidad del poema de un
solo vistazo, como un director de orquesta lee a la vez los elementos plásticos
impresos en un cartel”. Sin embargo, si bien la observación de Butor remite a Un
golpe de dados de Mallarmé que, concebido como “partitura”, obligaría a una
“visión sincrónica de la página”, lo cierto es que la analogía con la pintura apenas
desplaza a las similitudes sonoras: ondas de radio, sirenas, gritos callejeros,
el rebobinado de un gramófono y hasta el crujido de los zapatos recién
estrenados del poeta (“cré cré cré”).
Si se concibe “Carta-Océano” a la vez como
viaje y trasmisión, no queda otra que percibirlo en su conjunto como un
constante ir y venir; en efecto, como un entrecruzamiento de mensajes de barco
a barco (es lo que significaba el título en su momento), a la par que entre uno
y otro centro emisor o receptor. En este sentido, Bohn apunta:
Con la ubicación del poema como
centro, la acción se irradia hacia fuera para abarcar el distrito, la ciudad,
la nación, el continente, y el mundo entero. La serie de círculos concéntricos
de la derecha ilustra esta estrategia, en la que se hace visible la estructura
implícita del poema. Las alusiones al pasado son breves e incluyen un terremoto
que Apollinaire, su madre y su hermano sufrieron en la Costa Azul en 1887.
Geográficamente, se avanza desde París hasta el suburbio de Chatou y luego, vía
Poitiers, a La Habana y finalmente a México, el destino final. La frase "rue
St.-Isidore à Havane cela n'existe +" se refiere a la zona de tolerancia cubana
de la calle San Isidro, recientemente cerrada”.
No vamos a comentar las muy conocidas
referencias mexicanas. En cuanto a la línea que contiene la alusión a La
Habana, cabe pensar en un papel activo no solo como mensaje, también como lugar
y medio de emisión. Aunque habría que detentar el dato, no es improbable que
Albert Kostrowitzky haya hecho escala en el puerto habanero a inicios de
febrero de 1913. Podría pensarse en un cablegrama -picante, en respuesta a
un supuesto previo- enviado tras su llegada; no era el barrio en cuestión poco
conocido en París, ni escaso el interés de Apollinaire en la prostitución, como
puede verse -incluso- en alguna otra línea del poema.
Sin embargo, si nos atenemos al contenido en sentido estricto, habría que remontarse al 23 de octubre de 1913, cuando se dicta el decreto que suspende la zona de tolerancia de San Isidro, con no poca repercusión en la prensa cubana y extranjera. Cabe, por tanto, que algún recorte de periódico le llegara por mediación del hermano, en alguna de las tantas cartas (la mayoría desaparecidas). De manera que el enunciado “calle de San Isidro no existe +” podría derivar de un cintillo periodístico. Apollinaire habría tomado parte del mismo y lo habría traducido (se infiere un "St. Isidro" y un “no existe ya”), agregándole a la manera de Marinetti y su corte de la revista Acerba, el signo +.
De ser así, la tesis de “Lettre-Océan” como un trabajo en progresión que se apodera de las sucesivas señales que intercambian los hermanos desde enero de 1913 hasta la edición del texto, se vería reforzada.
En cualquier caso, y sin más conjeturas, debería leérsele junto al resto de las líneas: “y cuántos trenes tomé sin pagar con mi
chica”… “pendejo es + que un imbécil”… “le decía al indio Hijo de la gran
chingada”. O bien: “el cablegrama traía 2 noticias tranquilizadoras”.
Todo dispuesto radialmente, como si la función de semejante diseño fuera la de sostener unas frecuencias de onda. Artefacto visual cuyos discos registran y emiten a la vez letras, voces, atisbos de dos mundos -el “sagrado país de los indios” y el caótico ajetreo parisino-, La Habana deja su huella.
Cintillo
o cilindro, cifra o eco, metaforiza -en fin- lo que el propio Apollinaire llamó
una “lírica ambiental”.
jueves, 19 de diciembre de 2024
martes, 17 de diciembre de 2024
lunes, 16 de diciembre de 2024
domingo, 15 de diciembre de 2024
domingo, 8 de diciembre de 2024
Una criolla en La Habana
La tez
Como el azufre que oscurece
la plata y quiebra el oro el amor
empañó mis ojos también destrozó
este
corazón
una criolla en La Habana
de tez
blanca
salvada por Dios el amor la condena
Le teint
Comme le soufre qui noircit
L’argent et
casse l’or l’amour
Ternit mes
yeux brisa aussi
Ce cœur
Une créole à La Havane
Le teint blanc
Sauvée par Dieu l’amour la damne
Imagen, publicación original: Lacerba (Florencia),15 de julio de 1914, p. 215; Guillaume Apollinaire. Obra completa en poesía, T. III, Ediciones 29, Libros Río Nuevo, Barcelona, 1981, p. 109, traducción: González Boto; y, Poèmes retrouvés, in Œuvres Poétiques de Guillaume Apollinaire, Ed. Gallimard, Bibl. de la Pléiade, Paris, 1971.