José Carlos Mariátegui
El freudismo en la
literatura no es anterior ni posterior a Freud: le es simplemente coetáneo. Ortega
y Gasset considera seguramente el freudismo como una de las ideas peculiares
del siglo XX. (Más preciso sería tal vez decir intuiciones en vez de ideas). Y,
en efecto, el freudismo resulta incontestablemente una idea novecentista. El
germen de la teoría de Freud estaba en la conciencia del mundo, desde antes del
advenimiento oficial del Psicoanálisis. El freudismo teórico, conceptual, activo,
se ha propagado rápidamente por haber coincidido con un freudismo potencial,
latente, pasivo. Freud no ha sido sino el agente, el instrumento de una
revelación que tenía que encontrar quien la expresara racional y
científicamente, pero de la que en nuestra civilización existía ya el
presentimiento. Esto no disminuye naturalmente el mérito del descubrimiento de
Freud. Por el contrario lo engrandece. La función del genio parece ser,
precisamente, la de formular el pensamiento, la de traducir la intuición de una
época.
La actitud freudista de la literatura contemporánea aparece
evidente, mucho antes de que los estudios de Freud se vulgarizaran entre los
hombres de letras. En un tiempo en que la tesis de Freud era apenas notoria a
un público de psiquiatras, Pirandello y Proust —por no citar sino dos nombres
sumos— presentan en su obra, rasgos bien netos de freudismo.
La presencia de Freud en la obra de Pirandello no aparece
como resultado del conocimiento de la teoría del genial sabio vienés, sino en
lo que Pirandello ha escrito en su estación de dramaturgo. Pero Pirandello
antes que dramaturgo es novelista y, más específicamente, cuentista. Y en
muchos de sus viejos cuentos, que ahora reúne en una colección de veinticuatro
volúmenes, se encuentran procesos psicológicos del más riguroso freudismo.
Pirandello ha hecho siempre psicología freudista en su literatura. No es por un
mero deporte anti-racionalista que su obra constituye una sátira acérrima, un
ataque sañudo a la antigua concepción de la personalidad o psiquis humana. En
el propio Matías Pascal, publicado hace veinticinco años, se percibe una
larvada tendencia freudista. El protagonista pirandelliano, que ha muerto, como
Matías Pascal, para todos, por la equivocada identificación de un cadáver que
tenía toda su filiación, y que quiere aprovechar de este engaño para evadirse
realmente del mundo que lo sofocaba y acaparaba, no consigue morir como tal
para sí mismo. Adriano Meis, el nuevo hombre que quiere ser, no tiene ninguna
realidad. No consigue librarse de Matías Pascal, obstinado en continuar
viviendo. La infancia y la juventud del evadido gravitan en su conciencia más
fuertemente que la voluntad. Y Matías Pascal regresa, resucita. Para volver a
sentirse alguien real, el desventurado personaje pirandelliano, necesita dejar
de ser la ficticia criatura surgida por artificio de un accidente.
En las últimas obras de Pirandello, este freudismo se torna
consciente, deliberado. Ciascuno al suo modo, por ejemplo, acusa la lectura y
la adopción de Freud: Uno de los personajes, Doro Pallegari, ha hecho en una
tertulia distinguida la defensa de una mujer, cuyo nombre no puede ser
pronunciado en la buena sociedad sino para repudiarlo. Esta conducta es
comentada con escándalo, al día siguiente, en la casa de Doro Pallegari, en
momentos en que éste llega. Interpelado, Doro responde que ha procedido por
reacción contra las exageraciones de su amigo Francisco Savio. No está
convencido de lo que ha dicho defendiendo a Delia Moreno. Todo lo contrario.
Uno de los presentes, Diego Cinci, le sostiene entonces la tesis de que su
verdadero sentimiento es el que ha hecho explosión la víspera. Quiero
reproducir textualmente este pasaje:
Doro.—Me haces reír te digo.
Diego. —En el hervor de la discusión de anoche te ha salido
a flote y te ha aturdido y te ha hecho decir "cosas que no sabes".
Claro. Crees no haberlas pensado jamás, y en tanto, las has pensado, las has
pensado!
Doro.—¿Cómo? ¿Cuándo?
Diego.—A escondidas de ti mismo. ¡Querido mío! Como existen
los hijos ilegítimos existen también los pensamientos bastardos!
En el resto de la comedia no se razona ni se teoriza más.
Pero, en cambio, la acción misma y el desarrollo mismo son patéticamente
freudianos. Pirandello ha adoptado a Freud con un entusiasmo que no se constata
en los psicólogos y psiquiatras italianos, entre los cuales prevalece todavía
una mentalidad positivista, que por lo demás se acuerda bastante con el
temperamento italiano y latino. (Me referiré, a propósito, entre mis recientes
lecturas, a una obra en dos gruesos volúmenes del profesor Enrico Morselli —La
Psicanalisi, 1926, Fratelli Bocca, Turín— para apuntar, marginalmente, que el
eminente psiquiatra italiano, cita con distinción los trabajos del profesor
peruano Dr. Honorio Delgado, a quien señala como uno de los mejores expositores
de la doctrina de Freud).
El caso de Proust es más curioso aún. El parentesco de la
obra de Proust, con la teoría de Freud, ha sido detenidamente estudiado en
Francia —otro país donde el Freudismo ha encontrado más favor en la literatura
que en la ciencia— por el malogrado director de la N.R.F. Jacques Riviére,
quien, con irrecusable autoridad, afirma que Proust conocía a Freud de nombre
solamente y que no había leído jamás una línea de sus libros. Proust y Freud
coinciden en su desconfianza del yo, en lo cual Riviére los encuentra en
oposición a Bergson, cuya psicología se funda a su juicio en la confianza en el
yo. Según Riviére, Proust ha aplicado instintivamente el método definido por
Freud». De otro lado, «Proust es el primer novelista que ha osado tener en
cuenta, en la explicación de los caracteres, el factor sexual». El testimonio
de Riviére, establece, en suma, que Freud y Proust, simultáneamente,
sincrónicamente, el uno como artista, el otro como psiquiatra, han empleado un
mismo método psicológico, sin conocerse, sin comunicarse.
En la actualidad, el freudismo aparece difundido a tal punto
entre los literatos que Jean Cocteau, que no se escapa tampoco a la influencia
psicoanalista, propone a los jóvenes escritores la siguiente plegaria: «¡Dios
mío, guárdame de creer en el mal del siglo, protégeme de Freud, impídeme
escribir el libro esperado!». Francois Mauriac, a quien la Academia Francesa,
acaba de premiar por su novela Le Desert de L'Amour, constata con un cierto
orgullo que la generación de novelistas a la que él pertenece escribe bajo el
signo de Proust y de Freud, agregando en cuanto le respecta: «Cuando yo escribí
Le Baiser au Lepreux y Le fleuve de Feu, no había leído una línea de Freud y a
Proust casi no lo conocía. Además, yo no he querido deliberadamente que mis
héroes fuesen tales como son».
Freud, en un agudo estudio sobre Las Resistencias al Psicoanálisis, examina el origen y el carácter de éstas en los medios científico y filosófico. Entre los adversarios del Psicoanálisis señala al filósofo y al médico. Monopolizado por la polémica, Freud se olvida en este ensayo de dedicar algunas palabras de reconocimiento a los poetas y a los literatos. Aunque las resistencias al Psicoanálisis no son, según Freud, de naturaleza intelectual, sino de origen afectivo, cabe la hipótesis de que, por su inspiración subconsciente, por su proceso irracional, el arte y la poesía tenían que comprender, mejor que la ciencia, su doctrina.
El consultor bibliográfico, Año III, núm. 18, enero de 1927, Barcelona, pp. 11-14; antes en Variedades, Lima, 14 de Agosto de 1926.
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