Federico Milanés
Valeat res ludiera. —
Horacio.
¿Qué me dices,
Modesto? ¿Conque intentas
Al cabo figurar,
tú, que naciste
Con mucha
discreción y pocas rentas?
¿Cómo, pues, las holganzas
aburriste
De aquella vida
exenta de cuidados,
En que tan buenas
carnes adquiriste?
Si ya cumples seis
lustros bien contados,
Y aún no diste que
hacer a la gaceta
Ni con tu
presunción, ni con tus grados;
Si no tienes de
insigne la boleta
En esta Cuba, donde
a cada paso
Brota un sabio
doctor o un gran poeta;
Si el óvalo visual
conservas raso
De quevedos o
lentes o espejuelos
Para huronear las
sendas del Parnaso;
Si nunca, en un
examen de chicuelos,
A preguntas pusiste
a sus mentores
Que casi sé tirasen
de los pelos;
Si en Cuba, en
zipizape de escritores,
Jamás te
entrometiste dando quites
Para echarte a ti
mismo muchas flores (…)
Para sacar ventaja
de estas lides
No te conviene por
ningún asomo
Gastar la seriedad
del viejo Alcides.
Antes que piel
nemea sobre el lomo,
Debes llevar en una
mano el cetro
Con cascabeles del
risueño Momo.
Burla, burla
incansable en fácil metro,
Porque endriagos de
una cierta guisa
Temen la mofa más
que un vade retro (…)
En Cuba bien
tendrás que dominarlo,
Porque el vicio en
sus montes y ciudades
Mucho te costará no
saludarlo.
En donde el sol con
plácidas bondades
Alumbra puro en
zona cristalina
Dilatadas y verdes
heredades,
Y el soplo de la
brisa matutina
Agita el platanar
del valle umbroso
Y el enhiesto
palmar de la colina;
Donde se ven por
trillo tortuoso
Asomar las carretas
agobiadas
Bajo el peso del
año fructuoso,
Y se escucha en las
rígidas quijadas
Del premioso
trapiche, en son hiriente
El crujir de las
cañas apretadas,
Y en la paila
rebosa el oro hirviente
Del sumo aquel que
se trasforma frió
En blanco pan de
azúcar reluciente;
Aquí en que crece
junto al claro río
La hoja aromosa que
del hombre, cura
Resuelta en humo
suave, el fosco hastío;
Donde brilla el
insecto en noche oscura,
Y al sol,
vislumbres de esmeralda y oro
El esplendente colibrí
fulgura (…)
Pinta a Don
Periquito, que al amparo
Del albergue
doméstico, de infante
Nunca halló a sus
antojos un reparo,
Y que bajo la ley
civilizante
Del descuido
paterno, en cuanto sea
No mirar si la
zafra va adelante
Y aquel amor de
madre que jalea,
Y que siguió, para
educar al hijo,
Los textos de una
negra de Guinea;
Creció ignorante y
se crió canijo,
Creyendo sólo que
el hacer su gusto
Debiera ser su
pensamiento fijo (…)
Dibújalo flacucho,
largo el cuello,
Corta la espalda,
el pecho contraído,
Apagada la voz,
corto el resuello;
En sus tres
lustros, danzarín cumplido,
A los cuatro, gran
hombre de bureo,
A los cinco, en las
fiestas aburrido
Mozalbete sin barba
y sin empleo
Descríbelo en
teatro y baile y misa
A cada hermosa
echando un chicoleo.
Y hablando en todas
partes muy de prisa
Y sus
conversaciones sazonando
Con mucha
desvergüenza y mucha risa.
En billares
descríbelo habitando,
En las cantinas
muéstralo bebiendo,
Píntalo en los
burdeles pernoctando (…)
Parece que se
quiebra de rodillas,
Y tuerce el cuello
y pone el brazo manco
Y en indecente y
torpe contoneo
Se queda con los
ojos casi en blanco.
Tú dirás que merece
tal empleo
De nuestras
facultades varoniles
La materialidad de
un vapuleo…
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