Los pueblos se honran, engrandecen y hermosean cuando sus moradores se identifican con los designios del gefe que los manda para dirigir sus intereses a favor de los establecimientos de utilidad y ornato, y de aquellos dedicados al amparo de la humanidad débil y necesitada. Así es como la Habana se eleva cada día a su mayor prosperidad y cultura, erigiendo monumentos que recordarán a su posteridad el carácter religioso, benéfico y generoso de sus hijos en estos felices tiempos.
Concluido el edificio que debe servir para el secuestro de dementes, fue invitada esta Junta por el Excmo Sr. su Presidente Auditor de Marina Francisco Filomeno Ponce de León encargado de esta importante obra, para que tomándola bajo su protección como un departamento de esta casa o verdaderamente como un deber dependiente de su instituto, la dirigiese y atendiese a sus necesidades, conforme lo hacía con las niñas y varones de este hospicio. Esta corporación dispuesta siempre a prestar su benéfica influencia al amparo de la humanidad desvalida, abrazó con gusto este nuevo cuidado disponiendo al momento que una comisión proveyese la casa de los últimos y precisos muebles y utensilios para recoger los dementes errantes por esta ciudad, y que igualmente presentase un proyecto de ordenanzas para el régimen y gobierno del establecimiento.
En efecto, habiendo dado parte la comisión que todo estaba listo y preparado, y previa la bendición de la casa por el capellán de la Beneficencia, se acordó que el día primero del corriente trasladase dicha comisión los diez y nueve locos que estaban recogidos en la Real Cárcel, y sucesivamente los demás dispersos en la ciudad, a cuyo fin daría S.E. las disposiciones necesarias a los alcaldes de barrios y jueces pedáneos de extramuros. Así pues se verificó y en este momento veinte y tres desgraciados que vivían en la inclemencia sin otro recurso que el que la casualidad podía presentar a su trastornado instinto, se hallan acogidos a la piedad de este vecindario, y son atendidos en un punto para prestarles allí todos los socorros que inspira su estado triste e infeliz.
No era esta la instalación de un establecimiento para un porvenir cierto de la felicidad en el curso de una existencia arreglada y conforme a la condición humana, que pudiese exaltar de gozo nuestras esperanzas y connaturales sentimientos celebrando con placeres un día en que se abre un asilo a las miserias del hombre; pero ha sido, sí, un motivo de consuelo para nuestra compasión en las vicisitudes de la vida, que debe escitar, no la curiosidad, sino la caridad pública al socorro de esta pequeña parte de nosotros mismos; y con más empeño, pues sin embargo de los mutuos recíprocos auxilios dimanados del prestigio feliz que inspira esta casa de Beneficencia todavía este nuevo establecimiento no tiene fondos determinados ni rentas fijas con que atender a esta primera necesidad de toda buena policía; y solo cuenta con algunos pequeños arbitrios caritativos que provisionalmente han franqueado las autoridades, corporaciones y comunidades religiosas.
Pero, en fin, a la vista está ya el resultado de los piadosos arbitrios con que estos dignos habitantes han contribuido a la erección de la Casa de Dementes: más todavía falta que sus ánimos generosos se interesen en perfeccionar esta grande obra, de su nombre y generosa emulación inclinando sus acciones benéficas a limosnas y fundaciones pías para sostener este proyecto hijo de un pueblo culto y religioso (...)
Apartados de la vista del público estos tristes objetos, no escitará el trastorno de su inteligencia, la risa y burla a la gente inmoral, ni el rubor ni horror a la que no lo es: aislados en aquel recinto, neutralizará sus penas la mano pródiga de este vecindario: su físico gozará de todas las comodidades, y su moral dañada recibirá del arte todas las pruebas y medios de devolverles la razón. Allí se encontrará donde colocar con entera confianza, por una pensión moderada, al amigo o pariente para prestarle los más delicados cuidados que no pudiera en su casa, quitando del centro de su familia un objeto de penosa consideración, que desconoce lo que siente la mano que lo socorre y el vínculo de que procede: y allí verán estos moradores, que no son ni han sido en vano los esfuerzos de las primeras autoridades en alentar el espíritu público al socorro de las familias, reparación de las calamidades sufridas en los casos desgraciados, y a la erección de monumentos en donde se reúnen a un tiempo la caridad, las riquezas, la belleza y las virtudes.
La Habana ha dado un paso muy señalado a su cultura en la erección de este templo vivo de caridad (...) Efectos de tal entusiasmo y proceder nacen de la identidad de este pueblo con su gobierno y leyes, y de sus relaciones íntimas favorecidas del sentimiento común de felicidad que inspira fervor y energía en todas las clases. Las nobles ideas del Excmo Sr Presidente, Gobernador y Capitán General, quedan materialmente vaciadas al frente de muchas obras y establecimientos fundados en la Isla de Cuba, por ese ardor y constante zelo con que S. E. la ha promovido hasta el término feliz. (...)
La Habana, 12 de septiembre de 1828.
Nicolás Muñoz y Zayas, Secretario.
“Casa de Beneficencia”, Diario de la Habana, 17 de septiembre de 1828.
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