martes, 23 de agosto de 2011

Teratología (Téras, tératos, monstruo)



                  


 Extracto de un discurso pronunciado en la Academia de Bélgica en Agosto último por el P. Bellynck, profesor de historia natural.


 Las anomalías que se notan en los hombres y en los animales no son meramente objetos de curiosidad; reflejan nuevas luces sobre la historia de los animales, especialmente sobre la del hombre, y su estudio adquiere cada día mayor importancia.   
 La parte de la Teratología de que hoy nos ocuparemos es la que comprende el estudio de las desviaciones orgánicas que los hombres y los animales traen consigo al nacer, y no aquellas deformaciones accidentales posteriores al nacimiento o debidas a enfermedades.
 Pasó ya la edad en que los monstruos eran objetos de terror y presagio de calamidades. El hambre, la guerra, las epidemias habían de ser anunciados indispensablemente por algún ser disforme que casi siempre pagaba con la vida los yerros o los caprichos de la naturaleza.
 Hasta el siglo XVII rigieron las leyes griegas y romanas, que condenaban a muerte a los niños que padecían de alguna monstruosidad, y solo en 1605 el médico Riolano dio prueba de valor declarando que podía prescindirse de hacer morir a los sexidigitados, los macrocéfalos, los gigantes y enanos y que bastaba la reclusión de estos y ocultarlos a la vista: pero que en cuanto a todos los demás, opinaba que era conveniente matarlos inmediatamente.
 Se concibe que nuestros antepasados, en su sencillez, quedaran horrorizados al oír las fantásticas relaciones acreditadas en aquellos tiempos, al examinar las formas horribles de que abundan las obras de Ambrosio Pare, Aldrovande, Siceti y Gaspar Schott. Sin embargo, en algunas de estas figuras existe a veces, como en los personajes de la fábula, un fondo de verdad por más que todo en ellas esté exagerado. En muchas los miembros están colocados de una manera que no cabe en lo posible, y representan en la edad de la adolescencia monstruos que jamás pudieron nacer vivos. Con harta frecuencia viajeros crédulos han acogido tradiciones fundadas en hechos mal observados.
 Así es que pueblos ignorantes, al ver por primera vez hombres montados a caballo, se figuraban que el jinete y su montura formaban un solo individuo. De ahí el origen probable de los centauros.
 También se han visto en casa de especuladores de mala fe, animales confeccionados con partes heterogéneas que pertenecían a distintos animales. Más de un naturalista se ha dejado engañar de este modo, y el mismo Cuvier, nombrado una vez por el tribunal para informar acerca de un pez grande, estuvo confundido mucho tiempo antes de descubrir el fraude.
 Hasta mediados del siglo XVIII reinaron estas preocupaciones, y sólo en los últimos años las anomalías llegaron a ser objeto interesante de estudio.
 Geoffroy Saint-Hilaire clasifica estas anomalías con arreglo al número, conexiones, posición, volumen, forma y composición elemental.
 Todas las anomalías no son de la misma importancia. Las que consisten en órganos que tienen varios homólogos como las vértebras, las costillas, los dedos, dientes, patas &., no perjudican en nada a las funciones de la vida, y muchas veces hasta pasan desapercibidas.
 En el número de las anomalías de poca gravedad, se hallan el nanismo y el gigantismo. Todos los países han tenido sus enanos: pero el tamaño de los más pequeños no ha bajado de 50 centímetros. Hace tiempo que se ha colocado entre las fábulas lo del enano egipcio cuya estatura, según Nicéforo Calisto, no pasaba de la de una perdiz y la del poeta Aristrato tan pequeño, dice Ateneo, que era invisible. Se atribuye generalmente el nanismo a un estado morbífico y pocas veces se nota en los animales silvestres.



      
 Los gigantes también tuvieron su historia fabulosa. El académico Herion en 1718 asignaba a Adán una estatura de 123 pies y a Eva 118. Estas estaturas extraordinarias, acreditadas por los antiguos, se basaban en testimonios falsos o erróneos, y las osamentas de gigantes halladas en diversas épocas, eran huesos de elefantes, de mastodontes, de cetáceos y otros animales de gran tamaño. La altura de los gigantes, incluyendo la de Goliat, no parece haber excedido de 8 a 10 pies. Los gigantes en general son débiles de cuerpo, perezosos, de poca inteligencia, y su vida suele ser corta.
 Berkeley en el siglo pasado logró por medios puramente higiénicos, que un niño alcanzara la estatura de 8 pies; pero murió decrépito a los 20 años. Entre los animales no se conocen gigantes.
 El acrecentamiento de la estatura, que cesa generalmente poco después de la edad de la pubertad, presenta a veces una precocidad anormal. Los Anales de la Academia de ciencias de París, en 1758 citan un niño de seis años que tenia 6 pies de altura y la barba de un hombre.
 El aumento o disminución de volumen no se reparte siempre con igualdad en todo el cuerpo, ni en el nanismo ni el gigantismo. Se han visto cabezas de gigantes colocadas en hombros de enanos, y en otras partes del cuerpo iguales desproporciones. Ciertos individuos tienen predisposición al desarrollo del sistema adiposo como, por ejemplo, las mujeres Bosjemanas que, como los camellos, llevan atrás una enorme lupia de manteca. Lo mismo sucede en cuanto al sistema piloso.
 Los órganos, aun conservando su volumen normal, pueden variar de forma. La deformidad de la cabeza de los idiotas e hidrocéfalos se advierte tanto en los animales como en el hombre.
 No es menos notable la anomalía del color. Se sabe que la coloración de la piel no es más que superficial. La materia colorante se produce en el interior de la epidermis, y la mayor o menor abundancia de esta materia hace que el individuo sea más o menos negro, más o menos blanco. La causa de esta anomalía nos es aun enteramente desconocida. La materia colorante falta del todo en el albino; en el negro llega a su máximo; entre uno y otro las transiciones son insensibles.
 Los animales también presentan un gran número de casos de albinismo y melanismo, aun en el estado silvestre. Cuando el melanismo es parcial se producen aquellas manchas que a veces representan ciertos objetos y que el vulgo atribuye a la imaginación de la madre. En Valenciennes nació una niña en 1795 con una de esas manchas que se asemejaba algo a la hechura de un gorro de la libertad: el gobierno de entonces concedió a la madre un diploma de patriotismo y una pensión de 400 francos.
 En cuanto a la estructura, se han visto en algunos individuos ciertas excrecencias que brotan de la piel. Cítase un inglés, nombrado Lambert, a quien se llamaba el hombre puerco-espín por ofrecer su cuerpo la apariencia de este animal; siendo de notar que este fenómeno, descrito en 1802 por el Dr. Télesius, se reprodujo en sus descendientes hasta la tercera generación.
 La disposición de las partes varía a veces y se aparta de las reglas ordinarias. El cerebro, los pulmones, el corazón, las vísceras se han hallado fuera de su lugar acostumbrado. Los dientes, las uñas, los vellos, los tarros &., suelen tomar direcciones insólitas, y con frecuencia se nota que los vasos, los nervios, los músculos &., no se hallan en el punto que les corresponde.
 La conexión relativa de los órganos entre sí ofrece asimismo numerosas anomalías. Ora los dientes se hallan en completo desorden, ora uno o más de los conductos del cuerpo desembocan por vías inusitadas: a veces las aberturas naturales como la boca, el ano, los conductos auditivos, o las narices, los párpados, el iris son imperforados, siendo preciso abrirlos por medio de incisiones; en otras, al contrario, existen perforaciones del diafragma, del ombligo, de las mejillas, producidas por paralización en el desarrollo. En algunos este desarrollo es desmedido; y de ahí la fusión de los ojos, de los dedos, de los dientes, de los hemisferios cerebrales, y la adherencia de la lengua al cielo de la boca; en otros son fisuras o divisiones que producen en el hombre la hendidura de los labios, la división de la lengua como en algunos reptiles.
 El número representa un papel importante en las anomalías del reino animal. Se conocen individuos que no han tenido un solo diente; otros hasta con setenta y dos; algunos sin dedos, otros con 6, 7 y aun 8 en cada miembro. Es digno de reparar que esos dedos múltiples pueden trasmitirse de generación en generación. En Roma se conocían varias familias cuyos individuos nacían siempre con seis dedos.
 Las anomalías que acaban de enumerarse no presentan fenómenos graves que pongan en peligro la vida del individuo. Pasaremos ahora a la Heterotaxia o sea la anomalía compleja, que aunque interior, no se opone al ejercicio de las funciones vitales. En esta todos los órganos internos tienen una colocación inversa. Los que generalmente ocupan la derecha se hallan á la izquierda y esto sin que muchas veces lo sospeche el mismo individuo. Los periódicos han señalado hace pocos años uno de estos casos de inversión esplánica que se descubrió al hacer la autopsia del cadáver del Sr. Dresse, profesor de anatomía de Lieja. El Sr. Dareste ha observado que esa inversión, muy rara en el hombre y en los mamíferos, es en extremo frecuente en los embriones de aves, y logró producirla artificialmente; pero en este experimento los pollos resultan siempre hidrópicos y no se ha podido obtener que de por sí salieran del cascarón.
 El hermafrodismo de que tanto se ha hablado y escrito en todas épocas, es una anomalía que constituye una división aparte. Esta reunión de los dos sexos en el mismo individuo es el estado normal de algunos animales y en otros es accidental. Es preciso advertir que muchas veces el hermafrodismo es solo en apariencia. Cuando existe en los mamíferos, sobre todo en el hombre, uno de los dos aparatos es siempre rudimentario; el desarrollo del uno se opone al del otro. No es fundada la creencia de que esta anomalía provenga de la fusión de dos individuos; el individuo es siempre único. Debemos recordar aquí las observaciones hechas durante cuatro años por el Sr. Siebold en una colmena de abejas. Casi todos los individuos diferían entre sí; unos eran machos del lado derecho y hembras del izquierdo; otros, machos por delante y hembras por detrás, y así recíprocamente: algunos eran machos interiormente; varios, interiormente machos de un lado y hembras del otro, figuraban lo contrario por fuera. En fin, parecía que la naturaleza había agotado en ellos todas las combinaciones posibles.
 Hay una cuarta categoría de hechos anormales más graves y que llevan el nombre de monstruosidades. En esta se ven unos de una sola individualidad; otros son monstruos dobles y hasta triples. Entre los primeros citaré los individuos que carecen de brazos y de piernas, cuyas manos o pies están insertados directamente en el tronco y a quienes se ha dado el nombre de focómelos comparándolos con las focas. Algunos tienen miembros que carecen de dedos, otros están desprovistos enteramente de estos miembros o tienen tan solo los inferiores. Esta clase de monstruosidad no es incompatible con la vida. No sucede así cuando hay fusión más o menos completa de los miembros abdominales; los cuales en este caso terminan con frecuencia por un pie único o por un simple muñón, como suelen representar a las sirenas de la fábula; pues en estos individuos la vida no pasa de algunas horas. Lo mismo sucede cuando hay eventración de las vísceras, deformación o hernia del cerebro y con mayor razón cuando este no existe.
 En el número de los monstruos que nacen y no pueden vivir, se cuentan los que presentan la atrofia del aparato nasal, así como la aproximación o fusión de los ojos. Estos últimos provistos de un solo ojo, hacen recordar a los cíclopes de la Mitología. La nariz atrofiada se reduce a veces a una pequeña trompa que llega apenas al tamaño natural de una nariz común; y sin embargo, ha bastado esta rinocefalia para que los antiguos figurasen en sus libros hombres con cabezas de elefantes. Los afectados de la atrofia de la cara, que causa la reunión de las dos orejas sobre la línea mediana, no pueden disfrutar sino de una vida efímera. Cuando la cabeza llega a atrofiarse o falta enteramente, o cuando el cuerpo, privado de vísceras, se reduce a una simple bolsa, la vida cesa en el momento de la ruptura del cordón umbilical.
 Finalmente, se han visto cuerpos que se reducen a una masa irregular provista a veces de huesos, dientes, pelos y manteca. En este estado imperfecto no puede vivir sino como parásito a expensas de su madre. Estas, sin embargo, están dotadas de vida propia: su gestación puede durar 50 años y algunas veces se han encontrado con dientes de la segunda dentición. Los antiguos atribuyen a esas moles, desprovistas de miembros y de alas, la facultad de caminar y de volar a su antojo, y como los didelfos, de volver a voluntad dentro de la cavidad en que se hablan formado.
 Hay una gran variedad de monstruos dobles entre los hombres y los animales. Se ha notado que la reunión se verifica casi siempre por los lados homólogos, y que los órganos de ambos individuos están dispuestos con más o menos simetría de los dos lados del punto de unión. En la mayor parte de los casos, los dos individuos ofrecen el mismo grado de desarrollo y cada uno contribuye de por sí á la vida común. Buffon ha descrito largamente el monstruo bihembra conocido bajo el doble nombre de Helena y Judit. Estos gemelos hablan nacido en Hungría en 1801 y murieron a los 22 años. La unión tenía lugar por las partes superiores. Se han conocido también gemelos unidos frente al frente y que así vivieron diez años. Algunos han estado adheridos por las cabezas, otros por los bacinetes. Los dos hermanos de Siam que visitaron la Habana hace años y viven aun, están unidos por la extremidad inferior del esternón; nacieron en 1811, se casaron, tuvieron hijos, con la particularidad de que estos fueron en número igual varones los del uno, hembras los del otro. 


   
 Varios ejemplos se han presentado de uniones más íntimas aun y de mayor extensión, en las que no existía sino una sola cavidad torácica; en casos de esta naturaleza la muerte data del mismo nacimiento. A veces se confunden las dos cabezas, y entonces el monstruo presenta dos caras: la mitad de cada una de estas suele pertenecer al mismo individuo. Se comprende que estos nuevos Janos no pueden vivir. Es preciso relegar a las fábulas las liebres con ocho patas, de las cuales cuatro se hallan en las espaldas del animal, de tal modo que, perseguidas por el cazador y cansadas de correr, se vuelven de golpe sobre las cuatro patas que habían quedado en descanso y continúan la carrera con nuevo vigor. Tales monstruos no serían, sin embargo, imposibles; pero no es probable que pudieran vivir.
 Mucho se ha hablado del monstruo llamado Rita-Cristina, nacido en Cerdeña en 1820 y que murió en Paris a la edad de ocho meses. Era doble únicamente en la parte superior del cuerpo. Una de las piernas pertenecía a Rita, otra a Cristina. La muerte de la una fue la causa de la de la otra. Se registra igualmente el caso de un monstruo bimacho de la misma clase, que falleció en Escocia a los 28 años. Finalmente, se han visto algunos en que la fusión de los dos cuerpos era tan íntima que a primera vista no se distinguía sino un solo individuo.
 Para completar esta reseña nos falta únicamente señalar los monstruos parásitos. Basta para formarse una idea de ellos imaginarse un individuo en estado normal cargando a otro muy pequeño que vive a sus expensas. Este parásito permanece generalmente estacionario mientras que su huésped o patrón sigue creciendo y desarrollándose. Puede ser más o menos completo y componerse únicamente de algunos miembros. La vida de estos seres se asemeja a la del vegetal: pero las sensaciones que perciben se trasmiten algunas veces al individuo principal. Uno de estos parásitos más extraordinario es el que se compone de una cabeza de tamaño común, cuya parte superior está injertada en el ápice de la cabeza del individuo normal. El Epícoma más conocido es el que nació en Bengala en 1785. Cuando vino a luz la partera horrorizada lo echó al fuego; pero lo sacaron y se curó de sus heridas o quemaduras. Murió a la edad de cinco años de la mordedura de una serpiente. La cabeza accesoria tenía poca sensibilidad: sin embargo, parecía compartir con la principal los goces y sobre todo las penas. El Dr. Vottem, de Lieja, habló en 1828 de un monstruo semejante, aunque algo más imperfecto.
 Lo que parece extenderse más allá de los límites de lo posible es la endocimia, es decir, el parasitismo por inclusión. El parásito más o menos informe está encajonado dentro del individuo normal. Esta inclusión puede tener lugar en un saco bajo de la piel o en el abdomen, y esta especie de gestación, generalmente desapercibida mientras vive el propietario, se descubre solo en la autopsia. Se ha visto un hombre de 50 años que llevaba interiormente en su cuerpo uno de estos parásitos que vivía a sus expensas. Últimamente los periódicos consignaban un hecho semejante, del cual muchos habrán dudado. Sin embargo, la ciencia ha dado a estos hechos una explicación bastante natural. Es probable que el más pequeño de estos gemelos se haya adherido a los intestinos del mayor, mientras estos colgaban fuera del abdomen. La entrada a su correspondiente puesto de los intestinos del individuo principal, daría por resultado la tracción e  inclusión del otro.
 Los monstruos triples, mucho menos frecuentes, están sometidos a las mismas leyes que los monstruos dobles: no se han visto monstruos cuádruples.
 Llama la atención que el número de las anomalías decrezca a medida que va bajando la serie de los animales. Son mucho más comunes en los domésticos y sobre todo en el hombre, trasmitiéndose algunas a los descendientes.
 En los monstruos dobles hay dualidad física y moral; la sensibilidad es común a los dos tan solo al rededor de los puntos en contacto. Sometidos durante toda su vida a las mismas influencias, tienen con frecuencia las mismas ideas, los mismos deseos. No piensan ni obran siempre de la misma manera, y más de una vez se les ha visto en graves desacuerdos. Todos los monstruos dobles observados hasta ahora eran u bimachos o bihembras. Los monstruos mitad hombres, mitad animales, en cuya existencia creían nuestros antepasados y que admitía hasta el escéptico Voltaire, son puramente imaginarios: una hibridación de esta clase es imposible.
 En cuanto que las causas de estas anomalías, dependen las más de las veces de perturbaciones que preceden a la fecundación, o la acompañan, o la siguen. Un gran número se debe atribuir a conmociones exteriores o a fuertes impresiones morales. Pero es un error suponer que ciertas anomalías marcadas de antemano, pueden proceder de la imaginación de la madre. No cabe duda que la parte moral puede influir sobre la física y poner obstáculo al desarrollo normal; pero la vista, el temor o el deseo de un objeto no es causa suficiente para que se imprima su imagen en el cuerpo de un niño que no ha nacido.
 El estudio de las leyes que rigen en la formación de las anomalías, ha permitido varias veces reproducir monstruos artificialmente. En huevos de gallina se ha hecho el experimento siguiente: se sacuden fuertemente; se mantienen en posiciones determinadas, cubierta parcialmente la cascara con una sustancia impermeable al aire, y de este modo se han logrado pollos incompletos, contrahechos y de diferentes formas. Dando al huevo ciertas posiciones relativamente al calor, es como el Sr. Dareste ha podido conseguir anomalías previstas de antemano. Ha observado asimismo que una temperatura superior a 40 grados determina con frecuencia el nanismo, de lo que deduce que la suspensión del desarrollo es la causa probable de la mayor parte de las monstruosidades simples. El Sr. Lerebouillet ha operado en huevos de pollo y ha obtenido peces dobles y triples.
 El distinguido profesor de anatomía, Padre Beliynck, nos ha hecho ver hasta dónde puede apartarse la naturaleza de su marcha ordinaria. Los recursos de la naturaleza son sin duda inagotables: pero hay límites que no se traspasarán nunca. El discurso del citado profesor nos hace ver que el estudio de las anomalías propenderá a desvanecer muchas preocupaciones, y que es de la mayor importancia en la anatomía, fisiología y zoología. Tiene también relación íntima con la medicina legal. Más de una vez se habrán suscitado ante los tribunales cuestiones relativas a sexos y viabilidad, y podrá suceder que los abogados tengan que discutir casos de sucesión, de matrimonio, de vindicta de las leyes referentes a seres dobles. La teología comprenderá asimismo que todo ser viviente, nacido de mujer, cualquiera que sea su forma, es un ser humano; que los monstruos dobles más imperfectos, así como los simples, han sido dotados de un alma creada a imagen y semejanza de Dios y que destruir su existencia es un crimen de homicidio; debiendo tener presente que el Creador en sus obras nada ha dejado a la casualidad. Las desviaciones más extraordinarias tienen sus leyes y el conjunto de estas leyes arroja nueva luz sobre el plan general de la creación.

 Discusión:  

 Concluida la lectura del Sr. Sauvalle, el Dr. Hernández manifestó que aceptaba la influencia de la imaginación en la producción de los monstruos, porque ella es una fuerza creadora residente en el encéfalo y capaz de ese efecto. Ha tenido ocasión de observar varios casos de deformidades y monstruosidades: en unos la ley de herencia se comprueba, como en cierta familia de la Isla de Pinos, en que todos los individuos presentan seis dedos en sus manos; pero en oíros no es posible negar el influjo de la imaginación, cuya fuerza no puede en realidad medirse: así ha visto niños que han nacido sin dos dedos, sin un brazo, acéfalos porque sus madres hablan contemplado hombres en quienes faltaban aquellas partes, o alguno que había perdido la mitad de la cabeza al golpe de un arma. También ha sabido de una cabra que presentaba dos bocas, una para mascar, la otra para balar.
 El Sr. Sauvalle cree que la cuestión es demasiado profunda para resolverla con hechos incompletos, cuyos antecedentes no están bien fijados, así como tampoco satisface en nada la descripción de los casos; pero se le ocurre una observación y es la siguiente:  ¿Qué mujer en el estado de gestación no habrá encontrado en su camino algún hombre sin brazos o sin piernas? y cuan raros son los casos de esas deformidades congénitas que por lo tanto debieran ser muy frecuentes!
 El Dr. Oxamendi cita en apoyo del influjo de la imaginación el caso de una Sra., que por haber visto un orangután dio a luz un niño que ofrecía la más completa semejanza con este cuadrúmano.
 El Dr. Miranda duda que la imaginación tenga una influencia tan mareada en la producción de deformidades en el feto, que coincidan con impresiones recibidas por la madre durante la gestación, pues diariamente las mujeres en ese estado las tienen bastante fuertes sin que en nada hayan afectado al feto para hacerle tomar la forma del objeto que las impresionó, y solo una casual coincidencia hace que algunos expliquen de esa manera la deformidad debida al exceso o a la falta de desarrollo de alguna parte del cuerpo, buscando entonces la madre, como es natural, la causa de aquel defecto en el recuerdo de algún objeto que la afectara desagradablemente durante el embarazo, y olvidándose por completo de dar importancia a dichas impresiones si el feto viene al mundo sin defecto alguno: este es un hecho, agrega el Dr. Miranda, de observación demasiado constante y repetida para que deje de tener un gran peso en nuestra opinión.
 El Dr. Rodríguez cree que el influjo de la imaginación sale muy mal parado bajo un doble concepto. En primer lugar, es infinito el número de las mujeres que, en estado de gestación, han recibido impresiones más o menos fuertes, sin que por eso hayan dado a luz criaturas monstruosas o deformes en cualquier sentido; y en segundo lugar, también es considerable el número de los monstruos cuyas causas no pueden referirse, ni de cerca ni de lejos, al poder de la imaginación, como quieren los Sres. Hernández y Oxamendi.
 Por otra parte, la nota del Sr. Sauvalle no es más que un bosquejo de la Teratología, cuyas leyes no se hallan todavía formuladas enteramente, a pesar de los adelantos que ha hecho en estos últimos tiempos.
 Refiriéndose el Dr. Torralbas a la cuestión del hermafrodismo, cree que hay casos en que este es perfecto, y cita el que se ve figurado en la obra de Holmes, sobre la cirugía infantil, de M. Magdalena Lefort, hombre al exterior y mujer interiormente, la cual pudo parir sin el menor obstáculo.
 El Dr. Miranda desea saber si se había hecho la autopsia en el citado ejemplo, y comprobado en ella si los órganos correspondientes al sexo masculino se hallaban completos, sin faltarles ninguno de sus anexos y en perfecto estado de desarrollo, pues el caso es demasiado raro y en oposición con lo expuesto por los observadores.
 Al Sr. Sauvalle se le ocurre la duda siguiente: ¿cómo pudo verificarse el acto del parto en Magdalena Lefort, si por fuera era solamente hombre, si al exterior no ofrecía los órganos necesarios a la mujer en ese caso?
 Respondiendo el Sr. Torralbas al Dr. Miranda, manifiesta que se hizo la autopsia, y está consignada en el autor inglés que antes mencionó, no faltando sino las glándulas seminales; y en cuanto a la duda expuesta por el Sr. Sauvalle, que al exterior eran tales los repliegues de la piel que ocultaban la vulva, y no permitían distinguirla por solo el examen visual: el rostro era varonil, barbudo. (1)
 Después de la anterior discusión, expresó el Sr. Presidente que la Academia iba a constituirse en sesión de gobierno, para ocuparse en los expedientes de médicos municipales y forenses, y en asuntos de otra naturaleza.


 Nota:

(I) Hemos creído que era nuestro deber aclarar este punto, consultando la observación de María Magdalena Lefort, que insertó en la importante obra de "Terapéutica de las enfermedades quirúrgicas de los niños, por T. Holmes," su traductor francés el Dr. O. Larcher (París, 1870, pág. 277). Presentada en 1815 a la Sociedad de la Facultad de Medicina de Paris, fue examinada por Mrs. Chaussier, Petit-Radel y Béclard, quienes consideraron que dicha persona era una mujer, puesto que se descubría en ella varios de los órganos esenciales al sexo femenino (un útero, una vagina) mientras que sólo tenía del masculino los caracteres secundarios, como la proporción del tronco y de los miembros, la de los hombros y la pelvis, la conformación y las dimensiones de esta cavidad, el tono de la voz, el desarrollo de los pelos, la uretra prolongada más allá de la sínfisis de los pubis, lo que le daba el aspecto del pene, &. No contemplando sino la cabeza, ciertamente se la hubiera tenido por un hombre; pero las mamas ofrecían un volumen bastante considerable con un pezón eréctil. En 1864 pudo ser observada otra vez en el Hotel Dieu, consignando el Sr. Da Corogna ("Boletines de la Sociedad anatómica de Paris," 2da serie, T-IX, pág. 484 a 488) que había estado regularmente menstruada hasta 1848, en que se suprimió el flujo catamenial por completo: confesó haber tenido relaciones con un obrero; pero, según parece, se limitaban a simples contactos. A pesar de estos antecedentes y de la opinión antes formulada por Béclard, era considerada como hombre por la mayor parte de los cirujanos y médicos de los hospitales, que después de examinarla, admitían una detención en el desarrollo del pene, con un hipospadias más o menos complicado y una criptorquídia. Muerta en aquel hospital se practicó la autopsia, encontrándose al exterior dos grandes labios, bastante gruesos, sin que la palpación hiciese reconocer nada que acusara la presencia de los testes: en medio del espacio que los separaba y hacia arriba, un cuerpo voluminoso de cuatro y medio centímetros de largo, provisto anteriormente de una eminencia redondeada, con su pequeña corona, como el glande de un pene, imperforado en su extremidad, pero con una abertura ovalar debajo del glande, que daba salida a la orina y la sangre menstrual; el glande se hallaba cubierto por dos pequeños labios que le formaban como un prepucio. El conducto o cloaca descrita, de seis centímetros de largo, comunicaba posteriormente por medio de dos orificios con la vejiga y el útero, que con sus anexos estaban dispuestos como en el estado normal. De los dos orificios indicados el inferior representaba la abertura externa de la vagina, detrás de cuyo punto se ensanchaba esta para adquirir sus dimensiones naturales. Según se ve y lo hacen notar Mrs. Wielandy Dubrisay ("Adición al Tratado de las enfermedades de la mujer por Fi. Churchill, edición francesa, pág. BUG, Paris 1866"), en el presente caso, en que realmente no había más que una oclusión de la vagina, la operación que quería practicar Béclard hubiera podido reintegrar a la persona en el sexo que la naturaleza le había acordado. Por lo demás el autor inglés Holmes opina que bajo el punto de vista fisiológico no hay hermafrodismo completo, es decir, una doble e igual aptitud para emitir y recibir el licor seminal. María Magdalena Lefort no es más que un ejemplo de aparente hermafrodismo en el sexo débil.

 Anales de la Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana, 1871-72, Vol 8, pp. 372-383.

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