lunes, 8 de agosto de 2011

Manicomio en Leganés




La necesidad de establecer un asilo de enajenados en España, al nivel de los planteados en otras naciones, según demandan las exigencias de la ciencia y de la civilización, es una verdad tan debatida y sancionada, que es inútil esclarecerla. Los asilos que existen en el día están muy lejos de llenar las condiciones indispensables, y en nuestra provincia se carece hasta ahora de una casa destinada para el efecto. Los pobres dementes se hallan albergados en el Hospital General de Madrid en un departamento mezquino, con salas lóbregas y estrechas.
 Desde el momento en que la junta provincial de beneficencia tomó a su cargo los establecimientos de la corte, pensó en la construcción de una casa provincial de dementes, y después de visitar diversos edificios de las cercanías de Madrid, se decidió a comprar los dos que en la villa de Leganés habían sido propiedad de los Excelentísimos Sres. duques de Medinaceli.
 Grandes fueron las ventajas de la adquisición, empero desde luego se dio con la dificultad de haber de aplicar para asilo de dementes un edificio que había sido erigido para habitaciones particulares. El problema, pues, no era ya construir una casa para albergar a los pobres enloquecidos, en consonancia de las más perfectas del extranjero, sino hacer un hospital de dementes con todas las mejoras y progresos que la experiencia ha sancionado de un edificio levantado para muy diverso fin. La obra, sin embargo, se ha emprendido, y tocando ya a su término, entra en el dominio de la crítica científica y decorosa el análisis de su construcción.
La casa de dementes de Leganés es un lindo edificio y de mucha solidez; se halla situado al extremo Oeste de la población, y con su huerta ocupa un plano superficial de ciento cincuenta mil pies. El vestíbulo que le da ingreso es artesonado, y en sus costados hay dos escaleras de piedra que dan acceso a las dos alas de que se compone el edificio. En la derecha se hallan las principales habitaciones de los enfermos. La portería, comisaría, la sala de visitas, los talleres, que son bastante espaciosos, la suntuosa capilla de orden dórico, la enfermería de padeceres intercurrentes, donde se podrán poner seis u ocho camas, el dormitorio general asfaltado y capaz de veinte camas, con dos cuartos en los extremos para vigilante y otro de seguridad en el extremo Este. En esta misma ala del edificio hay siete pequeñas habitaciones destinadas para otros tantos dormitorios, las cuales se hallan también asfaltadas y tienen ventanas muy rasgadas con cristales, que comunican con un hermoso corredor del patio principal: sus puertas son fuertes con montantes y registros sordos. El comedor, situado al Sud de esta ala, es una de las mejores habitaciones de la casa, y será el punto de comunicación general: es muy amplio y tiene dos salidas a un jardín de acacias y olmos, con asientos de piedra y calles de tilos y jazmines. El patio interior de esta parte de la casa se halla igualmente asfaltado, y en él están situados los lugares comunes, que son inodoros.
En el ala izquierda está la habitación del Director, las cocinas con su patio y pozo, y el departamento de furiosos. A este se da acceso por el lado izquierdo del patio grande, y consta de cuatro habitaciones para los enfermos y una para vigilantes. Los cuartos destinados para los enfermos están asfaltados y tienen doce pies de largo y diez de ancho, con ventanas muy rasgadas, cerradas con verjas de hierro y con puertas fuertes, con montantes, registros sordos y pasadores exteriores. Las camas destinadas a este departamento son de madera, tijas en el suelo, con dos cuerpos que se comunican, estando el inferior forrado en zinc y teniendo un conduelo en su parle mas declive para dar salida a las heces y orina, que se recogerán en receptáculos que continuamente puedan limpiarse. Este departamento es muy claro y bien ventilado, sus luces son del Este y Sud, y sus vistas a la huerta.
La parte alta del edificio se destina para habitaciones dependientes y almacén de ropas; los hermosos sótanos para depósito de vituallas y combustible.
Esta casa se ha arreglado para asilo provincial de hombres dementes, pues para las enajenadas se va a edificar una nueva en el terreno contiguo que hoy ocupan la casa dicha pequeña de Medinaceli y otros solares que son ya propiedad de la Junta Considerada a la verdad en la sola acepción de asilo provincial de enajenados, la casa de Leganés es un adelanto muy grande en comparación de las demás que existen en la Península; empero considerándola como asilo modelo de insensatos es susceptible de muchas mejoras, y sin algunas creemos no debe inaugurarse.
Es la enajenación una enfermedad muy varia en sus fases, y completamente distinta en los diversos sujetos a quienes afecta.
Un maniaco, un demente, un idiota, un furioso, son enfermos que padecen una misma enfermedad, pero tan distintos entre sí que no pueden vivir reunidos y deben separarse en grupos diferentes. En la misma clase de enfermos dementes hay una división muy principal; unos son quietos, pacíficos, aseados; otros intranquilos y sucios, y el reunir estas dos clases, es exponer a los mejores a que por imitación, vicio muy frecuente en los locos, se entreguen a las fallas de los últimos. Nosotros creemos que a la altura que ha llegado la curación de las enfermedades mentales, no debe construirse ningún asilo sin cuatro departamentos enteramente distintos. Primero, enfermos en furor: segundo, maniacos, mono-maniacos, dementes aseados y tranquilos: tercero, dementes sucios, idiotas, dementes epilépticos: cuarto, observación y convalecencia. En la casa de Leganés no está indicado este último departamento, que nosotros creemos de necesidad. La barrera que separa la razón de la locura es muy pequeña, y antes de poner a un hombre en reclusión como loco, se debe observar si efectivamente lo es; porque la enajenación no es enfermedad que siempre puede reconocerse a primera vista, y ya se sabe que la ficción y la milicia han conducido indebidamente a muchos infelices á las casas de dementes; y el trato con estos no es tan inocente que no pueda minar la razón de un desgraciado a quien se le trata como loco, y se le encierra con insensatos. La sección de convalecencia se halla por sí misma indicada para separar al enfermo que está en razón do los que pudieran perturbársela.
 Además, en el asilo de Leganés está poco indicada una separación de enfermos que en todos los asilos del extranjero se pone en primera línea: hablamos de la división, que en esta, más que en otra enfermedad, determinan la cuna y la educación; diferenciándose entre sí notablemente los enfermos por sus principios, sus hábitos, sus costumbres y su fortuna, y cada una de estas circunstancias merece atenciones particulares. El hombre fino y de una instrucción cultivada, alternará mal con otro soez e ignorante; el tímido y pusilánime con el atrevido y violento; y por último, el que tenga que sujetarse al trato sencillo que generalmente se adoptará en el asilo, ha de llevar con mucho disgusto y encono que otros compañeros sean más atendidos y mejor tratados cuando no ven entre sí ninguna diferencia.
(…) De todas estas consideraciones deducimos, que en la transformación verificada en el edificio y en las obras practicadas en él, se conoce una mano inteligente y amaestrada. Las reglas higiénicas están muy consideradas, y el jardín de recreo, los talleres, la huerta para trabajos corporales, la sala de comunicación general o de sociedad, las habitaciones particulares, y sobre todo, lo bien entendido y dispuesto que está el pequeño departamento de furiosos, hacen de este asilo el mejor que creemos hay en España para el tratamiento racional de las enfermedades mentales.

Sociedad Médica Oficial de Socorros Mutuos.

 Boletín de medicina, cirugía y farmacia, volumen 1, Números 1-52, Madrid, 1851, pp. 252-53. 

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