domingo, 5 de enero de 2014

Máquina de cavar





 Una de las experiencias que más han llamado la atención hasta ahora entre los asistentes a los trabajos agrícolas de la isla de Billancourt, ha sido la ejecutada con la máquina de cavar la tierra por el Sr. Bidwell de Nueva York. Apenas hay operación de campo más ruda, difícil y costosa que la de la cava, ni faena tal vez más importante con relación a los productos de la agricultura.
La cava es entre los labradores el lujo de la labranza, y el cavador es entre los jornaleros el tipo de la laboriosidad. Una frase común de nuestra patria, dice, aludiendo a los hombres activos y laboriosos, que trabajan como un cavador.
 Todo cuanto se dirija, por consiguiente, a sustituir tan duro mecanismo de la sangre humana con el mecanismo del hierro y de la sangre animal, es un adelanto económico y un gran progreso humanitario. La cavadora, si no los ha realizado ya por completo, se halla en vías de obtenerlos con leves modificaciones que deben exigir los diversos terrenos a que se aplique. En la Exposición de París se tiene esta máquina por una verdadera novedad del concurso de 1867.
 Consiste en un eje de dos pulgadas de diámetro a cuyos polos se encajan dos ruedas de dos pies y medio, las cuales sostienen diez horquillas de acero cada una, de medio pie de ancho, separadas a igual distancia entre sí y provistas a su vez de cinco dientes con siete pulgadas cada cual. Las diez horquillas y los cincuenta dientes de ambas ruedas contribuyen a que la máquina cave una anchura de tres pies y ocho pulgadas de espesor. A los extremos de la barra que sostiene las horquillas-azadones, hay colocadas pequeñas ruedas de fricción que se relacionan con dos excéntricas atravesadas por el eje principal; y en este, dos alas movidas por una manivela que maneja el conductor sentado en su pescante, permiten la suspensión del trabajo a voluntad, aun cuando la máquina continúe rodando por el terreno.
La invención de este instrumento agrícola puede producir ventajas incalculables, pues bastará decir que dos yuntas y un hombre hacen por ahora el trabajo de tres hombres y tres yuntas, a más de suprimir la ruda fatiga del labrador. La máquina de cavar, cuyo precio es de tres mil reales, y que lo mismo sirve para bueyes o mulas o caballos, está ya en ejercicio en los Estados Unidos, en Escocia, en Inglaterra, Prusia y Baviera; siendo de advertir que aun cuando la ensayada en Billancourt es propia para terrenos blandos, acaban de hacerse experiencias con otra de mayor poder en la Gran Bretaña sobre terrenos excesivamente duros, y sus resultados han sido tan satisfactorios como que con tres yuntas cava un espacio de cuatro pies y medio, en vez de los tres que rompe la máquina cuya figura ofrecemos a la consideración de nuestros agricultores.


Exposición de París, 1867. 


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