domingo, 23 de febrero de 2025

León Felipe x Mañach

 

    Versos y oraciones de caminantes, por León Felipe.

    Libro II. Instituto de las Españas. New York

 

 El poeta comparte con la fruta y con la estrella la humildad de nacer en silencio y el lujo de pasar inadvertido. Un pulquérrimo volumen, editado por el Instituto de las Españas, nos trae a Cuba la empresa de este poeta español. León-Felipe, cuyo nombre -de traza tan artificial- sólo teníamos asociado a la admirable traducción de España Virgen, de Frank. Debimos entonces sospechar que una versión tan fina y segura sólo podía ser la obra de un poeta, y de un poeta muy pasado por lo sajón. Y ahora le encontramos. Poeta de toda genuinidad, de acentos a la vez nuevos y viejos -tradición e invención-, de una delicadeza enérgica y de un misticismo terrenal. La precisa nota con que abre el volumen el Instituto acaso no sea realmente precisa. Todo está evidente en el misterio incólume de estos poemas, salvo la iniciación de “espíritu dolorido y melancólico” en el León-Felipe de 1920, fecha de su primer libro. Todo: así se explica la amalgama de elementos en esta poesía: trascendentalismo que vuelve siempre al humano; misticismo altivo, casi herético -tuteo de Dios-; sentido másculo y optimista de la tarea de vivir, y de su solaridad y de su finalidad en sí: escepticismo cristiano, reforzado en lo puritano, matizado por la ironía:

         del paño de la túnica de Cristo

         le no he contado unos breeches a Dionisos.

 Aleación del oro viejo español y del acero de Whitman. Dejos cruzados del Arcipreste y de Nietzsche, de la música de las esferas y el surco de los aviones. Y, junto al verso de lirismo desnudo, los deliciosos hallazgos de dinámica metafórica -anécdota de la imagen- como “Y la luna?”, o dechados de ingenio filosófico como “Enmienda”. Un poeta de acento breve y noble. Mch.

 

 Revista de Avance, 15 de junio de 1930.



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