jueves, 27 de febrero de 2025

Contorno de León Felipe

 

                   Antología por León Felipe.

                   Espasa Calpe. Madrid. 1935.

 

 G. González y Contreras

 

 El poeta lírico es el creador de una nueva realidad. La poesía se crea aludiendo armoniosamente a las sustancias subjetivas y al clima espiritual. El poeta, con la herramienta de su agonía, construye un perenne renacer. La intuición, a paso lento pero seguro, a medida que ata signos y correspondencias, va abonándole terreno a la poesía. La intuición viene a ser en cierto sentido la partera del devenir poético. La poesía hoy no puede ser otra cosa que sublimación del conocimiento.

 Toda poesía debe obrar por saturaciones. Saturaciones expresivas, tendientes a que el hombre se reconquiste por dentro, y a que reestructure la realidad sensible según el nivel en que su conciencia es capaz de ir ganando el equilibrio total, a fuerza de tensión y resonancia.

 La abismática realidad de León Felipe, poeta de Castilla convertido en romero del mundo, viene de lo sostenido del esfuerzo en proyectar la tentación de huida sobre la permanencia en un dominio primordialmente humano. León Felipe es un transportador del tono espiritual y material. En primer término, su verso no sirve de instrumento a una inercia de vida, a una mineralización del sentido en la palabra, sino a un remover y trabajar su máquina interna, por el ímpetu integrador de la energía cósmica. El lirismo le ayuda a elevar lo pequeño hasta la estatura de su emoción.

 Un drama se representa en su poesía: el drama del hombre que emprende la tentativa de renovar lo viejo. Renovar equivale a transfigurarse. La poesía no es más que signo de [roto]

 El problema de lo poético no estriba en la originalidad sino en la tensión. Lo importante no es la forma sino el espíritu que insufla fuerzas en la arquitectura de esa forma. El instrumental de trabajo del poeta no es la palabra en sí, no se vincula a relaciones de sonido, sino que se funde, en maridaje perfecto, al sentido de lo humano que la palabra simboliza.

 [roto] muerte, y la muerte no es más que víspera de un renovado existir. Vivimos en el viaje como en el humus cósmico. Más, y he ahí nuestra significación, del incidir en el " ímpetu romero" nacieron la religión, el arte, la filosofía. La religión: tentativa de aventurarse en las vías de la divinidad; el arte: búsqueda apasionada de lo bello en sí y de sus relaciones con el mundo; la filosofía: intento de acoplar lo efímero a lo eterno, exploración del ser y situación del hombre en el cosmos. Cuanto presupone excelencia ha nacido del afán romero por las azarosas rutas humanas.

 Lo dicho viene a ser una introducción a la poesía de León Felipe. Su espíritu -madurado en preñez de eternidad- gusta vaciarse en moldes poéticos de verdad cristalina. En su verso escúchase la voz cordial y eterna del ascetismo ibérico, la poesía de genuino acento castellano. Lo castizo significa para mí una actitud estoica ante la muerte, un dejarse tentar por la aventura metafísica, al mismo tiempo que una medida justa de la vida, y un querer superar la dictadura del límite. Los "Cancioneros apócrifos " de Antonio Machado, el “Ars Moriendi”, de su hermano Manuel, y esta “Antología” de León Felipe, atestiguan que sigue circulando la savia de castellanidad.

 En los versos de León Felioe, se suman la sencillez de la expresión y la claridad del pensamiento. El hombre que yace bajo la rocosa tierra de Castilla ha respondido a su llamada. El alma, tensa en la vigilia y poseída de arribado, recibe la voz de Manrique, y la trasmite renovada en la tragedia personal. La forma, generalmente es octosílabos quebrados, dentro del tono moderno, conserva la sobria elegancia de las mejores piezas antiguas. Más siendo obra de poeta auténtico es bueno hacer notar que el estilo no es más que la resultante del mensaje que ofrece. León Felipe no es poeta de contorno sino de conocimiento y sentido. Ved, pues, a este hombre buscando, como un investigador apasionado en un laboratorio de alarmas e incertidumbres, el nutrimiento a su deseo de eternidad, a su aspiración por organizar en un orden armónico las señales nuevas recogidas en una ruta antigua. Tal cosa solo puede lograrla elevando el alma a una promoción que nace de la tierra y no del aire. Así enraíza su tradición vividera en generaciones sustanciales, cuya región ética es la tradición heredada. 

 La poesía de León Felipe -como casi toda la poesía de la España actual- es un retorno; mas no al trabajado alquitaramiento barroco, sino muy por debajo del alma ibérica, hasta penetrar en el diálogo ardiente con las cosas, los seres y la vida. El entronque de su poesía es con el cancionero medioeval y con las coplas de Jorge Manrique. Así lo atestiguan sus predilecciones estéticas, en que los temas de la muerte, de la melancolía de la vida, del “pasar por todo una vez”, de la errancia de pueblo en pueblo, de la huida del tiempo, del vacío en el corazón desencantado, han gestado y se expresan al través del acto ideatorio de un hombre de nuestra época, con un nuevo pulso vital.

 Estos poemas no conocen ya la etiqueta. Han sufrido demasiada angustia humana. Es verdad que no se ven libres de alguna incursión en los predios del hombre-durmiente. No todo en su poesía es actitud vigilante. Ahí está el poema Drop a Star, en el que se intenta seguir el ritmo de la vida, en el que se apunta al blanco de la idea sin dotarla de pleno desarrollo, en el que se opera mediante el libre juego de la imagen y se emprende la tentativa de unir la faz consciente del hombre con la otra oscura de los sub-actos. Las diferencias apuntadas entre Drop a Star y el lirismo anterior de León Felipe, conducirían probablemente a la consabida etiqueta del Suprarrealismo. Por otra parte, el sentimiento cósmico penetrante, impregnado de la transitoriedad de las cosas, que late en las cinco partes del poema, indica el entronque con el resto del lirismo. He aquí por dónde se intensifica en la práctica la teoría de la integralidad poética sustentada por León Felipe. Así, en suma, es la vida y el superestructuralismo estético.

 Bajo la especie de niebla que envuelve las jornadas de la emoción, por debajo de las iluminaciones de las metáforas, hay fuerzas vitales que ahondan en el espíritu estoico y le vivifican. Fuera de este único poema extenso, en el que se ha trabajado por saturación de tensiones, la poesía de León Felipe se caracteriza por su brevedad. Sobre todo en las partes tituladas "Poemas menores" y "Normas" , el verso viene a ser chispa de representaciones intuitivas, que como los fuegos fatuos, arrancan veloces de la sensibilidad del poeta. Sus más características composiciones, integran un pensamiento hondo y delicado, que se expresa sintética y sencillamente. Más que una imagen, es una emoción la que intentan apresar. Así cuando dice:

    “-No antes errante

     y busca tu camino.

    -Dejadme, ya vendrá

     un viento fuerte

     que me lleve a mi sitio."

 Esta es una poesía sin densidad, toda ella aspirando a inmaterializarse. El verso de León Felipe, no se conforma con expresar: sugiere; no es mera arquitectura de señales, intercambio de signos. Es más que eso: la sublimación del asunto en busca de meditativos cauces. El estado psíquico es punto de partida. El poeta va a decir su mensaje. Con este mensaje, dicho en tan depurada forma, León Felipe recobrar por dentro lo que el lirismo tenía perdido. Tanto arrebato ha encontrado en sus rutas, que el fervor lírico, gracias a su levedad y movimiento, penetra en el dominio de la música. Una música de ritmo interior, destilada del sentimiento y de la subconciencia. Como lo que el poeta realiza es una movilización de fuerza cósmica, una arquitectura de apariciones fantasmales, de ahí lo móvil y dinámico del verso. Es este, por fin, el recobrarse hacia adentro de un hombre que, precisando una verdad, la realiza en grados de lucidez y orden espiritual. Hay en su poesía acentos clásicos y modernos, de los que genera la cultura y la atmósfera del tiempo en que se vive. Pero la misma diversidad de tonos demuestra que el poeta, no encastillándose en ninguna tendencia, y conservando su manera propia, logra la integralidad a que ha venido aspirando en toda su labor.

 

 Revista cubana, sección “Libros”, vol. 6, 1936, pp. 250-54.

   

No hay comentarios: