Por el Dr. José Joaquín Muñoz
Sesión del día 14 de junio de 1863
Los alienistas clásicos, y en esta categoría
colocamos a Pinel, Esquirol y Georget, porque fueron los primeros médicos que
se dedicaron especialmente al estudio de los males del entendimiento, habían
considerado las perturbaciones sensoriales como síntomas muy frecuentes en la
locura; pero en sus observaciones, estos ilustres médicos no indicaron nunca la
importancia que debía darse al curioso fenómeno de la alucinación considerado
como signo característico de cierto estado de enajenación mental; importancia
que ha sido bien apreciada por los autores modernos.
Mr. Lelut, antiguo médico de la Salpêtriére de
París, fue el primero que, estudiando detenidamente la cuestión de las alucinaciones,
demostró por medio de observaciones muy curiosas la existencia de una forma
especial de delirio limitado únicamente a la aberración de uno o más de los
sentidos, y que ha llamado monomanía sensorial. Pero este autor, aunque ha
admitido esta nueva forma de locura parcial, no ha intentado nunca describirla
metódicamente.
A quien pertenece de hecho el honor de haber
dado los primeros pasos en este nuevo estudio es al Dr. Baillarger, actual
mente médico de la Salpêtriére de París; mas apresurémonos a decirlo: el
trabajo que este distinguido alienista ha hecho relativo a esta materia es aún
desconocido del público médico, pues si bien el entendido profesor de la Salpêtriére
ha indicado en sus lecciones orales, que reconoce una especie de monomanía
caracterizada por la existencia únicamente de alucinaciones y que ha denominado
como Mr. Lelut sensorial, no ha llegado a describírnosla, ni tampoco ha
publicado nada tocante a este particular. Pero nosotros que hemos tenido la
fortuna de tratar íntimamente al Dr. Baillarger y que nos hemos podido instruir
de sus opiniones particulares, adquirimos el conocimiento de que, en efecto, la
locura sensorial había sido para este alienista un objeto interesante de
estudio. Hemos leído detenidamente un voluminoso manuscrito de este autor
relativo a la materia de que se trata, y con este conocimiento es que podemos
decir que á Mr. Baillarger es a quien realmente pertenece el honor de haber
descrito por primera vez la Locura sensorial.
Apoyados en los datos que adquirimos en el
manuscrito de nuestro amado maestro, con observaciones recogidas en los
Hospitales La Salpêtriére y Charenton de París y dos hechos más observados en
nuestra práctica, es que nos atrevemos hoy a emprender el presente trabajo, que
creemos ofrece algún interés, primero: por la novedad de la materia, segundo:
porque es relativo justamente a un orden de estudios algo abandonado en nuestro
país, y que merece por su importancia la atención y consideración de nuestros
colegas.
Definición. —Al principio de un acceso
de manía, suele aparecer un trastorno sensorial que persiste durante este
acceso y forma uno de sus caracteres principales; pero que otras veces permanece
limitado, aun cuando cese la exaltación general, y continúa siendo el único
fenómeno dominante de la enfermedad. Este último modo de manifestarse el
delirio es lo que constituye, según Lelut, la monomanía sensorial.
El Dr. Baillarger admite también esta
definición; pero la cree aplicable a la forma crónica del mal. Según este
autor, en efecto, la afección puede revestirse ya de un carácter agudo, ya de
un carácter crónico, y en tal virtud debe definírsela del modo siguiente:
"es un trastorno sensorial más o menos durable, acompañado o no de un
delirio general pasajero."
La locura sensorial consiste pues en la
existencia de alucinaciones más o menos durables, seguidas o no de trastornos
en los actos; pero sin que haya propiamente ni exaltación ni depresión estables
de la inteligencia.
Analizando los términos de esta definición,
vemos que el carácter esencial de esta forma de locura es la existencia de alucinaciones,
y que en consecuencia la descripción de la enfermedad que nos ocupa pudiera
reducirse al estudio de las alucinaciones.
Sin duda alguna este estudio tiene muchos
puntos de contacto con la cuestión a que nos referimos; pero se concibe fácilmente
que no haya analogía perfecta entre una y otra cosa. En efecto, la alucinación
considerada colectivamente es un elemento parcial de la locura, como lo son las
concepciones delirantes y los impulsos insólitos, y puede estudiarse una lesión
aisladamente, así como puede estudiarse la forma especial de la locura en que
esa lesión sea su carácter esencial y su punto de partida. El fenómeno de la
alucinación ha sido ya estudiado por muchos distinguidos autores (Leuret,
Calmeil, Baillarger, Brierre de Boismont) que lo han tratado con toda la extensión
y cuidado que requiere su importancia: pero el delirio que este fenómeno
acarrea y los actos a que arrastra al paciente el hecho mismo de la alucinación
no han sido aun descritos de un modo metódico.
Importa pues estudiar, no las alucinaciones,
sino los alucinados que forman un grupo considerable de alienados, cuyo porte, lenguaje,
ideas, hábitos y costumbres reclaman una atención especial de parte del médico.
Demostrada ya la exactitud de los términos de
nuestra definición, pasemos a determinar el lugar que deba ocupar la afección
en el cuadro de las enfermedades mentales. Admitiendo la clasificación de Pinel
y de Esquirol, que es la que con algunas modificaciones han aceptado todos los
médicos hasta la fecha presente, y siguiéndonos por los términos de nuestra
definición, la locura sensorial pertenece a la clase de las monomanías o locuras
parciales. En efecto, el trastorno en este caso se halla limitado únicamente al
aparato sensorial, y no es sino excepcional mente que se presenta una agitación
continua como sucede en la manía propiamente dicha, o bien una depresión como
en la melancolía, y si existen estas lesiones generales, son determina das por
las mismas alucinaciones llevadas a un grado de intensidad exagerado. El
individuo afectado de locura sensorial puede, en ciertos casos, atemorizarse
por influencia de sus propias alucinaciones y caer en un estado de delirio
general; se le ve huir despavorido, precipitarse por un balcón, apoderarse de
un arma para defenderse, &c.; pero esto es momentáneo, o por lo menos de
corta duración, mientras que lo contrario sucede en el estado de manía
propiamente dicha; aquí el delirio general es independiente de las falsas
percepciones del enfermo, y persiste aun cuando la pasión que haya producido
estas cese completamente.
Tal es la verdadera significación que debe
darse a la expresión "Locura sensorial", su definición y el lugar que
puede ocupar en el cuadro de clasificación de las enfermedades mentales según
dijimos.
División. —La locura sensorial puede
presentarse a la observación médica bajo dos formas diferentes, una aguda y
otra crónica. Aquel que lea las observaciones publicadas por el Dr. Lelut sobre
la "Monomanía sensorial", se convencerá fácilmente de que en ellas se
trata evidentemente de la forma crónica de la enfermedad.
El Dr. Baillarger admite ambas formas, y de nuestras observaciones
resulta, como se verá más adelante, que en efecto la afección se reviste en
ciertos casos de un carácter que puede llamarse agudo. Es verdad que la mayor
parte de las veces aparece con el sello de la cronicidad; pero esto no quita
que haya sus excepciones, y basta demostrar la realidad de este hecho para
aceptar la división propuesta.
Principiemos por la forma aguda; veamos cuáles son sus caracteres y como
se la combate.
Forma aguda. —Para dar una idea exacta de los caracteres que presenta esta forma insertaremos, antes de hacer su descripción, algunas observaciones.
1ra Observación. —"La Srta. M de
22 años de edad, temperamento nervioso, constitución débil, entró en el
Hospicio de la Salpêtriére el día 13 de Agosto de 1840. Esta joven, hallándose
en el período de su menstruación, fue testigo de una riña efectuada entre dos
jóvenes. Uno de estos, herido en dos o tres puntos del pecho, cae al suelo
bañado en su sangre; la joven le cree muerto y horrorizada huye despavorida;
llega a su morada, se encierra en su aposento y una agitación extremada se
apodera de ella. La escena sangrienta que acababa de pasar no se separa un
instante de sus ojos. Consigue sin embargo tranquilizarse en el resto de la
tarde y llega a dormirse; pero de súbito en medio de la noche se despierta
oyendo un ruido extraordinario, ve tres fantasmas blancos que se aproximan poco
a poco hacia su cama, levantan una trampa que se hallaba a los pies de esta y
tratan de aprisionarla en ella. Asustada salta del lecho y se pone a correr por
todo el aposento; entonces ya la trampa había desaparecido, lo mismo que las
fantasmas, pero si continuaba viendo al rededor suyo unas cabezas horrorosas de
rostro pálido llevadas sobre cuerpos pequeños que se agitaban y procuraban
apoderarse de ella. Entonces, para defenderse M…, se arma de varios objetos de
loza que lanza a las paredes del aposento creyendo herir así a los espectros; y
de esta suerte creía defenderse de los supuestos agresores, cuando les vecinos
despiertos por el alboroto y los gritos de la paciente acudieron a su aposento
y forzando la puerta la contuvieron. Conducida al hospital, se reprodujeron las
escenas ocurridas en su casa por efecto de las alucinaciones; veía además
fogoneros que se acercaban a ella para quemarle los pies, lo cual la obligaba a
dar unos aullidos espantosos. La segunda noche vio también espectros que se aproximaban
a su cama y le pareció oír un rumor confuso, un ruido vago de voces que
altercaban, ruido de cadenas que salían de bajo su cama. En la noche del 14 al
15 fue también incomodada por algunas alucinaciones de la vista y del oído.
Pero después de esta fecha todo ha vuelto a entrar en el orden: la enferma
duerme perfectamente, trabaja durante el día, raciocina bien y se admira mucho
de todo lo que ha visto y oído en las noches anteriores. Su menstruación, que
se había suprimido después del accidente que determinó la enfermedad,
reapareció a su época normal, y hoy 1ro de Setiembre de 1840 sale M del
hospital completamente curada." Esta observación la he tomado en los
libros de observaciones del servicio de Mr. Trelat. (División Pariset.)
2da Observación. —La joven B. de 20
años, lavandera, fuerte constitución &c., fue conducida al Hospital el 21
de Julio de 1859. El seis de este mismo mes había sido atacada de una fuerte
bronquitis acompañada de cefalalgia intensa. Estuvo ocho días adieta absoluta;
sus reglas que debieron venir del 10 al 12 no aparecieron. Se hicieron por
indicación de un médico dos aplicaciones de sanguijuelas en los muslos los días
15 y 16 de Julio, pero sin resultado favorable. Entonces la enferma debilitada
por estas pérdidas sanguíneas, por la abstinencia anterior y por la afección
misma del pecho, comenzó a experimentar alucinaciones: veía por las noches
animales de todas formas y tamaños; oía ruido de cadenas que tiraban unos
hombres que parecían amenazarla y que se aproximaban a su cama hablándola; oía
una voz que le prometía el cielo por premio de sus padecimientos. Le parecía
que alguien le mordía las piernas; que se hallaba como colgada en la cama y que
la empujaban de un lado a otro para que se balancease así durante la noche.
Esta enferma es naturalmente tranquila, responde con precisión y da cuenta
detalladamente de sus alucinaciones; sin embargo, hay en ella una especie de
asombro, de embarazo intelectual. Al siguiente día de su entrada en el Hospital
(el día 22} la menstruación apareció durante la noche. El 23 por la mañana B…
se halla mucho mejor, y nos dice que su cabeza se ha despejado n notablemente;
ha tenido algunas alucinaciones en la noche, pero más cortas y poco intensas.
El 24 se halla enteramente bien, su fisonomía es natural, no ha tenido
alucinaciones en la noche. En los días subsecuentes la enferma sigue bien y el
19 de Agosto siguiente sale del Hospital curada.
3ra Observación. —María L. de 42 años
de edad, sirvienta, entró en el hospicio el 1 de Octubre de 1841, su
constitución es fuerte, muy pictórica y predispuesta á mareos. Hace dos años
que su menstruación empezó a perturbarse y de un año a esta parte no ha
menstruado más que únasela vez. El día 10 de Agosto la enferma se despierta en
medio de la noche y oye voces que llaman por su nombre; distingue entre estas
voces la de su madre, su hermana y su cuñada -que había fallecido- las cuales
le piden con instancia mande decir misas para la salvación de sus almas.
Algunos instantes después el ruido cesa. El día siguiente lo pasa tranquila; más
por la no che, estando acostada y al invadirla el sueño, se repite el mismo
fenómeno, pero las voces más claras y tan fuertes, que la impedían dormir
manteniéndola en el estado de vigilia. Despierta enteramente, ya no oía nada;
mas apenas la invadía nuevamente el sueño, las voces volvían á incomodarla. Hacía
ya algún tiempo que la paciente soñaba mucho con sus parientes muertos; pero
durante el día ni pensaba en ellos. Las alucinaciones del oído, que también se
presentaban al tiempo de despertarse, no volvieron más durante cerca de tres
semanas en cuya época tuvo un vértigo; se la sangró y el mismo día
reaparecieron las alucinaciones. Estas se presentaron, lo mismo que la primera
vez, durante el sueño; oía voces que la amenazaban de muerte, que le pedían
misas; veía mariposas, pajarillos que volaban al rededor suyo, ratoncillos que
corrían por su aposento; además sentía mareos.
Estas alucinaciones arrastraron sin duda a la
enferma a cometer actos irregulares que motivaron su conducción al hospital;
mas desde su entrada en este, las falsas percepciones no reaparecieron y María
L. pudo salir de él casi sin haber presentado ningún signo bien marcado de
delirio. —Esta observación la hemos tomado de la obra de Mr. Baillarger "Investigaciones
sobre las enfermedades mentales." París 1853.
Llega a Saint Cloud y se dirige a la
gendarmería a quejarse que varias personas querían matarla, y repitió lo que había
oído en el camino de Versalles. Pero los gendarmes creyéndola ebria, porque a
causa del sol y de la marcha excesiva tenía el rostro muy encendido, la
obligaron a permanecer en el cuerpo de guardia hasta el día siguiente. Durante
la noche N… no durmió y vio muchas caras y figuras extraordinarias que pasaban
por delante de sus ojos; pero esto no la atemorizaba, pues juzgaba que solo era
un efecto de su imaginación. Al siguiente día la dejaron partir y continuó su
marcha para Versalles; llegó a esta ciudad, la recorrió y solicitó trabajo en
varias casas, pero sin resultado; regresó a París el mismo día y sin descansar
un instante en el camino, temerosa de que le hiciesen daño si se detenía. Sin
embargo de esto, cuando volvía de Versalles creyó oír por el camino voces que
le anunciaban su muerte. A unos jóvenes que seguían el mismo camino y a quienes
ella precedía pocos pasos, le pareció oírles también proferir palabras de
siniestro agüero, y además un espía la acompañaba. “Es menester obligarla
a pasar por aquí”, decían los jóvenes al espía, “ y no se nos escapara”,
&c. Cuando llegó N… a París fue inmediatamente a casa del comisario de
Policía y dio nuevas quejas exponiendo que se quería a todo trance acabar con
su existencia. Entonces fue que la condujeron al hospital.
Desde su entrada en el Asilo, cesó esta mujer
de oír las voces que la perseguían antes; pero no podía creer aun, que todo lo
que había pasado por ella fuese una ilusión, exceptuando las visiones que ella
apreciaba muy bien como efecto de su imaginación exaltada. Esta creencia de sus
alucinaciones del oído no persistió, sin embargo, y N… perfectamente curada,
salió del hospital un mes después (Continuará.)
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