domingo, 9 de febrero de 2025

De la locura sensorial



   Por el Dr. José Joaquín Muñoz

   Sesión del día 14 de junio de 1863

 

 Los alienistas clásicos, y en esta categoría colocamos a Pinel, Esquirol y Georget, porque fueron los primeros médicos que se dedicaron especialmente al estudio de los males del entendimiento, habían considerado las perturbaciones sensoriales como síntomas muy frecuentes en la locura; pero en sus observaciones, estos ilustres médicos no indicaron nunca la importancia que debía darse al curioso fenómeno de la alucinación considerado como signo característico de cierto estado de enajenación mental; importancia que ha sido bien apreciada por los autores modernos.

 Mr. Lelut, antiguo médico de la Salpêtriére de París, fue el primero que, estudiando detenidamente la cuestión de las alucinaciones, demostró por medio de observaciones muy curiosas la existencia de una forma especial de delirio limitado únicamente a la aberración de uno o más de los sentidos, y que ha llamado monomanía sensorial. Pero este autor, aunque ha admitido esta nueva forma de locura parcial, no ha intentado nunca describirla metódicamente.

 A quien pertenece de hecho el honor de haber dado los primeros pasos en este nuevo estudio es al Dr. Baillarger, actual mente médico de la Salpêtriére de París; mas apresurémonos a decirlo: el trabajo que este distinguido alienista ha hecho relativo a esta materia es aún desconocido del público médico, pues si bien el entendido profesor de la Salpêtriére ha indicado en sus lecciones orales, que reconoce una especie de monomanía caracterizada por la existencia únicamente de alucinaciones y que ha denominado como Mr. Lelut sensorial, no ha llegado a describírnosla, ni tampoco ha publicado nada tocante a este particular. Pero nosotros que hemos tenido la fortuna de tratar íntimamente al Dr. Baillarger y que nos hemos podido instruir de sus opiniones particulares, adquirimos el conocimiento de que, en efecto, la locura sensorial había sido para este alienista un objeto interesante de estudio. Hemos leído detenidamente un voluminoso manuscrito de este autor relativo a la materia de que se trata, y con este conocimiento es que podemos decir que á Mr. Baillarger es a quien realmente pertenece el honor de haber descrito por primera vez la Locura sensorial.

 Apoyados en los datos que adquirimos en el manuscrito de nuestro amado maestro, con observaciones recogidas en los Hospitales La Salpêtriére y Charenton de París y dos hechos más observados en nuestra práctica, es que nos atrevemos hoy a emprender el presente trabajo, que creemos ofrece algún interés, primero: por la novedad de la materia, segundo: porque es relativo justamente a un orden de estudios algo abandonado en nuestro país, y que merece por su importancia la atención y consideración de nuestros colegas.

 Definición. —Al principio de un acceso de manía, suele aparecer un trastorno sensorial que persiste durante este acceso y forma uno de sus caracteres principales; pero que otras veces permanece limitado, aun cuando cese la exaltación general, y continúa siendo el único fenómeno dominante de la enfermedad. Este último modo de manifestarse el delirio es lo que constituye, según Lelut, la monomanía sensorial.

 El Dr. Baillarger admite también esta definición; pero la cree aplicable a la forma crónica del mal. Según este autor, en efecto, la afección puede revestirse ya de un carácter agudo, ya de un carácter crónico, y en tal virtud debe definírsela del modo siguiente: "es un trastorno sensorial más o menos durable, acompañado o no de un delirio general pasajero."

 La locura sensorial consiste pues en la existencia de alucinaciones más o menos durables, seguidas o no de trastornos en los actos; pero sin que haya propiamente ni exaltación ni depresión estables de la inteligencia.

 Analizando los términos de esta definición, vemos que el carácter esencial de esta forma de locura es la existencia de alucinaciones, y que en consecuencia la descripción de la enfermedad que nos ocupa pudiera reducirse al estudio de las alucinaciones.

 Sin duda alguna este estudio tiene muchos puntos de contacto con la cuestión a que nos referimos; pero se concibe fácilmente que no haya analogía perfecta entre una y otra cosa. En efecto, la alucinación considerada colectivamente es un elemento parcial de la locura, como lo son las concepciones delirantes y los impulsos insólitos, y puede estudiarse una lesión aisladamente, así como puede estudiarse la forma especial de la locura en que esa lesión sea su carácter esencial y su punto de partida. El fenómeno de la alucinación ha sido ya estudiado por muchos distinguidos autores (Leuret, Calmeil, Baillarger, Brierre de Boismont) que lo han tratado con toda la extensión y cuidado que requiere su importancia: pero el delirio que este fenómeno acarrea y los actos a que arrastra al paciente el hecho mismo de la alucinación no han sido aun descritos de un modo metódico.

 Importa pues estudiar, no las alucinaciones, sino los alucinados que forman un grupo considerable de alienados, cuyo porte, lenguaje, ideas, hábitos y costumbres reclaman una atención especial de parte del médico.

 Demostrada ya la exactitud de los términos de nuestra definición, pasemos a determinar el lugar que deba ocupar la afección en el cuadro de las enfermedades mentales. Admitiendo la clasificación de Pinel y de Esquirol, que es la que con algunas modificaciones han aceptado todos los médicos hasta la fecha presente, y siguiéndonos por los términos de nuestra definición, la locura sensorial pertenece a la clase de las monomanías o locuras parciales. En efecto, el trastorno en este caso se halla limitado únicamente al aparato sensorial, y no es sino excepcional mente que se presenta una agitación continua como sucede en la manía propiamente dicha, o bien una depresión como en la melancolía, y si existen estas lesiones generales, son determina das por las mismas alucinaciones llevadas a un grado de intensidad exagerado. El individuo afectado de locura sensorial puede, en ciertos casos, atemorizarse por influencia de sus propias alucinaciones y caer en un estado de delirio general; se le ve huir despavorido, precipitarse por un balcón, apoderarse de un arma para defenderse, &c.; pero esto es momentáneo, o por lo menos de corta duración, mientras que lo contrario sucede en el estado de manía propiamente dicha; aquí el delirio general es independiente de las falsas percepciones del enfermo, y persiste aun cuando la pasión que haya producido estas cese completamente.

 Tal es la verdadera significación que debe darse a la expresión "Locura sensorial", su definición y el lugar que puede ocupar en el cuadro de clasificación de las enfermedades mentales según dijimos.

 División. —La locura sensorial puede presentarse a la observación médica bajo dos formas diferentes, una aguda y otra crónica. Aquel que lea las observaciones publicadas por el Dr. Lelut sobre la "Monomanía sensorial", se convencerá fácilmente de que en ellas se trata evidentemente de la forma crónica de la enfermedad.

  El Dr. Baillarger admite ambas formas, y de nuestras observaciones resulta, como se verá más adelante, que en efecto la afección se reviste en ciertos casos de un carácter que puede llamarse agudo. Es verdad que la mayor parte de las veces aparece con el sello de la cronicidad; pero esto no quita que haya sus excepciones, y basta demostrar la realidad de este hecho para aceptar la división propuesta.

  Principiemos por la forma aguda; veamos cuáles son sus caracteres y como se la combate.


 Forma aguda. —Para dar una idea exacta de los caracteres que presenta esta forma insertaremos, antes de hacer su descripción, algunas observaciones.

 1ra Observación. —"La Srta. M de 22 años de edad, temperamento nervioso, constitución débil, entró en el Hospicio de la Salpêtriére el día 13 de Agosto de 1840. Esta joven, hallándose en el período de su menstruación, fue testigo de una riña efectuada entre dos jóvenes. Uno de estos, herido en dos o tres puntos del pecho, cae al suelo bañado en su sangre; la joven le cree muerto y horrorizada huye despavorida; llega a su morada, se encierra en su aposento y una agitación extremada se apodera de ella. La escena sangrienta que acababa de pasar no se separa un instante de sus ojos. Consigue sin embargo tranquilizarse en el resto de la tarde y llega a dormirse; pero de súbito en medio de la noche se despierta oyendo un ruido extraordinario, ve tres fantasmas blancos que se aproximan poco a poco hacia su cama, levantan una trampa que se hallaba a los pies de esta y tratan de aprisionarla en ella. Asustada salta del lecho y se pone a correr por todo el aposento; entonces ya la trampa había desaparecido, lo mismo que las fantasmas, pero si continuaba viendo al rededor suyo unas cabezas horrorosas de rostro pálido llevadas sobre cuerpos pequeños que se agitaban y procuraban apoderarse de ella. Entonces, para defenderse M…, se arma de varios objetos de loza que lanza a las paredes del aposento creyendo herir así a los espectros; y de esta suerte creía defenderse de los supuestos agresores, cuando les vecinos despiertos por el alboroto y los gritos de la paciente acudieron a su aposento y forzando la puerta la contuvieron. Conducida al hospital, se reprodujeron las escenas ocurridas en su casa por efecto de las alucinaciones; veía además fogoneros que se acercaban a ella para quemarle los pies, lo cual la obligaba a dar unos aullidos espantosos. La segunda noche vio también espectros que se aproximaban a su cama y le pareció oír un rumor confuso, un ruido vago de voces que altercaban, ruido de cadenas que salían de bajo su cama. En la noche del 14 al 15 fue también incomodada por algunas alucinaciones de la vista y del oído. Pero después de esta fecha todo ha vuelto a entrar en el orden: la enferma duerme perfectamente, trabaja durante el día, raciocina bien y se admira mucho de todo lo que ha visto y oído en las noches anteriores. Su menstruación, que se había suprimido después del accidente que determinó la enfermedad, reapareció a su época normal, y hoy 1ro de Setiembre de 1840 sale M del hospital completamente curada." Esta observación la he tomado en los libros de observaciones del servicio de Mr. Trelat. (División Pariset.)

 2da Observación. —La joven B. de 20 años, lavandera, fuerte constitución &c., fue conducida al Hospital el 21 de Julio de 1859. El seis de este mismo mes había sido atacada de una fuerte bronquitis acompañada de cefalalgia intensa. Estuvo ocho días adieta absoluta; sus reglas que debieron venir del 10 al 12 no aparecieron. Se hicieron por indicación de un médico dos aplicaciones de sanguijuelas en los muslos los días 15 y 16 de Julio, pero sin resultado favorable. Entonces la enferma debilitada por estas pérdidas sanguíneas, por la abstinencia anterior y por la afección misma del pecho, comenzó a experimentar alucinaciones: veía por las noches animales de todas formas y tamaños; oía ruido de cadenas que tiraban unos hombres que parecían amenazarla y que se aproximaban a su cama hablándola; oía una voz que le prometía el cielo por premio de sus padecimientos. Le parecía que alguien le mordía las piernas; que se hallaba como colgada en la cama y que la empujaban de un lado a otro para que se balancease así durante la noche. Esta enferma es naturalmente tranquila, responde con precisión y da cuenta detalladamente de sus alucinaciones; sin embargo, hay en ella una especie de asombro, de embarazo intelectual. Al siguiente día de su entrada en el Hospital (el día 22} la menstruación apareció durante la noche. El 23 por la mañana B… se halla mucho mejor, y nos dice que su cabeza se ha despejado n notablemente; ha tenido algunas alucinaciones en la noche, pero más cortas y poco intensas. El 24 se halla enteramente bien, su fisonomía es natural, no ha tenido alucinaciones en la noche. En los días subsecuentes la enferma sigue bien y el 19 de Agosto siguiente sale del Hospital curada.

 3ra Observación. —María L. de 42 años de edad, sirvienta, entró en el hospicio el 1 de Octubre de 1841, su constitución es fuerte, muy pictórica y predispuesta á mareos. Hace dos años que su menstruación empezó a perturbarse y de un año a esta parte no ha menstruado más que únasela vez. El día 10 de Agosto la enferma se despierta en medio de la noche y oye voces que llaman por su nombre; distingue entre estas voces la de su madre, su hermana y su cuñada -que había fallecido- las cuales le piden con instancia mande decir misas para la salvación de sus almas. Algunos instantes después el ruido cesa. El día siguiente lo pasa tranquila; más por la no che, estando acostada y al invadirla el sueño, se repite el mismo fenómeno, pero las voces más claras y tan fuertes, que la impedían dormir manteniéndola en el estado de vigilia. Despierta enteramente, ya no oía nada; mas apenas la invadía nuevamente el sueño, las voces volvían á incomodarla. Hacía ya algún tiempo que la paciente soñaba mucho con sus parientes muertos; pero durante el día ni pensaba en ellos. Las alucinaciones del oído, que también se presentaban al tiempo de despertarse, no volvieron más durante cerca de tres semanas en cuya época tuvo un vértigo; se la sangró y el mismo día reaparecieron las alucinaciones. Estas se presentaron, lo mismo que la primera vez, durante el sueño; oía voces que la amenazaban de muerte, que le pedían misas; veía mariposas, pajarillos que volaban al rededor suyo, ratoncillos que corrían por su aposento; además sentía mareos.

 Estas alucinaciones arrastraron sin duda a la enferma a cometer actos irregulares que motivaron su conducción al hospital; mas desde su entrada en este, las falsas percepciones no reaparecieron y María L. pudo salir de él casi sin haber presentado ningún signo bien marcado de delirio. —Esta observación la hemos tomado de la obra de Mr. Baillarger "Investigaciones sobre las enfermedades mentales." París 1853.

 4ta Observación. —N… sirvienta, de 43 años de edad, fue conducida al hospital el día 21 de Mayo de 1860. Hacia algún tiempo que esta mujer se hallaba sin colocación y quiso ir a trabajar a jornal. El domingo 19 de Mayo hacia un sol ardiente; se puso en marcha para Versalles y llegó un poco más allá del pueblo de Saint Cloud al mediodía; se sintió cansada y muy sofocada, por lo cual se sentó en una piedra que encontró a orillas del camino bajo la sombra de un álamo. Pocos momentos después pasan tres militares y N… se figura oír que conspiran contra ella. Los tres soldados debían esperarla a poca distancia del lugar en que se encontraba para asesinarla. Asustada con esta idea, en vez de continuar hacia "Versalles" como lo había pensado, retrocede en dirección de Saint Cloud. El camino estaba muy concurrido a causa del buen tiempo que hacía, y a cuantas personas pasaban, N… les oía decir: es necesario asesinarla.

 Llega a Saint Cloud y se dirige a la gendarmería a quejarse que varias personas querían matarla, y repitió lo que había oído en el camino de Versalles. Pero los gendarmes creyéndola ebria, porque a causa del sol y de la marcha excesiva tenía el rostro muy encendido, la obligaron a permanecer en el cuerpo de guardia hasta el día siguiente. Durante la noche N… no durmió y vio muchas caras y figuras extraordinarias que pasaban por delante de sus ojos; pero esto no la atemorizaba, pues juzgaba que solo era un efecto de su imaginación. Al siguiente día la dejaron partir y continuó su marcha para Versalles; llegó a esta ciudad, la recorrió y solicitó trabajo en varias casas, pero sin resultado; regresó a París el mismo día y sin descansar un instante en el camino, temerosa de que le hiciesen daño si se detenía. Sin embargo de esto, cuando volvía de Versalles creyó oír por el camino voces que le anunciaban su muerte. A unos jóvenes que seguían el mismo camino y a quienes ella precedía pocos pasos, le pareció oírles también proferir palabras de siniestro agüero, y además un espía la acompañaba. “Es menester obligarla a pasar por aquí”, decían los jóvenes al espía, “ y no se nos escapara”, &c. Cuando llegó N… a París fue inmediatamente a casa del comisario de Policía y dio nuevas quejas exponiendo que se quería a todo trance acabar con su existencia. Entonces fue que la condujeron al hospital.

 Desde su entrada en el Asilo, cesó esta mujer de oír las voces que la perseguían antes; pero no podía creer aun, que todo lo que había pasado por ella fuese una ilusión, exceptuando las visiones que ella apreciaba muy bien como efecto de su imaginación exaltada. Esta creencia de sus alucinaciones del oído no persistió, sin embargo, y N… perfectamente curada, salió del hospital un mes después (Continuará.)

 

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