martes, 21 de agosto de 2012

Sobre diversiones públicas...



 
 El primer expediente con que se estrena este Tribunal es el de las diversiones públicas. Sobre ellas hay tanto que hablar que si lo fuera a decir todo, ya había tela cortada para llenar números de mi periódico. Lo cierto es que en la Habana jamás ha habido tanta abundancia de diversiones como en el día. Comedias, Óperas, Volatines, Teatro mecánico, figuras de cera, Gabinetes de física, y que sé yo qué otras cosas más. Vaya sobre que no se puede ver esquina alguna que no esté llena de emplastos y de chichones, a causa de los innumerables que en ellas se ponen para estas funciones. Uno dice: Maroma, en otro Circo, en otro Teatro de la Alameda, etc. Jesús! Jesús! Todavía me dura el dolor de cabeza que gané la otra mañana por leer unos cuantos carteles de estos tan empinados en ademán de huirse por los tejados, que por poco me desnuco al tiempo de levantar la cabeza para echarle los clisos. Para otra vez que se me ofrezca leerlos voy a prevenirme de unos zancos, o a pedir prestada una escalera (...)
 Teatro mecánico. Ya mi Substituto ha dado una idea de esta función que más bien puede llamarse un totilimundi. Sin embargo, no deja de tener algún mérito para los muchachos, y para aquellos individuos que se quedan elevados viendo una frioleras tales como las figuras de papel que se juegan en este Teatro.
 Figuras de cera. Estas se enseñan en una casa en las cinco esquinas del Ángel. Lo primero que se presenta son los dos filósofos Heráclito y Demócrito, de figura poco más del natural: las cabezas no están mal ejecutadas, pero el cuerpo lo tienen vestido de un túnico negro que no les falta más que un pañuelo blanco por el pescuezo para que parezcan sayones. Siguen luego Kleber vestido de Abate, Bonaparte con una casaca verde galoneada de oro por el canto, y muy indecente; su mujer, la familia Real del Rey de Inglaterra, un niño nada bueno, Marat, y su asesina, con tres o cuatro figuras más, que es toda la colección. Sobre los vestidos con que están adornados estos personajes, es una verguenza hablar. Ya se ha dicho el modo con que está vestido Bonaparte, pues no están mucho mejor los Reyes de Inglaterra, ni Marat, ni ninguno. Sujeto hay de éstos que tiene unos calzones descoloridos y sucios, y además con un pequeño zurcido de una cuarta de larga. Vaya no puedo de esta indecencia sin que se me altere la bilis, más vale dejarlo...

 El Regañón de la Havana, 3 de noviembre de 1801. 


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