sábado, 14 de mayo de 2011

Retrato de Cipariso







Manuel de Zequeira y Arango               


Con un traje muy extraño
iba el joven Cipariso;
y sin prevenir su daño
se miraba cual Narciso
en la fuente del engaño.

Es de la moda el modelo
es alhaja de Tetuán
es hermoso como un cielo
es un suave mazapán
y es un dulce caramelo.

Su cabeza según siento
es un globo que en su esfera
nunca puede haber asiento;
porque hay polvo por de fuera
y por dentro mucho viento.

A modo de banderolas
le colgaban dos alones
como risos, haciendo olas;
y el talle de los calzones
eran fundas de pistolas.

Trae sus treinta diferencias
de pomadas nunca vistas
y con estas trascendencias
en amorosas conquistas
sabe rendir las potencias.

Llevaba entre otras bellezas
un centro de holán clarín,
demostrando con franquezas
que sólo en el corbatín
le entrarán sus quince piezas.

A su camisa, que es fina,
la guarnece con donaire
un vuelo hasta la pretina
y así que le daba el aire
era una vela latina.

La casaca es tan galana
por delante en su disfraz
que parece circasiana;
pero vista por detrás
tiene honores de sotana.

A un sombrero triangular
que como nube traía
tanto lo quiere halagar
que aunque no se lo ponía
le iba dando de mamar.

En vez de anillo exquisito
una losa lleva opaca;
pero lo más inaudito
es ver que de una guataca
trae pendiente un aretito.

Dos relojes con afán
manifiesta por momentos
que apuntan, pero no dan,
con los mismos movimientos
que el acero sin imán.

Abastece sus bolsillos
con fantásticos doblones
llevando por juguetillos
dos palillos por tacones
y por piernas dos palillos.

Es su explicación discreta
y en su traje da a entender
que sabe dónde le aprieta
el zapato; y esto es ser
erudito a la violeta.

Se cubre de metal fino
los pies, con dos hebillones;
y en la casaca imagino
que en lugar de los botones
lleva ruedas de molino.

Es tan grato el jovencillo
en todas sus hidalguías
que hará con notable brillo
cuatrocientas cortesías
en el centro de un ladrillo.

En fin en todo su tren
indica una discreción
sin igual, y con desdén
repitiendo el sanfasón
es un puro parisién.

Este es todo el aparato
que llevaba Cipariso,
imitarlo con conato
porque infiere que es preciso
retratar este retrato.

Pero al verlo tan prolijo
una vieja en un estrado
con tono descompasado
abriendo los ojos dijo:
válgame Dios.
 

 Papel Periódico de la Havana, no. 57, 15 de julio de 1792. Publicado inicialmente bajo el seudónimo Izmael Raquenue. Se modifica la ortografía del original.  

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