A un ave de rapiña
Me convienes, pues me puedes hacer reír
y no te ciega la paja
que los vientos mandan –en remolino- desde el almiar.
Sabes pensar, lo que piensas lo dices
con mucho del orgullo de Sansón y de su desolado
remedio, por lo que nadie se atreve a mandarte a callar.
El orgullo te sienta bien, pájaro colosal que tanto
[te pavoneas.
Ningún corral te hace parecer absurdo;
tus garras de bronce son firmes ante la derrota.
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