Un suscriptor nos dirige una carta, de la cual extractamos los siguientes párrafos:
“Es el caso que, los que llevamos nuestra familia al paseo de Colón, nos vemos precisados a retirarlas a las nueve de la noche; pues de esa hora en adelante, no hay persona honrada que pueda presenciar los repugnantes cuadros que allí se exhiben.
El hermoso paseo desde esa hora hasta la
madrugada, parece el punto de reunión de mesalinas ambulantes, de todas las
edades y colores; a donde acuden a la vez hombres que por su edad y
representación, debieran tener más respeto a las familias y a sí mismos.
Al propio tiempo pulula por el citado paseo
una cohorte de afeminados, carteristas, borrachos y chiquillos pescadores de
perros, que tal parece que en esta culta ciudad no existen agentes de policía.
No sé si las casetas, quioscos o chalets, que
adornan los jardines fueron puestos para aclimatar flores y plantas o para
cultivar en ella cierta clase de legumbres que suelen pernoctar en ellos; por
eso no digo más.
Por tanto, señor Director, interponga sus
ruegos con el señor Porrúa, Gobernador de esta región, o el señor Saaverio, Alcalde
Municipal e implacable enemigo de los perros, para que, si se dignan descender
un poco de la altura en que se hallan colocados, dispongan algo que redunde en
beneficio de las familias honradas que concurren al paseo más hermoso de La
Habana.
Le anticipa las gracias su affo. s. s., Un suscriptor."
"Naturalismo a lo Zola", Diario de la Marina, 7 de julio de 1896, p. 4.
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