jueves, 27 de marzo de 2025

El reformatorio Aldecoa

 Pasado el Cerro, en Ciénaga, veis a los lejos, en un montículo, unos chalets agrupados que constituyen los distintos pabellones del reformatorio de Aldecoa. 

 (…) Lleva 27 años de existencia, acogiendo en su seno, aquellas jóvenes de 10 a 19 años de edad, que ha instancia judicial, gubernamentativa, o mediante un expediente tramitado al efecto por los padres o tutores de la interesada, con intervención de la autoridad, son enviadas al mismo por haber quebrantado la ley, o bien, quebradas las alas de su pureza, siguieron el camino tortuoso de la frivolidad, o quisieron, inquietas, vivir su vida”, fueron arrojadas por la vorágine de las malas pasiones...

 La superiora nos detalla la vida de aquellas jovencitas dentro del establecimiento: una vida sencilla, de hogar reconfortante para sus espíritus atribulados… Levántanse muy temprano, rezan sus oraciones, y luego, fuera de algunas horas de recreo, dan clases de instrucción, se ejercitan en los servicios domésticos, acuden a los talleres de costura y bordado, y algunas aprenden mecanografía, música, pintura…

 En la actualidad hay en aquella institución 115 acogidas, aventajando en número la raza de color a la blanca, y existiendo entre ellas muchas huerfanitas, es una cosa lógica: la huérfana carece de aquel freno moral y vigilancia, que le imprimen sus progenitores, camina sin rumbo en las tinieblas de su existencia, hacia lo Desconocido… En este camino es abundan y  pueden acecharla, como aves de presa, aquellos desalmados, en cuyos cuerpos la lujuria ha encendido una llama que flamea constantemente…

  Vimos los dormitorios amplísimos, con grandes ventanales que daban al jardín. En ellos, tres hileras de camitas medias. Al fondo una imagen.

 Pudimos observar la limpieza y buen orden que reinaba en el comedor y la cocina. Aquel lo constituyen unas mesas sencillas con bancos rústicos, uniformes. Estás, radiantes de luz, son de  novísimo sistema, brillando reluciente los enseres que en la misma se utilizan. Esto nos reveló que las jóvenes gozan de cierto confort. Y de mucha higiene.

 Pasamos al taller de costura. En él estaban a máquina -movidas por motor eléctrico- un buen número de jóvenes. Vestían uniforme azul. Ávidas, trabajaban, su mirada en la labor, las cabecitas inclinadas… ¡cabecitas locas! Cuántas ideas no se despertarán en vuestra mente, en esas horas en soliloquio en que miráis impertérritas vuestro trabajo. Yo contemplaba emocionado. Y sentía una inefable ternura al veros trabajar, porque pensaba, que aquel era el camino de vuestra redención.

 Luego visitamos la escuela: una escuela moderna, alegre, aireada. Allí adquieren la primera instrucción las que de ella carecen -que son muchas- y la perfeccionan las que la tiene.

 También vimos el taller de bordado, en el que estaban algunas alumnas haciendo delicadas labores que revelaban sumo grado de perfección y buen gusto.

 Con anuencia de la madre superiora interrogamos algunas muchachas. Queríamos explorar aquellas almas atribuladas, inquirir las cosas que las indujeron o sedujeron a seguir el camino del Mal.


 Una de ellas, de rostro agraciado, guedejas rubias, de ojos de un azul límpido, nos habló ingenuamente, sencillamente. En el transcurso de su conversación, al recobrar su vida equivocada, los ojos se le ungían de lágrimas…

 -Sí. Aquel día no había que comer en casa -nos confiesa. Mi hermana estaba enferma, mi madre -como os he dicho- loca. Nadie podía ampararnos. Todas las puertas habían cerrado. Salí a la calle desesperada. Intenté inútilmente buscar trabajo. Nada. A mi paso los hombres me miraban, audaces, me piropeaban… pasó por mi mente una idea y.. sonreí también a la vida y a los hombres…, perdiendo en esta fingida alegría mí "único” tesoro. 

 Después... ¡Dos años de infortunio! Muchas lágrimas, muchas tristezas. Y por último… No pudo continuar. Sollozaba.

 Interrogué, cauto, a una niña que solo contaba 14 años. En su boca diminuta florecía una sonrisa picaresca. Sus ojos negros, brillantes, miraban audaces. Era resuelta, parlanchina, y tenía gracejo. Fue raptada por el novio. A quien quiere locamente. Para él todos los sacrificios. Todas las abnegaciones…Supo despertar en mí tal cariño -me dice- que me ofrende generosa. ¡Que me importaba¡ ¡si estoy unida espiritualmente, si es él porque de mi vida!

 

 Pone en su palabra toda la vivacidad de la pasión que la arrebata. Es más. Ella sueña constantemente con el ser querido quien, la ha hecho promesas de matrimonio. Y un día -tal vez pronto- podrá unirse a él, forjar un hogar y ser dichosos… lo que hace falta es que la inquebrantable realidad no trunque esos sueños.

 Luego conversamos con una bella niña de creencias negras, cuidadosamente peinada hacia atrás, de frente amplia, de labios gruesos, tez cetrina, y de mirar expresivo. Cuenta también 14 años, y conoce su existencia mísera toda la faceta brutal de la vida, de esa vida de ricachona de perversidad e ignominia. Ella supo de amor, y puso en su pasión -ajena a todo egoísmo- todo el fuego de sus años núbiles, todo el candor de su primera juventud. Más luego el “agraciado” -con instintos de hiena- la obligó a ofrecer sus caricias a otro. ¡El monstruo comía el pan ganado a este precio!

 El ciclón del año último causó graves desperfectos en los distintos pabellones del reformatorio Aldecoa, pero merced a la buena voluntad del actual Ministro de sanidad, el doctor Francisco María Fernández y secundado por el director de aquellas “esclavas del destino y el funcionario Antonio Berándolas, se están haciendo en este establecimiento, como hemos podido comprobar, importantes reformas.

 Nos despedimos de las muchachas: un sol radiante iluminaba el camino cuando volvíamos impresionados la vista… ¡Yo os pido lectores ayudar a estas infelices!



 "El reformatorio Aldecoa", por Argos, (fragmentos), Carteles,  16 de octubre 1927.  

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