Gustavo López
Bastante conformes tenemos que mostrarnos, si
bien no sea de modo absoluto, con las apreciaciones que el Dr. Paul Garnier
formula en un interesantísimo artículo publicado recientemente en un acreditado
periódico de medicina, que ve la luz en la capital del mundo civilizado.
"Afasia
y locura" se titula el escrito a que hace referencia, y en el que, en
elegante lenguaje, expone razonadamente el Dr. Garnier, lo mal que se hace en
considerar a la afasia como un síndrome clínico aislado. El afásico, dice, es
un herido del cerebro: detrás de esa perturbación de la lengua, ha de existir
una perturbación psíquica; y la lesión mental es la lesión generatriz de la
afasia. Y a la vista de este criterio, muéstrase en completo desacuerdo con la definición
que da Legroux de la afasia, la que, por otra parte, tiene el de mérito de su extensión.
Hela aquí: "Es la disminución o la perturbación de la facultad normal de
expresar las ideas por medio de signos convencionales, o de comprenderlo, a
pesar de resistir un grado suficiente de inteligencia, y a pesar de la
integridad de los aparatos sensoriales, nerviosos y musculares que sirven para
la expresión o percepción de estos signos."
Garnier asegura, consecuente con su criterio,
que las divisiones que bajo el punto de vista teórico y médico-legal se han
hecho de la afasia, son puramente artificiales, pues que ellas no representan
más que una diversidad de gradaciones que sólo son las indicantes del mayor o menor
nivel de las perturbaciones mentales.
Apoyado en datos clínicos recogidos
personalmente, cree poder aseverar que la afasia se observa en individuos
degenerados, intelectualmente hablando. Asimismo, estima que su práctica le
permite afirmar que los afásicos presen tan verdaderos trastornos cerebrales,
más o menos evidenciados: él ha podido comprobar la existencia de ilusiones,
alucinaciones, ansiedades, etc., si bien confiesa que comúnmente se ven exentos
de delirio.
El afásico, dice, representa un estado mental
especial, al que pueden aplicarse las mismas deducciones y consideraciones
pronósticas que se establecen en la categoría de las enfermedades cerebrales, y
que éste estado especial con viene estudiarlo detenidamente, para hacer después
las deducciones que correspondan.
La afasia, en una palabra, no representa para
el Dr. Garnier, sino una mera complicación, dependiente de la lesión anatómica
del cerebro de los enajenados. Al lado del afásico venido a loco, él coloca al
loco venido a afásico. La onomatomanía de Charcot y Magnan es, según
afirma, una evidente muestra de sus afirmaciones: ese es un estado mental
especial en que existe la amnesia verbal.
No podemos ocultar las simpatías que ha
despertado en nosotros la lectura del artículo del ilustrado Dr. Garnier. A virtud
del interés ocasionado por sus precisos conceptos, hemos hojeado nuestros
apuntes clínicos, entre los que encontramos los siguientes datos, de entre los
afásicos que hemos asistido:
Un sujeto de 54 años, tipo perfecto de
parálisis general de los alienados, y cuya afección tuvo por comienzo una
afasia completa, con alteraciones en la escritura, en la lectura y también en
los signos mímicos. Con estos síntomas coexistían alucinaciones de la vista,
errores de concepto y personas, y manifestaciones poco activas de un delirio de
grandeza, que nuestra insistencia pudo descubrir, y que más tarde se tradujo al
exterior con formas bien aparatosas.
Después de una duración de seis meses, mejora
la afasia, a medida que van apareciendo los signos evidentes de la parálisis
general, que se completaron cada vez más hasta postrar el enfermo. En estas
condiciones dejamos su asistencia. Otra nota nos recuerda la asistencia
prestada a un melancólico, joven que se nos recomendó insistentemente, y al que
adornaban una herencia morbosa cerebral y directa. Pues bien, este joven en el
curso de su afección, sufrió de una afasia incompleta de la que no curó, como
así tampoco de su lesión cerebral.
No hace mucho tiempo que venimos asistiendo a
una señora de más de 60 años de edad, que sufre de reblandecimiento cerebral, y
cuya afección se inició por la pérdida súbita de la palabra y delirio
persecutorio. Después de unas 26 horas de este estado, cae como herida por un rayo
con la hemiplejia izquierda. Del tercero al cuarto día, cesan los fenómenos
afásicos, coincidiendo con cierta mejoría, con algunos movimientos del lado
paralizado, deseos de levantarse, comer, etc.
Actualmente también prestamos asistencia a un
afásico, de antecedentes específicos, en quien no han dado resultado los
tratamientos más racionales y más enérgicamente dirigidos, y que ofrece ligeros
desórdenes cerebrales con una notable debilitación de sus facultades
intelectuales, con una absoluta falta de voluntad, con ciertas alteraciones de
la micción y con notable exageración del apetito venéreo.
Y en cuanto al apoyo que a las afirmaciones
del Dr. Garnier presta ese estado mental que Charcot y Magnan han bautizado con
la frase griega de оnomatomanía, es evidentísimo. Con ese término, que significa manía del
hombre, han querido las prestigiosas autoridades que lo han empleado, señalar
un estado de alteración mental en el que el enfermo dedica y concentra toda su atención
en la busca de un nombre desconocido, de una frase o de un número olvidado,
pero con un afán y ardor tales, que este esfuerzo absorbe totalmente el poder
de sus facultades psíquicas. La no satisfacción de este anhelado de seo
determina en los enfermos crisis indefinidas de angustia y agitación extrema.
Pues bien, ¿hay necesidad de recordar o repetir que este estado, con mayor o
menor viveza de colorido, lo ofrecen los afectados de amnesia verbal?
Ahora bien, la aceptación que hacemos de los
conceptos encerrados en el trabajo de Paul Garnier, ya hemos dicho que no es
absoluta. Si detrás de una alteración del lenguaje, y coetánea con ella hemos
comprobado la existencia de perturbaciones psíquicas, y si hemos visto que
lesiones mentales parecen ser la lesión generativa de una afasia, no por eso negaremos
la existencia de afasias en las que no se han descubierto alteraciones del orden
psíquico. Todavía no sabemos tampoco si estamos libres de fortuitas
coincidencias.
Por las relaciones más o menos estrechas que
se evidencian entre la afasia y la locura, y por la paridad que atestiguan con
las apreciaciones de Garnier, es por lo que nos creemos en el deber de apuntar
los datos expuestos, que hacen relación a nuestra experiencia personal. De esta
manera se atrae la atención sobre un punto de estudio tan precioso y que tanto interés
encierra. El contingente de nuevos datos, de estudios más completos, de
investigaciones más sostenidas y acabadas -que de seguro surgirá- será quien
decida si han sido ciertas o demasiado absolutas las apreciaciones del clínico francés.
“La afasia y la locura”, Crónica
Médica Quirúrgica de La Habana, 1889; 15:351-3. Anales del Círculo Médico
Argentino, Año XII, T-XII, núm. 8, agosto de 1899, pp. 287-90. El Estudio.
Semanario de Ciencias Médicas (México), T-II, núm. 7, 17 de febrero de 1890,
pp. pp. 101-03.
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