En el largo espacio de quince años que tiene
de existencia esta publicación, distintas veces nos hemos ocupado del
lamentable estado sanitario y económico del único Manicomio, destinado a
albergar el número, cada vez más creciente, de enajenadas de toda la Isla. El
eco de nuestra voz no ha repercutido en los altos centros gubernamentales,
entretenidos en asuntos menos importantes pero más aparatosos; ni ha emocionado
siquiera a los poderosos que malgastan la fortuna adquirida en el país, o emplean
una parte de ella en aliviar males extraños, sin acordarse de las desgracias
propias. No obstante la indiferencia de los unos, la insensibilidad de los
otros, hemos continuado y continuaremos cumpliendo nuestro deber, llamando la atención
acerca de la Casa de Enajenados, que a la circunstancia de no reunir ninguna de
las condiciones reclamadas por la ciencia contemporánea para esta clase de
asilos, se agrega la de no ser capaz para el crecido número de enfermos en ella
recogidos.
Oigamos lo que nos dice el ilustrado
mentalista Dr. López, cuya autoridad como médico interno de dicho
establecimiento, es indiscutible. Hacemos nuestras las consideraciones de tan
competente colega, y ofrecemos a los respetables y dignos comprofesores que
están al frente del Manicomio, nuestro concurso, hasta conseguir elevar éste a
la altura que la ciencia y la civilización reclaman:
Señor redactor-jefe de la Crónica
Médico-Quirúrgica de la Habana. Mi distinguido y estimado comprofesor:
Las breves, pero sentidas y
elocuentísimas líneas que dedica la ilustrada redacción de la Crónica en
su último número a la Memoria histórico-administrativa del "Hospital Reina
Mercedes," han sido para mí estímulo poderoso, que sacudiendo mi especial escepticismo,
me mueve a suplicaros, con encarecimiento profundo, que seáis vosotros, nobles
campeones de toda idea y de toda obra grande, justa y meritoria, quienes con el
fulgor prestigioso de vuestras personalidades, y mediante vuestro acreditadísimo
periódico, los que contribuyáis a levantar ese velo espeso y tupido -que no es
más que la influencia- que se cierne con implacable constancia sobre la única
Casa de Enajenados que existe en la Isla de Cuba.
Si la ostentosa y despilfarradora ciudad de la
Habana ha vivido sin hospital de caridad hasta nuestra época; si los hospitales
de San Juan de Dios y San Felipe y Santiago, no eran sino almacenes de
enfermos, en cuyos pórticos la diosa "Higiene" hubiera estado
avergonzada y dolorida..., entonces nuestra pobre Casa de Enajenados no puede
ser sino algo así como una pocilga o corral de encierro para los infelices
alienados, y a cuyo frontis la estatua de la "Higiene" no puede estar
sino invertida y destrozada.
La ciudad de la Habana, que aunque extenuada y
abatida, no deja de hacer vanidosas ostentaciones de caridad, acudiendo a
remediar lejanísimas calamidades, olvida y ha olvidado siempre, que a su borde
mismo, a 16 kilómetros de su casco, viene arrostrando la vida de la miseria un
enorme número de enajenados, infelices seres a quienes a un mismo tiempo faltan el don preciado de la
inteligencia y el pan consolador de la caridad y que viven hacinados,
disputándose a todas horas el aire para sus pulmones, y sin tener tampoco el
alimento con la abundancia que precisan las modernas exigencias fisiológicas.
Cierto es que bondadosos corazones han tratado de aliviar la suerte del loco y entre otros, me complazco en citar a Da Julia Alfonso de Moliner y al primer Conde de Cañongo, pero... tan limitadas voluntades no han podido dar extensos y continuados beneficios. El Tesoro público, el Estado, que conjuntamente con los Ayuntamientos, y por propio prestigio, debieran atender al Asilo benéfico, único, que recoge los alienados de todas las poblaciones de la Isla, lo descuidan, al punto de que mientras la primera institución amengua más y más el socorro que destina al Manicomio, los Ayuntamientos, en su inmensa mayoría, no abonan las dietas que corresponden a cada loco de sus respectivos términos. Y se ve con dolor que el Ayuntamiento de la Habana debe hoy al Asilo más de trescientos mil pesos oro, y conjuntamente los de las seis provincias en que Cuba está dividida, tienen contraída con este Manicomio una deuda de más de ¡medio millón! de pesos oro.
Con esta suma, y con
algo menos, habría para atender perfectamente a las necesidades de nuestra casa
de orates; y quizá también para construir bajo nueva planta un moderno
Manicomio, que lo fuese realmente tal.
¡Cuán bien, pues, y dentro de triste relatividad escapa el "Hospital Mercedes" a quien el Ayuntamiento de la Habana le adeudaba noventa y dos mil y pico de pesos!
El espectáculo de la Casa de Enajenados es realmente bochornoso e impropio de una raza noble y caritativa, y de un pueblo como el nuestro, que se precia de culto.
Su situación es cada
vez más y más embarazada y dificultosa, y el arrastre sucesivo de sus déficits,
la llevarán a una segura bancarrota, si la inagotable caridad de este pueblo, y
la decidida y sostenida voluntad y atención por par te de nuestras superiores
autoridades, no la sacan de su anómala y actual situación.
Confiados esperamos en las promesas que personalmente nos fueron hechas por nuestra Autoridad Superior, en Marzo último, cuando nos prometió visitar el Manicomio.
Contribuid, pues, conmigo, y apoyado por
vuestros sabios compañeros, a que no se condene a un injusto olvido, a la única
Casa de Enajenados con que Cuba cuenta; recordad conmigo, una y otra vez, que
de todos los seres menesterosos, el loco es el que sin duda merece más protección
y cuidados, pues que carece de la inteligencia necesaria para dirigir sus
actos, conducirse y evitar las asechanzas y peligros que rodean nuestra vida;
repetid conmigo, una y mil veces, que el alienado, similar al niño, necesita
una constante tutela y solícitos y especiales cuidados, que no pueden
tributárseles sino en establecimientos especiales; significad conmigo, a ese
pueblo de la Habana que hoy se enorgullece porque ha prestado alientos y apoyos
al magnífico "Hospital Mercedes," cuán justo y cuán noble y
caritativo es, que dirija sus miradas hacia este otro no menos caritativo
plantel, a fin de que, en el mañana, sean dos las obras meritísimas que se
deban a sus sentimientos filantrópicos; y excitad conmigo, si necesario fuere, a
las autoridades todas, para que miren con verdadero y constante interés y
piedad a nuestro pobre Manicomio.
Placiéndome de antemano con vuestro
valiosísimo apoyo, y significándole mi mayor estima por ello, y por la publicación
de las líneas que preceden, tiene el mayor gusto en reiterarle la consideracion
más distinguida, su afectísimo compañero.
Dr. Gustavo López, Ferro, Julio 30 de 1889.
“Casa de enajenados”, Crónica
Médico-Quirúrgica de la Habana, T. XV, 1889, pp. 351-53.
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