André Breton
Nosotros los pájaros que encantas siempre desde lo alto
de esos belvederes
Y que cada noche no formamos más que una rama florecida
de tus hombros a los brazos de tu carretilla bienamada
Que nos desprendemos más vivos que centellas de tu muñeca
Somos los suspiros de la estatua de cristal
que se incorpora cuando el hombre duerme
Y brechas brillantes se abren en su lecho
Brechas por las que pueden percibirse ciervos
de cuernos de coral en un claro del bosque
Y mujeres desnudas en lo profundo de una mina
Recuerdas te levantabas entonces descendías del tren
Sin una mirada para la locomotora presa de inmensas
raíces barométricas
Que se queja en la selva virgen con todas sus
calderas doloridas
Sus chimeneas con humo de jacintos
y movida por serpientes azules
Te precedíamos entonces nosotros las plantas
sujetas a metamorfosis
Que cada noche hacíamos signos que el hombre
puede sorprender
Mientras su casa se desploma y se sorprende
ante los engranajes singulares
Que busca su lecho con el corredor y la escalera
La escalera se ramifica indefinidamente
Conduce a una puerta de haces de heno se abre
de pronto sobre una plaza pública
Hecha de dorsos de cisnes una ala abierta para el pasamano
Gira sobre sí misma como si fuera a morderse
Pero se contenta con abrir bajo nuestros pasos
todos sus escalones como gavetas
Gavetas de pan gavetas de vino gavetas de jabón
gavetas de espejos gavetas de escaleras
Gavetas de carne con empuñaduras de cabellos
A la hora precisa en que millares de patos de Vaucanson
se alisan las plumas
Sin volverte tomabas la llana con que se hacen los senos
Te sonreíamos nos enlazabas por el tallo
Y tomábamos las actitudes según tu placer
Inmóviles para siempre bajo nuestros párpados
tal como la mujer gusta ver al hombre
Después de haber hecho el amor.
De Le revolver à cheveaux blancs
Traducción de César Moro
Letras de México, núm. 27, 1ro de mayo 1938, p. 261; y, Antología de la poesía surrealista de lengua francesa; selección de Aldo Pellegrini (Fabril Editora, Buenos Aires, 1961). Imagen: Breton en el Palacio Ideal del cartero Cheval, 1931.
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