miércoles, 21 de febrero de 2018

Martí x Vargas Vila


 Vargas Vila

 Pasó! indignado, soñador, melancólico.
 Pasó! con el enjambre de sus sueños; con la tempestad de sus cóleras; con sus tristezas de vencido; con el rumor de sus estrofas; con el himno triunfal de su palabra.
 ¿Soñador? Así lo llaman. ¡Sueño sublime!
 ¡Oh la libertad, hermoso sueño! Con ella soñaba Bolívar en Jamaica mirando la mar turbia, el cielo negro, escapado al puñal, y triste y solo... Con ella soñaba Mazzini, perseguido, hambreado, saliendo a los caminos de Suiza, desgreñada la blanca cabellera, para interrogar a los transeúntes sobre la agonía de su Italia bajo los cascos de los croatas. Con ella soñaba Kosciusko. Con ella soñaba Palacoff, dando al viento como mariposas del dolor sus estrofas aladas, allá sobre la playa de Siberia, bajo el cielo sin luz, cerca a las olas negras, a la estepa inclemente, viendo levantarse en el cielo triste una estrella blanca, que él llamaba el alma de Polonia... ¡Oh sueños con la libertad y con la patria; sueños generadores del heroísmo y de la gloria; columna de fuego que lleváis los pueblos al combate, o bello y pálido heraldo que lleváis las grandes almas al martirio, benditos seáis!
 La libertad es el sueño de las almas grandes.
 La patria esclava es el tormento de las almas fuertes.
 ¡Oh sueño tempestuoso Y bravío de los proscriptos y de los oprimidos! Pasad, soñadores, con la frente alta, sintiendo como os persigue la carcajada estólida del vulgo. Mañana, si vuestro ensueño es realidad, vuestra es la gloria; si él es quimera, vuestra es la gloria.
Los sueños nobles ennoblecen.
 Al soplo de un sueño se alzó la América del fondo de los mares solitarios, en las alas flamígeras de otro sueño subió la libertad a la cima de los Andes. Si la vida es sueño, ¡benditos
sean los que sueñan con lo grande y con lo noble!
 Martí fue el verbo de Cuba luchadora. Su acento pasaba por sobre las multitudes como un grande y generoso soplo, venido del océano inmenso, del campo libre, lleno de aromas, respirando vida. El murmuraba al oído del emigrado, del vencido, del enfermo, la mágica palabra: esperanza.
 Él iba a todas las almas murmurándoles no sé que tierno acento de cariño; no sé que extraño y asordador himno de grandeza. Martí era el acento melancólico del alma cubana, que iba gimiendo, a veces solitaria y doliente, y en otras se alzaba vibradora y terrible, que herida se recogía para llorar a sus montes como una paloma azul entre su nido, e indignada se alzaba otras, como un cóndor bravío lanzando grito siniestro...
 La elocuencia de Martí era la del corazón.
 Su frase oscura a veces, coloreada, radiante en otras, salía de sus labios' impregnada de sentimientos, ya vaga como la tristeza que agobiaba su alma, ya tempestuosa y soberbia como la indignación que lo poseía.
 Oyéndolo, se pensaba en la patria, en la libertad, en el bien; se alzaban eh las lontananzas del recuerdo los mirajes de los bosques patrios; se oía como el rumor de Vergniaud en el salón de los Roland, y pasaban por la memoria los pálidos héroes del cadalso y la guerra...
 Así como él, así debió ser Vergniaud. Su misma juventud; su mismo aspecto pensador y triste: su misma frase pulida como armadura de antiguo caballero en día de justa; el mismo culto a la pureza del sentimiento y a la castidad de la frase; el amor desbordante por el pueblo; el mismo corazón sereno y tierno; la misma vasta erudición clásica; la misma estoica resignación al martirio... Todo lo mismo; pero más fuerza, más realidad, más lucha en Martí.
 Cuando principiaba a hablar con la frente inclinada, como si pesaran sobre ella todos los dolores de su patria, se veía allí al vencido doloroso: más cuando echaba atrás su cabeza poderosa, sacudía su cabellera y lanzaba su frase indignada, se veía de pie al apóstol, aquel cuyo verbo condensado llegó a ser luego una tormenta.
 Tristezas infinitas de la patria; entusiasmo de lucha y de batalla, eso inspiraba el acento de Martí. Su elocuencia no asordaba, no cegaba, imponía con imponencia mágica. Como en una tempestad en el polo en que no se escucha vibrar el trueno y sólo se ven brillar los relámpagos rojizos en la entraña de la nube oscura, allá donde van las olas en tropel, el mar espumea furioso y sobre el abismo negro brilla el cielo incendiado...
 Cuba ha tenido muchas representaciones egregias de su energía; pero el pensamiento de su independencia tuvo en Martí la más pura, la más elocuente y la más sincera de sus voces.
 Así quedará para el mundo como el más bello gesto de heroísmo lírico, el más puro acento, la más alta voz, de Cuba irredenta, en esa hora crepuscular que precedió a la grande aurora de su redención política.
 Martí fue su Profeta, y fue su Mártir. Quedará en la conciencia de América como el más grande tribuno de la Emancipación, el Genio sonoro y triste de la Patria, el Poeta de la Libertad, el enorme Poeta doloroso, muriendo sobre el árbol de su cruz.
 ¿Fue un soñador?
  Sea...
 Fue el inmenso soñador desesperado, que voló hacia la Muerte, en un vuelo de fuego, incendiando a su paso los cielos taciturnos de la Historia.

                                                                                  París

 "José Martí", El Veterano. Revista cívico milita, 24 de febrero de 1910, pp. 4 y 5.

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