miércoles, 15 de junio de 2011

Una gloria mexicana



 Andrés Clemente Vázquez


 Tócale hoy a La Estrategia el alto honor de dar a conocer ante la república de México, y ante el mundo todo, a una maravillosa inteligencia; a un niño simpático y modesto que dentro de poco será conocido y admirado en los países cultos de ambos hemisferios: a Andrés Lodovico Viesca.

 Hace apenas un mes que nuestro querido amigo, el aventajado ajedrecista D. Rafael Echenique, empleado en la Secretaría de Guerra y Marina, al encontrarnos en uno de los corredores de Palacio, nos dijo de improviso (conocedor de nuestro amor al prestigio de México y de nuestro entusiasmo por el ajedrez):

 -“Señor Vázquez, esta tarde me van a presentar un niño de siete años de edad que dicen juega muy bien el ajedrez; si no hubiere exageración en lo que me han dicho, y si efectivamente fuere notable lo que dicho niño hace, tendré el gusto de llevarlo a casa de usted, a fin de que le vea jugar y pueda hablar de él en alguno de los próximos números de La Estrategia.

 Pueden los lectores suponer cual sería nuestra respuesta, y por supuesto nuestra satisfacción.

 Pasaron pocos días, y el Sr. Echenique tuvo la bondad de llevar al niño Viesca a nuestra casa, diciéndonos al entrar: Es un portento.

 Por casualidad estaban entonces en nuestra compañía varios de los amateurs más distinguidos de México: los Sres. William Carrington, José Fernández (Senador en el Congreso Federal por el Estado de Guanajuato), Magín Lláven (Senador en el mismo Congreso por el Estado de Chiapas), Jesús Corral (profesor de instrucción secundaria en las escuelas nacionales), Nicolás Domínguez Cowan y Ricardo Barasorda. También se hallaba presente el caballeroso Senador por el Estado de Coahuila, Don Andrés Viesca, padre afortunado del prodigioso niño de que nos ocupamos.

 En el acto comenzamos a informarnos del nuevo ajedrecista, y por el Sr. Echenique supimos lo siguiente:

 Andrés Ludovico Viesca nació en la ciudad de Parras de la Fuente (Estado de Coahuila) el ocho de Abril de 1869, siendo sus padres la señora Doña Felicia Gutiérrez de Viesca y el Sr. D. Andrés Viesca. Empezó a conocer el ajedrez en Junio del presente año (sin maestro de ninguna clase) en el libro publicado en México por el redactor de La Estrategia -es decir, por nosotros- bajo el título de Análisis del juego de Ajedrez pero no estudiaba con mucha dedicación, y solo se colocaba delante del tablero dos o tres veces por semana. Antes de esto, ni siquiera conocía el movimiento de las piezas. Aprendió a leer y á escribir enteramente solo (puede decirse así), pues hasta hoy no ha ido ni una sola vez a la escuela (a causa de la delicadeza de su organización física) y únicamente viendo escribir y leer, y haciendo preguntas a su mamá, fue como llegó a adquirir la educación primaria que hoy posee, con bastante corrección. Tiene una notable y marcada aptitud para el dibujo, y con lápiz o pluma hace figuras, paisajes y hasta caricaturas, con tanta gracia como rapidez, limpieza y elegancia. De carácter es sumamente modesto y tranquilo, y aunque posee viveza extraordinaria en sus movimientos y en sus concepciones, es más bien melancólico, triste y reflexivo que alegre y bullicioso. Fueron sus padrinos de bautismo la señora Doña Loreto Gutiérrez, de Viesca, y el Sr. Manuel Gutiérrez, ambos coahuilenses.

 Si Andrés L. Viesca tiene o no una fisonomía simpática e inteligente, y si escribe bien o mal son cosas que los lectores podrán deducir por el grabado y la firma que damos hoy en nuestra primera plana. Que dibuja (a pesar de no ser todavía más que un aficionado de grandes esperanzas) con unas disposiciones que no desdeñarían Pina, Villasana o Cordero, es asunto que fácilmente puede averiguar todo aquel que tuviese el placer de conocerle y tratarle. En pocas líneas hace Andrés L. Viesca un retrato o una caricatura, y así como Paganini tocaba deliciosamente con cualquiera arco y cualquier violín, así nuestro ya querido discípulo pinta admirablemente (atendiendo á las circunstancias expresadas) bajo las diferentes situaciones en que se le coloque. ¿Es un maestro? ¿Es siquiera un estudiante sobresaliente en el arte de Rafael y de Rubens? No: huimos y huiremos siempre de las hipérboles ridículas; pero si Andrés L. Viesca es un genio para el ajedrez, es también un talento para el dibujo. Entiéndase bien nuestra idea. Decimos que es un talento privilegiado en la pintura, porque no ha tenido profesores; por que no hace cosa alguna en ese ramo, que no cause admiración y asombro; por que al copiar no prescinde de ningún detalle; por que si en el modelo hubiere un sólo punto raro, ridículo, maravilloso o notable, bajo cualquier aspecto, ese incidente será trasladado por él a su copia, con velocidad, originalidad y fidelidad. Un poeta se inspiraría al verle pintar un caballo corriendo, o un árbol destrozado por la tempestad. Un caricaturista experimentado podría tomar pensamientos en sus precisos y graciosos bocetos.

 En el ajedrez el niño Viesca no ha sido nunca rutinero. Aprendió a mover las piezas según los preceptos más depurados del arte, y ha llegado a una etapa bastante considerable en el camino del adelanto, sin los vicios ni defectos del que se cría y alimenta fuera de los libros.

 Hace las aperturas de los juegos, clásicamente; resuelve problemas, bastante difíciles, casi instantáneamente; jamás reforma las jugadas erróneas; nunca perturba, impacienta o molesta a su adversario. Es un niño que no gusta de nada de lo que llama la atención a los demás niños; ni desperdicia el tiempo, ni tiene impertinencias. Grave y circunspecto, piensa quizás más de lo que debiera, para no perjudicar a su salud. Su mirada es vaga, y hasta sombría; conversa muy poco, y parece que siente trabajo al hablar, como lo han sentido y lo experimentan por lo general todos los grandes meditadores. Y su aparente austeridad de carácter, ni es rusticidad, ni es egoísmo, por que posee toda la afable serenidad de un consumado hombre de mundo. Lo que hay es, que su mente parece un volcán de ideas, y su corazón un inmenso oasis de exquisita y tierna sensibilidad. Triste como él, serio como él, amable y meditabundo como él, era Pablo Morphy, cuando nosotros le conocíamos en 1864; ¡quién sabe los maravillosos destinos que para gloria suya y renombre de México en el Mundo y en la Historia, le estarán reservados!

 Cuando el niño Viesca nos fue presentado por el señor Echenique jugamos con él una partida, sin darle ventaja alguna, a nuestro pequeño contrincante. Perdió el infantil Aquiles, pero se defendió de una manera admirable, por más de 40 jugadas. Posteriormente, el Sr. D. Nicolás Domínguez Cowan, ilustrado y apreciable colaborador de La Estrategia reunió en su casa á las personas antes citadas, y a otras varias, entre las cuales recordamos a los señores Jesús Parra, Luis Abella, Lázaro Reina, José Martí, Agustín Mendiola, Ismael Salas, J. Carbó y Bibiano Beltrán. Allí jugó y ganó el niño Viesca las dos partidas que siguen muy suficientes para dar la más alta idea del genio del pequeñuelo adalid. Cierto es que los señores Martí y Mendiola jugaron con su contrario, inspirándose en el benévolo propósito de ver hasta donde llegaban las fuerzas del inteligente niño, pero también es verdad que ninguna jugada fue corregida, ni indicada por los espectadores, o alterada después por los mismos combatientes.



 Una palabra para concluir. Hasta donde llegarán el talento, los progresos y triunfos del niño Viesca, por medio de sus naturales facultades y en virtud de la acertada dirección que sus señores padres le están dando, es enigma que no podemos medir, ni descifrar de una manera positiva; pero desde luego hay un hecho evidente, y es este: Nadie en el mundo ha podido jugar el ajedrez, a los siete años de edad, como lo juega, y muy bien, el distinguido hijo de Parras de la Fuente. Pablo Morphy, a los trece años, ganó un juego a Lowenthal; F. Norton a los once, ha compuesto problemas, y ha jugado partidas bastante dignas de aplauso; y cosa igual a esta ha realizado, a los doce años, Miss Bianca Fleischmann, hija celebrada y rica de la ciudad de Búfalo, en los Estados Unidos. Pero a los siete años ni la niña Fleischmann, ni Norton, ni Morphy sabían lo que era la Apertura Escocesa, el ataque de Ruy López o el Gambito Evans.

 En cuanto a nosotros, después de cumplir con un deber patriótico y de haber llenado una exigencia imperiosa de nuestra conciencia, nos consideramos muy honrados con que el niño Viesca se llame en la actualidad, sin duda por un rasgo nobilísimo y bondadoso de su carácter, discípulo nuestro.

 Puede ser que en día no lejano tengamos nosotros que pedir lecciones á su inspiración y a su talento.

 De La Estrategia Mexicana,

 México, Octubre 24 de 1876.

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