lunes, 27 de junio de 2011

Calculistas precoces






 Mariano Cubí y Soler



 A más de las circunstancias modificatrices de que acabo de hacer mérito, hay una, cuya manifestación depende, sin duda alguna, de cierta condición física del órgano u órganos que la revelan; pero que nosotros no conocemos: esta circunstancia, es, UNA PRODIGIOSA RETENTIVA. Verdad es que cuanto mayor sea un órgano en tamaño, y más activo por su favorable calidad, más fuerza de retentiva manifestará; pero la condición, sea la que fuere, de que depende esta retentiva, es una calidad inherente al órgano que desconocemos por señales externas. Repito, sin embargo, que esta calidad se halla en un órgano en tanto mayor grado o cantidad, cuanto sea más grande su tamaño, y mejor su calidad complexional, la cual se conoce, como ya he dicho, por los temperamentos. Por esta razón el frenólogo partirá siempre de un punto fijo y seguro, cuando en una misma cabeza, atribuya mas retentiva a una facultad manifestada por un órgano grande que a otra manifestada por un órgano pequeño; pero en igualdad de tamaño y calidad complexional de órganos, respecto a dos o más cabezas, no sabrá en cuál de ellas reside o deja de residir precisamente mayor o menor cantidad de retención. 


 Esta calidad viene a ser elemento importantísimo en la formación de un genio músico, matemático y literario de primer  orden. Ello no hay duda que en su origen, en su base, en su esencia, el genio se manifiesta por el gran tamaño y la buena calidad complexional de los órganos cefálicos; porque en ellos reside la manifestación de la fuerza de energía, de vigor y de creación mentales. Pero si a estas calidades no se agrega una retentiva extraordinaria, faltará siempre un elemento importantísimo, para encumbrarse a la mayor altura de que es susceptible el ingenio, sobre todo en ciertos y determinados ramos del saber humano.
 Mi buen amigo D. José Agustín Pero, en una carta que con fecha 34 de enero de 1846, me decía, respecto al asunto que en este momento nos ocupa, lo que sigue:
 “Como la Frenología, desde que leí su obra de V, y más aún después de haberle hablado, es lo que entre otras cosas más ocupa mi imaginación, no extrañe V. haga las observaciones siguientes, que estoy bien cierto habrá ya previsto V. Tengo muy presente haber leído en su obra de V. que en la magnitud de ciertos órganos de la cabeza de varios sujetos se halla discordancia con la prodigiosa fuerza y actividad (retentivas) de los mismos, tal como acontece en Vito Mangiamele. He pues recordado al efecto las diferentes circunstancias que acompañan al fluido magnético cuando los hilos conductores se combinan ya de este ya de otro modo, estableciendo corrientes por medio de alambres en forma de espiral etc., etc.; y en todos esos casos los fenómenos son muy diferentes. Como de algún tiempo a esta parte al seso lo considero como vitalizado por una modificación de este mismo fluido, estoy convencido y no dudo, que el arreglo y diferentes formas de circunvolución de sus fibras, constituyen mayor o menor fuerza en magnitudes iguales. Además, hay cabezas en que, a pesar de tener una parte intelectual muy desenvuelta, los resultados producidos por ella están discordes con lo que se podría uno prometer, aun cuando ni la salud, ni el temperamento sean desfavorables; siendo así que las cabezas privilegiadas se han distinguido igualmente por el mismo aspecto, creo analógicamente, que esta diferencia, sumamente notable, no depende de otra cosa que del diferente arreglo que en ambas magnitudes de seso iguales, puedan tener las fibras. Si esto es cierto, como yo no dudo, la Frenología abrazará mayores verdades el día que llegue a tener un hombre que, estudiando estas circunstancias descubra las leyes físicas del fluido magnético sobre el seso humano, y los medios de apreciarlas por señales externas”.
 Todos los calculistas prodigiosamente repentistas, a más del buen desarrollo y buena calidad complexional de los órganos matemáticos, han poseído en grado verdaderamente portentoso, la calidad retentiva.
 El tan célebre matemático repentista, Vito Mangiamele, poseía el órgano del cálculo numérico grandemente desarrollado. Por su tamaño y por su buena calidad complexional, cualquier frenólogo, al ver por primera vez su cabeza, hubiera dicho: ¡qué calculista tan famoso… Pero no habría podido asegurar que tuviese el portentoso don que poseía de resolver de memoria, y a menudo con la rapidez del rayo, los más intrincados problemas. Yo mismo con solo ver su retrato por primera vez en casa de D. José Roura, nuestro distinguido catedrático de Química, dije: «Este joven, sea quien fuere, tiene mucho talento para la aritmética »
 Lo mismo le sucedió a Gall, respecto a Zerah Colburn, de quien se hablara luego; que es otro fenómeno igual a Mangiamele. Colburn, en Memorias de su vida, escritas por sí mismo, e impresas en 1833, (citadas de Lexcis, traductor ingles de las obras de Gall, tom. V, nota a la pág. 88) pág. 76, dice:
 «El doctor Gall, bien conocido por su Sistema de Craneología, se hallaba a la sazón en Paris. Presentóme a él mi tutor, sin que el Doctor tuviese de antemano la menor idea del carácter de la persona que lo visitaba. A mi solicitud procedió a examinarme el cráneo, y pronto descubrió a los lados externos de las cejas, ciertas protuberancias y particularidades, que indicaban la presencia de una facultad para el cálculo numérico.»
 Gall no pronosticó, porque esto por ahora es impronosticable por señales externas, la maravillosa y casi sobrehumana facilidad con que Colburn resolvía de memoria los más intrincados problemas de aritmética que le proponían, y de que el mismo Gall, (ob. cit. tom. V, págs. 84-86,) da varios ejemplos.
 D. José Oriol i Bernadet, arquitecto y catedrático de Matemáticas en esta Universidad, a quien Vito Mangiamele en su permanencia en Barcelona el año 1840, dio camino varias veces para que descubriese el modo con que había resuelto algunos difíciles problemas, se maravilló de ver esta humana retentiva. Pero observó al propio tiempo que en muchos cálculos se valía de las fórmulas conocidas, y en todos aquellos en que para obtener el resultado se separaba de ellas, no hacia más que la cuenta de la vieja. Repetidos casos probaron que si ese extraordinario genio, hubiese conocido y se hubiese valido siempre del modo común de proceder, habría resuelto con asombrosa rapidez varios de los problemas en que consumía mucho más tiempo del que algunos calculistas empleaban con la pluma. Notábase en Mangiamele que en las sumas y restas era mucho menos rápido y exacto que en las multiplicaciones, divisiones, elevaciones a potencias, y extracciones de raíces, de donde se dedujo que sin su maravillosa retentiva numérica, no pudiera haber aprendido tablas de productos muy crecidos, de que sin duda alguna se valía para producir los verdaderos prodigios memorativos numéricos con que admiraba al mundo. De todos modos, más a aquella retentiva que no al descubrimiento de ciertas leyes numéricas desconocidas, debe Mangiamele, según parece, su extraordinaria, su maravillosa facilidad de resolver intrincados problemas de memoria. Hasta ahora la ciencia matemática nada le debe.
 Dícese que este genio especial de nuestros días, ha prometido una obra en que comunicara el descubrimiento de ciertas leyes numéricas fáciles de aprender y aplicar por medio de las cuales resuelve él los problemas que le proponen. Esta obra, que hace muchos años se prometió, no ha aparecido aun; y, si a su retentiva numérica debe Mangiamele gran parte de sus acertadas resoluciones de memoria, como muchos creen, es presumible que no aparezca. Lo cierto es que ya hace más de 10 años que esta obra debió haberse dado a luz, y todavía nada se sabe de ella. Al contrario, de Vito Mangiamele nada se ha vuelto a oír, ni nadie se ha vuelto a acordar de él; ha muerto, matemáticamente, como murieron todos los repentistas numéricos, en quienes se destruyó la acción vital de uno, dos o tres órganos, por un excesivo uso; al paso que los demás órganos quedaron debilitados por una inercia demasiado continuada. Para evitar estos extremos, y salvar los talentos que de ellos son víctimas, es de suma importancia la educación frenológica, de que luego me ocuparé. Ahora debo dirigir la atención de Udes. al retrato de Mangiamele, que aquí les presento.



 El Señor catedrático Don José Roura, hizo retratar por uno de los mejores artistas de Barcelona, el prodigioso repentista matemático, Vito Mangiamele. De este retrato, sumamente exacto, en sentir de todos los que conocieron y trataron al original, se ha hecho el dibujo del cual se ha grabado la lámina que tienen Vdes. delante. Noten bien la región marcada con el número 32. No solo aprenderán Vdes. con ella el asiento do mora la facultad numérica, sino que se convencerán Vdes. cuanto su órgano se hallaba desarrollado en ese portentoso calculista italiano. Al indicarles a Vdes. el asiento o lo menos de advertir a Vdes. que insensible, pero muy eficazmente, han aprendido el sitio de varios otros….
 (….) En la historia biográfica de los genios precoces por alguna especialidad, muy pocos se hallan que hayan llegado a ser eminentes en esa misma especialidad. Por lo común, gastan antes de tiempo los órganos que manifestaban su talento, o mueren de alguna enfermedad cerebral: acarreado todo por el excesivo ejercicio de una región especial de la cabeza, y la completa inercia de las demás. Así sucedió con Zerah Volbtirn, que perdió completamente su aptitud numérica; así sucedió con Van R. de Utica; así sucedió con el pastor de D'Alambert; así sucedió con el niño de San Paiten respecto a las Matemáticas; y así ha sucedido con un gran número de precocidades respecto a otras artes y ciencias. Igual desgracia le habría cabido a Bidder, precoz calculista, a no haber mediado los oportunos consejos frenológicos del eminente Deville.
 Como la materia que nos ocupa es, si bien incidental, de la mayor importancia en sí, y de la mayor trascendencia por sus resultados, haré una breve y rapidísima reseña de estas precocidades numéricas.
 Zerah Colburn, nació en abril de 1804, en el condado de Caledonia, Vermont, Estados Unidos de Norte América. En 1833 publicó su propia Biografía, en la que explica el modo con que procedía en la asombrosa resolución de memoria de los cálculos numéricos que le proponían, el cual poco o nada ha adelantado al que ya se conocía antes. Allí también explica Colburn las razones que le indujeron a abrazar el estado eclesiástico. Además de las que aduce relativas a su vocación, no dejó de pesar en la balanza de su elección el hecho de haber perdido su pasmosa facilidad numérica.



 El Pastor de D'Alambert, así llamado un pastorcillo que llevaron a ese gran matemático, que resolvía también con prodigiosa exactitud problemas aritméticos de memoria. «Ea! ahí está mi edad: ¿cuantos minutos he vivido?» le dijo D'Alambert. Fuése el niño a un rincón del cuarto, cubrióse con las manos la cara, y en un momento volvió con el resultado. El gran matemático estaba aun resolviendo el problema, pero así que lo hubo concluido, notó que los dos resultados no eran iguales. Ambos verificaron sus cálculos, pero siempre discordaban. Por fin dijo el niño: «¿Ha tomado V. en cuenta los años bisestiles?» D'Alambert los había olvidado, y el pastorcillo tuvo razón.
 San Paiten, es una población cerca de Viena, donde había un niño, hijo de un herrero, distinguido por su asombroso y precoz genio aritmético. A instancias de Gall pasó a Viena. Notó este observador cefálico un extraordinario abultamiento en los ángulos estemos de las cejas del niño. Este fue el punto de partida que dio a Gall margen a hacer otras observaciones, de las cuales resultó el descubrimiento del órgano del cálculo numérico, según mas extensamente explicaré cuando de intento hable sobre la materia.
 Bidder, de Devonshire, Inglaterra, era hijo de un pobre campesino, que tenía una familia muy crecida. Manifestó precocísimas señales de extraordinario talento numérico. Antes de explotar este talento, con hacer públicas exposiciones del niño, según había sucedido con Vito Mangiamele, Zerah Colborn y otros portentos de esta naturaleza, vio por casualidad a Bidder el célebre frenólogo práctico Deville, a cuyos desvelos, constancia, celo y laboriosidad, debe el mundo la mayor Colección Frenológica que se conoce, de la cual son actualmente dueños y propietarios el Doctor Browne y el abogado Rudall, de la cual hice ya mérito anteriormente en la Lección 4 2, pág. 437, y a la cual, con el nombre de Phrenoloyical Museum, dan entrada libre o gratuita a cualquiera persona que desea visitarla y examinarla.

Sistema completo de frenología, 1843, Barcelona, Imprenta de J. Tauló, Calle de la Tapinería. 


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