sábado, 11 de junio de 2011

Cuba en 1798 (final)



 Buenaventura Pascual Ferrer 

 Inundación y genio epidémico


 A pesar de la influencia del sol, los vientos contribuyen en la isla de Cuba al mas o menos calor. Si soplan por el Norte, lo moderan sensiblemente, pero lo aumentan si van de la región del Sur. En la Habana reinan los primeros, aunque no son continuos, desde Noviembre hasta Marzo, pero lo riguroso hasta Febrero. Además, en todo el año, principalmente por tarde y por la noche, de ordinario se levanta brisa, que es un viento fresco, y hace que no sea tan excesivo el calor, como era de inferir por la cercanía del cercanía del sol al Zenit.

 Otra incomodidad tiene la isla de Cuba, que es la violencia de las tempestades. En este país no se experimentan terremotos, sino algunos pequeños en las cercanías de la ciudad de Santiago; pero sería difícil explicaros, ni podáis concebir el estruendo espantoso de los truenos. El tiempo de aguas en la Habana por lo regular comienza en Junio y dura hasta Noviembre. En este espacio casi todos los días a la hora de la siesta comienza a formarse una nube oscura por la banda del Sur, la cual va aumentándose poco a poco hasta cubrir el sol. Despide una docena o dos de truenos y algunas centellas y rayos, a los quales preceden unos relámpagos espantosos. Cae luego un aguacero fuerte, sale el sol, y queda la tarde como sino hubiera habido nada.

 El año de 1791, día 21 de Junio, fue tal el aguacero que cayó en la Habana por espacio de veinte y quatro horas, que estuvo lloviendo sin cesar, que todos los ríos de las inmediaciones salieron de madre, principalmente el de Almendariz. que causó los estragos más funestos, de suerte que esta época será siempre memorable en esta ciudad. Los cedros y demás maderas que se necesitan en el arsenal para la construcción de los navíos se conducen desde las costas hasta el astillero por este y otros ríos. Como el de Almendariz inundó mucha parte de la campiña, arrastró gran multitud de estos maderos que estaban a la orilla para conducirse. Toda esta gran mole reunida fluctuaba sin oposición hasta el puente grande. Esta famosa obra construida por el Marqués de la Torre, Gobernador que fue de la Habana, y valuada en cerca de ochenta mil pesos, aunque resistió por algún tiempo a sus embates, como el río creciese cada vez mas y arrastraba nuevos maderos, cedió por fin, dando franco paso a esta montaña de despojos. El ímpetu que llevaba le hizo tomar distinto camino que el usado, por lo que arrasó los campos, se llevó las casas y fueron víctimas de la inundación cerca de doscientas personas. En el camino nuevo que tomó el río, excavó hasta la profundidad de más de sesenta varas con la gran fuerza que traía. Los molinos de tabaco, que se movían con el auxilio de este rio, quedaron secos y la mayor parte destruidos, pues su curso se ha separado casi media legua de ellos. Muchos días después de este trágico suceso aun se sacaban cadáveres entre los escombros.

 Al año siguiente por el mes de Noviembre después de quince días continuos de llover, repitió la inundación este río y abrió aun mayores profundidades que el año anterior, pero no pereció persona alguna, pues los pocos que quedaran en las cercanías abandonaron este sitio. Viendo los ciudadanos repetirse estas escenas acudieron al auxilio Divino, y se hicieron rogativas públicas. Desde entonces no se ha experimentado otra inundación extraña. 

 Ya que os he manifestado el temperamento que reyna en la isla de Cuba, os daré noticia de las enfermedades causadas por su influencia. La primera que hace estragos funestísimos en los recién nacidos es el mal que llaman de siete días, por ser este espacio de tiempo el peligroso. Sus síntomas son unas convulsiones epilépticas, acompañadas de alferecía, que concluyen con la vida del paciente. Lo peor de todo es, que no solo no se ha hallado para él remedio alguno, pero ni aun se sabe el modo de precaverlo; y así de las criaturas que son acometidas, muy rara escapa. En Europa es muy poco conocida esta enfermedad, y no obstante preservan a los niños del ayre durante este tiempo de los siete días; pero aquí, aunque hacen lo mismo, no por eso dexa de acometer a las criaturas.

 En general las viruelas en toda esta isla no son muy perniciosas; pero en mediando algún tiempo sin haberlas causan mucha mortandad; y así no es fortuna el que intervengan diez o doce años, si al fin ha de ser mas sensible el estrago. Muy útil sería para la humanidad el que en este país se hiciese uso de la inoculación con todas las precauciones y requisitos necesarios. No se verían seguramente tantas víctimas de esta epidemia en otra parte del mundo, en que se desconoció por tantos siglos y en donde ha hecho mas estragos que en las otras tres.

 La enfermedad del pasmo es aquí muy temible. Esta es de varias especies, pero se pueden reducirá dos, que son, el ordinario y el de estómago. Este último sobreviene de muchas causas, que no es posible referir, siendo las principales beber agua fría estando sudando, o sobre chocolate, u otra cosa caliente, &c. El efecto que produce esta especie se manifiesta con prontitud, y los acometidos, si no mueren al ímpetu con que se declara, regularmente escapan. No sucede así con la otra, que proviene de mojarse la sajadura que se hace para sacar las niguas, ó de alguna herida de arma punzante. Esta infección va insensiblemente y por grados apoderándose del paciente. Empieza de ordinario por trabarse las quixadas, perder la flexibilidad de los miembros, no poder mover los ojos, y otros síntomas terribles hasta que les entra la punzada que termina con su vida. No se ha hallado remedio alguno para esta enfermedad que es desconocida en Europa. Mueren los hombres entre los dolores mas agudos e insufribles, pues no hay alguno que pueda compararse a la violencia de la punzada del pasmo, y son la mayor compasión he visto muchas personas, que han espirado de este accidente.

 En todos los climas cálidos es bastante común la lepra conocida por el mal de San Lázaro, y en la Habana principalmente se ven sus lastimosas consecuencias. Se cree en esta ciudad que es causada por la calidad de la carne de puerco que se gasta con abundancia, pretendiendo que lo produce el fruto de la Palma Real llamado palmiche, del que come mucho este animal. Aunque esta opinión corre por segura, sin embargo, debe mirarse como principal en el origen la introducción de los negros de África, en cuyos países es muy antigua esta lepra, y casi se ha hecho natural. A cosa de un quarto de legua de esta población hay un hospital, a donde obligan a ir, por disposición del Gobierno, a todos los que padecen este mal, de cualquier estado o clase que sea, para evitar que se inficionen los demás. Dicho hospital está situado á orillas del mar, con espaciosas habitaciones y bien bañadas de ayre.

 Las tercianas, quartanas y demás fiebres intermitentes hacen algunos progresos en toda la isla, especialmente en tiempo de aguas, a causa sin duda de la humedad que recibe el cuerpo. A muchos acarrean la muerte cuando te curan mal, hacen excesos, o se complican con otras enfermedades. Las quartanas son tan tenaces, que he conocido sugeto que las ha tenido cinco años, sin faltarle la calentura en el día correspondiente, y a pesar de todo no son peligrosas. La terciaria cede mas fácilmente, haciendo en ellas grande efecto la quina; pero algunas se hacen malignas y acaban con la vida del paciente. La gente del campo para librarse de ellas, tiene una observación particular; y es que cuando se mojan yendo de camino, si el agua les cae sobre la ropa aunque sea en poca cantidad, juzgan por seguro que les ha de sobrevenir terciana, pero no si la reciben sobre las carnes, y que quanto mas copioso sea el aguacero, menos riesgo hay de que les haga mal. Por esto, luego que empieza á llover, se quitan la ropa que es bien ligera y quedan de la cintura arriba desnudos, afirmando ser esto lo mismo que bañarse, y que lavándose el cuerpo por igual no experimentan el daño que percibiendo la humedad de la ropa durante el tiempo que caminan, y el calor que comunica quando está mojada.

 No dexa de haber algunos tabardillos, pulmonías y otras enfermedades crónicas. El mal venéreo que hace tantos estragos en Europa, es casi desconocido en esta isla. Solamente en la capital suelen sentirse algunos efectos pero ligeros de esta enfermedad, y estos provenidos quizá de la concurrencia de los forasteros, pero por fortuna jamás llegan a extenderse.

 Siempre que entra algún convoy se experimenta la enfermedad del vómito negro causada sin duda por los excesos en comida y bebida, que cometen los europeos cuando llegan a este país; y así se ha notado que entre ellos solamente circula, no acometiendo a ningún natural. En la guerra del año de 80 con los ingleses fue tanta la de gente que murió de esta enfermedad, que de los siete regimientos que pasaron de la Península, apenas quedaría gente para formar tres. Quando no hay esta multitud de forasteros es desconocido del todo este accidente.

 En la temporada que está en sazón la fruta llamada mamey de Santo Domingo, se entrega la gente a ella tanto, que a pesar de los estragos que suceden todos los años, se originan muchos empachos o asientos. El sabor de esta fruta es muy parecido, y casi igual al délos melocotones de Aragón; su tamaño Vendrá áaser el de una toronja, y está cubierto de una cáscara bastante dura. La carne contiene una resina muy pegajosa, y llena de fibras muy sutiles, la qual aseguran que es la causa de esta enfermedad, por lo que muchos antes de comerla la ponen en agua para desleiría. Como quiera que sea, lo cierto es, que se experimentan unos crueles empachos de los que perecen muchas personas, bien sea por mal curados ó por otro cualquier motivo.

 Omitiendo muchas enfermedades de Europa, que se padecen aquí también, pero no son tan comunes, concluiré esta carta dándoos noticia de la que está más extendida en esta ciudad, que es la tisis. A todos los que adolecen de ella, les dan indistintamente el nombre de éticos. Dicen que la causa, lo mismo que el mal de San Lázaro, es la carne de cerdo; pero a mi parecer son otras sus causas y me fundo en el clima que hace mayor daño si se une con los excesos de una vida estragada; y en las pocas precauciones en usar de los muebles de los que mueren de ella. Sin embargo, en todos los hospitales hay una sala separada para los desahuciados. Esta enfermedad se tiene por incurable aun en sus principios; por consiguiente, son funestos los estragos que produce en esta ciudad.



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