miércoles, 10 de enero de 2018

El dispensario Tamayo



 Francisco José Vélez

 Fue en 1900, a raíz de la independencia de Cuba y en época en que aún regía el Gobierno interventor, cuando el ilustre benefactor, doctor Diego Tamayo, que a la sazón desempeñaba la Secretaría de Estado y Gobernación, logra ver llevados a la práctica sus constantes deseos de dotar a la ciudad de la Habana de un bien instalado Dispensario para Pobres, que prestase gratuitamente sus servicios facultativos a los necesitados dándoles al mismo tiempo grandes facilidades para su tratamiento y, en muchos casos, proporcionándoles hasta los alimentos.
 El día 1° de noviembre de 1900 el Dispensario abrió sus puertas: cuenta, pues, con más de 15 años de existencia, y ya se han podido comprobar sobradamente sus óptimos frutos. Instalado provisionalmente en la calzada de Máximo Gómez, fue dos años más tarde trasladado al magnífico local que en el Arsenal ocupaba, hasta que el 14 de octubre de 1908 se inauguró el espléndido edificio actual, que fue expresamente construido con este destino.
 En la calle de Zulueta, esquina a Apodaca —en el centro, pues, de la Habana—, ocupa hoy el Dispensario Tamayo amplio local de dos plantas en las que están repartidas todas las numerosas y bien montadas dependencias. Conduce la entrada de la calle de Zulueta a un grandioso salón de espera y en donde está también la oficina de inscripciones, en que se toman los datos que han de servir de base a útiles estadísticas, al mismo tiempo que el médico encargado del registro y distribución, obtiene la orientación diagnóstica y le entrega al enfermo una tarjeta con el nombre y horas de consulta del especialista a quien corresponde su dolencia.
 Una vez que un facultativo se encarga de un enfermo, continúa tratándolo bajo su cuidado y responsabilidad. Para esos médicos, en su mayoría jóvenes, es el Dispensario Tamayo una verdadera escuela de post-graduados y de especialidades, donde se perfeccionan en la rama de su profesión que desean cultivar y donde, con su esfuerzo personal, se crean una consulta propia y bajo su absoluta responsabilidad científica.
 Por este Dispensario han desfilado importantes figuras médicas que actualmente con brillante éxito ejercen su profesión en la Habana y, aparte de su ilustre fundador, los nombres de Ortiz Cano, Presno, Weis, Fortún, Recio, Díaz Albertini, Núñez, F. Domínguez, Porto, Aballí, E. Martínez, C. E. Finlay, Bustamante, Plascencia y tantos otros doctores de reconocida fama y competencia que en su mayoría ocupan hoy importantes puestos del glorioso Departamento de Sanidad o los honrosos sillones de la cátedra, son suficientes a demostrar los mutuos beneficios que este establecimiento ha debido reportar a médicos y enfermos.
 Para juzgar el crédito de que el Dispensario disfruta y el enorme movimiento de enfermos habido, baste decir que hasta 1912 habían concurrido 54,683 enfermos, que habían recibido 140,247 consultas y a los que se le habían practicado 1.668 operaciones.

 Dr. Diego Tamayo

 Fundador y director del Dispensario que lleva su nombre. Ha desempeñado los más importantes cargos políticos y científicos en nuestro país. Es presidente de la Comisión de Enfermedades Infecciosas. Hay que tener en cuenta que el número de estas no ha podido ser mayor por no ser posible la hospitalización, lo que obliga a renunciar a las grandes intervenciones.
 Las fórmulas son despachadas en la Farmacia del Dispensario, las que, para despojarlas del carácter de limosna, no son regaladas; pero se cobra por ellas el reducido y uniforme precio de diez centavos, y la experiencia enseña que esta cuota representa el coste neto de los productos farmacéuticos que el enfermo consume.
 Pero muchos de los enfermos que concurren a la consulta, más necesitan de alimentos que de drogas, y por este motivo, completando el benéfico fin propuesto, se ha establecido un reparto de leche, harinas y otros alimentos. 
 En la actualidad, alrededor del gran patio, bordeado por amplias galerías, están distribuidos y perfectamente instalados los servicios siguientes: Medicina y Cirugía general, especialidades cardio-vascular y respiratoria, enfermedades del aparato digestivo y del genitourinario, ginecología, infancia, dermatología, garganta, nariz y oídos, oftalmología, ortopedia, electroterapia, radiografía, radioscopía y radioterapia, masaje vibratorio y metodo de Bier.
 Funciona, además, el laboratorio de análisis clínicos y están allí instaladas la biblioteca y la redacción de la notable revista "Vida Nueva" —que es como el órgano oficial del Dispensario—y el gran salón de conferencias donde periódicamente disertan, alternando con los médicos del establecimiento, los más expertos especialistas de la capital.
 El Dispensario Tamayo, fuente de inmensos beneficios para los desheredados, es al mismo tiempo, un poderoso factor de cultura para médicos y estudiantes, y en este doble aspecto su dignísimo director, doctor Diego Tamayo, ha prestado, al fundarlo, un gran servicio a su país.


 Cuba en Europa, Año VII, núm. 145, 30 de junio de 1916, pp. 8 y 9.

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