Maria Luisa Spaziani
Un verso
Un verso es un rey que con la cortesía
de los reyes, llega puntual a cada reunión.
Nunca nace cinco minutos antes
de conjunciones fijadas ad aeterno.
Sería un descarrilamiento de planetas.
Un verso es un dios que se presenta, tiembla
en tus ventanas, tiene frío, no encuentra las palabras.
Y a veces muere por el blanco
temor de no nacer.
El año muere
En tu piedra no hay escrito un nombre.
Fuiste una leyenda, un puro destello de aire,
fuego duende que da forma a un sueño
y llama inexorable contra cada rama seca.
De tu historia no queda conclusión alguna,
no habrá una clave para todo tu misterio.
Fuiste un pez estelar en las profundidades,
el signo misterioso de una progenie extinguida.
Muere el año en brumosos caminos de acuario,
¿a quién desearé mis buenos deseos? ¿y cómo podré
creer aún?
Ya despiertan las raíces, ya rozan tu mirada de tierra.
Y tú mi raíz creciendo a solas en lo oscuro de mí.
31 de diciembre de 1977
Ultrasonido
El ruido ahoga el canto,
pero el canto es un alfiler que atraviesa el pajar.
Búscalo si puedes con linternas e imanes,
te pincha y atraviesa cuando quiere.
Voz que clama en el desierto, gemido,
ultrasonido, año-luz, grito de tribu liberada,
cruzas inconsútil los desiertos del tiempo,
las inútiles madejas del espacio.
Realidad y metáfora
Tú, realidad y metáfora, luminoso
cuerpo de doble signo. Tú, moneda
de inescindible cara, cisne blanco
que engloba su reflejo.
Pienso en el abrazo, y de súbito desciende
en oscuras aguas mi barco ebrio.
Confluyen océanos. La energía,
duradero arabesco de relámpago.
Nada de nada
Sácame de la sospecha
de ser nada, más nada que nada.
Ni siquiera existe la memoria.
No existen cielos.
Ante los ojos una llanura nevada,
días innumerables, cristales
de una nieve que se disipa en el horizonte
-y no hay horizonte-.
No me pidan palabras
No me pidan palabras hoy no bastan.
Están en los diccionarios: aunque impredecibles
en sus engarces: son voces gastadas.
Es siempre un predecible dejà vu.
Quisiera hablar contigo -y lo mismo con Dios-
mediante signos umbrátiles de nervios,
mensajes eléctricos que la mente
trae del corazón del universo.
Un temblor de antenas, un dibujo de danza,
un infinitesimal aleteo de pestañas,
la música ultra-sónica
que Bach no imaginó.
La indiferencia
La indiferencia es un infierno sin llamas,
recuérdalo al elegir entre mil tonos
tu gris fatal.
Si el mundo no tiene sentido
es solo por tu culpa:
espera tu impronta
esta pelota de cera.
Dicen los marineros
Dicen los marineros, esos ya viejos
lobos de mar que fuman pipas puertorriqueñas
en las compuertas, que entre todos
los terribles recuerdos de los tifones
y el mortal aullido de los naufragios,
nada aterra más que esa calma
que reina por horas en el centro mismo
de la tragedia: el ojo del ciclón.
El mar es un aceite, brillan siniestras
luces que parecen de bonanza, y aflora
tranquilo el atún a respirar. Y sin embargo
aquello es una jaula, es una trampa,
la muerte acecha allí: porque más lejos,
a cien metros o quizá menos, arrecia
el más negro huracán. Así nos ocurre,
¿verdad? muy a menudo a todos,
arañas entre los ejes de las ruedas. Y le ocurrió
también a Fabricio cuando conversando
con la graciosa cantinera, supo
‒más tarde, y para trágica vergüenza‒
que Waterloo, la más grande aventura,
tuvo lugar en los alrededores.
Carta 1951
Navidad no es nada más que este inmenso
silencio que se esparce por las calles,
donde plátanos ciegos
ríen con la nieve,
no es más que disolver a distancia
nuestras soledades,
tender sobre blancos sargazos
un puente de oro en la noche.
Aquí estoy, con tu don que me ilumina
de diez estrellas-lunas,
soñadora guiándome de la mano
donde vibra una reverberación
de fuegos y linternas (verde y viola),
de girándolas y letreros de cafés.
Van Gogh, París azul…
Un pino a la derecha
para colgar cuatro nostalgias
y mi fe en ti, blanco cometa
en lo alto.
Testamento
Déjenme sola con mi muerte.
Debe decirme palabras en re menor
que no conocen sus diccionarios.
Palabras de amor que incluso Petrarca desconocía
donde el amor es un oro superfino
no apto para pulseras en muñecas humanas.
Mi muerte y yo hablamos como viejas amigas
pues desde mi nacimiento hemos sido cercanas.
Fuimos compañeras de juegos y de lecturas
y acariciamos a los mismos hombres.
Como un águila ebria desde lo alto de los cielos,
sólo ella me revelaba medidas humanas.
Ahora me enseñará otras medidas
que encerrada en la jaula de los seis sentidos
en vano interrogaba golpeando la cabeza
contra los
barrotes.
Es triste dejar a mi hija y el libro por acabar,
pero ella me consuela y riendo me jura
que lo que haya que salvar se salvará.
Un verso
Un verso è un re, che con la cortesia
dei re giunge
puntuale a ogni convegno.
Non nasce mai
cinque minuti prima
di
congiunzioni fissate ab aeterno.
Sarebbe un deragliare di pianeti.
Un verso è un dio che si presenta, trema
ai tuoi vetri, ha freddo, non trova le parole.
E qualche volta muore per la bianca
paura di non nascere.
Ultrasuono
Il rumore soffoca il canto
ma il canto è uno spillo che attraversa il pagliaio,
cercalo se puoi con torce e calamite
lui ti punge e
trafigge quando vuole.
Voce clamante
nel deserto, gemito,
ultrasuono,
anno-luce, urlo di tribù riscattata,
inconsùtile
varchi i deserti del tempo,
le inutili
matasse dello spazio.
Realtà e metafora
Tu, realtà e
metafora, luminoso
corpo dal
doppio segno. Tu moneta
d’inscindibile
faccia, bianco cigno
che ingloba il
suo riflesso.
Penso
all’abbraccio, e all’improvviso scende
in acque buie
il mio vascello ebbro.
Confluiscono oceani. L’energia,
duraturo arabesco di fulmine.
Nulla di nulla
Strappami dal sospetto
di essere nulla, più nulla di nulla.
Non esiste nemmeno la memoria.
Non esistono cieli.
Davanti agli occhi un pianoro di neve,
giorni non numerabili, cristalli
di una neve che sfuma all’orizzonte
–e non c’è l’orizzonte-.
Non
chiedermi parole
Non
chiedermi parole oggi non bastano.
Stanno nei dizionari: sia pure imprevedibili
nei loro incastri, sono consunte voci.
È sempre un prevedibile dejà vu.
Vorrei parlare con te −è lo stesso con Dio−
tramite segni
umbratili di nervi,
elettrici messaggi che la psiche
trae dal cuore dell'universo.
Un fremere d'antenne, un disegno di danza,
un infinitesimo battere di ciglia,
la musica-ultrasuono che nemmeno
immaginava Bach.
L´indifferenza
L’indifferenza è inferno senza fiamme,
ricordalo scegliendo fra mille tinte
il tuo fatale grigio.
Se il mondo è senza senso
tua solo è la colpa:
aspetta la tua impronta
questa palla di cera.
Dicono i
marinai
Dicono i
marinai, quegli ormai vecchi
lupi di mare
che sugli usci fumano
pipe
portoricane, che fra tutti
i ricordi
tremendi dei tifoni
e l’ululo di
morte dei naufragi,
nulla atterrisce più di quella calma
che per ore si crea al centro stesso
della tregenda: l’occhio del ciclone.
Il mare è un olio, brillano sinistre
luci che paion
di bonaccia, e affiora
tranquillo il tonno a respirare. Eppure
quella è una gabbia, quello è un trabocchetto,
lì la morte è
in agguato: ché più lungi,
a cento metri
o forse meno, infuria
l’uragano più
nero. Così avviene,
vero? troppo
sovente per noi tutti,
ragni fra i
mozzi delle ruote. E avvenne
anche a Fabrizio quando conversando
con la graziosa vivandiera, seppe
‒ più
tardi, e con che tragico suo scorno ‒
che Waterloo, la massima avventura,
si era svolta lì intorno.
Lettera 1951
Natale altro non è che quest’immenso
silenzio che dilaga per le strade,
dove platani ciechi
ridono con la neve,
altro non è che fondere a distanza
le nostre solitudini,
sopra i molli
sargassi
stendere nella
notte un ponte d’oro.
Sono qui, col
tuo dono che m’illumina
di dieci stelle-lune,
trasognata guidandomi per mano
dove vibra un riverbero
di fuochi e di lanterne (verde e viola),
di girandole e insegne di caffè.
Van Gogh, Parigi azzurra…
Un pino a destra
per appendervi quattro nostalgie
e la mia fede in te, bianca cometa
in cima.
Testamento
Lasciatemi sola con la mia morte.
Deve dirmi parole in re minore
che non conoscono i vostri dizionari.
Parole d’amore ignote anche a Petrarca,
dove l’amore è un oro sopraffino
inadatto a bracciali per polsi umani.
Io e la mia morte parliamo da vecchie amiche
perché dalla nascita l’ho avuta vicina.
Siamo state compagne di giochi e di letture
e abbiamo accarezzato gli stessi uomini.
Come un’aquila ebbra dall’alto dei cieli,
solo lei mi svelava misure umane.
Ora m’insegnerà altre misure
che stretta nella gabbia dei sei sensi
invano interrogavo sbattendo la testa alle sbarre.
È triste lasciare mia figlia e il libro da finire,
ma lei mi consola e ridendo mi giura
che quanto è da salvare si salverà.
Traducción: Pedro Marqués de Armas
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