Poesía
Eugenio Montale
1
El angustiante problema
de si la inspiración es en frío o en caliente
no concierne a la ciencia térmica.
El raptus no produce, el vacío no
conduce,
no hay poesía en sorbete o al asador.
Se trata más bien de palabras
un tanto inoportunas
que tienen prisa de salir
del horno o la nevera. El hecho
no tiene mayor importancia. Apenas salen
y ya miran alrededor con aire de decirse:
¿qué hacemos aquí?
2
Con horror
la poesía rechaza
las glosas de los escoliastas.
Pero no es cierto que la demasiado muda
se baste a sí misma
o al asistente que tropieza con ella
sin saber que él mismo es
el autor.
Es solo un vicio
Bufones travestidos de poetas,
arrogantes burócratas,
pedantes pregoneros,
son ustedes los abanderados:
portadores de enseñas desvaídas.
Ser poeta no es para tanto.
Es sólo un vicio innato.
Un peso que se lleva
con pavor.
Fanfarria
el materialismo histórico
dialéctico
progresivo
inmanente
irreversible
nunca fuera
dentro siempre
infalible
hecho por nosotros
no por extraños
propaladores de patrañas
que solo se creen
los locos
la maravilla sintética
no ideoléctica
ni individual
más bien universal
el ayuno
que a todos alimenta
y a ninguno
el salto cuantitativo
¡cualitativo un pito!
el empíreo
la tumba
en casa sin necesidad
más que de sí mismo y ni eso
porque alguien paga
y es el despunte
de una moral sin puntales
salvo la intervención
eventual
de un líder carismático
mientras dure
o de seguidores no menos
providenciales
la eternidad de bolsillo
económica
controlada
por científicos
responsables y a su vez
controlados
la muerte
del buen salvaje
de las opiniones
de las inciertas certezas
de las epifanías
de las hambrunas
del individuo no funcional
del clérigo del hechicero
del intelectual
el triunfo
en el sistema trinitario
del ex primate sobre todo
sobre sí mismo
pero sin el truco
de la costra en remojo
en la noosfera
y de los bulos
que divulgan los papistas
modernistas o frente
-populares
¡los muy zoquetes!
la guerra
cuando sea progresista
porque invade
violenta no violenta
vaya como vaya
pero que sea la última
y lo es siempre
por su naturaleza
dime tú
desengañado amigo
¿alguna objeción
a todo esto?
Las palabras
Las palabras
si despiertan
desprecian el hostal
más propicio, el papel
Fabriano, la tinta
china, la cartera
de cuero o terciopelo
que las mantenga ocultas;
las palabras
cuando despiertan
se acomodan al dorso
de las facturas, en los márgenes
de los billetes de lotería
en las contribuciones
matrimoniales o de luto;
las palabras
no piden nada mejor
que el barullo de las teclas
en la Olivetti portátil,
que la oscuridad de los bolsillitos
del chaleco, que el fondo
del cesto reducidas
a pelotas;
las palabras
no están nada felices
de que las echen como cabareteras
y las acojan con furiosos aplausos
y deshonor;
las palabras
prefieren el sueño en la botella
a la burla de ser leídas, vendidas,
embalsamadas, hibernadas;
las palabras
son de todos y en vano
se esconden en los diccionarios
porque no falta el marrano
que desentierre las trufas
más apestosas y raras;
las palabras
después de una eterna espera
renuncian a la esperanza
de ser pronunciadas
de una vez por todas
y después morir
con quien las ha poseído.
Llueve
Llueve. Un chinchín
sin ruidos de motonetas
o chillidos
infantiles.
Llueve
desde un cielo sin nubes.
Llueve
sobre el no hacer nada
en estas horas de huelga
general.
Llueve
sobre tu tumba
en San Felice a Ema
sin que tiemble la tierra
pues no hay terremoto
ni guerra.
Llueve
no sobre el cuento de hadas
de lejanas estaciones,
sino sobre la declaración
de hacienda,
llueve sobre los huesos de sepia
y sobre la tarima nacional.
Llueve
sobre el Boletín del Estado
aquí desde el balcón abierto,
llueve sobre el parlamento,
llueve sobre la calle Solferino,
llueve sin que el viento
se lleve los papeles.
Llueve
en ausencia de Hermione
si Dios quiere,
llueve porque la ausencia
es universal
y si la tierra no tiembla
es porque Arcetri
no se le ordenó.
Llueve sobre las nuevas epistemes
del primate en dos pies,
sobre el hombre aindiado, sobre el cielo
hominizado, sobre la caradura
de teólogos en monos
o con el paludamentum,
llueve sobre el progreso
de las contestaciones,
llueve sobre el work in regress,
llueve
sobre los cipreses enfermos
del cementerio, gotea
sobre la opinión pública.
Llueve pero donde apareces
no es agua ni atmósfera,
llueve porque si no estás
todo es penuria
y puede uno ahogarse.
Viento sobre la media luna
Edimburgo
El gran puente no llevaba a ti.
Te habría alcanzado incluso navegando
por las alcantarillas, a una orden tuya.
Pero ya las fuerzas, con el sol en los cristales
de las terrazas, se iban agotando.
El hombre que predicaba en la Media Luna
me preguntó: “¿Sabes dónde está Dios?” Lo sabía
y se lo dije. Sacudió la cabeza. Desapareció
en un torbellino que arrastró a hombres y casas
y los alzó por lo alto, sobre la brea.
El genio
El genio por desgracia no habla
por su boca
El genio deja rastros de patas
como la liebre en la nieve
La naturaleza del genio es que si deja
de caminar sus mecanismos
se paralizan
Entonces se detiene el mundo a la espera
que alguna liebre corra sobre improbables
nevadas
Inmóvil y veloz en su ruedo
no puede leer huellas arrasadas
por el tiempo,
indescifrables.
¿Diste mi nombre
a un árbol? No es poco
¿Diste mi nombre a
un árbol? No es poco;
pero no me resigno
a ser sombra, o tronco,
en el abandono de
un suburbio. El tuyo
lo he dado a un
río, a un largo incendio, al crudo
juego de mi suerte,
a la confianza
sobrehumana con que
hablaste al sapo
salido de la
cloaca, sin horror o piedad
o júbilo, al
aliento de ese labio tuyo
fuerte y suave que
nombrando puede
crear: sapo flor
hierba peñasco -encina
dispuesta a
desplegarse sobre nosotros
en lo que la lluvia
despoja los pétalos
carnosos del trébol
y el fuego crece.
Si te han asemejado
Si te han asemejado
a la zorra
será por la zancada
prodigiosa, por el
vuelo de tu paso
que une y que
divide, que trastorna
y refresca el
pavimento (tu terraza,
las calles junto al
hospicio, el prado,
el árbol que lleva
mi nombre vibran felices,
húmedos y vencidos)
-o tal vez sólo
por la onda
luminosa que difundes
desde las tiernas
almendras de tus ojos,
por la astucia de
tus súbitos asombros,
por el tormento
de plumas
desgarradas que tu mano
de infante puede
dar al estrecharla;
si te han asemejado
a un rubio
carnívoro, al pérfido genio
de las cofradías
(¿y por qué no al inmundo
pez que da
descargas, al torpedo?),
es acaso porque los
ciegos no advirtieron
en tus gráciles
escápulas las alas,
porque no vieron el
presagio de tu rostro
incandescente, el
surco de sangre que dejaron
mis uñas en tu
frente, crisma, cruz, conjuro,
infortunio,
despedida, voto de perdición
y salvación; si no
supieron verte
más que como
comadreja o mujer,
¿con quién
compartiré mi testimonio,
dónde enterraré el
oro que llevo,
la brasa que en mí
crepita si,
dejándome, te
vuelves desde la escalera?
Luz de invierno
Cuando bajé del cielo de Palmira
sobre palmeras enanas y propileos confitados
un rasguño en la garganta me advirtió
que me habrías raptado,
cuando bajé del cielo de la Acrópolis
y a distantes kilómetros encontré
cabañas de pulpos y murenas
(¡la sierra de sus dientes
sobre el corazón encogido!),
cuando dejé las cimas de la aurora
inhumanas para el gélido museo
de momias y escarabajos (tú estabas mal,
única vida) y confronté la piedra pómez
y el jaspe, la arena y el sol, el fango
y la arcilla divina -
ante la chispa que se elevó
fui nuevo e incinerado.
La poesía
1
L’angosciante questione
se sia a freddo o a caldo l’ispirazione
non appartiene alla scienza termica.
Il raptus non produce, il vuoto non conduce,
non c’è poesia al sorbetto o al girarrosto.
Si tratterà piuttosto di parole
molto importune
che hanno fretta di uscire
dal forno o dal surgelante.
Il fatto non è importante. Appena fuori
si guardano d’attorno e hanno l’aria di dirsi:
che sto a farci?
2
Con orrore
la poesia rifiuta
le glosse degli scoliasti.
Ma non è certo che la troppo muta
basti a se stessa
o al trovarobe che in lei è inciampato
senza sapere
di esserne
l’autore.
E solo un
vizio
Fliaci
travestiti da poeti
burocrati
arroganti,
pedanti
imbonitori
siete voi i vessilliferi:
portatori d'insegne sbiadite.
L'esser poeti non è un vanto.
E' solo un vizio di natura.
Un peso che s'ingroppa
con paura.
Fanfara
Lo storicismo
dialettico
materialista
autofago
progressivo
immanente
irreversibile
sempre dentro
mai fuori
mai fallibe
fatto da noi
non da
estranei
propalatori
di fanfaluche credibili
solo da pazzi
la meraviglia sintetica
non idiolettica
né individuale
anzi universale
il digiuno
che copre
tutti
e nessuno
il salto
quantitativo
macché qualitativo
l’empireo
la tomba
in casa senza bisogno
che di se
stessi e nemmeno
perché c’è chi provvede
ed è il dispiegamento
d’una morale
senza puntelli eccetto
l’intervento
eventuale
di un capo carismatico
finché dura
o di diadochi
non meno
provvidenziali
l’eternità
tascabile
economica
controllata
da scienziati
responsabili e
bene
controllati
la morte
del buon
selvaggio
delle opinioni
delle incerte
certezze
delle epifanie
delle carestie
dell’individuo non funzionale
del prete dello stregone
dell’intellettuale
il trionfo
nel sistema trinitario
dell’ex primate
su se stesso su tutto
ma senza il trucco
della crosta in ammollo
della noosfera
e delle
bubbole
che spacciano
i papisti
modernisti o
frontisti
popolari
degli impronti
!
La guerra
quando sia
progressista
perché invade
violenta non
violenta
secondo accade
ma sia
l’ultima
e lo è sempre
per sua
costituzione
tu dimmi
disingaggiato
amico
a tutto questo
hai da fare
obiezioni?
Le parole
Le parole
se si ridestano
rifiutano la sede
più propizia, la carta
di Fabriano, l’inchiostro
di china, la cartella
di cuoio o di velluto
che le tenga in segreto;
le parole
quando si
svegliano
si adagiano
sul retro
delle fatture,
sui margini
dei bollettini
del lotto,
sulle
partecipazioni
matrimoniali o
di lutto;
le parole
non chiedono di meglio
che
l’imbroglio dei tasti
nell’Olivetti
portatile,
che il buio dei taschini
del panciotto, che il fondo
del cestino, ridottevi
in pallottole;
le parole
non sono
affatto felici
di
essere buttate fuori
come zambrocche e accolte
con furore di plausi e
disonore;
le parole
preferiscono il sonno
nella bottiglia al ludibrio
di essere lette, vendute,
imbalsamate, ibernate;
le parole
sono di tutti e invano
si celano nei dizionari
perché c’è sempre il marrano
che
dissotterra i tartufi
più puzzolenti
e più rari;
le parole
dopo un’eterna attesa
rinunziano alla speranza
di essere
pronunziate
una volta per
tutte
e poi morire
con chi le ha possedute
Piove
Piove. È uno stillicidio
senza tonfi
di motorette o strilli
di bambini.
Piove
da un cielo che non ha
nuvole.
Piove
sul nulla che si fa
in queste ore di sciopero
generale.
Piove
sulla tua tomba
a San Felice
a Ema
e la terra non trema
perché non c'è terremoto
né guerra.
Piove
non sulla favola bella
di lontane stagioni,
ma sulla cartella
esattoriale,
piove sugli ossi di seppia
e sulla greppia nazionale.
Piove
sulla Gazzetta Ufficiale
qui dal balcone aperto,
piove sul Parlamento,
piove su via Solferino,
piove senza che il vento
smuova le carte.
Piove
in assenza di ermione
se Dio vuole,
piove perché l'assenza
è universale
e se la terra non trema
è perché Arcetri a lei
non l'ha ordinato.
Piove sui nuovi epistèmi
del primate a due piedi,
sull'uomo indiato, sul cielo
ominizzato, sul ceffo
dei teologi in tuta
o paludati,
piove sul progresso
della contestazione,
piove sui work in regress,
piove
sui cipressi malati
del cimitero, sgocciola
sulla pubblica opinione.
Piove ma dove appari
non è acqua né atmosfera,
piove perché se non sei
è solo la mancanza
e può affogare.
Vento sulla mezza luna
Edimburgo
Il grande ponte non portava a te.
T’avrei raggiunta anche navigando
nelle chiaviche, a un tuo comando. Ma
già le forze, col sole sui cristalli
delle verande, andavano stremandosi.
L’uomo che predicava sul Crescente
mi chiese: “Sai dov’è Dio?”. Lo sapevo
e glielo dissi. Scosse il capo. Sparve
nel turbine che prese uomini e case
e li sollevò in alto, sulla pece.
Il genio
Il genio purtroppo non parla
per bocca sua.
Il genio
lascia qualche traccia di zampetta
come la lepre sulla neve.
La natura del genio è che se smette
di camminare
ogni congegno è colto
da paralisi.
Allora il
mondo è fermo nell'attesa
che qualche
lepre corra su improbabili
nevate.
Fermo e veloce
nel suo girotondo
non può
leggere impronte
sfarinate da tempo,
indecifrabili.
Hai dato il mio nome a un albero? Non é poco
Hai dato il mio nome a un albero? Non é poco;
pure non mi rassegno a restar ombra, o tronco,
di un abbandono nel
suburbio. Io il tuo
l'ho dato a un
fiume, a un lungo incendio, al crudo
gioco della mia
sorte, alla fiducia
sovrumana con cui
parlasti al rospo
uscito dalla fogna,
senza orrore o pietà
o tripudio, al
respiro di quel forte
e morbido tuo
labbro che riesce,
nominando, a
creare; rospo fiore erba scoglio -
quercia pronta a
spiegarsi su di noi
quando la pioggia
spollina i carnosi
petali del trifoglio
e il fuoco cresce.
Se t’hanno assomigliato...
Se t’hanno assomigliato
alla volpe sarà per
la falcata
prodigiosa, pel volo del tuo passo
che unisce e che divide, che sconvolge
e rinfranca il selciato (il tuo terrazzo,
le strade presso il Cottolengo, il prato,
l’albero che ha il mio nome ne vibravano
felici, umidi e vinti) – o forse solo
per l’onda luminosa che diffondi
dalle mandorle tenere degli occhi,
per l’astuzia dei tuoi pronti stupori,
per lo strazio
di piume lacerate che può dare
la tua mano
d’infante in una stretta;
se t’hanno
assomigliato
a un carnivoro
biondo, al genio perfido
delle fratte (e perché non all’immondo
pesce che dà la scossa, alla torpedine?)
è forse perché i ciechi non ti videro
sulle scapole gracili le ali,
perché i ciechi non videro il presagio
della tua fronte incandescente, il solco
che vi ho graffiato a sangue, croce cresima
incantesimo jattura voto vale
perdizione e salvezza; se non seppero
crederti più che donnola o che donna,
con chi dividerò la
mia scoperta,
dove seppellirò l’oro che porto,
dove la brace che in me stride se,
lasciandomi, ti volgi dalle scale?
Luce
d'inverno
Quando scesi
dal cielo di Palmira
su palme nane
e propilei canditi
a un’unghiata
alla gola m’avvertì
che mi avresti
rapito,
quando scesi
dal cielo dell’Acropoli
e incontrai, a
chilometri, cavagni
di polpi e di
murene
(la sega di
quei denti
sul
cuore rattrapito!),
quando lasciai
le cime delle aurore
disumane per
il gelido museo
di mummie e
scarabei (tu stavi male,
unica vita) e
confrontai la pomice
e il diaspro,
la sabbia e il sole, il fango
e l’argilla
divina –
alla scintilla
che si levò
fui nuovo e incinerito.
Versiones: Pedro
Marqués de Armas; con Dolores Labarcena: “El genio”
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