miércoles, 10 de diciembre de 2025

Diez poemas de Eugenio Montale

 

Poesía


Eugenio Montale

 

1

 

El angustiante problema

de si la inspiración es en frío o en caliente

no concierne a la ciencia térmica.

El raptus no produce, el vacío no conduce,

no hay poesía en sorbete o al asador.

Se trata más bien de palabras

un tanto inoportunas

que tienen prisa de salir

del horno o la nevera. El hecho

no tiene mayor importancia. Apenas salen

y ya miran alrededor con aire de decirse:

¿qué hacemos aquí?

 

2

Con horror

la poesía rechaza

las glosas de los escoliastas.

Pero no es cierto que la demasiado muda

se baste a sí misma

o al asistente que tropieza con ella

sin saber que él mismo es

el autor.

 

Es solo un vicio  


Bufones travestidos de poetas,

arrogantes burócratas, 

pedantes pregoneros,

son ustedes los abanderados:

portadores de enseñas desvaídas. 

Ser poeta no es para tanto. 

Es sólo un vicio innato. 

Un peso que se lleva 

con pavor. 

  

Fanfarria

 

el materialismo histórico

dialéctico

progresivo

inmanente

irreversible                    

nunca fuera

dentro siempre

infalible

hecho por nosotros

no por extraños

propaladores de patrañas

que solo se creen

los locos

 

la maravilla sintética

no ideoléctica

ni individual

más bien universal

el ayuno

que a todos alimenta  

y a ninguno

 

el salto cuantitativo

¡cualitativo un pito!

el empíreo

la tumba

en casa sin necesidad

más que de sí mismo y ni eso

porque alguien paga

 

y es el despunte  

de una moral sin puntales

salvo la intervención

eventual

de un líder carismático

mientras dure

o de seguidores no menos

providenciales

 

la eternidad de bolsillo

económica

controlada

por científicos

responsables y a su vez

controlados

 

la muerte

del buen salvaje

de las opiniones

de las inciertas certezas

de las epifanías

de las hambrunas

del individuo no funcional

del clérigo del hechicero

del intelectual

 

el triunfo

en el sistema trinitario

del ex primate sobre todo

sobre sí mismo

pero sin el truco

de la costra en remojo

en la noosfera

y de los bulos

que divulgan los papistas

modernistas o frente

-populares

¡los muy zoquetes!

 

la guerra

cuando sea progresista

porque invade

violenta no violenta

vaya como vaya

pero que sea la última

y lo es siempre

por su naturaleza

 

dime tú

desengañado amigo

¿alguna objeción

a todo esto?

 

Las palabras

 

Las palabras

si despiertan

desprecian el hostal

más propicio, el papel

Fabriano, la tinta

china, la cartera

de cuero o terciopelo

que las mantenga ocultas;

 

las palabras

cuando despiertan

se acomodan al dorso

de las facturas, en los márgenes

de los billetes de lotería

en las contribuciones

matrimoniales o de luto;

 

las palabras

no piden nada mejor

que el barullo de las teclas

en la Olivetti portátil,

que la oscuridad de los bolsillitos

del chaleco, que el fondo

del cesto reducidas

a pelotas;

 

las palabras

no están nada felices

de que las echen como cabareteras

y las acojan con furiosos aplausos

y deshonor;

 

las palabras

prefieren el sueño en la botella

a la burla de ser leídas, vendidas,

embalsamadas, hibernadas;

 

las palabras

son de todos y en vano

se esconden en los diccionarios

porque no falta el marrano

que desentierre las trufas

más apestosas y raras;

 

las palabras

después de una eterna espera

renuncian a la esperanza

de ser pronunciadas

de una vez por todas

y después morir

con quien las ha poseído.

 

Llueve

 

Llueve. Un chinchín

sin ruidos de motonetas

o chillidos

infantiles.

 

Llueve

desde un cielo sin nubes.

Llueve

sobre el no hacer nada

en estas horas de huelga

general.

 

Llueve

sobre tu tumba

en San Felice a Ema

sin que tiemble la tierra

pues no hay terremoto

ni guerra.

 

Llueve

no sobre el cuento de hadas

de lejanas estaciones,

sino sobre la declaración

de hacienda,

llueve sobre los huesos de sepia

y sobre la tarima nacional.

 

Llueve

sobre el Boletín del Estado

aquí desde el balcón abierto,

llueve sobre el parlamento,

llueve sobre la calle Solferino,

llueve sin que el viento

se lleve los papeles. 

 

Llueve

en ausencia de Hermione

si Dios quiere,

llueve porque la ausencia

es universal

y si la tierra no tiembla

es porque Arcetri

no se le ordenó.

 

Llueve sobre las nuevas epistemes

del primate en dos pies,

sobre el hombre aindiado, sobre el cielo

hominizado, sobre la caradura

de teólogos en monos

o con el paludamentum,

llueve sobre el progreso

de las contestaciones,

llueve sobre el work in regress,

llueve

sobre los cipreses enfermos

del cementerio, gotea

sobre la opinión pública.

 

Llueve pero donde apareces

no es agua ni atmósfera,

llueve porque si no estás

todo es penuria 

y puede uno ahogarse.

 

Viento sobre la media luna

                                                                                        Edimburgo               

El gran puente no llevaba a ti.

Te habría alcanzado incluso navegando

por las alcantarillas, a una orden tuya.

Pero ya las fuerzas, con el sol en los cristales

de las terrazas, se iban agotando.


El hombre que predicaba en la Media Luna

me preguntó: “¿Sabes dónde está Dios?” Lo sabía

y se lo dije. Sacudió la cabeza. Desapareció

en un torbellino que arrastró a hombres y casas

y los alzó por lo alto, sobre la brea.

 

El genio

 

El genio por desgracia no habla

por su boca

 

El genio deja rastros de patas

como la liebre en la nieve

 

La naturaleza del genio es que si deja

de caminar sus mecanismos

se paralizan

 

Entonces se detiene el mundo a la espera

que alguna liebre corra sobre improbables

nevadas

 

Inmóvil y veloz en su ruedo

no puede leer huellas arrasadas

por el tiempo,

indescifrables.

 

¿Diste mi nombre a un árbol? No es poco

 

¿Diste mi nombre a un árbol? No es poco;

pero no me resigno a ser sombra, o tronco,

en el abandono de un suburbio. El tuyo

lo he dado a un río, a un largo incendio, al crudo

juego de mi suerte, a la confianza

sobrehumana con que hablaste al sapo

salido de la cloaca, sin horror o piedad

o júbilo, al aliento de ese labio tuyo

fuerte y suave que nombrando puede 

crear: sapo flor hierba peñasco -encina 

dispuesta a desplegarse sobre nosotros

en lo que la lluvia despoja los pétalos 

carnosos del trébol y el fuego crece.

 

Si te han asemejado


Si te han asemejado a la zorra 

será por la zancada

prodigiosa, por el vuelo de tu paso

que une y que divide, que trastorna

y refresca el pavimento (tu terraza,

las calles junto al hospicio, el prado,

el árbol que lleva mi nombre vibran felices, 

húmedos y vencidos) -o tal vez sólo

por la onda luminosa que difundes

desde las tiernas almendras de tus ojos,

por la astucia de tus súbitos asombros,

por el tormento

de plumas desgarradas que tu mano

de infante puede dar al estrecharla;

si te han asemejado

a un rubio carnívoro, al pérfido genio

de las cofradías (¿y por qué no al inmundo

pez que da descargas, al torpedo?),

es acaso porque los ciegos no advirtieron

en tus gráciles escápulas las alas,

porque no vieron el presagio de tu rostro

incandescente, el surco de sangre que dejaron

mis uñas en tu frente, crisma, cruz, conjuro,

infortunio, despedida, voto de perdición

y salvación; si no supieron verte

más que como comadreja o mujer,

¿con quién compartiré mi testimonio,

dónde enterraré el oro que llevo,

la brasa que en mí crepita si,

dejándome, te vuelves desde la escalera?

 

Luz de invierno

 

Cuando bajé del cielo de Palmira

sobre palmeras enanas y propileos confitados 

un rasguño en la garganta me advirtió

que me habrías raptado,

cuando bajé del cielo de la Acrópolis

y a distantes kilómetros encontré 

cabañas de pulpos y murenas

(¡la sierra de sus dientes

sobre el corazón encogido!),

cuando dejé las cimas de la aurora 

inhumanas para el gélido museo

de momias y escarabajos (tú estabas mal,

única vida) y confronté la piedra pómez

y el jaspe, la arena y el sol, el fango

y la arcilla divina -

ante la chispa que se elevó

fui nuevo e incinerado.



La poesía

 

L’angosciante questione

se sia a freddo o a caldo l’ispirazione

non appartiene alla scienza termica.

Il raptus non produce, il vuoto non conduce,

non c’è poesia al sorbetto o al girarrosto.

Si tratterà piuttosto di parole

molto importune

che hanno fretta di uscire

dal forno o dal surgelante.

Il fatto non è importante. Appena fuori

si guardano d’attorno e hanno l’aria di dirsi:

che sto a farci?

 

Con orrore

la poesia rifiuta

le glosse degli scoliasti.

Ma non è certo che la troppo muta

basti a se stessa

o al trovarobe che in lei è inciampato

senza sapere di esserne

l’autore.

 

E solo un vizio

 

Fliaci travestiti da poeti

burocrati arroganti,

pedanti imbonitori

siete voi i vessilliferi:

portatori d'insegne sbiadite.

L'esser poeti non è un vanto.

E' solo un vizio di natura.

Un peso che s'ingroppa

con paura. 

 

Fanfara

 

Lo storicismo dialettico

materialista

autofago

progressivo

immanente

irreversibile

sempre dentro

mai fuori

mai fallibe

fatto da noi

non da estranei

propalatori

di fanfaluche credibili

solo da pazzi

 

la meraviglia sintetica

non idiolettica

né individuale

anzi universale

il digiuno

che copre tutti

e nessuno

 

il salto quantitativo

macché qualitativo

l’empireo

la tomba

in casa senza bisogno

che di se stessi e nemmeno

perché c’è chi provvede

ed è il dispiegamento

d’una morale

senza puntelli eccetto

l’intervento

eventuale

di un capo carismatico

finché dura

o di diadochi

non meno provvidenziali

 

l’eternità tascabile

economica

controllata

da scienziati

responsabili e bene

controllati

 

la morte

del buon selvaggio

delle opinioni

delle incerte certezze

delle epifanie

delle carestie

dell’individuo non funzionale

del prete dello stregone

dell’intellettuale

 

il trionfo

nel sistema trinitario

dell’ex primate

su se stesso su tutto

ma senza il trucco

della crosta in ammollo

della noosfera

e delle bubbole

che spacciano i papisti

modernisti o frontisti

popolari

degli impronti !

 

La guerra

quando sia progressista

perché invade

violenta non violenta

secondo accade

ma sia l’ultima

e lo è sempre

per sua costituzione

 

tu dimmi

disingaggiato amico

a tutto questo

hai da fare obiezioni?

 

Le parole

 

Le parole

se si ridestano

rifiutano la sede

più propizia, la carta

di Fabriano, l’inchiostro

di china, la cartella

di cuoio o di velluto

che le tenga in segreto;

 

le parole

quando si svegliano

si adagiano sul retro

delle fatture, sui margini

dei bollettini del lotto,

sulle partecipazioni

matrimoniali o di lutto;

 

le parole

non chiedono di meglio

che l’imbroglio dei tasti

nell’Olivetti portatile,

che il buio dei taschini

del panciotto, che il fondo

del cestino, ridottevi

in pallottole;

 

le parole

non sono affatto felici

di essere buttate fuori

come zambrocche e accolte

con furore di plausi e

disonore;

 

le parole

preferiscono il sonno

nella bottiglia al ludibrio

di essere lette, vendute,

imbalsamate, ibernate;

 

le parole

sono di tutti e invano

si celano nei dizionari

perché c’è sempre il marrano

che dissotterra i tartufi

più puzzolenti e più rari;

 

le parole

dopo un’eterna attesa

rinunziano alla speranza

di essere pronunziate

una volta per tutte

e poi morire

con chi le ha possedute

  

Piove

 

Piove. È uno stillicidio

senza tonfi

di motorette o strilli

di bambini.


Piove

da un cielo che non ha

nuvole.

Piove

sul nulla che si fa

in queste ore di sciopero

generale.


Piove

sulla tua tomba

a San Felice

a Ema

e la terra non trema

perché non c'è terremoto

né guerra.


Piove

non sulla favola bella

di lontane stagioni,

ma sulla cartella

esattoriale,

piove sugli ossi di seppia

e sulla greppia nazionale.


Piove

sulla Gazzetta Ufficiale

qui dal balcone aperto,

piove sul Parlamento,

piove su via Solferino,

piove senza che il vento

smuova le carte.


Piove

in assenza di ermione

se Dio vuole,

piove perché l'assenza

è universale

e se la terra non trema

è perché Arcetri a lei

non l'ha ordinato.


Piove sui nuovi epistèmi

del primate a due piedi,

sull'uomo indiato, sul cielo

ominizzato, sul ceffo

dei teologi in tuta

o paludati,

piove sul progresso

della contestazione,

piove sui work in regress,

piove

sui cipressi malati

del cimitero, sgocciola

sulla pubblica opinione.


Piove ma dove appari

non è acqua né atmosfera,

piove perché se non sei

è solo la mancanza

e può affogare.



Vento sulla mezza luna

                                                                    Edimburgo

Il grande ponte non portava a te.

T’avrei raggiunta anche navigando

nelle chiaviche, a un tuo comando. Ma

già le forze, col sole sui cristalli

delle verande, andavano stremandosi.


L’uomo che predicava sul Crescente

mi chiese: “Sai dov’è Dio?”. Lo sapevo

e glielo dissi. Scosse il capo. Sparve

nel turbine che prese uomini e case

e li sollevò in alto, sulla pece.

  

Il genio


Il genio purtroppo non parla

per bocca sua.

 

Il genio lascia qualche traccia di zampetta

come la lepre sulla neve.

 

La natura del genio è che se smette

di camminare ogni congegno è colto

da paralisi.

 

Allora il mondo è fermo nell'attesa

che qualche lepre corra su improbabili

nevate.

 

Fermo e veloce nel suo girotondo

non può leggere impronte

sfarinate da tempo,

indecifrabili.

  

Hai dato il mio nome a un albero? Non é poco 

 

Hai dato il mio nome a un albero? Non é poco;

pure non mi rassegno a restar ombra, o tronco,

di un abbandono nel suburbio. Io il tuo

l'ho dato a un fiume, a un lungo incendio, al crudo

gioco della mia sorte, alla fiducia

sovrumana con cui parlasti al rospo

uscito dalla fogna, senza orrore o pietà

o tripudio, al respiro di quel forte

e morbido tuo labbro che riesce,

nominando, a creare; rospo fiore erba scoglio -

quercia pronta a spiegarsi su di noi

quando la pioggia spollina i carnosi

petali del trifoglio e il fuoco cresce.

 

Se t’hanno assomigliato...


Se t’hanno assomigliato

alla volpe sarà per la falcata

prodigiosa, pel volo del tuo passo

che unisce e che divide, che sconvolge

e rinfranca il selciato (il tuo terrazzo,

le strade presso il Cottolengo, il prato,

l’albero che ha il mio nome ne vibravano

felici, umidi e vinti) – o forse solo

per l’onda luminosa che diffondi

dalle mandorle tenere degli occhi,

per l’astuzia dei tuoi pronti stupori,

per lo strazio

di piume lacerate che può dare

la tua mano d’infante in una stretta;

se t’hanno assomigliato

a un carnivoro biondo, al genio perfido

delle fratte (e perché non all’immondo

pesce che dà la scossa, alla torpedine?)

è forse perché i ciechi non ti videro

sulle scapole gracili le ali,

perché i ciechi non videro il presagio

della tua fronte incandescente, il solco

che vi ho graffiato a sangue, croce cresima

incantesimo jattura voto vale

perdizione e salvezza; se non seppero

crederti più che donnola o che donna,

con chi dividerò la mia scoperta,

dove seppellirò l’oro che porto,

dove la brace che in me stride se,

lasciandomi, ti volgi dalle scale? 

 

Luce d'inverno

 

Quando scesi dal cielo di Palmira

su palme nane e propilei canditi

a un’unghiata alla gola m’avvertì

che mi avresti rapito,

quando scesi dal cielo dell’Acropoli

e incontrai, a chilometri, cavagni

di polpi e di murene

(la sega di quei denti

 sul cuore rattrapito!),

quando lasciai le cime delle aurore

disumane per il gelido museo

di mummie e scarabei (tu stavi male,

unica vita) e confrontai la pomice

e il diaspro, la sabbia e il sole, il fango

e l’argilla divina –

alla scintilla

che si levò fui nuovo e incinerito.

 

Versiones: Pedro Marqués de Armas; con Dolores Labarcena: “El genio”

 

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