jueves, 6 de noviembre de 2025

Hominaticum: José Juan Tablada



Pedro Marqués de Armas


Incursión 

                                          

A medida que te adentrabas 

en la noche 

de populosos gineceos 

Yoshivara japonés 

o cerámico muro alejandrino

emergía lenta y bamboleante

la Venus negra de Baudelaire 

 

Qué oscura debió resultarte 

esa incursión

por otro lado 

nada excursionaria

para entreverlo todo 

“a la luz violeta de Goya 

el macabro”

 

De tanto impostado satanismo

te despertó (y esto 

como todo lo anterior

según propias palabras) 

la cuchillada en plena jeta al guapo 

tabernario y el grito 

de punta a punta 

de las cloróticas 

pintarrajeadas 

hetairas

 

En la accesoria sonaba un madrigal 

que hablaba de puñales

justificando tus imágenes 

en tanto (buena montura

mejor montaje) en zapaticos 

ideográficos 

taconeaba 

Madame Rouge

 

Pero solo la Venus negra tenía la clave

solo ella a la luz de los carbones 

en esa tu noche sifiliaria

espesa como un parapeto 

 



De los ojos sin la máscara  

                                           
Circe y Salomé juntas
  
no harían lo que aquella mulata 
 
que viste bailar en París  

(muy temprano) 

antes de la guerra  

camagüeyana  

por más señas


claro que tantas Aspasias  

tantas Manón tantas Thaís

vienen a mitigar el deseo

cuando se vuelve punzante 
 

es lo que tienen los clásicos 
   

en vida en cambio
 
nadie sale ileso 
 
en tales lances 
 
más si se tiene

una cierta tendencia adictiva 
 
una frisson sui generis  

sin melindres 
 

el asunto: el menstruo 
 
se torna entonces granate 
 
si no bermellón y turba 
 
¡claro que turba!  

 
no como la concha que turbó a Verlaine

en medio de la ola 

(de blancura)
  
sino de ese otro modo 
 
cerebral 
 
y profundo
  

no tú no podías saber lo que  

justo al final de la contienda 
 
Nueva York te depararía 
 
así de viajeras son las modas 
 
y las nubes 
   

un bel amor no sale al paso 
 
a menos que lo anuncie un lumínico 
 
uno que ni la luna

simultánea


caricioso y elástico como el salto 
 
en tu poesía: como cuando clavan
   
agujas (en un avispero)
  
o vuela (una garza) 
 
en lo que la buganvilia
  
hace su pirotecnia 
 
 
un salto nocturno 
 
tendinal y pródigo 
 
como de sapo 
 

perdona si me inmiscuyo  

pero honda debió ser la frisson  

además de anchurosa esa loma 
 
(por algo la llaman “de la Mulata”)

donde te subiste a contemplar 
 
no la bahía desde luego 

ese fue el pretexto

para la instantánea



pocos saben que ese día 

(ese y no otro)

recorriste la ciudad en busca de editor

para Un día… poemas sintéticos 

con tal suerte que privaron a la literatura cubana

(esa que, sin embargo, sí contempla

tu flora y tu fauna)

de la primicia 


acabaste al fin donde todos

trazando aquel dibujo en letras 

bajo las marquesinas:

en el aire aquello de “para Camagüey,  

que se va Panchita”

que con malicia atrapaste al vuelo

convirtiendo en tu último 
 
reversible verso: 
 
aunque en eso 
 
nadie reparó



Noble Voluptas


Cien años ya de aquella cena en el Mikado

y de su oportuna

(luna de febrero)

sobre los elevados


Hija nos menos de Psique

que de la caña de Li Po

en negra taza de laca

Eros consumó


En la exaltación cubista

de la materia 

en la recámara

del ojo encadenado

en las blancas espirales

de humo 

del paladar

y ante las domésticas

marítimas virtudes

que promulgan

dibujos 

de Hokusai


Libélula trasparente y en cruz

a toda esta el ánima de Nena

sobrevuela aún

sobre un

radiante sarape de Saltillo

más luminoso

que todo Broadway

 
Cien años ya de aquella cena en el Mikado

y de su oportuna

(luna)

sobre los elevados




Del cuaderno inédito Hartzenbusch 56. Impresiones domésticas ©


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