Pedro Marqués de Armas
Incursión
A medida que te
adentrabas
en la noche
de populosos
gineceos
Yoshivara japonés
o cerámico muro
alejandrino
emergía lenta y
bamboleante
la Venus negra de
Baudelaire
Qué oscura debió
resultarte
esa incursión
por otro lado
nada excursionaria
para entreverlo
todo
“a la luz violeta de
Goya
el macabro”
De tanto impostado
satanismo
te despertó (y esto
como todo lo anterior
según propias
palabras)
la cuchillada en plena
jeta al guapo
tabernario y el
grito
de punta a punta
de las cloróticas
pintarrajeadas
hetairas
En la accesoria sonaba un
madrigal
que hablaba de puñales
justificando tus
imágenes
en tanto (buena montura
mejor montaje) en
zapaticos
ideográficos
taconeaba
Madame Rouge
Pero solo la Venus negra
tenía la clave
solo ella a la luz de los
carbones
en esa tu noche
sifiliaria
espesa como un parapeto

De los ojos sin la máscara
Circe y Salomé juntas
no harían lo que aquella mulata
que viste bailar en París
(muy temprano)
antes de la guerra
camagüeyana
por más señas
claro que tantas Aspasias
tantas Manón tantas Thaís
vienen a mitigar el deseo
cuando se vuelve punzante
es lo que tienen los clásicos
en vida en cambio
nadie sale ileso
en tales lances
más si se tiene
una cierta tendencia adictiva
una frisson sui generis
sin melindres
el asunto: el menstruo
se torna entonces granate
si no bermellón y turba
¡claro que turba!
no como la concha que turbó a Verlaine
en medio de la ola
(de blancura)
sino de ese otro modo
cerebral
y profundo
no tú no podías saber lo que
justo al final de la contienda
Nueva York te depararía
así de viajeras son las modas
y las nubes
un bel amor no sale al paso
a menos que lo anuncie un lumínico
uno que ni la luna
simultánea
caricioso y elástico como el salto
en tu poesía: como cuando clavan
agujas (en un avispero)
o vuela (una garza)
en lo que la buganvilia
hace su pirotecnia
un salto nocturno
tendinal y pródigo
como de sapo
perdona si me inmiscuyo
pero honda debió ser la frisson
además de anchurosa esa loma
(por algo la llaman “de la Mulata”)
donde te subiste a contemplar
no la bahía desde luego
ese fue el pretexto
para la instantánea
pocos saben que ese día
(ese y no otro)
recorriste la ciudad en busca de editor
para Un día… poemas sintéticos
con tal suerte que privaron a la literatura cubana
(esa que, sin embargo, sí contempla
tu flora y tu fauna)
de la primicia
acabaste al fin donde todos
trazando aquel dibujo en letras
bajo las marquesinas:
en el aire aquello de “para Camagüey,
que se va Panchita”
que con malicia atrapaste al vuelo
convirtiendo en tu último
reversible verso:
aunque en eso
nadie reparó
Noble Voluptas
Cien años ya de aquella cena en el Mikado
y de su oportuna
(luna de febrero)
sobre los elevados
Hija nos menos de Psique
que de la caña de Li Po
en negra taza de laca
Eros consumó
En la exaltación cubista
de la materia
en la recámara
del ojo encadenado
en las blancas espirales
de humo
del paladar
y ante las domésticas
marítimas virtudes
que promulgan
dibujos
de Hokusai
Libélula trasparente y en cruz
a toda esta el ánima de Nena
sobrevuela aún
sobre un
radiante sarape de Saltillo
más luminoso
que todo Broadway
Cien años ya de aquella cena en el Mikado
y de su oportuna
(luna)
sobre los elevados
Del cuaderno inédito Hartzenbusch 56. Impresiones domésticas ©
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