Eugène Ney publicó su "Visite récente
à l’île de Cuba" en el tomo IV de Revue des deux mondes, 1831.
Dejo un breve fragmento traducido por nuestro colaborador Varón de Mena:
"Los alrededores de Matanzas son muy
pintorescos. Me invitaron a hacer una excursión por el campo; y el domingo 7 de
febrero, por la mañana, bajo un cielo azul celeste, subí a una volanta con M.P.,
alejándonos de la ciudad en dirección este.
Casi inmediatamente estábamos en el país más
bello del mundo: montañas cubiertas de bosques, valles, colinas, llanuras de
café, mangos, enormes palmeras, naranjales, bambúes formando bóvedas y arcos
oscuros y gruesos; todo animado por loros que volaban con alborotado cacareo.
Sólo faltaba un poco de agua a este hermoso
paisaje.
Si los caminos de los alrededores de Matanzas
fueran reparados de vez en cuando, que nunca lo son, serían excelentes; las
pesadas carretas que cargan el café y el azúcar los desfondan y abren surcos
profundos; sólo pueden pasar a través de ellos carruajes como las volantas, que
muy difícilmente se volcarían.
El cafetal del Sr. Stouder, adonde me dirigía,
está a ocho millas de Matanzas. A medio camino, una nube negra y amenazadora
nos hizo volver sobre nuestros pasos. De pronto sonó una trompeta, y los negros
que estaban bailando y jugando se congregaron, y se pusieron todos, pala en
mano, a apilar en grandes montones el café que se había tendido para secarlo.
El mayoral, ex colono de Santo Domingo, y un
negro, dirigían el trabajo látigo en mano y lo hacían restallar gritando:
¡Onta!, ¡Onta! Cuando el café estuvo amontonado, se le cubrió con una techumbre
de paja o de hojas de palmera, hecha expresamente para ello, que lo envolvió
por todos los lados.
Volviendo a la ciudad, el Sr. Stouder nos hizo
parar en una valla donde daban una pelea de gallos. Era un recinto circular de
diez a doce gradas, cercado y cubierto
por un techo. Estaba repleto de espectadores, y encontramos lugar a duras
penas. Los contrincantes estaban ya fatigados cuando llegamos, y a cada tanto
rodaban por tierra; sus propietarios, los únicos admitidos dentro de la arena,
los recogían y les limpiaban el pico soplándoles dentro para quitarles el
polvo, les exprimían caña de azúcar, les cosquilleaban bajo la cola, les
rascaban el cuello, les estiraban las pata, los acercaban pico a pico, y los
depositaban suavemente en el suelo, donde los pobres animales se arrojaban
todavía uno sobre el otro, hasta que se tumbaban a cada lado, extenuados en el
último esfuerzo.
Después de la valla, fuimos a un agradable
paseo en barco por el río Canímar, el cual cruza la ciudad hasta unas peñas
elevadas, donde existen algunas cuevas cuya extensión se desconoce, con
diferentes galerías, columnatas y soberbias estalactitas. Estas cuevas
antiguamente dieron asilo a los indios, que los españoles perseguían sin
tregua; pero estos desgraciados al final resultaban descubiertos, se
precipitaban al agua, o eran asesinados con armas de fuego. Eso es lo que hizo
dar a esta ciudad el nombre de Matanzas, lo que significa masacre, matanza".
Matanzas, July 20, 1831.
We hereby give notice, that in consequence of
the death of our Mr. Henry Stouder, the Partnership hitherto existing between
us, at Havana and Matanzas, in the Island of Cuba, under the firm of Henry
Stouder and Co. is dissolved; our undersigned Mr. Willian Picard remaining
charged with the liquidation of the saue.
Hilliam Picard
Leonard Coltmann
John Lambert
Herman Stolterfaht
Conrad W. Faber
No hay comentarios:
Publicar un comentario