Ángel Zúñiga
En el intercambio
cultural y económico entre este país y Rusia, se anuncia para el mes de junio
una gran exposición de la Unión Soviética en el Coliseum. Kruschev y sus
muchachos han hecho lo posible para que el jefe ruso esté en la inauguración.
Kruschev espera venir a este país para llevarse de calle todas las publicidades
posibles. Unos cuantos piquetes, unas cuantas demostraciones en cada ciudad que
visitará, no paliarían el efecto de la presencia espectacular del jefe
soviético. En los lejanos países del Oriente indeciso e inescrutable, y ya no
hablemos de aquellos que son ocupados por el comunismo, donde no pueden leer y
oír otras noticias que las oficiales pasadas por la previa censura, la
presencia de Kruschev en Norteamérica sería presentada como una victoria de la
respetabilidad del régimen soviético. De ahí que la maniobra por celebrar la conferencia
cumbre en éste país continúe, cayendo incluso en la trampa los propios interesados
en evitar esa infiltración propagandística de Rusia, que halla aquí siempre
ecos sospechosos. A los occidentales no se les ha ocurrido celebrar la
conferencia en cualquier lugar de los países controlados por el comunismo, con la
condición de recibir los mismos beneficios de una prensa libre y una publicidad
sin limitaciones, que es la que espera recibir Kruschev en este país.
Esta exposición
soviética está compensada por la que celebran también en junio en Moscú los
norteamericanos. Pero con una prensa controlada con los servicios de
información maniatados por el Estado, la publicidad no es la misma y puede
decirse que la exposición rusa en esta ciudad alcanzará, una mayor difusión por
los extraordinarios medios puestos a su servicio por el mismo país al que
intentan deslumbrar.
EXALTACIÓN DE LA
CIENCIA
En los nueve departamentos
que figurarán en la exposición del Coliseum neoyorquino, los soviets se
dedicarán sobre todo a realizar una exaltación de los triunfos científicos, del
avance tecnológico del país y del estado de su cultura. Son tres campos
diversos en que, como es natural, han ido progresando por la misma razón del
pasar del tiempo.
Tampoco se ha de negar
que en la cuestión científica han dado un avance considerable. Los soviets
recibieron una tradición científica, como la recibieron también en los campos
de la cultura, y en ésta de forma inigualable. Sólo a la inevitable señora,
viuda de Roosevelt se le ocurre, como hacía el otro día, decir que ahora viven
los rusos mejor que en el tiempo de los zares, perogrullada divertida si no
destilara tanto veneno. De la misma manera se puede decir que vive mucho mejor
ahora el norteamericano de la época de Eisenhower que el del tiempo de Wilson. Todo
ello referido tan sólo al aspecto material de la cuestión, que progresa con el
pasar mismo del tiempo.
EL DISPARO DE LOS «SPUTNIKS»
No faltarán en el
Coliseum en esta exposición soviética y colocados en el altar de la ciencia los
«Sputniks» con que se han llevado muchos puntos por delante en el gran
encuentro. Los rusos colocarán en su exposición unos modelos impresionantes de
sus «Sputniks», que giran sobre la órbita más peligrosa de la admiración del
visitante neoyorquino para deslumbrar a este proletariado burgués de la gran
urbe de nuestro tiempo. El mundo socialista ha volcado, al perecer, su potencia
en el campo científico. Menos automóviles para cada quisque con los que ir a
pasar los fines de semana a las playas y montañas, aumentando la inmensa mortalidad
de las carreteras, y más posibilidades para el estudio de las ciencias,
dedicando a más y más gente a esa noble tarea Los soviets saben que por ese
camino los pueblos que tratan de conquistar para la doctrina marxista son más
impresionables.
LOS CAMINOS DE LA PAZ
Una de las constantes
soviéticas es la de presentarse ante el mundo como campeones de la paz. La
humanidad en cada época, se deja guiar por mitos distintos. El bloque
occidental emplea sin cesar las palabras democracia y libertad. Los rusos las
han sustituido por la de la paz universal entre los pueblos. Casi siempre todos
esos mitos son fases ilusorias de este gran sueño calderoniano de la vida. Pero
como sea, no faltará en una exposición soviética esta participación pacífica
del régimen. Los rusos presentarán algunas de las aplicaciones de le energía
atómica con fines pacíficos. Habrá modelos de reactores de electricidad
producida y el modelo de un rompehielos atómico, llamado «Lenin». Pudiéramos
decir que la exposición se volcará en estos aspectos intentando glorificar, en un
mundo feliz, a la Huxley. La campaña socialista para obtener los máximos rendimientos
de las máquinas. Máquinas, al fin, inventadas por el hombre.
NO FALTA TAMPOCO LA
DIVERSIÓN
Una exposición rusa no
resultaría completa sin la consideración del espectáculo como propaganda. Hace sólo unos años, una comedia o un «ballet»
no se hubieran considerado nunca como caminos para demostrar nada, como no
fuera la propia vigencia del arte. Ahora los norteamericanos mandan artistas a
Moscú para realizar propaganda. Y los rusos nos bombardean con los suyos para
demostrarnos que nada les está vedado, si no es aquella libertad de que antes
hablábamos. Llegará de Moscú el coro Pyanitsky, para una serie de conciertos.
Después del éxito sensacional de los «ballets», este coro mantendrá el tono
ruso popular. Pero ni aquéllos ni éstos han sido nada que haya inventado el
socialismo. Estaban ya en la Rusia de los zares. Y esto hay que decirlo porque
si no llegará día en que parecerá que la U.R.S.S haya salido directamente del
jardín del Edén sin otras conexiones históricas. Los rusos también nos enviarán
el sine-panorama, una especie de cinerama, con todas las imitaciones habituales
del mismo. Como esto no tiene nada que ver con el cine y tan sólo con el
espectáculo de Feria no hay duda de que su presencia en la exposición soviética
será de lo más adecuado. La lástima es que por razones de espacio se presentará
en algunos de los cines de Broadway. Pero tampoco está del todo mal. Porque ¿acaso
Broadway, a estas alturas, tiene algo que ver ya con lo que los ilusos llamaron
en su día el séptimo arte?
Nueva York, 30, 7 de
la tarde. Crónica radiotelegráfica de nuestro redactor. La Vanguardia, domingo
31 de mayo de 1959.
No hay comentarios:
Publicar un comentario