domingo, 10 de julio de 2011

Adhesividad





 por Magim Pers y Ramona


 Conocí en Matanzas (Isla de Cuba) en 1830, a dos jóvenes, cuya mutua amistad era tan excesiva que pudiera haberse tomado por una monomanía. Las más de las noches, estos jóvenes, dormían en una misma cama. A veces se sentaba el uno encima de las piernas del otro, se cantaban y se daban besos. A la mesa se sentaban el uno al lado del otro, y se hablaban a menudo al oído. La separación de uno de ambos por algunos días era la mayor desgracia. Si uno de ellos manifestaba afecto hacia otra persona el otro no podía disimular los celos intensos que le devoraban. Este estado de exaltación duró algunos meses, la cual se cambió después en una amistad razonable. Amistades de esta especie se ven muy a menudo entre las mujeres, pues parece que ellas estén más dispuestas o constituidas para ello (…)

 Esta facultad tiene por oficio natural el aproximarse o adherirse, lo mismo las personas que los animales. Esta propensión es natural, innata, y no necesita del auxilio de la educación para manifestarse. Desde la más tierna edad se manifiesta muy activo este sentimiento en los niños en el regazo de sus nodrizas. Es una afección necesaria en los vivientes: sin ella los hombres no seríamos sociables. El hombre está destinado para vivir en sociedad, dice Fossati, y todos los sueños y las pésimas discusiones de los filósofos del siglo último, fundados en la naturaleza del hombre, no han producido sino novedades filosóficas que no han servido de ninguna aplicación práctica.

 Háse observado que la persona que está dotada de este órgano en un grado de bastante desarrollo es notable por la energía que manifiesta en su amistad y apego hacia sus amigos. Algunos han creído que el sentimiento del amor nacía de esta facultad, olvidando que el amor, en el sentido riguroso de la palabra, es un compuesto de la amatividad y de la adhesividad. Tal es la pasión que siente un amante para con su querida, y un esposo para con su esposa. El apego o amor de los padres para con sus hijos, o de un hermano para con su hermana, no es en verdad el verdadero amor, sino una fuerte adhesividad, fundada en el primer caso por la influencia de la filogenitura.

 Este órgano es generalmente más desarrollado en la mujer que en el hombre. “El hombre se vanagloria de haber sido hecho para amar, dice Walter Scott, y habla con eficacia de la felicidad que da el más noble de los sentimientos humanos; pero sólo en el corazón de la mujer es donde debe buscarse este sentimiento; solo en ella se halla esta amistad franca, generosa, desinteresada, de que el hombre hace un vano alarde. No hay amigo que pueda compararse a una mujer amante apasionada. Sea cualquiera la energía del sentimiento que experimenta, el hombre conserva siempre una reserva que revela su egoísmo, mientras que la mujer, dando su amor, se entrega toda entera, en cuerpo y alma.”

 No debe entenderse por esto que no haya hombres capaces de amar con toda la intensidad de que es capaz la mujer. Ciertos hombres se han manifestado susceptibles de mucho apego aun en personas de su mismo sexo, tales como Pílades y Orestes, Damon y Pitias, cuya amistad (resultado de un exceso de amatividad) desafió a la misma muerte. ¡Qué de admirables cuadros de la amistad no nos han trazado Homero, Virgilio y los escritores sagrados, hablando de Aquiles y de Patroclo, de Niso y de Euríalo, de Jonatas y de David!

 El sentimiento de adhesividad puede existir sin el concurso de la benevolencia ni de la amatividad; pues se han visto mujeres manifestar una amistad excesiva siendo la amatividad en ellas casi nula. Lo mismo puede decirse respecto de la falta o carencia del sentimiento de benevolencia. Es una prueba de ello y muy palpable la resistencia que han manifestado ciertos ladrones en no querer descubrir á sus cómplices compañeros, aun cuando les hayan prometido perdonarles la vida. Al contrario, han preferido morir y sufrir los más crueles tormentos antes de descubrirlos y faltar a los lazos de amistad que los unía con sus camaradas. Mary M. Innes, que fue ejecutado como asesino, presentaba un grande desarrollo de este órgano y dio pruebas de su energía hasta en el cadalso.

 Vése a menudo a algunas jóvenes, y a las veces a los jóvenes también contraer amistades románticas a causa de una excitación anormal en este órgano; pero estas amistades cesan tan pronto como esa excitación desaparece. No sucede así cuando su origen dimana de otras causas. Sin embargo, se ha observado que esas mismas personas que antes se querían tan estrechamente, se han entibiado y perdido más tarde su amistad, viniendo a ser después de amigas sumamente antipáticas.

 Las personas sujetas a una fuerte influencia de este órgano son incapaces de percibir los defectos del ídolo de su amor. Ellas les atribuyen una perfección ideal, prodigándolos tales alabanzas que rayan en la misma exageración. La amistad ciega que experimentan dimana del demasiado desarrollo de esta facultad; en términos que, cuando es muy grande y activa esta facultad, el individuo así constituido echa menos los amigos que están ausentes, y sufre fuertes ataques de melancolía. Es un estímulo poderoso el de la habitatibidad para hacer sentir más intensamente en esas circunstancias la nostalgia.

 También los animales manifiestan cierto apego o adhesividad entre sí. La historia está llena de infinitos hechos que lo atestiguan. El caballo, la oveja, el mono, y aun los pájaros manifiestan cierto apego al hombre. Muchos ejemplos podríamos aducir también de otros animales respecto á este particular.

 El “lenguaje natural” de esta facultad es el abrazo, el beso, el fuerte apretón de mano, inclinando la cabeza, vuelta hacia donde reside la adhesividad, a la persona con quien se habla.

 Este órgano está bien establecido.


 Manual de frenología al alcance de todos, Barcelona Imprenta de José Tauló, Calle de la Tapinería, 1849, p. 104 y sts. 


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