HOTEL TELÉGRAFO
Historia, sociedad, poesía. Notas y documentos.
viernes, 26 de diciembre de 2025
jueves, 25 de diciembre de 2025
jueves, 18 de diciembre de 2025
Diez poemas de Guido Ceronetti
Guido
Ceronetti
Muerte de Ignacio Felipe Semmelweis
¡Ah cuántos muertos demasiado excavados
Cuántos cadáveres de madres ofendidas
Por mi escalpelo, ciudad de larvas,
Tu relámpago infecto castiga!
Sobre la boca de la Melancolía
Que me torcía con su rabia ha puesto
Hambre a un Enigma triste y desmoronado
Con sus manos, a la víctima quejumbrosa
Feroces garfios. Muero.
Ah Skoda, Skoda. Tu consumada *
Mano clínica como un pensamiento
Que acompaña, grave bondad, sentir
Posarme los ojos táctiles sobre el pecho,
Más dulce me es que el rostro de una mujer.
Dime: ¿por qué no dejamos
Aquellos úteros enfermos morir?
¿Querer que la vida perdure
No es crimen, Skoda? ¿No muero impío
Por extraer tantas vidas?
¿Por qué hay un mal en dar la vida
Como en quitarla? ¿Y el dolor
En la ardiente víscera materna
no lo propago yo también dando aire,
Vigilando los lechos donde lo quemaba
La fiebre vomitada por su parto?
¿Por qué cada acto del hombre es malo
Sumado al mal en el incendio humano?
La sabiduría de un hombre que delira
Esta aquí desplegada, la rota lámpara
Suspendida en mi oscuridad, tropieza
Con su peso descolgándose
Sobre mojados escalones: llévame
Del subterráneo al juego de los jardines.
Mi bramido apagado, aferra ya,
Purgada caricia, esta mano especial:
Símbolo del bien que se precipita
A sí mismo en el lamento que lo atrae.
* Skoda fue el gran clínico de la escuela médica vienesa, maestro y protector de Semmelweis. Cuando S. estaba muriendo presa del delirio, por septicemia, estaba a su lado el viejo maestro Skoda.
Respuesta de Carlota Corday interrogada
La bañera del sarnoso ante tu luz
En psoriasis tremenda fulminada *
Tras la puerta cerrada permanece vacía
Ávida de cualquier cosa
Solitaria y ennegrecida pide
Un cuerpo que se descama,
Y su sangrienta sombra
Mi mano de improviso castiga
En fuga de una puerta vigilada
-Cada uno tiene su Marat. Póngase el hombre.
Golpes para una audiencia delatora.
Susurrándole cauto, la boca obscena
La hiel sombría, la infecta espalda
Con el puñal que enterrado se limpia
Día y noche golpeando.
Hasta que caiga sobre ti el suplicio
Del brazo severo que tú hieres –
* psore alude a la dermatosis de Marat, il rognoso (sarna). La bañera donde estaba inmerso es "fulminada" por la luz de Carlota.
Versos para "La Toilette" de François Boucher *
Como una oscuridad que hacia la noche
Se oculta, el cuerpo desapareció
En la cueva diurna de los ornamentos,
Y el puñal del que lamer su punta
Enfundado de pliegues como un gato
En una transacción de falso sueño
Entre mamparas, espejos, pulseras, cepillos
Y fuegos en agonía ni siquiera una flor
Pero de la flor más extraña la fuerza arcana
Hela aquí: todo lo sombrea y reconduce
Donde tiene luz la noche
En el círculo de la nocturna
Emanación, Norte fijo,
Mira cuántos sumisos cuantos perdidos
Cuántos extorsionados por su abismo;
El nicho vacío, húmedo de huellas
De ilimitadas armas, de telones de fondo
Oscura escena, los barrotes lima
De la moderación con su evadirse,
Mientras les llama por los conductos
De seda azul y blanca a su noche.
*Estaba en la colección Thyssen de Vila Favorita en Lugano.
Ahora se encuentra en el Prado.
Correo del comandante de la compañía ciclística
Parece un rincón de Holanda
En los tonos consumados de un Vermeer,
No es más que una humilde fotografía
De un Comando en un Véneto perdido.
Pero su triste rigor, el contenido viril
Tienen corazón de tiempo, fibra de ignoto.
Una agonía de sombras, la silla de nadie,
Una ventana Nórdica; y sellos, fechas,
Nombres escritos en tinta sobre postales alineadas.
Todo soplado, enviado ya...
Municiones de vida todas disparadas…
Mientras se marcha hacia la Apatía,
Dice atrás la trompeta Nostalgia.
Todos duermen
El hombre duerme.
La mujer duerme.
El león, cuando nada lo disturba, duerme.
Los amantes, abrazados, incómodos, duermen.
Los niños, interminablemente, duermen.
Los astronautas, mediante trucos, duermen.
Los curas, en el confesionario y durante la misa, duermen.
Los rabinos, después del sonido del shofár, duermen.
Los imanes duermen.
Los brahmanes duermen.
Las Carmelitas Descalzas, aunque poquísimo, duermen.
Las moscas pegadas a los cristales duermen.
Los ladrones, tras un buen golpe, duermen.
Los elegidos por el pueblo,
en las banquetas de la Cámara, duermen.
Los viejos en los asilos duermen.
Los anestesiados, sobre la mesa de operaciones,
duermen y duermen.
¿Quién es el que no duerme?
Yo.
¿Por qué, maldita sea, yo no?
¿Por qué, por cuál culpa que ignoro, no duermo, yo?
Y tú, Sueño mío, ¿por qué me abandonaste?
Escapar a la Verónica
A la Verónica como un cuenco de oración
A la Verónica de los lienzos que lagrimean
Toda energía untuosa, estrella invitada del peregrino,
La dolorosa luz humedece el Calvario.
Verónica
surco de la mañana
Verónica
gallo de la tarde
Verónica
inmersa en sudores
Ombligo
saliente, ola de proa
¿Quién contó las apariciones del amor infinito?
Esta es la tierra del millón y uno
De gestos sobrehumanos que a la humana
Forma se inclinaron y cuyo nombre suena
Verónica para los desesperados que lo esperan
Cuando la oscuridad del hombre está en las gargantas
Tigre de los desgarrados, la ilesa Verónica
Cuerpo es de lámpara y conoces el final.
Verónica
surco de la mañana
Verónica
gallo de la tarde
Verónica
inmersa en sudores
Ombligo saliente,
ola de proa
¿Nadie viene, dices? ¿Y Verónica?
Viene porque la tierra de las cruces
Vibra al suspendido gong de los milagros,
Verónica ni griega ni católica
Hormiga de las dunas del dolor.
El dragón
Con millones de cabezas tenebrosas
El dragón humano tupe los resquicios de la luz,
La garganta de la vida.
En los oscuros sepulcros de hormigón
Lo Abierto es maldito y lo Vasto ciego.
Maya
Ve en la debilidad de lo finito
Ve en la falsedad de lo acabado
Nunca más en el desvanecimiento de lo finito
Labios polvo de lo infinito
La ofrenda de alegría más que el cuerpo
El don descarnado del dolor
A ti que languideces la aparición
La gloria de amar la sombra
A las mujeres que pasarán
Tocando y no la tierra
La dura ciencia de la imperfección
agotable de las pasiones.
Después del espectáculo
Ven,
alegría propia de los vencidos:
Al
reaparecer los rostros, transcurrida la hora,
En
el espacio doliente y fatigado
Entre
olores taurinos ¡hay un Mal penetrante!
Hija
del anciano ciego, puedes desprenderte *
De
mi brazo, llegamos el final
De
un viaje admirable.
*La hija del viejo ciego es Antígona.
Capítulo
El
hombre de Oriente ofrece su cráneo como incensario
Su
bigote es la gloria del relicario
El
hombre de Oriente manipula Sombras*
Los
ritmos de la materia con el prepucio de la lengua
El
hombre de Oriente se aparta de las súplicas
Mira
a la mujer que rociará la herida
La
mujer está allí como una languidez no conquistada
Su
mirada inmóvil atraviesa la multitud exterminadora*
Dicen
que el hombre de Oriente está a punto de declarar
La
guerra al mal, o quizás la guerra al bien
El
hombre de Oriente levanta una flor para no hablar
La
luz que irradia parece agotada
Diez
mil millones de años pasan
El
hombre de Oriente querúbicamente
Planta
constelaciones de manchas al Ungido
Sobre
sábanas de destinos recién lavados
Atanòr arde en la árida jornada
*El hombre de Oriente, extremadamente reacio a revelarse (cfr.
en Deliri disarmati: “L'uscita del cobra”), es naturalmente también un dalang
(manipulador del Teatro de Sombras) y da sonido a los ritmos sofocados (en la
Biblia: con prepucio), deslenguados, de la materia.
*A esta mujer se la puede encontrar tal vez en un cuadro del
Bosco, en medio de una multitud de asesinos.
Morte di Ignazio Filippo Semmelweis
Ah quanti morti troppo scavati
Quanti cadaveri di madri offesi
Dal mio scalpello, città di larve,
Il vostro infetto fulmine punisce!
Sulla bocca della Malinconia
Che mi storceva la sua rabbiosa ha messo
Fame un Enigma triste e sbriciolato
Coi suoi Mani, alla vittima irritante
Feroci uncini. Muoio.
Ah Skoda, Skoda! La consumata tua
Mano diagnostica come un pensiero
Che accompagna, grave bontà, sentire
Posarmi gli occhi tattili sul petto,
Mi è dolce più del viso di una donna.
Dimmi: perché non li lasciamo
Quegli uteri malati morire?
Volere che la vita perduri
Non è crimine, Skoda? Empio non muoio
Per aver troppa spremuto vita?
Perché c'è un male a dare
La vita come a toglierla? E dolore
All'infuocato viscere materno
Dando frescura non ho sparso anch'io
Vegliando i letti dove lo bruciava
La febbre vomitata dal suo parto?
Perché ogni atto d'uomo è male
Aggiunto a male nell'incendio umano?
La sapienza di un uomo che delira *
Eccoti squadernata, la rotta lampada
Prendine dal mio buio, incespica
Col suo peso di spenzolata
Fradicia sui gradini: portami
Dal sotterraneo ai giochi dei giardini.
Il mio bramito spento, ormai purgata
Stringi, carezza, questa speciale mano:
Simbolo è del bene che precipita
Se stesso nel lamento che lo attira.
*Skoda fu il grande diagnostico della scuola medica viennese,
maestro e sostenitore di Semmelweis. Quando S. era morente e in preda al delirio, per setticemia, gli era
accanto il suo vecchio maestro Skoda.
Risposta de Carlotta Corday interpellata
La vasca del rognoso dalla tua luce
Alle psore tremenda fulminata *
Dietro la porta chiusa sosta vuota
Avida di qualcosa
Solitaria e annerita un corpo chiede
Che si desquama, un'ombra laida e sanguinosa,
Una mano improvvisa punitrice
Sfuggita ad una porta vigilata
-Ha un suo Marat ciascuno. Mettici l'uomo,
Bussa per un'udienza delatrice.
Bisbigliandogli cauto, la bocca oscena
Il fiele cupo, l'infetta schiena
Col pugnale che immerso si pulisce
Giorno e notte colpisci
Finché non cali su te il supplizio
Braccio del torvo che tu ferisci.
*psore allude alla dermatosi di Marat, il rognoso. La vasca dov’era
immerso è “fulminata” dalla luce di Carlotta.
Versi per “La Toilette” di François
Boucher
Come una tenebra che via la notte
Si rinasconde, spariva il corpo
Nel covo diurno degli ornamenti
E il pugnale di cui lecchi la punta
Inguainato di pieghe è un gatto
In un finto sonno contratto
Tra paraventi, specchi, armille, spazzole
E fouchi in agonia neppure un fiore
Ma del fiore più strano la forza arcana
Eccola bistra tutto, rinconduce
Dove c’è luce la notte
Nel cerchio della notturna
Emanazione, Nord fisso,
Guarda quanti curvarti quanti persi
Quanti postrati estorti dal suo abisso;
La nicchia vouta, umida di traccia
D’illimitate braccia, di fondali
Oscuri scena, le sbarre lima
Del ritegno col suo sbrattarsi,
Li chiama dai condotti
Di seta azzura e bianca alla sua notte.
*Era nella collezione Thyssen a Villa Favorita di Lugano. Ora è
al Prado.
Ufficio del comandante della compagnia ciclisti
Pare un interno d'Olanda
Nei toni consumati di un Vermeer,
Non è che un'usata fotografia
Di un Comando in un Veneto perduto.
Ma il suo rigore triste, il virile contenuto
Hanno cuore di tempo, fibra d'ignoto.
Un'agonia di ombre, la sedia di nessuno,
Una finestra nordica; e timbri, date,
Nomi scritti ad inchiostro su carte allineate.
Tutto soffiato, portato via ...
Cartucce di vita tutte sparate ...
Mentre si marcia verso Apatia,
Dice arretra la tromba Nostalgia.
Tutti dormono
L’ oumo dorme.
La donna dorme.
Il leone, quando niente lo disturba, dorme.
Gli amanti, abbracciati, scomodi, dormono.
I bambini, interminabilmente, dormono.
Gli astronauti, mediante trucchi, dormono.
I petri, in confessionale e durante la messa,
dormono.
I rabbini, dopo il suono dello shofàr,
dormono.
Gli imam dormono.
I bramini dormono.
Le Carmelitane Scalze, sia pure pochissimo,
dormono.
Le mosche attaccate ai vetri dormono.
I ladri, dopo un bel colpo, dormono.
Gli eletti dal popolo, sui banchi della
Camera, dormono.
I vecchi negli ospizi dormono.
Gli anestetizzati, sui tavoli operatori,
dormono e dormono.
Chi è che non dorme?
Io.
Perché, accidenti, io no?
Perché, per quale colpa che ignoro, non dormo,
io?
E tu, mio Sonno, perché mi hai abbandonato?
Fuga nella Veronica
Nella Veronica come in catino di preghiera
Nella Veronica dei lini che lacrimano
Tutta ungitiva lena, ospite stella del pellegrino,
La dolorante luce umidifica il calvario.
La Veronica
solco del mattino
La Veronica gallo della
sera
La Veronica immessa nei
sudori
Ombelico sorgente, onda
prodiera
Le apparizioni chi le ha contate
Dell'amore infinito?
La terra è questa del milione e uno
Di gesti sovrumani che alla umana
Forma si flessero e il cui nome suona
Veronica ai disfatti che l'aspettano.
Quando il buio dell'uomo è sulle gole
Tigre dei lacerati, l'illesa Veronica
Corpo è di lampada e conosci il fine
La
Veronica solco del mattino
La
Veronica gallo della sera
La Veronica immessa nei
sudori
Ombelico sorgente, onda
prodiera
Nessuno viene dici? E la Veronica?
Viene perché la terra delle croci
Vibri del gong sospeso dei miracoli,
La Veronica né greca né cattolica
Formica delle dune del dolore
Il drago
Con miliardi di teste ottenebrate
Il drago umano tura i varchi della luce,
La gola della vita.
E nei torvi sepolcri betonati
Maladetto è l’Aperto, il Vasto è cieco.
Maya
Vedi nel flebile del finito
Vedi nel finto dello sfinito
Mai più nello sfiorire di un finito
Labbra polvere d'infinito
L'offerta della gioia più che corpo
I dono senza carne del dolore
A te che langui l'apparizione
La gloria di amare l'ombra
Alle donne che passeranno
Toccando e no la terra
La dura scienza dell'imperfezione
esauribile delle passioni
Dopo lo spettacolo
Vieni gioia specifica dei vinti:
Al riapparire i volti, trascorsa l'ora,
Nello spazio dolente e affaticato
Tra odori tauromachici c'è del Male trafitto!
Figlia del vecchio cieco puoi staccarti¹
Dal mio braccio, tocchiamo il termine
Di un mirabile viaggio.
Nota: Todas las notas de Ceronetti.
Versiones: Pedro Marqués de Armas.
domingo, 14 de diciembre de 2025
sábado, 13 de diciembre de 2025
Diez poemas de Maria Luisa Spaziani
Maria Luisa Spaziani
Un verso
Un verso es un rey que con la cortesía
de los reyes, llega puntual a cada reunión.
Nunca nace cinco minutos antes
de conjunciones fijadas ad aeterno.
Sería un descarrilamiento de planetas.
Un verso es un dios que se presenta, tiembla
en tus ventanas, tiene frío, no encuentra las palabras.
Y a veces muere por el blanco
temor de no nacer.
El año muere
En tu piedra no hay escrito un nombre.
Fuiste una leyenda, un puro destello de aire,
fuego duende que da forma a un sueño
y llama inexorable contra cada rama seca.
De tu historia no queda conclusión alguna,
no habrá una clave para todo tu misterio.
Fuiste un pez estelar en las profundidades,
el signo misterioso de una progenie extinguida.
Muere el año en brumosos caminos de acuario,
¿a quién desearé mis buenos deseos? ¿y cómo podré
creer aún?
Ya despiertan las raíces, ya rozan tu mirada de tierra.
Y tú mi raíz creciendo a solas en lo oscuro de mí.
31 de diciembre de 1977
Ultrasonido
El ruido ahoga el canto,
pero el canto es un alfiler que atraviesa el pajar.
Búscalo si puedes con linternas e imanes,
te pincha y atraviesa cuando quiere.
Voz que clama en el desierto, gemido,
ultrasonido, año-luz, grito de tribu liberada,
cruzas inconsútil los desiertos del tiempo,
las inútiles madejas del espacio.
Realidad y metáfora
Tú, realidad y metáfora, luminoso
cuerpo de doble signo. Tú, moneda
de inescindible cara, cisne blanco
que engloba su reflejo.
Pienso en el abrazo, y de súbito desciende
en oscuras aguas mi barco ebrio.
Confluyen océanos. La energía,
duradero arabesco de relámpago.
Nada de nada
Sácame de la sospecha
de ser nada, más nada que nada.
Ni siquiera existe la memoria.
No existen cielos.
Ante los ojos una llanura nevada,
días innumerables, cristales
de una nieve que se disipa en el horizonte
-y no hay horizonte-.
No me pidan palabras
No me pidan palabras hoy no bastan.
Están en los diccionarios: aunque impredecibles
en sus engarces: son voces gastadas.
Es siempre un predecible dejà vu.
Quisiera hablar contigo -y lo mismo con Dios-
mediante signos umbrátiles de nervios,
mensajes eléctricos que la mente
trae del corazón del universo.
Un temblor de antenas, un dibujo de danza,
un infinitesimal aleteo de pestañas,
la música ultra-sónica
que Bach no imaginó.
La indiferencia
La indiferencia es un infierno sin llamas,
recuérdalo al elegir entre mil tonos
tu gris fatal.
Si el mundo no tiene sentido
es solo por tu culpa:
espera tu impronta
esta pelota de cera.
Dicen los marineros
Dicen los marineros, esos ya viejos
lobos de mar que fuman pipas puertorriqueñas
en las compuertas, que entre todos
los terribles recuerdos de los tifones
y el mortal aullido de los naufragios,
nada aterra más que esa calma
que reina por horas en el centro mismo
de la tragedia: el ojo del ciclón.
El mar es un aceite, brillan siniestras
luces que parecen de bonanza, y aflora
tranquilo el atún a respirar. Y sin embargo
aquello es una jaula, es una trampa,
la muerte acecha allí: porque más lejos,
a cien metros o quizá menos, arrecia
el más negro huracán. Así nos ocurre,
¿verdad? muy a menudo a todos,
arañas entre los ejes de las ruedas. Y le ocurrió
también a Fabricio cuando conversando
con la graciosa cantinera, supo
‒más tarde, y para trágica vergüenza‒
que Waterloo, la más grande aventura,
tuvo lugar en los alrededores.
Carta 1951
Navidad no es nada más que este inmenso
silencio que se esparce por las calles,
donde plátanos ciegos
ríen con la nieve,
no es más que disolver a distancia
nuestras soledades,
tender sobre blancos sargazos
un puente de oro en la noche.
Aquí estoy, con tu don que me ilumina
de diez estrellas-lunas,
soñadora guiándome de la mano
donde vibra una reverberación
de fuegos y linternas (verde y viola),
de girándolas y letreros de cafés.
Van Gogh, París azul…
Un pino a la derecha
para colgar cuatro nostalgias
y mi fe en ti, blanco cometa
en lo alto.
Testamento
Déjenme sola con mi muerte.
Debe decirme palabras en re menor
que no conocen sus diccionarios.
Palabras de amor que incluso Petrarca desconocía
donde el amor es un oro superfino
no apto para pulseras en muñecas humanas.
Mi muerte y yo hablamos como viejas amigas
pues desde mi nacimiento hemos sido cercanas.
Fuimos compañeras de juegos y de lecturas
y acariciamos a los mismos hombres.
Como un águila ebria desde lo alto de los cielos,
sólo ella me revelaba medidas humanas.
Ahora me enseñará otras medidas
que encerrada en la jaula de los seis sentidos
en vano interrogaba golpeando la cabeza
contra los
barrotes.
Es triste dejar a mi hija y el libro por acabar,
pero ella me consuela y riendo me jura
que lo que haya que salvar se salvará.
Un verso
Un verso è un re, che con la cortesia
dei re giunge
puntuale a ogni convegno.
Non nasce mai
cinque minuti prima
di
congiunzioni fissate ab aeterno.
Sarebbe un deragliare di pianeti.
Un verso è un dio che si presenta, trema
ai tuoi vetri, ha freddo, non trova le parole.
E qualche volta muore per la bianca
paura di non nascere.
Ultrasuono
Il rumore soffoca il canto
ma il canto è uno spillo che attraversa il pagliaio,
cercalo se puoi con torce e calamite
lui ti punge e
trafigge quando vuole.
Voce clamante
nel deserto, gemito,
ultrasuono,
anno-luce, urlo di tribù riscattata,
inconsùtile
varchi i deserti del tempo,
le inutili
matasse dello spazio.
Realtà e metafora
Tu, realtà e
metafora, luminoso
corpo dal
doppio segno. Tu moneta
d’inscindibile
faccia, bianco cigno
che ingloba il
suo riflesso.
Penso
all’abbraccio, e all’improvviso scende
in acque buie
il mio vascello ebbro.
Confluiscono oceani. L’energia,
duraturo arabesco di fulmine.
Nulla di nulla
Strappami dal sospetto
di essere nulla, più nulla di nulla.
Non esiste nemmeno la memoria.
Non esistono cieli.
Davanti agli occhi un pianoro di neve,
giorni non numerabili, cristalli
di una neve che sfuma all’orizzonte
–e non c’è l’orizzonte-.
Non
chiedermi parole
Non
chiedermi parole oggi non bastano.
Stanno nei dizionari: sia pure imprevedibili
nei loro incastri, sono consunte voci.
È sempre un prevedibile dejà vu.
Vorrei parlare con te −è lo stesso con Dio−
tramite segni
umbratili di nervi,
elettrici messaggi che la psiche
trae dal cuore dell'universo.
Un fremere d'antenne, un disegno di danza,
un infinitesimo battere di ciglia,
la musica-ultrasuono che nemmeno
immaginava Bach.
L´indifferenza
L’indifferenza è inferno senza fiamme,
ricordalo scegliendo fra mille tinte
il tuo fatale grigio.
Se il mondo è senza senso
tua solo è la colpa:
aspetta la tua impronta
questa palla di cera.
Dicono i
marinai
Dicono i
marinai, quegli ormai vecchi
lupi di mare
che sugli usci fumano
pipe
portoricane, che fra tutti
i ricordi
tremendi dei tifoni
e l’ululo di
morte dei naufragi,
nulla atterrisce più di quella calma
che per ore si crea al centro stesso
della tregenda: l’occhio del ciclone.
Il mare è un olio, brillano sinistre
luci che paion
di bonaccia, e affiora
tranquillo il tonno a respirare. Eppure
quella è una gabbia, quello è un trabocchetto,
lì la morte è
in agguato: ché più lungi,
a cento metri
o forse meno, infuria
l’uragano più
nero. Così avviene,
vero? troppo
sovente per noi tutti,
ragni fra i
mozzi delle ruote. E avvenne
anche a Fabrizio quando conversando
con la graziosa vivandiera, seppe
‒ più
tardi, e con che tragico suo scorno ‒
che Waterloo, la massima avventura,
si era svolta lì intorno.
Lettera 1951
Natale altro non è che quest’immenso
silenzio che dilaga per le strade,
dove platani ciechi
ridono con la neve,
altro non è che fondere a distanza
le nostre solitudini,
sopra i molli
sargassi
stendere nella
notte un ponte d’oro.
Sono qui, col
tuo dono che m’illumina
di dieci stelle-lune,
trasognata guidandomi per mano
dove vibra un riverbero
di fuochi e di lanterne (verde e viola),
di girandole e insegne di caffè.
Van Gogh, Parigi azzurra…
Un pino a destra
per appendervi quattro nostalgie
e la mia fede in te, bianca cometa
in cima.
Testamento
Lasciatemi sola con la mia morte.
Deve dirmi parole in re minore
che non conoscono i vostri dizionari.
Parole d’amore ignote anche a Petrarca,
dove l’amore è un oro sopraffino
inadatto a bracciali per polsi umani.
Io e la mia morte parliamo da vecchie amiche
perché dalla nascita l’ho avuta vicina.
Siamo state compagne di giochi e di letture
e abbiamo accarezzato gli stessi uomini.
Come un’aquila ebbra dall’alto dei cieli,
solo lei mi svelava misure umane.
Ora m’insegnerà altre misure
che stretta nella gabbia dei sei sensi
invano interrogavo sbattendo la testa alle sbarre.
È triste lasciare mia figlia e il libro da finire,
ma lei mi consola e ridendo mi giura
che quanto è da salvare si salverà.
Traducción: Pedro Marqués de Armas