jueves, 18 de diciembre de 2025

Diez poemas de Guido Ceronetti

 

Guido Ceronetti


Muerte de Ignacio Felipe Semmelweis


¡Ah cuántos muertos demasiado excavados

Cuántos cadáveres de madres ofendidas

Por mi escalpelo, ciudad de larvas, 

Tu relámpago infecto castiga!

Sobre la boca de la Melancolía

Que me torcía con su rabia ha puesto

Hambre a un Enigma triste y desmoronado

Con sus manos, a la víctima quejumbrosa

Feroces garfios. Muero.

Ah Skoda, Skoda. Tu consumada *

Mano clínica como un pensamiento

Que acompaña, grave bondad, sentir

Posarme los ojos táctiles sobre el pecho,

Más dulce me es que el rostro de una mujer.

Dime: ¿por qué no dejamos

Aquellos úteros enfermos morir?

¿Querer que la vida perdure

No es crimen, Skoda? ¿No muero impío

Por extraer tantas vidas?

¿Por qué hay un mal en dar la vida

Como en quitarla? ¿Y el dolor

En la ardiente víscera materna

no lo propago yo también dando aire,

Vigilando los lechos donde lo quemaba

La fiebre vomitada por su parto?

¿Por qué cada acto del hombre es malo

Sumado al mal en el incendio humano?

La sabiduría de un hombre que delira

Esta aquí desplegada, la rota lámpara

Suspendida en mi oscuridad, tropieza

Con su peso descolgándose

Sobre mojados escalones: llévame

Del subterráneo al juego de los jardines.

Mi bramido apagado, aferra ya,

Purgada caricia, esta mano especial:

Símbolo del bien que se precipita

A sí mismo en el lamento que lo atrae. 


* Skoda fue el gran clínico de la escuela médica vienesa, maestro y protector de Semmelweis. Cuando S. estaba muriendo presa del delirio, por septicemia, estaba a su lado el viejo maestro Skoda.


Respuesta de Carlota Corday interrogada


La bañera del sarnoso ante tu luz

En psoriasis tremenda fulminada *

Tras la puerta cerrada permanece vacía

Ávida de cualquier cosa


Solitaria y ennegrecida pide

Un cuerpo que se descama,

Y su sangrienta sombra

Mi mano de improviso castiga

En fuga de una puerta vigilada

 

-Cada uno tiene su Marat. Póngase el hombre.  

Golpes para una audiencia delatora. 

Susurrándole cauto, la boca obscena  

La hiel sombría, la infecta espalda

Con el puñal que enterrado se limpia

Día y noche golpeando. 

Hasta que caiga sobre ti el suplicio

Del brazo severo que tú hieres –


* psore alude a la dermatosis de Marat, il rognoso (sarna). La bañera donde estaba inmerso es "fulminada" por la luz de Carlota.


Versos para "La Toilette" de François Boucher *


Como una oscuridad que hacia la noche

Se oculta, el cuerpo desapareció

En la cueva diurna de los ornamentos, 

Y el puñal del que lamer su punta 

Enfundado de pliegues como un gato

En una transacción de falso sueño

Entre mamparas, espejos, pulseras, cepillos

Y fuegos en agonía ni siquiera una flor

Pero de la flor más extraña la fuerza arcana

Hela aquí: todo lo sombrea y reconduce

Donde tiene luz la noche

En el círculo de la nocturna

Emanación, Norte fijo,

Mira cuántos sumisos cuantos perdidos

Cuántos extorsionados por su abismo;

El nicho vacío, húmedo de huellas

De ilimitadas armas, de telones de fondo

Oscura escena, los barrotes lima

De la moderación con su evadirse, 

Mientras les llama por los conductos

De seda azul y blanca a su noche.

 

*Estaba en la colección Thyssen de Vila Favorita en Lugano. Ahora se encuentra en el Prado.

 

Correo del comandante de la compañía ciclística


Parece un rincón de Holanda

En los tonos consumados de un Vermeer,

No es más que una humilde fotografía

De un Comando en un Véneto perdido. 

Pero su triste rigor, el contenido viril

Tienen corazón de tiempo, fibra de ignoto.  

Una agonía de sombras, la silla de nadie,

Una ventana Nórdica; y sellos, fechas,

Nombres escritos en tinta sobre postales alineadas. 

Todo soplado, enviado ya... 

Municiones de vida todas disparadas…

Mientras se marcha hacia la Apatía,

Dice atrás la trompeta Nostalgia. 

 

Todos duermen


El hombre duerme.

La mujer duerme.

El león, cuando nada lo disturba, duerme.

Los amantes, abrazados, incómodos, duermen.

Los niños, interminablemente, duermen.

Los astronautas, mediante trucos, duermen.

Los curas, en el confesionario y durante la misa, duermen.

Los rabinos, después del sonido del shofár, duermen.

Los imanes duermen.

Los brahmanes duermen.

Las Carmelitas Descalzas, aunque poquísimo, duermen.

Las moscas pegadas a los cristales duermen.

Los ladrones, tras un buen golpe, duermen.

Los elegidos por el pueblo, 

                  en las banquetas de la Cámara, duermen.

Los viejos en los asilos duermen.

Los anestesiados, sobre la mesa de operaciones, 

                                duermen y duermen.

¿Quién es el que no duerme?

Yo.

¿Por qué, maldita sea, yo no?

¿Por qué, por cuál culpa que ignoro, no duermo, yo?

Y tú, Sueño mío, ¿por qué me abandonaste?

Escapar a la Verónica

 

A la Verónica como un cuenco de oración

A la Verónica de los lienzos que lagrimean

Toda energía untuosa, estrella invitada del peregrino,

La dolorosa luz humedece el Calvario.

 

                Verónica surco de la mañana

                Verónica gallo de la tarde

                Verónica inmersa en sudores

                Ombligo saliente, ola de proa

 

¿Quién contó las apariciones del amor infinito?

Esta es la tierra del millón y uno

De gestos sobrehumanos que a la humana

Forma se inclinaron y cuyo nombre suena

Verónica para los desesperados que lo esperan

Cuando la oscuridad del hombre está en las gargantas

Tigre de los desgarrados, la ilesa Verónica 

Cuerpo es de lámpara y conoces el final.

 

                Verónica surco de la mañana

                Verónica gallo de la tarde

                Verónica inmersa en sudores

                Ombligo saliente, ola de proa

 

¿Nadie viene, dices? ¿Y Verónica?

Viene porque la tierra de las cruces

Vibra al suspendido gong de los milagros,

Verónica ni griega ni católica

Hormiga de las dunas del dolor.

 

El dragón


Con millones de cabezas tenebrosas

El dragón humano tupe los resquicios de la luz, 

La garganta de la vida.

En los oscuros sepulcros de hormigón

Lo Abierto es maldito y lo Vasto ciego.

 

Maya

 

Ve en la debilidad de lo finito

Ve en la falsedad de lo acabado

 

Nunca más en el desvanecimiento de lo finito

Labios polvo de lo infinito

 

La ofrenda de alegría más que el cuerpo

El don descarnado del dolor

 

A ti que languideces la aparición

La gloria de amar la sombra

 

A las mujeres que pasarán

Tocando y no la tierra

 

La dura ciencia de la imperfección

agotable de las pasiones.


Después del espectáculo 

 

Ven, alegría propia de los vencidos:

Al reaparecer los rostros, transcurrida la hora,

En el espacio doliente y fatigado

Entre olores taurinos ¡hay un Mal penetrante!

Hija del anciano ciego, puedes desprenderte *

De mi brazo, llegamos el final

De un viaje admirable.

 

*La hija del viejo ciego es Antígona.


Capítulo 

 

El hombre de Oriente ofrece su cráneo como incensario

Su bigote es la gloria del relicario

 

El hombre de Oriente manipula Sombras*

Los ritmos de la materia con el prepucio de la lengua

 

El hombre de Oriente se aparta de las súplicas

Mira a la mujer que rociará la herida

 

La mujer está allí como una languidez no conquistada

Su mirada inmóvil atraviesa la multitud exterminadora*

 

Dicen que el hombre de Oriente está a punto de declarar

La guerra al mal, o quizás la guerra al bien

 

El hombre de Oriente levanta una flor para no hablar

La luz que irradia parece agotada

 

Diez mil millones de años pasan

El hombre de Oriente querúbicamente

 

Planta constelaciones de manchas al Ungido

Sobre sábanas de destinos recién lavados

 

                         Atanòr arde en la árida jornada


*El hombre de Oriente, extremadamente reacio a revelarse (cfr. en Deliri disarmati: “L'uscita del cobra”), es naturalmente también un dalang (manipulador del Teatro de Sombras) y da sonido a los ritmos sofocados (en la Biblia: con prepucio), deslenguados, de la materia.

*A esta mujer se la puede encontrar tal vez en un cuadro del Bosco, en medio de una multitud de asesinos.




Morte di Ignazio Filippo Semmelweis


Ah quanti morti troppo scavati

Quanti cadaveri di madri offesi

Dal mio scalpello, città di larve,

Il vostro infetto fulmine punisce!

Sulla bocca della Malinconia

Che mi storceva la sua rabbiosa ha messo

Fame un Enigma triste e sbriciolato

Coi suoi Mani, alla vittima irritante

Feroci uncini. Muoio.

Ah Skoda, Skoda! La consumata tua

Mano diagnostica come un pensiero

Che accompagna, grave bontà, sentire

Posarmi gli occhi tattili sul petto,

Mi è dolce più del viso di una donna.

Dimmi: perché non li lasciamo

Quegli uteri malati morire?

Volere che la vita perduri

Non è crimine, Skoda? Empio non muoio

Per aver troppa spremuto vita?

Perché c'è un male a dare

La vita come a toglierla? E dolore

All'infuocato viscere materno

Dando frescura non ho sparso anch'io

Vegliando i letti dove lo bruciava

La febbre vomitata dal suo parto?

Perché ogni atto d'uomo è male

Aggiunto a male nell'incendio umano?

La sapienza di un uomo che delira *

Eccoti squadernata, la rotta lampada

Prendine dal mio buio, incespica

Col suo peso di spenzolata

Fradicia sui gradini: portami

Dal sotterraneo ai giochi dei giardini.

Il mio bramito spento, ormai purgata

Stringi, carezza, questa speciale mano:

Simbolo è del bene che precipita

Se stesso nel lamento che lo attira.

 

*Skoda fu il grande diagnostico della scuola medica viennese, maestro e sostenitore di Semmelweis. Quando S. era morente e in preda al delirio, per setticemia, gli era accanto il suo vecchio maestro Skoda.


Risposta de Carlotta Corday interpellata


La vasca del rognoso dalla tua luce

Alle psore tremenda fulminata *

Dietro la porta chiusa sosta vuota

Avida di qualcosa

 

Solitaria e annerita un corpo chiede

Che si desquama, un'ombra laida e sanguinosa,

Una mano improvvisa punitrice

Sfuggita ad una porta vigilata

 

-Ha un suo Marat ciascuno. Mettici l'uomo,

Bussa per un'udienza delatrice.

Bisbigliandogli cauto, la bocca oscena

Il fiele cupo, l'infetta schiena

Col pugnale che immerso si pulisce

Giorno e notte colpisci

Finché non cali su te il supplizio

Braccio del torvo che tu ferisci.

 

*psore allude alla dermatosi di Marat, il rognoso. La vasca dov’era immerso è “fulminata” dalla luce di Carlotta.

 

Versi per “La Toilette” di François Boucher

 

Come una tenebra che via la notte

Si rinasconde, spariva il corpo

Nel covo diurno degli ornamenti

E il pugnale di cui lecchi la punta

Inguainato di pieghe è un gatto

In un finto sonno contratto

 

Tra paraventi, specchi, armille, spazzole

E fouchi in agonia neppure un fiore

Ma del fiore più strano la forza arcana

Eccola bistra tutto, rinconduce

Dove c’è luce la notte

 

Nel cerchio della notturna

Emanazione, Nord fisso,

Guarda quanti curvarti quanti persi

Quanti postrati estorti dal suo abisso;

La nicchia vouta, umida di traccia

D’illimitate braccia, di fondali

Oscuri scena, le sbarre lima

Del ritegno col suo sbrattarsi,

Li chiama dai condotti

Di seta azzura e bianca alla sua notte.

 

*Era nella collezione Thyssen a Villa Favorita di Lugano. Ora è al Prado.

 

Ufficio del comandante della compagnia ciclisti

 

Pare un interno d'Olanda

Nei toni consumati di un Vermeer,

Non è che un'usata fotografia

Di un Comando in un Veneto perduto.

Ma il suo rigore triste, il virile contenuto

Hanno cuore di tempo, fibra d'ignoto.

Un'agonia di ombre, la sedia di nessuno,

Una finestra nordica; e timbri, date,

Nomi scritti ad inchiostro su carte allineate.

Tutto soffiato, portato via ...

Cartucce di vita tutte sparate ...

Mentre si marcia verso Apatia,

Dice arretra la tromba Nostalgia.

 

Tutti dormono


L’ oumo dorme.

La donna dorme.

Il leone, quando niente lo disturba, dorme.

Gli amanti, abbracciati, scomodi, dormono.

I bambini, interminabilmente, dormono.

Gli astronauti, mediante trucchi, dormono.

I petri, in confessionale e durante la messa, dormono.

I rabbini, dopo il suono dello shofàr, dormono.

Gli imam dormono.

I bramini dormono.

Le Carmelitane Scalze, sia pure pochissimo, dormono.

Le mosche attaccate ai vetri dormono.

I ladri, dopo un bel colpo, dormono.

Gli eletti dal popolo, sui banchi della Camera, dormono.

I vecchi negli ospizi dormono.

Gli anestetizzati, sui tavoli operatori, dormono e dormono.

Chi è che non dorme?

Io.

Perché, accidenti, io no?

Perché, per quale colpa che ignoro, non dormo, io?

E tu, mio Sonno, perché mi hai abbandonato?

  

Fuga nella Veronica


Nella Veronica come in catino di preghiera

Nella Veronica dei lini che lacrimano

Tutta ungitiva lena, ospite stella del pellegrino,

La dolorante luce umidifica il calvario.

 

                La Veronica solco del mattino

                La Veronica gallo della sera

                La Veronica immessa nei sudori

                Ombelico sorgente, onda prodiera

 

Le apparizioni chi le ha contate

Dell'amore infinito?

La terra è questa del milione e uno

Di gesti sovrumani che alla umana

Forma si flessero e il cui nome suona

Veronica ai disfatti che l'aspettano.

Quando il buio dell'uomo è sulle gole

Tigre dei lacerati, l'illesa Veronica

Corpo è di lampada e conosci il fine

 

               La Veronica solco del mattino

               La Veronica gallo della sera

               La Veronica immessa nei sudori

               Ombelico sorgente, onda prodiera

 

Nessuno viene dici? E la Veronica?

Viene perché la terra delle croci

Vibri del gong sospeso dei miracoli,

La Veronica né greca né cattolica

Formica delle dune del dolore

 

Il drago

 

Con miliardi di teste ottenebrate

Il drago umano tura i varchi della luce,

La gola della vita.

E nei torvi sepolcri betonati

Maladetto è l’Aperto, il Vasto è cieco.


Maya


Vedi nel flebile del finito

Vedi nel finto dello sfinito

 

Mai più nello sfiorire di un finito

Labbra polvere d'infinito

 

L'offerta della gioia più che corpo

I dono senza carne del dolore

 

A te che langui l'apparizione

La gloria di amare l'ombra

 

Alle donne che passeranno

Toccando e no la terra

 

La dura scienza dell'imperfezione

esauribile delle passioni

 

Dopo lo spettacolo

 

Vieni gioia specifica dei vinti:

Al riapparire i volti, trascorsa l'ora,

Nello spazio dolente e affaticato

Tra odori tauromachici c'è del Male trafitto!

Figlia del vecchio cieco puoi staccarti¹

Dal mio braccio, tocchiamo il termine

Di un mirabile viaggio.


Nota: Todas las notas de Ceronetti. 

Versiones: Pedro Marqués de Armas. 



domingo, 14 de diciembre de 2025

sábado, 13 de diciembre de 2025

Diez poemas de Maria Luisa Spaziani



Maria Luisa Spaziani 

 

Un verso


Un verso es un rey que con la cortesía

de los reyes, llega puntual a cada reunión.

Nunca nace cinco minutos antes

de conjunciones fijadas ad aeterno.

 

Sería un descarrilamiento de planetas.

 

Un verso es un dios que se presenta, tiembla

en tus ventanas, tiene frío, no encuentra las palabras.

Y a veces muere por el blanco

temor de no nacer.

 

El año muere

 

En tu piedra no hay escrito un nombre.

Fuiste una leyenda, un puro destello de aire,

fuego duende que da forma a un sueño

y llama inexorable contra cada rama seca.

De tu historia no queda conclusión alguna,

no habrá una clave para todo tu misterio.

Fuiste un pez estelar en las profundidades,

el signo misterioso de una progenie extinguida.

Muere el año en brumosos caminos de acuario,

¿a quién desearé mis buenos deseos? ¿y cómo podré 

                                              creer aún? 

Ya despiertan las raíces, ya rozan tu mirada de tierra.

Y tú mi raíz creciendo a solas en lo oscuro de mí.

                                                                                          31 de diciembre de 1977

Ultrasonido


El ruido ahoga el canto,

pero el canto es un alfiler que atraviesa el pajar.

Búscalo si puedes con linternas e imanes,

te pincha y atraviesa cuando quiere.

 

Voz que clama en el desierto, gemido,

ultrasonido, año-luz, grito de tribu liberada,

cruzas inconsútil los desiertos del tiempo,

las inútiles madejas del espacio.

 

Realidad y metáfora

 

Tú, realidad y metáfora, luminoso

cuerpo de doble signo. Tú, moneda

de inescindible cara, cisne blanco

que engloba su reflejo.

 

Pienso en el abrazo, y de súbito desciende

en oscuras aguas mi barco ebrio.

Confluyen océanos. La energía,

duradero arabesco de relámpago.

 

Nada de nada


Sácame de la sospecha

de ser nada, más nada que nada.

Ni siquiera existe la memoria.

No existen cielos.

 

Ante los ojos una llanura nevada,

días innumerables, cristales

de una nieve que se disipa en el horizonte

-y no hay horizonte-.

 

No me pidan palabras

 

No me pidan palabras hoy no bastan.

Están en los diccionarios: aunque impredecibles

en sus engarces: son voces gastadas.

Es siempre un predecible dejà vu.

 

Quisiera hablar contigo -y lo mismo con Dios-

mediante signos umbrátiles de nervios,

mensajes eléctricos que la mente

trae del corazón del universo.

 

Un temblor de antenas, un dibujo de danza,  

un infinitesimal aleteo de pestañas,

la música ultra-sónica

que Bach no imaginó.

 

La indiferencia

 

La indiferencia es un infierno sin llamas,

recuérdalo al elegir entre mil tonos

tu gris fatal.

 

Si el mundo no tiene sentido

es solo por tu culpa:

espera tu impronta  

esta pelota de cera.

 

Dicen los marineros

 

Dicen los marineros, esos ya viejos

lobos de mar que fuman pipas puertorriqueñas

en las compuertas, que entre todos

los terribles recuerdos de los tifones

y el mortal aullido de los naufragios,

nada aterra más que esa calma

que reina por horas en el centro mismo

de la tragedia: el ojo del ciclón.

El mar es un aceite, brillan siniestras

luces que parecen de bonanza, y aflora

tranquilo el atún a respirar. Y sin embargo

aquello es una jaula, es una trampa,

la muerte acecha allí: porque más lejos,

a cien metros o quizá menos, arrecia

el más negro huracán. Así nos ocurre,

¿verdad? muy a menudo a todos,

arañas entre los ejes de las ruedas. Y le ocurrió

también a Fabricio cuando conversando

con la graciosa cantinera, supo

más tarde, y para trágica vergüenza

que Waterloo, la más grande aventura,

tuvo lugar en los alrededores.

 

Carta 1951

 

Navidad no es nada más que este inmenso

silencio que se esparce por las calles,

donde plátanos ciegos

ríen con la nieve,

 

no es más que disolver a distancia

nuestras soledades,

tender sobre blancos sargazos

un puente de oro en la noche.

 

Aquí estoy, con tu don que me ilumina

de diez estrellas-lunas,

soñadora guiándome de la mano

donde vibra una reverberación

de fuegos y linternas (verde y viola),

de girándolas y letreros de cafés.

 

Van Gogh, París azul…

Un pino a la derecha

para colgar cuatro nostalgias

y mi fe en ti, blanco cometa

en lo alto.

 

Testamento

 

Déjenme sola con mi muerte.

Debe decirme palabras en re menor

que no conocen sus diccionarios.

Palabras de amor que incluso Petrarca desconocía

donde el amor es un oro superfino

no apto para pulseras en muñecas humanas.

 

Mi muerte y yo hablamos como viejas amigas

pues desde mi nacimiento hemos sido cercanas.

Fuimos compañeras de juegos y de lecturas

y acariciamos a los mismos hombres.

Como un águila ebria desde lo alto de los cielos,

sólo ella me revelaba medidas humanas.

 

Ahora me enseñará otras medidas

que encerrada en la jaula de los seis sentidos

en vano interrogaba golpeando la cabeza 

                                     contra los barrotes.

Es triste dejar a mi hija y el libro por acabar,

pero ella me consuela y riendo me jura

que lo que haya que salvar se salvará.



Un verso

 

Un verso è un re, che con la cortesia

dei re giunge puntuale a ogni convegno.

Non nasce mai cinque minuti prima

di congiunzioni fissate ab aeterno.

 

Sarebbe un deragliare di pianeti.

 

Un verso è un dio che si presenta, trema

ai tuoi vetri, ha freddo, non trova le parole.

E qualche volta muore per la bianca

paura di non nascere.

 

Ultrasuono

 

Il rumore soffoca il canto

ma il canto è uno spillo che attraversa il pagliaio,

cercalo se puoi con torce e calamite

lui ti punge e trafigge quando vuole.

 

Voce clamante nel deserto, gemito,

ultrasuono, anno-luce, urlo di tribù riscattata,

inconsùtile varchi i deserti del tempo,

le inutili matasse dello spazio.

 

Realtà e metafora

 

Tu, realtà e metafora, luminoso

corpo dal doppio segno. Tu moneta

d’inscindibile faccia, bianco cigno

che ingloba il suo riflesso.

 

Penso all’abbraccio, e all’improvviso scende

in acque buie il mio vascello ebbro.

Confluiscono oceani. L’energia,

duraturo arabesco di fulmine.

 

Nulla di nulla


Strappami dal sospetto

di essere nulla, più nulla di nulla.

Non esiste nemmeno la memoria.

Non esistono cieli.

 

Davanti agli occhi un pianoro di neve,

giorni non numerabili, cristalli

di una neve che sfuma all’orizzonte

–e non c’è l’orizzonte-.

  

Non chiedermi parole

 

Non chiedermi parole oggi non bastano.

Stanno nei dizionari: sia pure imprevedibili

nei loro incastri, sono consunte voci.

È sempre un prevedibile dejà vu.

 

Vorrei parlare con te −è lo stesso con Dio−

tramite segni umbratili di nervi,

elettrici messaggi che la psiche

trae dal cuore dell'universo.

 

Un fremere d'antenne, un disegno di danza,

un infinitesimo battere di ciglia,

la musica-ultrasuono che nemmeno

immaginava Bach.

 

L´indifferenza

 

L’indifferenza è inferno senza fiamme,

ricordalo scegliendo fra mille tinte

il tuo fatale grigio.

 

Se il mondo è senza senso

tua solo è la colpa:

aspetta la tua impronta

questa palla di cera.

 

Dicono i marinai

 

Dicono i marinai, quegli ormai vecchi

lupi di mare che sugli usci fumano

pipe portoricane, che fra tutti

i ricordi tremendi dei tifoni

e l’ululo di morte dei naufragi,

nulla atterrisce più di quella calma

che per ore si crea al centro stesso

della tregenda: l’occhio del ciclone.

Il mare è un olio, brillano sinistre

luci che paion di bonaccia, e affiora

tranquillo il tonno a respirare. Eppure

quella è una gabbia, quello è un trabocchetto,

lì la morte è in agguato: ché più lungi,

a cento metri o forse meno, infuria

l’uragano più nero. Così avviene,

vero? troppo sovente per noi tutti,

ragni fra i mozzi delle ruote. E avvenne

anche a Fabrizio quando conversando

con la graziosa vivandiera, seppe

più tardi, e con che tragico suo scorno

che Waterloo, la massima avventura,

si era svolta lì intorno.

 

Lettera 1951

 

Natale altro non è che quest’immenso

silenzio che dilaga per le strade,

dove platani ciechi

ridono con la neve, 

altro non è che fondere a distanza

le nostre solitudini,

sopra i molli sargassi

stendere nella notte un ponte d’oro.

 

Sono qui, col tuo dono che m’illumina

di dieci stelle-lune,

trasognata guidandomi per mano

dove vibra un riverbero

di fuochi e di lanterne (verde e viola),

di girandole e insegne di caffè.

 

Van Gogh, Parigi azzurra…

Un pino a destra

per appendervi quattro nostalgie

e la mia fede in te, bianca cometa

in cima.

 

Testamento


Lasciatemi sola con la mia morte.

Deve dirmi parole in re minore

che non conoscono i vostri dizionari.

Parole d’amore ignote anche a Petrarca,

dove l’amore è un oro sopraffino

inadatto a bracciali per polsi umani. 


Io e la mia morte parliamo da vecchie amiche

perché dalla nascita l’ho avuta vicina.

Siamo state compagne di giochi e di letture

e abbiamo accarezzato gli stessi uomini.

Come un’aquila ebbra dall’alto dei cieli,

solo lei mi svelava misure umane. 


Ora m’insegnerà altre misure

che stretta nella gabbia dei sei sensi

invano interrogavo sbattendo la testa alle sbarre.

È triste lasciare mia figlia e il libro da finire,

ma lei mi consola e ridendo mi giura

che quanto è da salvare si salverà.  

 

Traducción: Pedro Marqués de Armas