miércoles, 10 de diciembre de 2025

Diez poemas de Eugenio Montale

 

Poesía


Eugenio Montale

 

1

 

El angustiante problema

de si la inspiración es en frío o en caliente

no concierne a la ciencia térmica.

El raptus no produce, el vacío no conduce,

no hay poesía en sorbete o al asador.

Se trata más bien de palabras

un tanto inoportunas

que tienen prisa de salir

del horno o la nevera. El hecho

no tiene mayor importancia. Apenas salen

y ya miran alrededor con aire de decirse:

¿qué hacemos aquí?

 

2

Con horror

la poesía rechaza

las glosas de los escoliastas.

Pero no es cierto que la demasiado muda

se baste a sí misma

o al asistente que tropieza con ella

sin saber que él mismo es

el autor.

 

Es solo un vicio  


Bufones travestidos de poetas,

arrogantes burócratas, 

pedantes pregoneros,

son ustedes los abanderados:

portadores de enseñas desvaídas. 

Ser poeta no es para tanto. 

Es sólo un vicio innato. 

Un peso que se lleva 

con pavor. 

  

Fanfarria

 

el materialismo histórico

dialéctico

progresivo

inmanente

irreversible                    

nunca fuera

dentro siempre

infalible

hecho por nosotros

no por extraños

propaladores de patrañas

que solo se creen

los locos

 

la maravilla sintética

no ideoléctica

ni individual

más bien universal

el ayuno

que a todos alimenta  

y a ninguno

 

el salto cuantitativo

¡cualitativo un pito!

el empíreo

la tumba

en casa sin necesidad

más que de sí mismo y ni eso

porque alguien paga

 

y es el despunte  

de una moral sin puntales

salvo la intervención

eventual

de un líder carismático

mientras dure

o de seguidores no menos

providenciales

 

la eternidad de bolsillo

económica

controlada

por científicos

responsables y a su vez

controlados

 

la muerte

del buen salvaje

de las opiniones

de las inciertas certezas

de las epifanías

de las hambrunas

del individuo no funcional

del clérigo del hechicero

del intelectual

 

el triunfo

en el sistema trinitario

del ex primate sobre todo

sobre sí mismo

pero sin el truco

de la costra en remojo

en la noosfera

y de los bulos

que divulgan los papistas

modernistas o frente

-populares

¡los muy zoquetes!

 

la guerra

cuando sea progresista

porque invade

violenta no violenta

vaya como vaya

pero que sea la última

y lo es siempre

por su naturaleza

 

dime tú

desengañado amigo

¿alguna objeción

a todo esto?

 

Las palabras

 

Las palabras

si despiertan

desprecian el hostal

más propicio, el papel

Fabriano, la tinta

china, la cartera

de cuero o terciopelo

que las mantenga ocultas;

 

las palabras

cuando despiertan

se acomodan al dorso

de las facturas, en los márgenes

de los billetes de lotería

en las contribuciones

matrimoniales o de luto;

 

las palabras

no piden nada mejor

que el barullo de las teclas

en la Olivetti portátil,

que la oscuridad de los bolsillitos

del chaleco, que el fondo

del cesto reducidas

a pelotas;

 

las palabras

no están nada felices

de que las echen como cabareteras

y las acojan con furiosos aplausos

y deshonor;

 

las palabras

prefieren el sueño en la botella

a la burla de ser leídas, vendidas,

embalsamadas, hibernadas;

 

las palabras

son de todos y en vano

se esconden en los diccionarios

porque no falta el marrano

que desentierre las trufas

más apestosas y raras;

 

las palabras

después de una eterna espera

renuncian a la esperanza

de ser pronunciadas

de una vez por todas

y después morir

con quien las ha poseído.

 

Llueve

 

Llueve. Un chinchín

sin ruidos de motonetas

o chillidos

infantiles.

 

Llueve

desde un cielo sin nubes.

Llueve

sobre el no hacer nada

en estas horas de huelga

general.

 

Llueve

sobre tu tumba

en San Felice a Ema

sin que tiemble la tierra

pues no hay terremoto

ni guerra.

 

Llueve

no sobre el cuento de hadas

de lejanas estaciones,

sino sobre la declaración

de hacienda,

llueve sobre los huesos de sepia

y sobre la tarima nacional.

 

Llueve

sobre el Boletín del Estado

aquí desde el balcón abierto,

llueve sobre el parlamento,

llueve sobre la calle Solferino,

llueve sin que el viento

se lleve los papeles. 

 

Llueve

en ausencia de Hermione

si Dios quiere,

llueve porque la ausencia

es universal

y si la tierra no tiembla

es porque Arcetri

no se le ordenó.

 

Llueve sobre las nuevas epistemes

del primate en dos pies,

sobre el hombre aindiado, sobre el cielo

hominizado, sobre la caradura

de teólogos en monos

o con el paludamentum,

llueve sobre el progreso

de las contestaciones,

llueve sobre el work in regress,

llueve

sobre los cipreses enfermos

del cementerio, gotea

sobre la opinión pública.

 

Llueve pero donde apareces

no es agua ni atmósfera,

llueve porque si no estás

todo es penuria 

y puede uno ahogarse.

 

Viento sobre la media luna

                                                                                        Edimburgo               

El gran puente no llevaba a ti.

Te habría alcanzado incluso navegando

por las alcantarillas, a una orden tuya.

Pero ya las fuerzas, con el sol en los cristales

de las terrazas, se iban agotando.


El hombre que predicaba en la Media Luna

me preguntó: “¿Sabes dónde está Dios?” Lo sabía

y se lo dije. Sacudió la cabeza. Desapareció

en un torbellino que arrastró a hombres y casas

y los alzó por lo alto, sobre la brea.

 

El genio

 

El genio por desgracia no habla

por su boca

 

El genio deja rastros de patas

como la liebre en la nieve

 

La naturaleza del genio es que si deja

de caminar sus mecanismos

se paralizan

 

Entonces se detiene el mundo a la espera

que alguna liebre corra sobre improbables

nevadas

 

Inmóvil y veloz en su ruedo

no puede leer huellas arrasadas

por el tiempo,

indescifrables.

 

¿Diste mi nombre a un árbol? No es poco

 

¿Diste mi nombre a un árbol? No es poco;

pero no me resigno a ser sombra, o tronco,

en el abandono de un suburbio. El tuyo

lo he dado a un río, a un largo incendio, al crudo

juego de mi suerte, a la confianza

sobrehumana con que hablaste al sapo

salido de la cloaca, sin horror o piedad

o júbilo, al aliento de ese labio tuyo

fuerte y suave que nombrando puede 

crear: sapo flor hierba peñasco -encina 

dispuesta a desplegarse sobre nosotros

en lo que la lluvia despoja los pétalos 

carnosos del trébol y el fuego crece.

 

Si te han asemejado


Si te han asemejado a la zorra 

será por la zancada

prodigiosa, por el vuelo de tu paso

que une y que divide, que trastorna

y refresca el pavimento (tu terraza,

las calles junto al hospicio, el prado,

el árbol que lleva mi nombre vibran felices, 

húmedos y vencidos) -o tal vez sólo

por la onda luminosa que difundes

desde las tiernas almendras de tus ojos,

por la astucia de tus súbitos asombros,

por el tormento

de plumas desgarradas que tu mano

de infante puede dar al estrecharla;

si te han asemejado

a un rubio carnívoro, al pérfido genio

de las cofradías (¿y por qué no al inmundo

pez que da descargas, al torpedo?),

es acaso porque los ciegos no advirtieron

en tus gráciles escápulas las alas,

porque no vieron el presagio de tu rostro

incandescente, el surco de sangre que dejaron

mis uñas en tu frente, crisma, cruz, conjuro,

infortunio, despedida, voto de perdición

y salvación; si no supieron verte

más que como comadreja o mujer,

¿con quién compartiré mi testimonio,

dónde enterraré el oro que llevo,

la brasa que en mí crepita si,

dejándome, te vuelves desde la escalera?

 

Luz de invierno

 

Cuando bajé del cielo de Palmira

sobre palmeras enanas y propileos confitados 

un rasguño en la garganta me advirtió

que me habrías raptado,

cuando bajé del cielo de la Acrópolis

y a distantes kilómetros encontré 

cabañas de pulpos y murenas

(¡la sierra de sus dientes

sobre el corazón encogido!),

cuando dejé las cimas de la aurora 

inhumanas para el gélido museo

de momias y escarabajos (tú estabas mal,

única vida) y confronté la piedra pómez

y el jaspe, la arena y el sol, el fango

y la arcilla divina -

ante la chispa que se elevó

fui nuevo e incinerado.



La poesía

 

L’angosciante questione

se sia a freddo o a caldo l’ispirazione

non appartiene alla scienza termica.

Il raptus non produce, il vuoto non conduce,

non c’è poesia al sorbetto o al girarrosto.

Si tratterà piuttosto di parole

molto importune

che hanno fretta di uscire

dal forno o dal surgelante.

Il fatto non è importante. Appena fuori

si guardano d’attorno e hanno l’aria di dirsi:

che sto a farci?

 

Con orrore

la poesia rifiuta

le glosse degli scoliasti.

Ma non è certo che la troppo muta

basti a se stessa

o al trovarobe che in lei è inciampato

senza sapere di esserne

l’autore.

 

E solo un vizio

 

Fliaci travestiti da poeti

burocrati arroganti,

pedanti imbonitori

siete voi i vessilliferi:

portatori d'insegne sbiadite.

L'esser poeti non è un vanto.

E' solo un vizio di natura.

Un peso che s'ingroppa

con paura. 

 

Fanfara

 

Lo storicismo dialettico

materialista

autofago

progressivo

immanente

irreversibile

sempre dentro

mai fuori

mai fallibe

fatto da noi

non da estranei

propalatori

di fanfaluche credibili

solo da pazzi

 

la meraviglia sintetica

non idiolettica

né individuale

anzi universale

il digiuno

che copre tutti

e nessuno

 

il salto quantitativo

macché qualitativo

l’empireo

la tomba

in casa senza bisogno

che di se stessi e nemmeno

perché c’è chi provvede

ed è il dispiegamento

d’una morale

senza puntelli eccetto

l’intervento

eventuale

di un capo carismatico

finché dura

o di diadochi

non meno provvidenziali

 

l’eternità tascabile

economica

controllata

da scienziati

responsabili e bene

controllati

 

la morte

del buon selvaggio

delle opinioni

delle incerte certezze

delle epifanie

delle carestie

dell’individuo non funzionale

del prete dello stregone

dell’intellettuale

 

il trionfo

nel sistema trinitario

dell’ex primate

su se stesso su tutto

ma senza il trucco

della crosta in ammollo

della noosfera

e delle bubbole

che spacciano i papisti

modernisti o frontisti

popolari

degli impronti !

 

La guerra

quando sia progressista

perché invade

violenta non violenta

secondo accade

ma sia l’ultima

e lo è sempre

per sua costituzione

 

tu dimmi

disingaggiato amico

a tutto questo

hai da fare obiezioni?

 

Le parole

 

Le parole

se si ridestano

rifiutano la sede

più propizia, la carta

di Fabriano, l’inchiostro

di china, la cartella

di cuoio o di velluto

che le tenga in segreto;

 

le parole

quando si svegliano

si adagiano sul retro

delle fatture, sui margini

dei bollettini del lotto,

sulle partecipazioni

matrimoniali o di lutto;

 

le parole

non chiedono di meglio

che l’imbroglio dei tasti

nell’Olivetti portatile,

che il buio dei taschini

del panciotto, che il fondo

del cestino, ridottevi

in pallottole;

 

le parole

non sono affatto felici

di essere buttate fuori

come zambrocche e accolte

con furore di plausi e

disonore;

 

le parole

preferiscono il sonno

nella bottiglia al ludibrio

di essere lette, vendute,

imbalsamate, ibernate;

 

le parole

sono di tutti e invano

si celano nei dizionari

perché c’è sempre il marrano

che dissotterra i tartufi

più puzzolenti e più rari;

 

le parole

dopo un’eterna attesa

rinunziano alla speranza

di essere pronunziate

una volta per tutte

e poi morire

con chi le ha possedute

  

Piove

 

Piove. È uno stillicidio

senza tonfi

di motorette o strilli

di bambini.


Piove

da un cielo che non ha

nuvole.

Piove

sul nulla che si fa

in queste ore di sciopero

generale.


Piove

sulla tua tomba

a San Felice

a Ema

e la terra non trema

perché non c'è terremoto

né guerra.


Piove

non sulla favola bella

di lontane stagioni,

ma sulla cartella

esattoriale,

piove sugli ossi di seppia

e sulla greppia nazionale.


Piove

sulla Gazzetta Ufficiale

qui dal balcone aperto,

piove sul Parlamento,

piove su via Solferino,

piove senza che il vento

smuova le carte.


Piove

in assenza di ermione

se Dio vuole,

piove perché l'assenza

è universale

e se la terra non trema

è perché Arcetri a lei

non l'ha ordinato.


Piove sui nuovi epistèmi

del primate a due piedi,

sull'uomo indiato, sul cielo

ominizzato, sul ceffo

dei teologi in tuta

o paludati,

piove sul progresso

della contestazione,

piove sui work in regress,

piove

sui cipressi malati

del cimitero, sgocciola

sulla pubblica opinione.


Piove ma dove appari

non è acqua né atmosfera,

piove perché se non sei

è solo la mancanza

e può affogare.



Vento sulla mezza luna

                                                                    Edimburgo

Il grande ponte non portava a te.

T’avrei raggiunta anche navigando

nelle chiaviche, a un tuo comando. Ma

già le forze, col sole sui cristalli

delle verande, andavano stremandosi.


L’uomo che predicava sul Crescente

mi chiese: “Sai dov’è Dio?”. Lo sapevo

e glielo dissi. Scosse il capo. Sparve

nel turbine che prese uomini e case

e li sollevò in alto, sulla pece.

  

Il genio


Il genio purtroppo non parla

per bocca sua.

 

Il genio lascia qualche traccia di zampetta

come la lepre sulla neve.

 

La natura del genio è che se smette

di camminare ogni congegno è colto

da paralisi.

 

Allora il mondo è fermo nell'attesa

che qualche lepre corra su improbabili

nevate.

 

Fermo e veloce nel suo girotondo

non può leggere impronte

sfarinate da tempo,

indecifrabili.

  

Hai dato il mio nome a un albero? Non é poco 

 

Hai dato il mio nome a un albero? Non é poco;

pure non mi rassegno a restar ombra, o tronco,

di un abbandono nel suburbio. Io il tuo

l'ho dato a un fiume, a un lungo incendio, al crudo

gioco della mia sorte, alla fiducia

sovrumana con cui parlasti al rospo

uscito dalla fogna, senza orrore o pietà

o tripudio, al respiro di quel forte

e morbido tuo labbro che riesce,

nominando, a creare; rospo fiore erba scoglio -

quercia pronta a spiegarsi su di noi

quando la pioggia spollina i carnosi

petali del trifoglio e il fuoco cresce.

 

Se t’hanno assomigliato...


Se t’hanno assomigliato

alla volpe sarà per la falcata

prodigiosa, pel volo del tuo passo

che unisce e che divide, che sconvolge

e rinfranca il selciato (il tuo terrazzo,

le strade presso il Cottolengo, il prato,

l’albero che ha il mio nome ne vibravano

felici, umidi e vinti) – o forse solo

per l’onda luminosa che diffondi

dalle mandorle tenere degli occhi,

per l’astuzia dei tuoi pronti stupori,

per lo strazio

di piume lacerate che può dare

la tua mano d’infante in una stretta;

se t’hanno assomigliato

a un carnivoro biondo, al genio perfido

delle fratte (e perché non all’immondo

pesce che dà la scossa, alla torpedine?)

è forse perché i ciechi non ti videro

sulle scapole gracili le ali,

perché i ciechi non videro il presagio

della tua fronte incandescente, il solco

che vi ho graffiato a sangue, croce cresima

incantesimo jattura voto vale

perdizione e salvezza; se non seppero

crederti più che donnola o che donna,

con chi dividerò la mia scoperta,

dove seppellirò l’oro che porto,

dove la brace che in me stride se,

lasciandomi, ti volgi dalle scale? 

 

Luce d'inverno

 

Quando scesi dal cielo di Palmira

su palme nane e propilei canditi

a un’unghiata alla gola m’avvertì

che mi avresti rapito,

quando scesi dal cielo dell’Acropoli

e incontrai, a chilometri, cavagni

di polpi e di murene

(la sega di quei denti

 sul cuore rattrapito!),

quando lasciai le cime delle aurore

disumane per il gelido museo

di mummie e scarabei (tu stavi male,

unica vita) e confrontai la pomice

e il diaspro, la sabbia e il sole, il fango

e l’argilla divina –

alla scintilla

che si levò fui nuovo e incinerito.

 

Versiones: Pedro Marqués de Armas; con Dolores Labarcena: “El genio”

 

lunes, 8 de diciembre de 2025

Diez poemas de Umberto Saba

 

Umberto Saba

 

Mirlo

 

¿Existía aquel mundo al que regreso

en sueños, que en sueños aún me sacude?

Ciertamente existía. Eran parte de él

mi madre y un mirlo.


Apenas si los veo. Pero resalta el negro

y el amarillo de quien contento me saludaba

con su canto (tal era mi pensamiento)

que yo oía desde la calle. Mi madre

sentada, cansada, en la cocina. Cortaba

para él solo (tal era su pensamiento)

la carne de mi cena. Ninguna

visión o rumor lo excitaba tanto.

 

Entre un muchacho enjaulado y un insectívoro,

que robaba los gusanos de su mano,

en aquella casa, en aquel mundo lejano,

había un amor. Como también un equívoco.

 

Trieste

 

Atravesé toda la ciudad.

Subí después la cuesta,

al principio poblada, luego solitaria,

rodeada por un muro bajo:

un rincón donde me siento

a solas; y donde parece acabar

también la ciudad.

 

Trieste tiene una gracia

hosca. Si gusta

es como un chiquillo áspero y voraz,

de ojos azules y manos demasiado grandes

para regalar una flor,

como un amor

receloso.

Desde la cuesta descubro cada iglesia,

cada calle, si lleva a la playa, ardua,

o a la colina en donde, en la punta,

pedregosa, una casa, la última,

se aferra.

 

En torno

circula en cada cosa

un aire extraño,

un aire tormentoso,

el aire nativo.

 

Mi ciudad, tan viva en todas partes,

tiene ese rincón para mí, para mi vida

absorta y esquiva.

 

Desde la ladera

 

Desde la ladera solitaria que se precipita

en el mar -que hoy, verde y espumoso,

golpea oblicuo la ciudad- puede verse

el blanco panorama de Trieste.

 

Tú ya conocías -dices- estas calles,

donde uno encuentra, como mucho, una mujer

que la larga cuesta encorva, un muchacho

que, si el Bóreas enviste, a todo da alas

y corre hacia ti. Para volver a sí mismo

luego, y seguir de largo altivo.

 

Todo un mundo que amaba, al que me había

entregado, que solo por ti hoy revive.

 

La cabra

 

Le hablé a una cabra.

Estaba sola en el campo, atada.

Repleta de hierba, empapada

por la lluvia, balaba.  

 

Semejante balido era fraterno

a mi dolor. Le respondí, primero

en broma, luego, porque el dolor es eterno,

tiene una voz y no cambia.

Esa voz sentí gemir

en una cabra solitaria.

 

En una cabra de cara semita

sentí querellarse todos los males,

de todas las vidas.

 

Ulises

 

Navegué en mi juventud a lo largo

de las costas dálmatas. A flor de ola

emergían islotes donde rara vez

se posaba un pájaro tras su presa;

cubiertos de algas, resbalosos al sol,

bellos como esmeraldas. Cuando

la alta marea y la noche los abolían,

velas a sotavento se desbandaban

huyendo mar adentro de la asechanza.

Hoy mi reino es esa tierra de nadie.

El puerto enciende para otros sus luces,

pero a mí me empuja mar adentro

un espíritu no domado aún

y de la vida el doloroso amor.

 

Madrigal para un general inglés


Vi en Florencia, en los primeros días de la ocupación aliada, a un general inglés. Se sostenía –caso raro- en pie y borracho. Era maravilloso. Alto, flaco, reseco, casi excesivamente pura cepa, caminaba apoyando su inestable persona en un bastoncito de empuñadura, por lo que me pareció, preciosa. Cada transeúnte podía convertirse para él, sin quererlo, en un enemigo; hacerle –cosa grave para cualquiera; para un inglés, y un inglés de su rango, mortal- perder el equilibrio. Pero, incluso en aquellas condiciones, ¡qué garbo, qué estilo! Se aguantaba apenas, como el Imperio inglés. Pero se aguantaba.



Nietzsche

 

Alrededor de una grandeza solitaria

los pájaros no vuelan, ni indecisos

hacen nido junto a ella. Sólo se oye

el silencio, no se ve más que el aire.

 

Momento

 

Los pájaros en la ventana, las persianas

entreabiertas: un aire de infancia y de verano

que consuela. ¿Tengo de verdad los años

que creo tener? ¿O sólo diez? ¿Para qué

me ha servido la experiencia? Para vivir  

feliz con las pequeñas cosas

que un tiempo me inquietaran.

  

Florencia

 

Para abrazar al poeta Montale

─generosa es su tristeza─ estoy

en la ciudad que tanto quise. Es como

si cada piedra que el pie pisa fuese

mi corazón, mi mal

de un tiempo. Pero no lo lamento. Nace

-otra constelación- una edad nueva.

  

Fedra

 

Sopla una bora asesina. Mañana

caerá la nieve, blanqueando los caminos

que ascendían amigables a tu casa,

lejana, en la cresta de la colina. Entre los verdes

pinos, el inmenso valle repite

en incontables hojas el color

que gustabas siempre en tu cabello.

                                                           Fedra

eras; aún eres.

                          Más preciosa ahora

que se enciende el primer fuego en la estufa

en casas raras; la estación es un poco

nuestra, el paisaje nuestro; el pensamiento

irradia una última verdad; se engaña a sí mismo

de que lo peor -tal vez- ya pasó.

 

Despedida


Lo saben, amigos, y yo lo sé.

También los versos se asemejan a las pompas

de jabón; una sube y otra no.



Merlo

 

Esisteva quel mondo al quale in sogno

ritorno ancora; che in sogno mi scuote?

certo esisteva. En’erano parte

mia madre e un merlo.

 

Li vedo appena. Piú risalta il nero

e il giallo di chi lieto salutava

col suo canto (era questo il mio pensiero)

me, che l’udivo dalla via. Mia madre

sedeva, stanca, in cucina. Tritava

a lui solo (era questo il suo pensiero)

e alla mia cena la carne. Nessuna

vista o rumore cosí lo eccitava.

 

Tra un fanciullo ingabbiato e un insettivoro,

che i vermetti carpiva alla sua mano,

in quella casa, in quel mondo lantano,

c’era un amore. C’era anche un equivoco.

 

Trieste

Ho attraversato tutta la città.

Poi ho salita un'erta,

popolosa in principio, in là deserta,

chiusa da un muricciolo:

un cantuccio in cui solo

siedo; e mi pare che dove esso termina

termini la città.

 

Trieste ha una scontrosa

grazia. Se piace,

è come un ragazzaccio aspro e vorace,

con gli occhi azzurri e mani troppo grandi

per regalare un fiore;

come un amore

con gelosia.

Da quest'erta ogni chiesa, ogni sua via

scopro, se mena all'ingombrata spiaggia,

o alla collina cui, sulla sassosa

cima, una casa, l'ultima, s'aggrappa.

Intorno

circola ad ogni cosa

un'aria strana, un'aria tormentosa,

l'aria natia.

 

La mia città che in ogni parte è viva,

ha il cantuccio a me fatto, alla mia vita

pensosa e schiva.

  

Dall’erta

 

Dall’erta solitaria che nel mare

precipita - che verde oggi e spumoso

percuote obliquo la città - si vede

il bianco panorama di Trieste.

 

Tu già le conoscevi –dici- queste

mie strade, ove s’incontra, al più, una donna,

che la lunga salita ansa, un fanciullo

che se Bòrea t’investe, mette l’ali

a ogni cosa, per te corre. Poi torna

a se stesso, ti passa accanto altero.

 

Tutto un mondo che amavo, al quale m’ero

dato, che per te solo oggi rivive.

  

La capra

 

Ho parlato a una capra.

Era sola sul prato, era legata.

Sazia d’erba, bagnata

dalla pioggia, belava.

 

Quell’uguale belato era fraterno

al mio dolore. Ed io risposi, prima

per celia, poi perché il dolore è eterno.

ha una voce e non varia.

Questa voce sentiva

gemere in una capra solitaria.

 

In una capra dal viso semita

sentiva querelarsi ogni altro male,

ogni altra vita.

  

Ulisse

 

Nella mia giovanezza ho navigato

lungo le coste dalmate. Isolotti

a fior d’onda emergevano, ove raro

un Uccello sostava intento a prede.

Coperti d’alghe, scivolosi al sole

belli come smeraldi. Quando l’alta

marea e la notte li annullava, vele

sottovento sbandavano più al largo,

per fuggirne l’insidia. Oggi il mio regno

è quella terra di nessuno. Il porto

accende ad altri i suoi lumi, me al largo

sospigne ancora il non domato spirito,

e della vita il doloroso amore.

 

Madrigale per un generale inglese 

 

Ho visto a Firenze, nei primi giorni dell' occupazione alleata, un generale inglese. Era -caso raro- a piedi e ubriaco. Era meraviglioso. Alto, magro, asciutto, quasi eccessivamente razziato, camminava appoggiando la malferma persona a un bastoncino dall' impugnatura, a quanto mi parve, preziosa. Ogni passante poteva diventare per lui, senza volerlo, un nemico; fargli -cosa grave per chiunque; per un inglese, e un inglese del suo rango, mortale- perdere l' equilibrio. Ma, pure in quelle condizioni, che contegno, che stile! Reggeva appena, come l' Impero inglese. Ma reggeva.

 

Nietzsche


Intorno a una grandezza solitaria

non volano gli uccelli, né quei vaghi

gli fanno, accanto, il nido. Altro non odi

che il silenzio, non vedi altro che l’aria.

  

Momento

 

Gli uccelli alla finestra, le persiane

socchiuse: un’aria d’infanzia e d’estate

che mi consola. Veramente ho gli anni

che so di avere? O solo dieci? A cosa

mai mi ha servito l’esperienza? A vivere

pago a piccole cose onde vivevo

inquieto un tempo.

 

Firenze

 

Per abbracciare il poeta Montale

─generosa é la sua tristezza─ sono

nella cittá che mi fu cara. E’come

se ogni pietra che il piede batte fosse

il mio cuore, il mio male

di un tempo. Ma non ho rimpianti. Nasce

─altra costellazione─ un’altra etá.

 

Fedra

 

Soffia una bora omicida. Domani

cadrà la neve, imbiancherà le strade

che salivano amiche alla tua casa

in cima al colle, lontana. Tra i verdi

pini l’immensa vallata ripete

in foglie innumerevoli il colore

che amavi sempre ai tuoi capelli.


                                                 Fedra

eri; ancor sei.

                               Più preziosa adesso

che si accende alla stufa il primo fuoco

in rare case; la stagione è un poco

nostra, nostro il paesaggio; il pensiero

irraggia un ultimo vero; s’illude

che il peggio – forse – è passato.

 

Commiato

 

Voi lo sapete, amici, ed io lo so.

Anche i versi somigliano alle bolle

di sapone; una sale e un’altra no.

 

Traducción: Pedro Marqués de Armas 


domingo, 7 de diciembre de 2025

Diez poemas de Luciano Erba


Luciano Erba

 

Sin brújula


Según Darwin debería haber sido eliminado

según Malthus ni siquiera haber nacido

según Lombroso comoquiera terminaré mal

para no hablar de Marx, yo, pequeño burgués

escapar, pues, escapar

adelante atrás al lado

(como todos en el cuarenta) pero

persisten complejos personales

¿estoy al este de mi herida

o al sur de mi muerte?

 

El queso

 

Será bueno hablar de mi manera

de habitar el mundo del presente

(un sistema espacial donde intercambio

forma y cuerpo con lo que me rodea

con las cosas a cuyo encuentro voy

para vivir en ellas y ellas en mí)

será bueno revelar que tal manera

de estar próximo a lo cotidiano

me resultó clara ab initio una mañana,

eran tiempos de guerra, tenía hambre,

miré de lado a lado por los agujeros

de una fina lasca de queso

tan absorto que me sentí secuestrado

y era un poco de aquí y un poco de allá.

 

Las jóvenes parejas

 

Las jóvenes parejas de postguerra

almorzábamos en espacios triangulares

en apartamentos próximos a la feria

las ventanas tenían círculos en las cortinas

el mobiliario era lineal, con pocos libros

el invitado que trajo el chianti

que bebíamos en vasos de vidrio verde

fue el primer siciliano en mi vida

éramos su modelo de desarrollo.

  

Renuncia al título de un volumen mío de versos 

 

A inicios de los Ochenta

tal vez en estado de magia

bauticé Cinta de Moebius

un libro de poesía

 

otros títulos similares

pero de ámbito más físico

me propuse destinar

a un opus metafísico

 

fue así que dejé de lado

la vida de Arquímedes,

y, no sin excitación, debo

decirlo, la fuente de Erone

 

He aquí el nuevo libro

que un hondo disturbio

me impide ahora intitular

Los hemisferios de Magdburgo

 

yo no sé si en estas cosas

sirve de algo la patente

el hecho es que un autor notorio

se apropió de mi idiolecto.

 

No es un gris gacetillero

sino un semiólogo advertido

y si le reclamo El Péndulo

dirá, sabes, lo he deconstruido.


In medio stat vitium

 

Eres de aquellos que a los test

dan signos contradictorios

pero ciertamente

ni genio ni idiota

¿y entonces?

un pobre hombre

perseguido por genios y por idiotas.

 

El gato intelectual

 

Explora todas las cajas

patrulla todos los cajones

curiosea para descifrar,

es el gato hermenéutico.

Su pensamiento fuerte es maullar

de noche entre los pararrayos del techo

su pensamiento débil pero magistral

roncar frente a la chimenea.

 

La Gran Jeanne

 

La Gran Jeanne no hacía distinciones

entre ingleses y franceses

siempre que hicieran con las manos

lo que ella decía,

habitaba en el puerto, su hermano

trabajaba conmigo

en el 43.

Cuando me vio en Lausana

donde yo pasaba en traje estival

dijo que podía salvarla

y que su mundo estaba allí, en mis manos

y en mis dientes que comieron liebres

en la alta montaña.

 

En el fondo

hubiera querido la Gran Jeanne

convertirse en una dama:

llevaba ya un sombrero

azul, largo, con tres vueltas de tul.

 

Ecuación de primer grado

 

Tu camiseta nueva, Mercedes

de algodón mercerizado

tiene ese olor de los grandes almacenes

donde nos equipaban de blancos

larguísimos sombreros para el mar

¡querida provisión de sombra! para esperar

en estaciones florecidas de petunias

padres ¡blanquitrajeados! para amar

sobre las vías del tren flores comprimidas

por mercancías ¡dulcemente desempacadas!

 

Y mañana, Mercedes,

deshojar las páginas del tiempo perdido

entre merengues y sorbetes en la Biffi Scala.

 

Manos

 

Manos que te acariciaron la cabeza

manos de curas de tías de verduleros

mano del compañero de escuela

que escribía con tinta verde

manos de Berta secas por el viento

si colgaba la ropa sobre el cordel

anchas manos polacas

que trozaban la madera en el Arbeit Lager

manos y dedos desgarbados

de los amigos hindúes

mano descarnada

que toma la pluma para firmar

mano que llega de noche

acaricia la gata más negra.

 


La acuarela

 

Catecati Catunza Caterina

¿qué hija eres? bravo quien lo adivina

Por casualidad miraba tu acuarela

en la habitación que da sobre la terraza

pero el vidrio no reflejaba más que el maltiempo

solamente hojas y nubes al viento

(y las tres pestañas de esmeralda, ¿rojas?)

Padre amoroso que prestas tus sueños

las hijas van a lo largo de las estaciones.

 

Sin respuesta

 

Noviembre te trajo. ¿Cuántos meses

durará la dulceamarga 

aventura de dos miradas, de dos voces? 

Si yo tuviese una leyenda escrita

diría que este tiempo que nos roza

nos pertenece desde siempre. Pero no soy

más que un hombre entre cientos de miles

y tú no eres sino una mujer 

que noviembre trajo

y un mes nos premia y otro nos saquea. 

Eres una mujer 

que acoge ahora a un náufrago impaciente

dime tú

¿eres acantilado

o continente?


Senza bussola

 

Secondo Darwin avrei dovuto essere eliminato

secondo Malthus neppure essere nato

secondo Lombroso finirò comunque male

e non sto a dire di Marx, io, petit bourgeois

scappare, dunque, scappare

in avanti in indietro di fianco

(così nel quaranta quando tutti) ma

permangono personali perplessità

sono ad est della mia ferita

o a sud della mia morte?

 

Il formaggio

 

Sarà bene parlando di un mio modo

di abitare nel mondo del presente

(un sistema spaziale dove scambio

forma e corpo con quanto mi sta attorno

con le cose alle quali vado incontro

per vivere in loro e loro in me)

sarà bene riveli che tal modo

di stare vicino al quotidiano

mi fu chiaro ab initio una mattina

avevo fame, era tempo di guerra

da parte a parte guardavo nei buchi

di una fetta sottile di formaggio

così assorto mi sentivo rapito

ed ero un po' di qua e un po' di là.

  

Le giovani coppie

 

Le giovani coppie del dopoquerra

pranzavano in spazi triangolari

in appartamenti vicini alla fiera

i vetri avevano cerchi alle tendine

i mobili erano lineari, con pochi libri

l´invitato che aveva portato del chianti

bevevamo in bicchieri di vetro verde

era il primo siciliano della mia vita

noi eravamo il suo modello di sviluppo.

 


Rinuncia al titolo di un mio volumetto di versi

 

Agli inizi degli Ottanta

forse in vena di magia

battezzai Nastro di Moebius

un mio libro di poesia

 

altri titoli consimili

ma d'un ambito più fisico

mi proposi destinare

ad un opus metafisico

 

fu così messa da parte

sia la vite di Archimede

sia, e non senza esitazione,

eh sì, la fontana di Erone.

 

Ecco ora il nuovo libro

che un'azione di disturbo

m'impedisce intitolare

Gli emisferi di Magdburgo

 

io non so se in queste cose

vai la norma del brevetto

fatto è che un noto autore

si è appropriato il mio idioletto

 

non è un grigio pennivendolo

ma un semiologo avvertito

e se gli contesto il Pendolo

dirà, sai, ho decostruito.

  

In medio stat vitium

 

Sei di quelli che ai test

danno segni contraddittorò

ma di certo

nè genio nè idiota

e allora?

un pover uomo

perseguitato dai geni e dagli idioti.

 

Un gatto intellettuale

 

Esplora tutte le scatole

perlustra tutti i cassetti

curiosare per decifrare

questo è il gatto ermeneutico.

Il suo pensiero forte è miagolare

di notte tra i parafulmini sul tetto

il suo pensiero debole ma sapienziale

ronfare davanti al caminetto.

 

La Grande Jeanne

 

La Grande Jeanne non faceva distinzioni

tra inglesi e francesi

purchè avessero le mani fatte

come diceva lei

abitava il porto, suo fratello

lavorava con me

nel 1943.

Quando mi vide a Losanna

dove passavo in abito estivo

disse che io potevo salvarla

e che il suo mondo era lÏ, nelle mie mani

e nei miei denti che avevano mangiato lepre in alta montagna.

 

In fondo

avrebbe voluto la Grande Jeanne

diventare una signora per bene

aveva già un cappello

blu, largo, e con tre giri di tulle.

 

Un’equazione di primo grado

 

La tua camicetta nuova, Mercedes

di cotone mercerizzato

ha il respiro dei grandi magazzini

dove ci equipaggiavano di bianchi

larghissimi cappelli per il mare

cara provvista di ombra! per attendervi

in stazioni fiorite di petunie

padri biancovestiti! per amarvi

sulle strade ferrate fiori affranti

dolcemente dai merci decollati!

 

E domani, Mercedes

sfogliare pagine del tempo perduto

tra meringhe e sorbetti al Biffi Scala.

 

Mani

 

Mani che ti hanno accarezzato sopra la testa

mani di preti di zie di ortolani

mano del compagno di scuola

che scriveva in inchiostro verde

mani di Berta asciugate dal vento

se appendeva il bucato sopra i fili

larghe mani polacche

che spaccavano la legna nell’Arbeit Lager

mani e dita affusolate

degli amici indiani

mano scarnita

che prendi la penna per firmare

mano che arriva la sera

accarezzi la gatta più nera.

  

L'acquerello

  

Catecati Catunza Caterina

che figlia sei? bravo chi l'indovina.

Per caso guardavo il tuo acquerello

nella stanza che dà sulla terrazza

ma il vetro non rifletteva che il maltempo

soltanto foglie e nuvole al vento

(e le tre ciglia di smeraldo, roseaux?).

Padre amoroso che presti i tuoi sogni

le figlie vanno lungo le stagioni.

 

Senza risposta

 

Ti ha portata novembre. Quanti mesi

durerà la dolceamara

vicenda di due sguardi, di due voci?

Se io avessi una leggenda tutta scritta

direi che questo tempo che ci sfiora

ci appartiene da sempre. Ma non sono

che un uomo fra mille e centomila

ma non sei

che una donna portata da novembre

e un mese dona e un altro ci saccheggia.

Sei una donna

che adesso tiene un naufrago impaziente

dimmi tu

sei scoglio

o continente?

 

Traducción: Dolores Labarcena y Pedro Marqués de Armas