domingo, 20 de junio de 2021

Oh, isla del Caribe

 

La ruidosa tarántula al pie de la azucena.

Al otro lado de los pies de los muertos, enterrados 

                            en la inocente arena

Junto a la playa coralina –ni siquiera zigzaguean 

                            cangrejos violinistas-

En zancos tambaleantes saliendo del camino 

                            (que desvían, trastornan

Y forman anagramas con tu nombre)   No, nada aquí

Bajo el temblor que un eucalipto eleva

En estrujadas sombras –gime.

                                  

                            Sin embargo imagina

Que yo cuento esqueletos nacarados de la muerte 

                            en el trópico,

Collares de conchas rodean cada tumba

Encuadrados tan cuidadosamente. Luego

A la inocente arena tal vez le diga un nombre, fértil

Si bien en lengua extraña. Tal vez podría considerar

Nombres de flores, nombres de árboles, negar

    podría la cripta frágil de la muerte. En tanto

El viento que se anuda en una muerte espléndida–

Se enreda y sale. Así las sílabas ansían respirar.

 

¿Pero dónde está el Capitán pata de palo 

                           de la isla del doblón

Sin torniquete? ¿Quiénes si no cangrejos de señuelo

Rondan las ingles áridas del matorral?

¿Qué hombre, O qué

Es el Comisario del modo que cubre todos 

                           los sentidos emboscados?

Sus Cálculos Caribes tejen telarañas en las 

                           retinas calcinadas!

Y el flamboyán de un mediodía o una tarde, a su sombra 

                           tendido

Que la encendida floración torne la luz, rojiza, 

                           y entregue mi ánima,

Tamizada, a descender, clara y oscura en lo alto 

                           por los aires

Hasta encontrar el bufonesco posadero del azur.

 

Que no vuelva otra vez a verse el peregrino

Destinado a la lenta evisceración como enormes tortugas

Al muelle cada amanecer, la costra de salmuera 

                           de sus ojos;

-Clavados, boca arriba; tal estruendo en su esfuerzo!

Escondiendo en el huracán –Yo, lanzado a su corriente

Congelado por las tardes, aquí, de raso y vacío.

Satanás, me entregaste la concha, -carbónico amuleto

Agostado de sol fulminado en el mar.



Lunes de Revolución, 10 de octubre 1960, p. 8.



No hay comentarios: