Nos
consta de positivo que a poco de haberse embarcado en Matanzas para los Estados
Unidos el querido poeta matancero don José Jacinto Milanés, para ver si se
hallaba un remedio a sus dolencias físicas y morales, después de haber sufrido
un horroroso mareo, que le duró los tres o cuatro primeros días, de repente
sintió su razón casi del todo despejada, y con asombro de todos principió a
conversar con su hermano y amigos que le acompañaban en el buque, con tanto
desembarazo, con tanto juicio, con tanta exactitud como en los felices tiempos
en que escribía sus bellas y filosóficas composiciones y su interesantísimo
Conde Alarcos.
Así siguió con una visible mejoría, y apenas
desembarcó en el puerto a que se dirigía, escribió dos cariñosas cartas a su
madre y sus hermanas, muy bien puestas, y revelando en ellas los progresos
visibles de su restablecimiento.
Su hermano, el apreciable literato D. Federico
Milanés, escribe también a su familia en estos mismos términos.
Entusiastas y verdaderos admiradores del
talento de D. José Jacinto Milanés, con inexplicable dolor veíamos apagada en
los primeros albores de la vida la luz espléndida de su genio y de su
inteligencia; y hoy que tenemos fundadas esperanzas de que vuelva a encenderse,
bendecimos la divina Providencia, a cuyos inescrutables designios plugo abrumar
por espacio de algunos años el genio que ya se había conquistado un esclarecido
nombre en la literatura, para que, después de algún tiempo de doloroso
silencio, se levantase de nuevo más alto, más brillante, y sea una de las
glorias de su país.
“El poeta Milanés”, Diario de la Marina, 22 de junio de 1848, p. 3. Fotografía: Bahía de Matanzas, George N. Barnard (1860).
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