El interés con que se miran en
este momento las cuestiones de magnetismo, aun por las personas menos
preparadas a admitir la existencia de esos fenómenos, o por lo menos en toda la
extensión que le dan los que sostienen tales teorías, me ha movido a imprimir
la lección 9o del curso de Psicología de Ahrens que traduje para leer en el Liceo artístico y literario de esta
ciudad, y que hasta ahora no se ha publicado, como sucedió a las tres últimas
lecciones de la Antropología, o primera parte de dicho curso, aunque si se explicaron
en la cátedra de aquel instituto; lo que entiendo me agradecerán los que desean
tener ideas de las demostraciones de esta doctrina, que yo estoy muy lejos de
admitir en todas sus consecuencias, pero que es imposible rechazar
absolutamente en su fenómeno fundamental, y mucho menos por el motivo de que no
lo comprendemos, como si comprendiéramos todavía ninguna cuestión de Magnetismo de cualquiera clase, ni de electricidad,
ni siquiera pudiéramos afirmar que sean dos cosas distintas. Atengámosnos a los
hechos, oigamos las explicaciones más o menos plausibles de los sabios; precavámonos
del charlatanismo; pero no caigamos en esa especie de desconfianza absoluta e
invencible, carácter el más marcado de la ignorancia y de la obstinación. Por tales motivos me valgo de la ilustrada cooperación
que prestan las Memorias de la Sociedad
Económica a todas las publicaciones útiles, para llenar un objeto que no es
por cierto de mera curiosidad, sino que interesa ya a la ciencia, y que es
vergonzoso ignorar hasta qué grado deba mirarse como una verdad científica o como
una mera ilusión, o una superchería de intrigantes.
B. S. M.
LECCION 9.
Del Sonambulismo y del Magnetismo animal
Del Sonambulismo y del Magnetismo animal
Observados en la anterior lección
los estados periódicos y normales de la vida del hombre, la vigilia y el sueño,
consideramos en esta los anormales p enfermos, en cuanto correspondan a la vida
anímica del mismo. Estos son el sonambulismo y el magnetismo vital o animal, de
que trataremos hoy, y la locura o enajenación mental que será el objeto de la lección
siguiente, y a cuyos estados hemos de buscar una solución.
Hasta ahora nos hemos encerrado estrictamente
en el análisis psicológico; todas nuestras precedentes investigaciones se han
fundado en la observación interior que cada cual puede verificar en sí mismo y
repetir hasta llegar a la certidumbre; pero los estados de que vamos a
ocuparnos, además de que son excepcionales, tienen la particularidad de que los
que se han encontrado en situaciones tan insólitas, pierden al salir su
recuerdo. Nuestra propia experiencia es aquí reemplazada por lo que se nos
cuenta, lo que muchas veces toma el tinte de la opinión o de la preocupación
del que nos hace la relación; y aun esta puramente en sí no podría nunca
producir todos los matices, en bastantes casos tan importantes, que contiene y
que forma el encadenamiento que puede conducir a la explicación. Imposible es
al observador, a pesar de toda su atención, penetrar todo lo que pasa en el
alma de un demente o de un sonámbulo que ve su interior, Solo por el método
indirecto de la inducción puede procederse en esta clase de fenómenos.
Pero una dificultad mucho mayor que la del
método nace del sujeto, que para ser explicado supone conocimientos más
elevados que los que presenta la psicología.—El sonambulismo y magnetismo vital
son verdaderos estados del alma, y como tales entran en el dominio ontológico;
sin embargo no es solamente el entendimiento quien experimenta modificaciones
sino toda la relación del espíritu con el cuerpo, y con el mundo que los rodea
y que sufre en mismo cambio; porque si es verdad, por ejemplo, que los
sonámbulos que penetran en su interior están dotados de una facultad extraordinaria
de vista que llega hasta largas distancias, y aunque atraviesa por medio de los
cuerpos opacos, es evidente que la ciencia de la naturaleza tiene que demostrar
la posibilidad de semejante facultad, en cuanto se refiera a objetos de la
misma naturaleza; y si la sola voluntad de una persona puede desde luego
producir efectos orgánicos sobre otras, preciso es que existan todavía entre
los hombres otros lazos que los que nosotros conocemos en el estado ordinario
de la vida. Estos fenómenos insólitos no podrían, pues, encontrar una explicación
conveniente sin el concurso de la filosofía general, la metafísica y la física;
pero ninguna de estas dos ciencias ha sido el objeto de nuestros estudios, y
obligados a circunscribirnos a los límites de la psicología, no podremos
considerar tales estados sino desde un punto de vista que declaro insuficiente
para su explicación completa. Sin embargo me permitiré algunas consideraciones,
ya de la metafísica, ya de la filosofía de la naturaleza, menos para demostrar
los hechos de que se trata, que para dirigir nuestra reflexión sobre puntos que
yo miro como importantes.
Vamos a considerar los fenómenos del sonambulismo y
del magnetismo llamado animal.
Mi objeto no es probar aquí la realidad de tales
estados por el relato de experiencias las más comprobadas que se hayan hecho
hasta ahora; numerosas obras se han escrito con este fin y por personas, a las
que podrá objetárseles alguna vez faltas de exactitud en la observación, pero
de quienes no se podría concebir la menor sospecha con respecto a la buena fe.
Sin duda que son tierras nuevas las que estos escritos nos presentan, pero han
sido recorridas y descriptas por tantas personas de todos los países y de todas
profesiones, que no se podría disputar su existencia sino por una especie de idyosincrasia.—Yo
no diré que por mí mismo haya observado muchas veces tales estados; porque este
testimonio no puede tener más valor que el de tantos cuyas obras pueden
consultarse; pero aun cuando no hubiera ejecutado nunca por mí semejantes experiencias,
no me creería con menor fundamento para mirar estos fenómenos como hechos
ciertos, y para procurar explicarlos. No basta en verdad haber oído hablar de
ellos vagamente; se necesita haberlos estudiado en las numerosas descripciones
que se han practicado para creer en su existencia. Entre los escritos franceses
se leerá con utilidad, además de las obras antiguas de Puysegur y los Anales
del magnetismo, las obras de los doctores Bertran, Petetin, Georget y un excelente
artículo en el diccionario de Ciencias medicinales del doctor Rustan, profesor
en la facultad de Medicina, que después de haber subsistido mucho tiempo en esa
especie de incredulidad que paraliza todo esfuerzo para llegar a la verdad, fue
conducido por una casualidad a creer en el Magnetismo. El artículo del
Diccionario contiene un buen resúmen de los fenómenos principales que presenta
el magnetismo, y que el autor confirma por experiencias ejecutadas por el
mismo. Entre las obras alemanas se recomiendan las de Wienhold, Guslin, Rieser,
Brandis, Kluje, Nasse y Hufeland, por la exactitud científica que sus autores
han manifestado en sus relaciones. El número de las monografías es muy
considerable para citarlo aquí. Las obras teóricas sobre el magnetismo que
tratan de explicarlo son: Kieser Sistema del Tellurismo o Magnetismo animal;
1822. Bartels, Elementos para una fisiología del magnetismo animal; 1812.
Wilbran, Exposición del magnetismo animal, como fenómeno fundado en las leyes
de la naturaleza, 1824. La teoría particular de Echenmayer se encuentra en su
Psicología, p. 262. Escelentes observaciones, pero no se han reunido en un
cuerpo de doctrina, se hallan en las obras de Baader, sobre todo en su
Miscelánea fisiológica; 1832. Remitiendo a los que me escuchan a estas fuentes
para conocer el pormenor de los hechos que se verifican en tales estados, el
modo con que se producen artificialmente y diferentes grados más o menos
elevados de esa penetración íntima que se deja claramente distinguir, yo no me
fijaré aquí más que en los fenómenos principales y confirmados generalmente
para dar su explicación.
Para examinar los fenómenos del magnetismo
animal, deberemos resolver las cuestiones siguientes que me parecen las más
importantes...
¿Cuál es la causa del magnetismo animal. En que se distingue
este de los demás estados del alma, en la vigilia y el sueño, que parecen
confundirse con él, y como es dable que una manipulación produzca este estado
artificialmente?
¿Cómo se verifica que una persona extraña, la
que magnetiza, adquiere tal poder sobre el sonámbulo, que parece que este
pierde la libertad?
¿Cuál es la razón de la exaltación de todas las facultades
y principalmente de la vista, que se ejercita sobre objetos exteriores,
lejanos, sin necesitar de los órganos ordinarios; y como es dable explicar
semejante facultad por las leyes generales de la naturaleza? ¿Cuál es la razón de la doble
personalidad que se manifiesta muchas veces en este estado, en el que parece
que el sonámbulo se reviste alternativamente de una personalidad diferente?
¿Hasta qué punto puede
entenderse la predicción de los sonámbulos, y cuáles son las circunstancias
sobre que racional mente pueden fijarse? ¿De qué manera el magnetismo puede ser
saludable al cuerpo enfermo!
Vamos a considerar estos puntos detalladamente. El
estado del magnetismo vital es enteramente particular y no puede mirarse como
una continuación del sueño ni de los ensueños. Es verdad que empieza por todos
los síntomas del primero: los miembros caen en laxitud, los párpados se
desploman sobre los ojos, en fin, estos se cierran y bien pronto el sueño es
completo. Semejante estado tan parecido al sueño ordinario, subsiste durante un
tiempo más o menos largo, regularmente algunos minutos, a veces hasta horas
enteras. El sonámbulo sale de tal estado exhalando un profundo suspiro, y estregándose
los ojos como si despertase. Entonces se apercibe una mudanza sucesiva en su
figura, una serenidad notable se difunde por todas sus facciones, el rostro
entero adquiere más expresión e inteligencia, y todo anuncia que está
interiormente despierto en todas sus facultades, aunque sus ojos subsistan
cerrados, y aunque los abra, la pupila por lo menos permanece vuelta hacia
arriba como en el sueño, sin ser capaz de ninguna función. Al instante después
de haberse reconcentrado algún tanto en aquel nuevo estado para él, empieza a
responder a las cuestiones que se le dirigen, y las respuestas, en las que
hasta el lenguaje parece ennoblecerse, muestran que las facultades
intelectuales, lejos de hallarse aisladas y de obedecer a la mera ley de la asociación
de las ideas como en el sueño, se exaltan al contrario con una actividad extraordinaria.
Ellos mismos pintan este estado como el más agradable en que se pueda
subsistir, y declaran también cuando se les interroga con este respecto, que no
tiene nada de común ni con el dormir ni con el soñar.
Cuando el estado del sonambulismo se
desarrolla hasta este grado, debe mirarse como el de vigilia porque tiene todos
los caracteres determinados en la lección precedente para los que están
despiertos: pero esta vigilia difiere de la ordinaria en que es interior
enteramente, tanto para el cuerpo como para el entendimiento. La relación que
existe entre el cuerpo y el espíritu no es el de la vigilia ni el del sueño: reúne
estas dos relaciones de un modo particular y a un grado de la mayor exaltación
es decir, que en el sonambulismo el entendimiento y el cuerpo están más
aislados el uno del otro; viviendo y obrando cada cual según sus leyes
particulares, como en el sueño; pero los dos al mismo tiempo, aunque en dos
individualidades distintas, se hallan en la unión más íntima, y gozando cada
uno de sus facultades en el más alto grado, comunicándose libre y completamente
todo lo que pasa en ellos. No será dificil comprender tal estado, recordando
por una parte lo que se ha manifestado sobre la vida anímica del cuerpo,
desconocida generalmente, aunque atestiguada por importantes hechos; y de la
otra, las explicaciones que he dado sobre las vigilias y el sueño como estados
periódicos; necesarios. En efecto, cuando se reconocen al cuerpo facultades
análogas a las del entendimiento, cuando se ha adquirido la convicción de que
no solo posee una sensibilidad particular sino también una imaginación y hasta
una cierta conciencia propia, en la que se presenta todo lo que pasa en el cuerpo de la misma
manera que en la conciencia del espíritu se reflecta lo que se opera en este,
se puede fácilmente concebir para el mismo cuerpo un estado en que estas
facultades entren en un ejercicio más libre, no siendo comprimidas ni
molestadas por la acción demasiado predominante de las facultades
intelectuales. Pues bien; precisamente es este el estado del sonambulismo, que
dando al cuerpo más independencia, le permite también, con ayuda de otras
circunstancias físicas, manifestarse en las facultades superiores que acaban de
indicarse. Por lo tanto se comprende como el entendimiento puede ver en tal
estado lo que sucede en el cuerpo, pues que esta conciencia corporal, llamada
ordinariamente instinto, se revela con tal seguridad, indicio de la regularidad
que domina entonces en todas las funciones del cuerpo. Esta explicación será
notable, pero es muy simple y se infiere de la doctrina que he explanado sobre
el cuerpo. Así vemos también como se simplifican los fenómenos extraordinarios
y adquieren un carácter natural, cuando se abandonan los conceptos
materialistas que son tan falsos con relación al cuerpo como el espíritu. No
cesaré de repetirlo; mientras se considere el cuerpo únicamente como materia,
desconociendo el ánimo particular y las facultades anímicas que disfruta, se
cerrará toda inteligencia de estos fenómenos que no se explican sino por estas
facultades anímicas, y nos colocaremos en la alternativa, o de negarlas conceptuando
a los que las admiten como necios o como impostores, o bien tendremos que
proclamarlos milagros. El estado de la vista clara o penetración íntima del
magnetismo es la unidad superior de los dos estados opuestos de la vigilia y
del sueño. Después de haber pasado por el sueño ordinario, el espíritu y el
cuerpo despiertan interiormente gozando cada cual de por sí de más completa
independencia, como se verifica cuando dormimos. He contado el magnetismo entre
los estados anormales y de enfermedad, pero lo he hecho únicamente teniendo a
la vista las circunstancias más frecuentes que lo hacen nacer actualmente;
porque es en ciertas enfermedades cuando se manifiesta con más frecuencia; pero
tales enfermedades son más bien la ocasión que su causa: los numerosos casos en
que tal estado se produce artificialmente en personas válidas, justifican que
es independiente de la enfermedad. Con efecto; este estado de vista interior se
funda de tal modo en la naturaleza humana, que parece singular no se muestre más
frecuente, porque si el espíritu y el cuerpo son dos seres distintos, de todos
cada uno de una manera peculiar, de facultades, de sentimiento y de
inteligencia ¿qué hay más racional que suponer que hay en su vida común una situación
en que ninguno predomina al otro, en que los dos están en una libertad tan
grande como puede ser para no destruir el lazo necesario que existe entre
ellos? En la vigilia ordinaria las facultades superiores están comprimidas por
la actividad predominante del entendimiento; en el sueño hay una mayor
independencia por cada parte, pero esta independencia se manifiesta más bien
por la actividad aislada en las facultades individuales del uno y del otro, y
muchas veces produce un aislamiento que llega hasta la anarquía: mientras que
en la vigilia sola de lo interior los efectos respectivos de la vigilia y del sueño
ordinario desaparecen: el cuerpo y el alma viven con una vida que reúne la más
grande libertad a la más íntima unión. Este es, pues un estado verdaderamente
armónico en la vida humana, y por tal razón no se puede vacilar en
considerarlo, como más elevado que los opuestos de la vigilia y del sueño, y la
exaltación de todas las facultades intelectuales y corporales que nace de modo
tan extraordinario en tal situación, es la prueba de semejante aserción. La
clara—visión magnética es, pues, un estado fundamentado en la psicología que reúne
los dos extremos opuestos en una unidad superior, y constituye de este modo la
armonía más completa de la vida del hombre.
Tal es la explicación psicológica
de esta situación, insólita a la verdad, pero tan natural como el sueño y la
vigilia. Me abstendré de consideraciones metafísicas cuya verdad no nos
hallamos en el caso de apreciar.
Llego a la cuestión de saber cuál es la razón
de que una manipulación pueda producir tal estado artificialmente.
Intentando
resolver esta cuestión, no puedo menos de entrar en algunas consideraciones
fisiológicas que ayudarán al peso de las razones dadas por la psicología. El
estado del magnetismo corresponde al cuerpo lo mismo que al espíritu, y por consiguiente
no debe descuidarse el detenerse también en la parte física.
El estado magnético es producido
artificialmente por la voluntad de una persona, cuando se pone por los
procedimientos conocidos de la manipulación, en relación personal con una
segunda persona, que por esta razón cae en tal estado. Hay pues, dos causas que
determinan su producción: la voluntad de una parte y la relación física de la
otra, de las que ninguna debe faltar. Es verdad que una vez establecida la relación
física sucede muy frecuentemente que la voluntad sola, esto es, la sola intención
mental del magnetizador, basta para hacer venir el sueño y el sonambulismo;
pero no hay ejemplo que la voluntad sola los haya producido desde el principio,
y por otra parte, la mera manipulación sin intención es igualmente ineficaz.
Me
permitiré citar algunas veces, en apoyo de mis aserciones, el artículo del
Diccionario de Medicina que por el nombre de su autor, que ha comprobado con
numerosas experiencias lo que refiere, es un testimonio de toda confianza.
Mr.
Rustan dice:—“Cada magnetizador tiene un modo especial de magnetizar; bástales a
algunos el poner la mano sobre la frente de la persona que se magnetiza, muy
próxima, o a una ligera distancia; otros aplican esta mano al epigastrio,
algunos sobre los hombros. Ordinariamente después de algunas sesiones basta
decir a la persona que se magnetiza: Dios mío, yo quiero que durmáis, e
inmediatamente se adormece sin poder sustraerse de esta orden. Muchas veces es
suficiente quererlo aunque no se manifieste. Me ha sucedido algunas veces
querer dormir a alguno, e inmediatamente han aparecido bostezos y esperezos, precursores
del sueño. ¡Que hace V? Le suplico que no me adormezca: V. me adormece, yo no
quiero adormecerme todavía. Pero no se llega sino gradualmente a una influencia
tan grande.”
Consideremos más detalladamente estas dos condiciones
indispensables para el magnetismo: la voluntad y la relación física.
Aunque
pueda parecer superfluo advertir aquí que la voluntad es siempre la causa de
los principales movimientos que se operan en la vida del cuerpo, es conveniente
sin embargo recordar este hecho muy difícil de explicar, aun cuando no sea más
que para hacer desaparecer todo carácter de maravilla de otro análogo. La
voluntad, la intención sola del alma hace mover órganos materiales, que
adquieren energía en razón de esta misma voluntad; este es un hecho principal y
que lo domina el sonambulismo. La diferencia está en que es una persona extraña
sobre la que obra nuestra voluntad, mientras que ordinariamente no opera sino
sobre nuestro propio cuerpo. He aquí como puede explicarse esta influencia.
Es
fisiológicamente cierto que para operar la voluntad un movimiento en el cuerpo,
obra por medio del cerebro, órgano central, y que el cerebro comunica este
impulso por los nervios conductores a los órganos particulares que se quieren
mover; los mismos nervios son también de una materia muy delicada y movible,
que es excitada cuando el cerebro ejecuta una orden de la voluntad; pero estos
nervios del movimiento que parten del cerebro, llegan a todas las extremidades
del cuerpo y también a las yemas de los dedos. Otro hecho importante,
comprobado por fisiólogos célebres, y casi generalmente admitido, es que cada
hombre tiene una atmósfera particular, nerviosa producida por la actividad del
cuerpo, que está por sí misma determinada por la voluntad. Ahora el hombre que
sobreponiendo sus manos con la firme y fuerte voluntad de producir un cierto
efecto, debe aumentar la intensidad de esta atmósfera, y sobre todo la que
circunda las manos. Acordándose ahora que hay en el cuerpo dos especies de
nervios, los del movimiento y los del sentimiento, y que los últimos trasmiten
al cerebro las impresiones recibidas en los extremos, mientras que los primeros
trasmiten las impresiones causadas por la voluntad a los órganos particulares,
es evidente que se establece entre en el que hace la manipulación con una
fuerte voluntad, y la otra persona que no opone mentalmente ninguna
resistencia, una relación en que los nervios de la voluntad fuertemente
afectados del uno, comuniquen necesariamente por la atmósfera nerviosa la impresión
que han recibido a los nervios del sentimiento del otro, y estos últimos las
trasmiten inmediatamente al cerebro. Ahora se concibe fácilmente la posibilidad
de la influencia de la voluntad en el cuerpo de otro, pues que la comunicación
se hace sin interrupción y no encuentra ninguna resistencia. No quiero insistir
aquí sobre otra consideracion; parece que esta atmósfera nerviosa tiene un
carácter eléctrico, y que la materia cerebral y nerviosa en general disfrutan
igualmente de una afinidad íntima con la electricidad. En tal suposición la
electricidad activa producida por los nervios activos de la voluntad se reuniría
a la electricidad pasiva suministrada por los nervios pasivos del sentimiento,
y ejercería así una fuerte influencia en el cerebro de la persona que
representa un papel pasivo en esta relación. Esta suposición tiene mucha
verosimilitud; pero aún no está todavía fuera de impugnación. Pero séase una relación
eléctrica, o cualquiera otra, siempre es cierto que hay en esta relación un
dualismo, una oposición, que constituye en los fenómenos físicos de la ley de
la polaridad. En la relación de que hablamos la polaridad física, ya se muestre
en la electricidad, ya en el magnetismo, en la luz, en el calor, o en todos a
la vez no es más que una influencia de segundo orden: la primera polaridad, si
se quiere adoptar esta palabra, es la intelectual producida por la oposición
del estado del alma en la que se hallan las dos personas, la una con relación a
la otra, y que determina una atracción, una simpatía análoga a la que se
manifiesta en los polos opuestos. Esta circunstancia justifica el nombre de
magnetismo, dado a este estado, aunque sea un magnetismo tan diferente del de
la fisica, como lo es la vida del cuerpo bruto; para distinguir estos dos
magnetismos se ha nombrado al primero animal, que se llamará en más propiedad
vital, para no excitar con esta denominación ideas falsas.
Tal es la explicación a la vez fisiológica y psicológica
de este fenómeno, al primer aspecto tan extraordinario, pero determinado ya por
las leyes del espíritu, ya por las del cuerpo que producen en otras
circunstancias fenómenos análogos.
De este modo podremos explicar también como
es que el magnetizador consigue sobre el magnetizado un poder tal, que toda la
persona de este parece estar a la disposición de aquel.
El poder que adquiere
el magnetizador se extiende únicamente a las facultades y funciones del cuerpo
y no a las facultades intelectuales, porque no está a su alcance el exaltar o
abatir tales facultades; puede paralizar funciones corporales, puede hacer
sentir el sonámbulo cosas que no están presentes a sus órganos, pero no podrá
inducirlo en error cuando el objeto es intelectual y no sensible. Mr. Rustan
dice: —Hay una cosa, que excede a nuestro parecer, toda creencia, y que vamos a
hacer conocer. De todos los fenómenos magnéticos, es el que se produce más
frecuentemente, con mayor facilidad, y sin dejar nunca de verificarse. No hay
más de parte del magnetizador que intentar suspender el movimiento de un
miembro, y uno, dos o tres gestos le imponen la más perfecta inmovilidad; le es
absolutamente imposible a la persona magnetizada el menearlo aunque sea en lo
más mínimo. Por más que se le excite a que lo mueva, es imposible, es forzoso, desparalizarlo (sacarlo de parálisis) para que pueda recobrar su uso. Y no ha de creerse sin
embargo que esta inmovilidad deja de ser el resultado de los gestos magnéticos,
y que el sonámbulo no comprenda lo que desea el magnetizador y haga como que
está paralizado: la voluntad sola, la intervención de paralizar un miembro, la
lengua o un sentido, basta para producir este efecto que g luego he tenido
trabajo en destruir. He paralizado muchas veces delante de testigos,
mentalmente, el miembro que se me ha designado; un espectador, puesto en relación
ordenaba los movimientos, y resultaba imposibilidad de menear el miembro paralizado.
Si se pregunta después al magnetizado lo que experimenta responde que un frio
mortal se apodera del miembro, se esparce en él, que al instante se entorpece,
y que un poder insuperable le estorba moverlo.“—La observación, pues, de que
esta influencia obra en lo físico y no en lo intelectual, es importante y no ha
sido advertida hasta ahora por los observadores. Mas la influencia de la
voluntad del magnetizador en el cuerpo del sonámbulo se explica por las razones
que determina en general este fenómeno. En consecuencia a la acción sobre el
cerebro, que se neutraliza por una voluntad opuesta, cae el cuerpo bajo el
poder de una voluntad extraña y le obedece como hubiera hecho a la de su propio
espíritu que por su inactividad llega a perder todo poder sobre él. Semejante trasposición
es, con efecto, muy extraordinaria, pero hechos numerosos confirman lo que el
raciocinio hace comprender.
Sin embargo, la relación íntima que se
establece entre el magnetizador y el sonámbulo, no se limita al cuerpo; también
es intelectual, pero aquí el poder está de parte del magnetizado. La persona en
estado de clara visión magnética (penetración íntima) no solo siente las
afecciones corporales del magnetizador o de cualquiera otra persona en relación
con ella, sino que sabe lo que pasa en el entendimiento del que lo magnetiza, y
aun conoce sus más recónditos pensamientos. Para explicar este hecho se podría
decir que por la relación en que se encuentran los sistemas nerviosos de las
dos personas, se establece también una comunicación intelectual de
pensamientos, porque a las operaciones del alma corresponde siempre una
actividad del cerebro. Esta explicación, si no está tomada en el sistema
absurdo de que las moléculas nerviosas fuesen conductores de pensamiento, o
pensamientos por sí mismas, que vienen a transmitirse al cerebro por los
nervios, puede ser suficiente hasta un cierto punto. Pero admitiendo aun que
esta unión intelectual se operase únicamente por el intermedio del cuerpo, de
lo que se puede dudar todavía, se haría sin embargo por las facultades anímicas
del cuerpo que son análogas a las del espíritu. El entendimiento del sonámbulo
sabe lo que sucede en el cuerpo; por lo que se ha llamado instinto, que es la
conciencia propia del cuerpo, y por esta facultad, desenvuelta hasta un grado
muy elevado por el magnetismo, conoce lo que sucede en un cuerpo y aun en una
alma de otro, cuando el pensamiento del espíritu provoca una acción análoga en
el cerebro (Continuará.)
Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País, 1849, pp. 44-56.
No hay comentarios:
Publicar un comentario