lunes, 4 de mayo de 2020

Psicología. Del sonambulismo y el magnetismo animal I




 El interés con que se miran en este momento las cuestiones de magnetismo, aun por las personas menos preparadas a admitir la existencia de esos fenómenos, o por lo menos en toda la extensión que le dan los que sostienen tales teorías, me ha movido a imprimir la lección 9o del curso de Psicología de Ahrens que traduje para leer en el Liceo artístico y literario de esta ciudad, y que hasta ahora no se ha publicado, como sucedió a las tres últimas lecciones de la Antropología, o primera parte de dicho curso, aunque si se explicaron en la cátedra de aquel instituto; lo que entiendo me agradecerán los que desean tener ideas de las demostraciones de esta doctrina, que yo estoy muy lejos de admitir en todas sus consecuencias, pero que es imposible rechazar absolutamente en su fenómeno fundamental, y mucho menos por el motivo de que no lo comprendemos, como si comprendiéramos todavía ninguna cuestión de Magnetismo de cualquiera clase, ni de electricidad, ni siquiera pudiéramos afirmar que sean dos cosas distintas. Atengámosnos a los hechos, oigamos las explicaciones más o menos plausibles de los sabios; precavámonos del charlatanismo; pero no caigamos en esa especie de desconfianza absoluta e invencible, carácter el más marcado de la ignorancia y de la obstinación. Por tales motivos me valgo de la ilustrada cooperación que prestan las Memorias de la Sociedad Económica a todas las publicaciones útiles, para llenar un objeto que no es por cierto de mera curiosidad, sino que interesa ya a la ciencia, y que es vergonzoso ignorar hasta qué grado deba mirarse como una verdad científica o como una mera ilusión, o una superchería de intrigantes.
                                                                                                  B. S. M.
  
LECCION 9.  
Del Sonambulismo y del Magnetismo animal

 Observados en la anterior lección los estados periódicos y normales de la vida del hombre, la vigilia y el sueño, consideramos en esta los anormales p enfermos, en cuanto correspondan a la vida anímica del mismo. Estos son el sonambulismo y el magnetismo vital o animal, de que trataremos hoy, y la locura o enajenación mental que será el objeto de la lección siguiente, y a cuyos estados hemos de buscar una solución.
 Hasta ahora nos hemos encerrado estrictamente en el análisis psicológico; todas nuestras precedentes investigaciones se han fundado en la observación interior que cada cual puede verificar en sí mismo y repetir hasta llegar a la certidumbre; pero los estados de que vamos a ocuparnos, además de que son excepcionales, tienen la particularidad de que los que se han encontrado en situaciones tan insólitas, pierden al salir su recuerdo. Nuestra propia experiencia es aquí reemplazada por lo que se nos cuenta, lo que muchas veces toma el tinte de la opinión o de la preocupación del que nos hace la relación; y aun esta puramente en sí no podría nunca producir todos los matices, en bastantes casos tan importantes, que contiene y que forma el encadenamiento que puede conducir a la explicación. Imposible es al observador, a pesar de toda su atención, penetrar todo lo que pasa en el alma de un demente o de un sonámbulo que ve su interior, Solo por el método indirecto de la inducción puede procederse en esta clase de fenómenos.
 Pero una dificultad mucho mayor que la del método nace del sujeto, que para ser explicado supone conocimientos más elevados que los que presenta la psicología.—El sonambulismo y magnetismo vital son verdaderos estados del alma, y como tales entran en el dominio ontológico; sin embargo no es solamente el entendimiento quien experimenta modificaciones sino toda la relación del espíritu con el cuerpo, y con el mundo que los rodea y que sufre en mismo cambio; porque si es verdad, por ejemplo, que los sonámbulos que penetran en su interior están dotados de una facultad extraordinaria de vista que llega hasta largas distancias, y aunque atraviesa por medio de los cuerpos opacos, es evidente que la ciencia de la naturaleza tiene que demostrar la posibilidad de semejante facultad, en cuanto se refiera a objetos de la misma naturaleza; y si la sola voluntad de una persona puede desde luego producir efectos orgánicos sobre otras, preciso es que existan todavía entre los hombres otros lazos que los que nosotros conocemos en el estado ordinario de la vida. Estos fenómenos insólitos no podrían, pues, encontrar una explicación conveniente sin el concurso de la filosofía general, la metafísica y la física; pero ninguna de estas dos ciencias ha sido el objeto de nuestros estudios, y obligados a circunscribirnos a los límites de la psicología, no podremos considerar tales estados sino desde un punto de vista que declaro insuficiente para su explicación completa. Sin embargo me permitiré algunas consideraciones, ya de la metafísica, ya de la filosofía de la naturaleza, menos para demostrar los hechos de que se trata, que para dirigir nuestra reflexión sobre puntos que yo miro como importantes. 
 Vamos a considerar los fenómenos del sonambulismo y del magnetismo llamado animal. 
 Mi objeto no es probar aquí la realidad de tales estados por el relato de experiencias las más comprobadas que se hayan hecho hasta ahora; numerosas obras se han escrito con este fin y por personas, a las que podrá objetárseles alguna vez faltas de exactitud en la observación, pero de quienes no se podría concebir la menor sospecha con respecto a la buena fe. Sin duda que son tierras nuevas las que estos escritos nos presentan, pero han sido recorridas y descriptas por tantas personas de todos los países y de todas profesiones, que no se podría disputar su existencia sino por una especie de idyosincrasia.—Yo no diré que por mí mismo haya observado muchas veces tales estados; porque este testimonio no puede tener más valor que el de tantos cuyas obras pueden consultarse; pero aun cuando no hubiera ejecutado nunca por mí semejantes experiencias, no me creería con menor fundamento para mirar estos fenómenos como hechos ciertos, y para procurar explicarlos. No basta en verdad haber oído hablar de ellos vagamente; se necesita haberlos estudiado en las numerosas descripciones que se han practicado para creer en su existencia. Entre los escritos franceses se leerá con utilidad, además de las obras antiguas de Puysegur y los Anales del magnetismo, las obras de los doctores Bertran, Petetin, Georget y un excelente artículo en el diccionario de Ciencias medicinales del doctor Rustan, profesor en la facultad de Medicina, que después de haber subsistido mucho tiempo en esa especie de incredulidad que paraliza todo esfuerzo para llegar a la verdad, fue conducido por una casualidad a creer en el Magnetismo. El artículo del Diccionario contiene un buen resúmen de los fenómenos principales que presenta el magnetismo, y que el autor confirma por experiencias ejecutadas por el mismo. Entre las obras alemanas se recomiendan las de Wienhold, Guslin, Rieser, Brandis, Kluje, Nasse y Hufeland, por la exactitud científica que sus autores han manifestado en sus relaciones. El número de las monografías es muy considerable para citarlo aquí. Las obras teóricas sobre el magnetismo que tratan de explicarlo son: Kieser Sistema del Tellurismo o Magnetismo animal; 1822. Bartels, Elementos para una fisiología del magnetismo animal; 1812. Wilbran, Exposición del magnetismo animal, como fenómeno fundado en las leyes de la naturaleza, 1824. La teoría particular de Echenmayer se encuentra en su Psicología, p. 262. Escelentes observaciones, pero no se han reunido en un cuerpo de doctrina, se hallan en las obras de Baader, sobre todo en su Miscelánea fisiológica; 1832. Remitiendo a los que me escuchan a estas fuentes para conocer el pormenor de los hechos que se verifican en tales estados, el modo con que se producen artificialmente y diferentes grados más o menos elevados de esa penetración íntima que se deja claramente distinguir, yo no me fijaré aquí más que en los fenómenos principales y confirmados generalmente para dar su explicación.
  Yo miro el sonambulismo y el magnetismo animal como los efectos de una misma causa; siendo el sonambulismo el principio del magnetismo en general, pues que presenta fenómenos incontestables de esa clara visión o penetración íntima. Como los sonámbulos recorren parajes peligrosos donde no han estado nunca mientras se hallaban despiertos, no pueden carecer de luz aunque sus ojos estén cerrados, pues que saben evitar todos los peligros que les salen al encuentro. Tales hechos son sabidos por todo el mundo. Atribúyaseles ordinariamente a la exaltación del instinto, explicando así un fenómeno por otro, cuya naturaleza tampoco está determinada. He procurado en una de las lecciones precedentes fijar bien este fenómeno curioso indicando que revela una vista interior del cuerpo, refiriéndose a objetos materiales exteriores, aunque el cuerpo no los perciba inmediatamente por los sentidos. He hecho ver cómo puede estar dotado el cuerpo de semejante facultad, que no se manifiesta muchas veces, pero que se funda en su naturaleza anímica. Comprendido así el instinto, se podrá con efecto referir a él el fenómeno indicado del sonambulismo que atestigua igualmente una vista interior correspondiente a objetos exteriores sin el intermedio de los órganos. Podría creerse que únicamente el sentido del tacto, por haber adquirido más desarrollo y delicadeza por la inactividad de los otros sentidos, pro: duce estos efectos extraordinarios del sonambulismo. Mas el tacto no podría ejercer la función de la vista, sobre todo hasta el punto de que un sonámbulo lee los escritos que se le presentan, como lo acredita el caso del farmacéutico que en tal situación preparaba con todo esmero los remedios que estaban indicados en las recetas; y que reusaba suministrar uno por que era veneno lo que en ella se indicaba. En este caso; y en el que se cuenta en la Enciclopedia, artículo sonambulismo, los sonámbulos leían con los ojos cerrados, el uno lo que le habían escrito el otro largos discursos que había escrito el mismo y que corregía, sin equivocarse, en el lugar que la palabra ocupaba en el papel. También es imposible explicar los hechos del sonambulismo por un hábito contraído cuando se hallan despiertos, por la repetición continúa de los mismos actos, de modo que los órganos obedecerán automáticamente a las intenciones internas producidas por la imaginación, y esto con tanta más facilidad, cuanto que la voluntad propia estaría suspensa en este sueño. Maine de Biron; en su memoria ya citada sobre el sueño, los ensueños y el sonambulismo, ha dado esta explicación, que es aún más insuficiente que la que dio para el sueño. Yo he hecho ver que así como el pensamiento en sus diferentes grados y manifestaciones, como imaginación, memoria, juicio y razón, la voluntad no está suspensa mientras se duerme. El sonámbulo obra con voluntad y con conciencia; como aquel farmacéutico que reusó suministrar el veneno; pero no es ni la presencia ni la ausencia de estas facultades las que contribuyen a producir el sonambulismo, y las que explican sus fenómenos. Las causas son más profundas, y no son únicamente psicológicas, sino también físicas y fisiológicas, como se verá al explicar el magnetismo animal; Maine de Biron en todas estas cuestiones se ha situado en un terreno muy estrecho, pretendiendo reducir estos estados a solas diferencias de actividad de una facultad del alma. Los sonámbulos es cierto que ejecutan en muchas ocasiones los mismos actos que cuando están despiertos: pero en muchas otras ejecutan también lo que jamás han hecho antes, como cuando caminan por parajes peligrosos sobre los tejados etc. que no conocían de antemano; y aquí no se trata de una mera repetición de movimientos de pies, pues es preciso que el sonámbulo comprenda donde está, sepa mantener el equilibrio y medir las distancias para no dar un paso más. Por esto el sonámbulo no siente únicamente por el tacto, qué no está dotado de previsión; ve, pero con los ojos cerrados, y por este hecho el sonambulismo se acerca al magnetismo.
 Para examinar los fenómenos del magnetismo animal, deberemos resolver las cuestiones siguientes que me parecen las más importantes... 
 ¿Cuál es la causa del magnetismo animal. En que se distingue este de los demás estados del alma, en la vigilia y el sueño, que parecen confundirse con él, y como es dable que una manipulación produzca este estado artificialmente? 
 ¿Cómo se verifica que una persona extraña, la que magnetiza, adquiere tal poder sobre el sonámbulo, que parece que este pierde la libertad?
  ¿Cuál es la razón de la exaltación de todas las facultades y principalmente de la vista, que se ejercita sobre objetos exteriores, lejanos, sin necesitar de los órganos ordinarios; y como es dable explicar semejante facultad por las leyes generales de la naturaleza? ¿Cuál es la razón de la doble personalidad que se manifiesta muchas veces en este estado, en el que parece que el sonámbulo se reviste alternativamente de una personalidad diferente? 
 ¿Hasta qué punto puede entenderse la predicción de los sonámbulos, y cuáles son las circunstancias sobre que racional mente pueden fijarse? ¿De qué manera el magnetismo puede ser saludable al cuerpo enfermo! 

 Vamos a considerar estos puntos detalladamente. El estado del magnetismo vital es enteramente particular y no puede mirarse como una continuación del sueño ni de los ensueños. Es verdad que empieza por todos los síntomas del primero: los miembros caen en laxitud, los párpados se desploman sobre los ojos, en fin, estos se cierran y bien pronto el sueño es completo. Semejante estado tan parecido al sueño ordinario, subsiste durante un tiempo más o menos largo, regularmente algunos minutos, a veces hasta horas enteras. El sonámbulo sale de tal estado exhalando un profundo suspiro, y estregándose los ojos como si despertase. Entonces se apercibe una mudanza sucesiva en su figura, una serenidad notable se difunde por todas sus facciones, el rostro entero adquiere más expresión e inteligencia, y todo anuncia que está interiormente despierto en todas sus facultades, aunque sus ojos subsistan cerrados, y aunque los abra, la pupila por lo menos permanece vuelta hacia arriba como en el sueño, sin ser capaz de ninguna función. Al instante después de haberse reconcentrado algún tanto en aquel nuevo estado para él, empieza a responder a las cuestiones que se le dirigen, y las respuestas, en las que hasta el lenguaje parece ennoblecerse, muestran que las facultades intelectuales, lejos de hallarse aisladas y de obedecer a la mera ley de la asociación de las ideas como en el sueño, se exaltan al contrario con una actividad extraordinaria. Ellos mismos pintan este estado como el más agradable en que se pueda subsistir, y declaran también cuando se les interroga con este respecto, que no tiene nada de común ni con el dormir ni con el soñar. 
 Cuando el estado del sonambulismo se desarrolla hasta este grado, debe mirarse como el de vigilia porque tiene todos los caracteres determinados en la lección precedente para los que están despiertos: pero esta vigilia difiere de la ordinaria en que es interior enteramente, tanto para el cuerpo como para el entendimiento. La relación que existe entre el cuerpo y el espíritu no es el de la vigilia ni el del sueño: reúne estas dos relaciones de un modo particular y a un grado de la mayor exaltación es decir, que en el sonambulismo el entendimiento y el cuerpo están más aislados el uno del otro; viviendo y obrando cada cual según sus leyes particulares, como en el sueño; pero los dos al mismo tiempo, aunque en dos individualidades distintas, se hallan en la unión más íntima, y gozando cada uno de sus facultades en el más alto grado, comunicándose libre y completamente todo lo que pasa en ellos. No será dificil comprender tal estado, recordando por una parte lo que se ha manifestado sobre la vida anímica del cuerpo, desconocida generalmente, aunque atestiguada por importantes hechos; y de la otra, las explicaciones que he dado sobre las vigilias y el sueño como estados periódicos; necesarios. En efecto, cuando se reconocen al cuerpo facultades análogas a las del entendimiento, cuando se ha adquirido la convicción de que no solo posee una sensibilidad particular sino también una imaginación y hasta una cierta conciencia propia, en la que se presenta todo lo que pasa en el cuerpo de la misma manera que en la conciencia del espíritu se reflecta lo que se opera en este, se puede fácilmente concebir para el mismo cuerpo un estado en que estas facultades entren en un ejercicio más libre, no siendo comprimidas ni molestadas por la acción demasiado predominante de las facultades intelectuales. Pues bien; precisamente es este el estado del sonambulismo, que dando al cuerpo más independencia, le permite también, con ayuda de otras circunstancias físicas, manifestarse en las facultades superiores que acaban de indicarse. Por lo tanto se comprende como el entendimiento puede ver en tal estado lo que sucede en el cuerpo, pues que esta conciencia corporal, llamada ordinariamente instinto, se revela con tal seguridad, indicio de la regularidad que domina entonces en todas las funciones del cuerpo. Esta explicación será notable, pero es muy simple y se infiere de la doctrina que he explanado sobre el cuerpo. Así vemos también como se simplifican los fenómenos extraordinarios y adquieren un carácter natural, cuando se abandonan los conceptos materialistas que son tan falsos con relación al cuerpo como el espíritu. No cesaré de repetirlo; mientras se considere el cuerpo únicamente como materia, desconociendo el ánimo particular y las facultades anímicas que disfruta, se cerrará toda inteligencia de estos fenómenos que no se explican sino por estas facultades anímicas, y nos colocaremos en la alternativa, o de negarlas conceptuando a los que las admiten como necios o como impostores, o bien tendremos que proclamarlos milagros.       El estado de la vista clara o penetración íntima del magnetismo es la unidad superior de los dos estados opuestos de la vigilia y del sueño. Después de haber pasado por el sueño ordinario, el espíritu y el cuerpo despiertan interiormente gozando cada cual de por sí de más completa independencia, como se verifica cuando dormimos. He contado el magnetismo entre los estados anormales y de enfermedad, pero lo he hecho únicamente teniendo a la vista las circunstancias más frecuentes que lo hacen nacer actualmente; porque es en ciertas enfermedades cuando se manifiesta con más frecuencia; pero tales enfermedades son más bien la ocasión que su causa: los numerosos casos en que tal estado se produce artificialmente en personas válidas, justifican que es independiente de la enfermedad. Con efecto; este estado de vista interior se funda de tal modo en la naturaleza humana, que parece singular no se muestre más frecuente, porque si el espíritu y el cuerpo son dos seres distintos, de todos cada uno de una manera peculiar, de facultades, de sentimiento y de inteligencia ¿qué hay más racional que suponer que hay en su vida común una situación en que ninguno predomina al otro, en que los dos están en una libertad tan grande como puede ser para no destruir el lazo necesario que existe entre ellos? En la vigilia ordinaria las facultades superiores están comprimidas por la actividad predominante del entendimiento; en el sueño hay una mayor independencia por cada parte, pero esta independencia se manifiesta más bien por la actividad aislada en las facultades individuales del uno y del otro, y muchas veces produce un aislamiento que llega hasta la anarquía: mientras que en la vigilia sola de lo interior los efectos respectivos de la vigilia y del sueño ordinario desaparecen: el cuerpo y el alma viven con una vida que reúne la más grande libertad a la más íntima unión. Este es, pues un estado verdaderamente armónico en la vida humana, y por tal razón no se puede vacilar en considerarlo, como más elevado que los opuestos de la vigilia y del sueño, y la exaltación de todas las facultades intelectuales y corporales que nace de modo tan extraordinario en tal situación, es la prueba de semejante aserción. La clara—visión magnética es, pues, un estado fundamentado en la psicología que reúne los dos extremos opuestos en una unidad superior, y constituye de este modo la armonía más completa de la vida del hombre. 
 Tal es la explicación psicológica de esta situación, insólita a la verdad, pero tan natural como el sueño y la vigilia. Me abstendré de consideraciones metafísicas cuya verdad no nos hallamos en el caso de apreciar. 


 Llego a la cuestión de saber cuál es la razón de que una manipulación pueda producir tal estado artificialmente. 
 Intentando resolver esta cuestión, no puedo menos de entrar en algunas consideraciones fisiológicas que ayudarán al peso de las razones dadas por la psicología. El estado del magnetismo corresponde al cuerpo lo mismo que al espíritu, y por consiguiente no debe descuidarse el detenerse también en la parte física.
 El estado magnético es producido artificialmente por la voluntad de una persona, cuando se pone por los procedimientos conocidos de la manipulación, en relación personal con una segunda persona, que por esta razón cae en tal estado. Hay pues, dos causas que determinan su producción: la voluntad de una parte y la relación física de la otra, de las que ninguna debe faltar. Es verdad que una vez establecida la relación física sucede muy frecuentemente que la voluntad sola, esto es, la sola intención mental del magnetizador, basta para hacer venir el sueño y el sonambulismo; pero no hay ejemplo que la voluntad sola los haya producido desde el principio, y por otra parte, la mera manipulación sin intención es igualmente ineficaz. 
 Me permitiré citar algunas veces, en apoyo de mis aserciones, el artículo del Diccionario de Medicina que por el nombre de su autor, que ha comprobado con numerosas experiencias lo que refiere, es un testimonio de toda confianza. 
 Mr. Rustan dice:—“Cada magnetizador tiene un modo especial de magnetizar; bástales a algunos el poner la mano sobre la frente de la persona que se magnetiza, muy próxima, o a una ligera distancia; otros aplican esta mano al epigastrio, algunos sobre los hombros. Ordinariamente después de algunas sesiones basta decir a la persona que se magnetiza: Dios mío, yo quiero que durmáis, e inmediatamente se adormece sin poder sustraerse de esta orden. Muchas veces es suficiente quererlo aunque no se manifieste. Me ha sucedido algunas veces querer dormir a alguno, e inmediatamente han aparecido bostezos y esperezos, precursores del sueño. ¡Que hace V? Le suplico que no me adormezca: V. me adormece, yo no quiero adormecerme todavía. Pero no se llega sino gradualmente a una influencia tan grande.” 
 Consideremos más detalladamente estas dos condiciones indispensables para el magnetismo: la voluntad y la relación física. 
 Aunque pueda parecer superfluo advertir aquí que la voluntad es siempre la causa de los principales movimientos que se operan en la vida del cuerpo, es conveniente sin embargo recordar este hecho muy difícil de explicar, aun cuando no sea más que para hacer desaparecer todo carácter de maravilla de otro análogo. La voluntad, la intención sola del alma hace mover órganos materiales, que adquieren energía en razón de esta misma voluntad; este es un hecho principal y que lo domina el sonambulismo. La diferencia está en que es una persona extraña sobre la que obra nuestra voluntad, mientras que ordinariamente no opera sino sobre nuestro propio cuerpo. He aquí como puede explicarse esta influencia. 
 Es fisiológicamente cierto que para operar la voluntad un movimiento en el cuerpo, obra por medio del cerebro, órgano central, y que el cerebro comunica este impulso por los nervios conductores a los órganos particulares que se quieren mover; los mismos nervios son también de una materia muy delicada y movible, que es excitada cuando el cerebro ejecuta una orden de la voluntad; pero estos nervios del movimiento que parten del cerebro, llegan a todas las extremidades del cuerpo y también a las yemas de los dedos. Otro hecho importante, comprobado por fisiólogos célebres, y casi generalmente admitido, es que cada hombre tiene una atmósfera particular, nerviosa producida por la actividad del cuerpo, que está por sí misma determinada por la voluntad. Ahora el hombre que sobreponiendo sus manos con la firme y fuerte voluntad de producir un cierto efecto, debe aumentar la intensidad de esta atmósfera, y sobre todo la que circunda las manos. Acordándose ahora que hay en el cuerpo dos especies de nervios, los del movimiento y los del sentimiento, y que los últimos trasmiten al cerebro las impresiones recibidas en los extremos, mientras que los primeros trasmiten las impresiones causadas por la voluntad a los órganos particulares, es evidente que se establece entre en el que hace la manipulación con una fuerte voluntad, y la otra persona que no opone mentalmente ninguna resistencia, una relación en que los nervios de la voluntad fuertemente afectados del uno, comuniquen necesariamente por la atmósfera nerviosa la impresión que han recibido a los nervios del sentimiento del otro, y estos últimos las trasmiten inmediatamente al cerebro. Ahora se concibe fácilmente la posibilidad de la influencia de la voluntad en el cuerpo de otro, pues que la comunicación se hace sin interrupción y no encuentra ninguna resistencia. No quiero insistir aquí sobre otra consideracion; parece que esta atmósfera nerviosa tiene un carácter eléctrico, y que la materia cerebral y nerviosa en general disfrutan igualmente de una afinidad íntima con la electricidad. En tal suposición la electricidad activa producida por los nervios activos de la voluntad se reuniría a la electricidad pasiva suministrada por los nervios pasivos del sentimiento, y ejercería así una fuerte influencia en el cerebro de la persona que representa un papel pasivo en esta relación. Esta suposición tiene mucha verosimilitud; pero aún no está todavía fuera de impugnación. Pero séase una relación eléctrica, o cualquiera otra, siempre es cierto que hay en esta relación un dualismo, una oposición, que constituye en los fenómenos físicos de la ley de la polaridad. En la relación de que hablamos la polaridad física, ya se muestre en la electricidad, ya en el magnetismo, en la luz, en el calor, o en todos a la vez no es más que una influencia de segundo orden: la primera polaridad, si se quiere adoptar esta palabra, es la intelectual producida por la oposición del estado del alma en la que se hallan las dos personas, la una con relación a la otra, y que determina una atracción, una simpatía análoga a la que se manifiesta en los polos opuestos. Esta circunstancia justifica el nombre de magnetismo, dado a este estado, aunque sea un magnetismo tan diferente del de la fisica, como lo es la vida del cuerpo bruto; para distinguir estos dos magnetismos se ha nombrado al primero animal, que se llamará en más propiedad vital, para no excitar con esta denominación ideas falsas.
  Cuando se pregunte ahora cómo es posible que una voluntad extraña determine un estado tan importante como el sueño, es menester acordarse que viene este sueño cuando el espíritu y el cuerpo se desprenden más el uno del otro, al concentrarse cada cual en sí mismo. Mas en el procedimiento del magnetismo en que una voluntad extraña ejerce por vías ciertas de comunicación una poderosa influencia sobre el cerebro de otra persona, que no obrando por su propia voluntad abandona su cerebro a esta potencia extraña, sucede necesariamente que la voluntad actora opera por el cerebro un aislamiento entre el cuerpo y el espíritu del magnetizado, sustrae al uno del poder del otro, y produce así fenómenos semejantes a los que caracterizan el sueño. 
 Tal es la explicación a la vez fisiológica y psicológica de este fenómeno, al primer aspecto tan extraordinario, pero determinado ya por las leyes del espíritu, ya por las del cuerpo que producen en otras circunstancias fenómenos análogos. 
 De este modo podremos explicar también como es que el magnetizador consigue sobre el magnetizado un poder tal, que toda la persona de este parece estar a la disposición de aquel. 
 El poder que adquiere el magnetizador se extiende únicamente a las facultades y funciones del cuerpo y no a las facultades intelectuales, porque no está a su alcance el exaltar o abatir tales facultades; puede paralizar funciones corporales, puede hacer sentir el sonámbulo cosas que no están presentes a sus órganos, pero no podrá inducirlo en error cuando el objeto es intelectual y no sensible. Mr. Rustan dice: —Hay una cosa, que excede a nuestro parecer, toda creencia, y que vamos a hacer conocer. De todos los fenómenos magnéticos, es el que se produce más frecuentemente, con mayor facilidad, y sin dejar nunca de verificarse. No hay más de parte del magnetizador que intentar suspender el movimiento de un miembro, y uno, dos o tres gestos le imponen la más perfecta inmovilidad; le es absolutamente imposible a la persona magnetizada el menearlo aunque sea en lo más mínimo. Por más que se le excite a que lo mueva, es imposible, es forzoso, desparalizarlo (sacarlo de parálisis) para que pueda recobrar su uso. Y no ha de creerse sin embargo que esta inmovilidad deja de ser el resultado de los gestos magnéticos, y que el sonámbulo no comprenda lo que desea el magnetizador y haga como que está paralizado: la voluntad sola, la intervención de paralizar un miembro, la lengua o un sentido, basta para producir este efecto que g luego he tenido trabajo en destruir. He paralizado muchas veces delante de testigos, mentalmente, el miembro que se me ha designado; un espectador, puesto en relación ordenaba los movimientos, y resultaba imposibilidad de menear el miembro paralizado. 
 Si se pregunta después al magnetizado lo que experimenta responde que un frio mortal se apodera del miembro, se esparce en él, que al instante se entorpece, y que un poder insuperable le estorba moverlo.“—La observación, pues, de que esta influencia obra en lo físico y no en lo intelectual, es importante y no ha sido advertida hasta ahora por los observadores. Mas la influencia de la voluntad del magnetizador en el cuerpo del sonámbulo se explica por las razones que determina en general este fenómeno. En consecuencia a la acción sobre el cerebro, que se neutraliza por una voluntad opuesta, cae el cuerpo bajo el poder de una voluntad extraña y le obedece como hubiera hecho a la de su propio espíritu que por su inactividad llega a perder todo poder sobre él. Semejante trasposición es, con efecto, muy extraordinaria, pero hechos numerosos confirman lo que el raciocinio hace comprender.
 Sin embargo, la relación íntima que se establece entre el magnetizador y el sonámbulo, no se limita al cuerpo; también es intelectual, pero aquí el poder está de parte del magnetizado. La persona en estado de clara visión magnética (penetración íntima) no solo siente las afecciones corporales del magnetizador o de cualquiera otra persona en relación con ella, sino que sabe lo que pasa en el entendimiento del que lo magnetiza, y aun conoce sus más recónditos pensamientos. Para explicar este hecho se podría decir que por la relación en que se encuentran los sistemas nerviosos de las dos personas, se establece también una comunicación intelectual de pensamientos, porque a las operaciones del alma corresponde siempre una actividad del cerebro. Esta explicación, si no está tomada en el sistema absurdo de que las moléculas nerviosas fuesen conductores de pensamiento, o pensamientos por sí mismas, que vienen a transmitirse al cerebro por los nervios, puede ser suficiente hasta un cierto punto. Pero admitiendo aun que esta unión intelectual se operase únicamente por el intermedio del cuerpo, de lo que se puede dudar todavía, se haría sin embargo por las facultades anímicas del cuerpo que son análogas a las del espíritu. El entendimiento del sonámbulo sabe lo que sucede en el cuerpo; por lo que se ha llamado instinto, que es la conciencia propia del cuerpo, y por esta facultad, desenvuelta hasta un grado muy elevado por el magnetismo, conoce lo que sucede en un cuerpo y aun en una alma de otro, cuando el pensamiento del espíritu provoca una acción análoga en el cerebro (Continuará.)

 Memorias de la Sociedad Económica de Amigos del País, 1849, pp. 44-56. 


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