jueves, 5 de diciembre de 2019

Zenea. El ministerio de ultratumba




 Como Diego, como Gaspar Agüero, como Oscar Céspedes y el viejo Goicuría y el imberbe Ayestarán, murió Zenea con toda la serenidad de la inocencia, con toda la entereza del verdadero heroísmo. Pero más afortunado que sus compatriotas, anteriormente inmolados, obtuvo la gracia de morir pasado por las armas; no porque se le quisiera dispensar este favor, sino porque el verdugo de la Habana se encontraba a la sazón enfermo. Quién sabe si la grave enfermedad del ejecutor de la justicia procedería de exceso de trabajo en el ejercicio de su ministerio. Ciertamente es demasiado poco, para una ciudad tan grande como la hermosa capital de Cuba, un solo ejecutor de la justicia.
  Proponemos por tanto al nuevo ministro de ultratumba, D. Víctor Balaguer, que triplique siquiera los verdugos, consagrando este patriótico recuerdo a su hermano en las musas Juan Clemente Zenea, cuya afinada lira se consagró en un tiempo a cantar las glorias de la madre España, así como D. Víctor Balaguer dedicaba la suya a entonar loores y cantares a las grandezas de Isabel II. El ministro encargado de nuestros negocios de Ultramar puede llamarse propiamente ministro de ultratumba, porque todos sus administrados van desapareciendo poco a poco del mundo de los vivos. En tres años de guerra han muerto en los combates, fusilados por sus enemigos o ejecutados por el infatigable verdugo de la Habana, cincuenta mil cubanos y treinta mil españoles. ¡Ochenta mil hombres asesinados por patriotismo! Lo patriótico es casi siempre inhumano.
 Pero no se crea que el exterminio y el asesinato empezaron con la insurrección. Hace mucho tiempo que insulares y peninsulares viven separados por odio inextinguible. Intolerantes los unos y los otros, hicieron la guerra inevitable, y cuando estalló era muy fácil prever las catástrofes, los crímenes, los horrores que ha presenciado la más hermosa de todas las Antillas.


 N. Estévanez, “Una gloria cubana” (fragmento), La Ilustración Republicana Federal, 11 de noviembre de 1871. 


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