miércoles, 23 de julio de 2014

Piñera responde a Bohemia






 -Virgilio… ¿Por qué no una entrevista corta para los lectores de «En Cuba Arte y Literatura»?

 -Bien… ¿De qué hablamos?

 -De ti. Se dice que naciste en Cárdenas, Matanzas, pero muchos te creen camagüeyano. ¿Cómo es eso?

 -Mira, lo que sucede es que hice mi bachillerato en el Instituto de Camagüey. Como viví de muchacho varios años en la provincia agramontina, de allí la confusión. Por otro lado, no me disgusta; yo quiero mucho a Camagüey.

 -Eso me recuerda algo. Fue precisamente en aquella ciudad donde, una noche, reí soberbiamente leyendo tu obra de teatro El gordo y el flaco. Me gustaría verla representada: ¿no la van a montar por ahora?

 -No sé.

 -¿Cuánto tiempo estuvo en cartelera Aire frío? Fue uno de los mayores éxitos teatrales que recuerda La Habana. ¿Qué otra cosa estudiaste?

 -Cursé estudios en la Universidad de La Habana de 1937 a 1941. Luego residí en Buenos Aires durante doce años, fui traductor de varias editoriales como Argos, Siglo XX, etcétera. Volví en el 58 a Cuba. He viajado por Europa y América Latina…

 -¿Por qué no se publican en Cuba tus Cuentos fríos?

 -Creo que debería hacerse una edición cubana. El libro, en su momento, conoció cierta boga, hizo «algún ruido» y «provocó» el siguiente comentario del profesor Nils Hedberg, amigo de Sherlock Holmes: «Acabo de estar hojeando estos cuentos por espacio de bastantes minutos (sic) y tengo la muy neta impresión de que usted me ofrece una lectura bien excepcional, libro más raro en realidad (sic), y que ventajosamente resale (sic) contra todo lo aburrido y docto que los estantes de este instituto iberoamericano de Gotemburgo tienden a querer patentizar»… Espero que la comisión encargada de editar mis obras completas con motivo del centenario de mi nacimiento tendrá muy en cuenta la opinión del profesor Nils Hedberg.

 -¿Qué teatro crees debe hacerse en Cuba actualmente?  ¿Preparas alguna nueva obra de teatro?

 -Esta pregunta les quita el sueño a nuestros dramaturgos. ¿Qué teatro? Los autores se sienten como si les pusieran banderillas. ¡Caramba! Muchas veces por contestar esta clase de preguntas se olvida uno de escribir la obra. Por cierto, tengo una en el horno que me parece será un trueno.

 -¿Podrías, para tus lectores potenciales, decir algo sobre la trama de Pequeñas maniobras?

 -Hacia el final de la novela, Sebastián dice: «Soy el soldado desconocido de unas pequeñas maniobras, cuyo escenario son las calles de mi ciudad; su materia, mi sangre gota a gota, y mi ideal el deseo angustioso de pasar inadvertido». Esta novela, escrita entre los años 1956-1957, no pudo ser publicada. Si aquella sociedad producía tal espécimen como Sebastián, bueno hubiera sido que este espécimen, dado a la estampa, constituyera piedra de escándalo y sacara los trapos sucios. De cualquier como, es un testimonio del pasado. Además, creo que interesará al lector del presente, pues ese pobre diablo, a pesar de su cobardía, es un tipo vital que dice: «La vida me encanta, me imanta y me amamanta…». Por último diré que Sebastián empieza su vida en una casa de huéspedes y la termina (¿la termina?) en un centro espiritista.
 
 -¿Te gustaría figurar en el Premio Internacional ex-Fomentor, actualmente Corfú?

 -A reserva de lo que pueda ocurrir, no creo haber nacido para «corfuar». Eso es una cuestión de destino.


 BOHEMIA, 6 de septiembre de 1963, número 36, año 55, p. 15. Tomado de www.bohemia.cu

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