jueves, 1 de mayo de 2014

Pavana para el Emperador





  Gastón Baquero


 Napoleón tenía un manto lleno de abejitas de oro. Cuando el dolor de lumbago acometía al Emperador, las viejas hechiceras de Córcega le aconsejaban: -Polioni, vuelve el manto al revés, ponte las abejas en la piel.
                 
 Y las fieras abejitas picoreaban a lo largo del espinazo imperial; sin la menor reverencia clavaban sus aguijoncitos arriba y abajo, hasta que trasfundían sus benévolos ácidos en la sangre del Corso, y el lumbago salía dando gritos, vencido por el vencedor de Austerlitz.          

 La risa reaparecía en el rostro imperial, y la corte se vestía de encarnado. Napoleón, libre de penas, volvía al derecho el manto, el de las abejitas de oro, y tomando con la punta de los dedos los extremos del armiño, echábase a bailar una pavana por todos los salones de las Tullerías:                 

 Tra-la-lá, tra-la-lá, bailaba y cantaba, y decía olé, y viva la vida, y olé. 
            
 Y en tanto bailaba de nuevo feliz el Señor del Mundo, las doradas abejitas de su manto, felices también, reían y cantaban, como rayos de sol en la cabeza de un niño.           

                                                                                             1963


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