sábado, 10 de marzo de 2012

Pablo de la Torriente Brau: Los tísicos





 Cuando el soldado Peligro (José García Díaz, 15 665), utilizado por el capitán Manuel Rodríguez Batista (Colinche), entonces jefe de la Guardia Secreta del presidente Machado, asesinó de la más cobarde y repulsiva manera a un chofer, disparándole por la espalda, cuando manejaba su guagua, al cabo, fue preso y condenado a muerte. Nosotros lo conocimos entonces, cuando, como reo de muerte, vivía en las celdas de El Príncipe, frente a nuestras galeras.
 Era un mulato colorado, grande, fuerte, alto... Era ingenioso también, y terriblemente pícaro jugando a las damas, en las que apenas tenía rival.
 Hacía poco en el Castillo se había dado garrote a Padilla y a Castro. La presencia de un nuevo condenado a muerte causaba expectación. Nosotros, que ya habíamos conocido al verdugo, no tuvimos inconveniente en tratar al reo, por más que su crimen había sido en extremo innoble.
 Peligro era un hombre original, con personalidad, con un vocabulario singular. Creo que hasta simpático nos era... Siempre decía: «El caballero conoce... El caballero me trató mal... El caballero se equivocó»... Y, mientras hablaba, con su mano enorme, que cubría medio tablero, con extraordinaria habilidad cambiaba las fichas de lugar, aunque estuviera ganando, parece que por una costumbre innata de hacer trampa.
 A veces, cuando pensaba que su inductor lo iba a abandonar, le daban raptos de melancolía y de silencio, hundiéndose en su celda... Otras veces, seguro de que, el temor a que hablara, obligaría a sus elevados cómplices a salvarlo, se volvía locuaz y dicharachero...
 Y, al fin, lo condenaron a muerte... La tarde en que regresó del juicio, lo rodeamos y le preguntamos:
 —El caballero me maltrató... Estuvo duro el caballero... (Esta vez «el caballero» era el Fiscal.)
 Mas, conforme esperaba, el temor a que, llevado al garrote, contara toda la verdad, obligó a Colinche a obtener de Machado la conmutación de la pena, por más que esto viniera a confirmar los rumores públicos...
 ¿Pero, una más qué le importaba al Asno con Garras?... Y Peligro, fue a parar a Isla de Pinos, con sus seis pies de estatura, sus 180 libras, y su ánimo confortado por la promesa de sacarlo de allí en breve tiempo...
 Pero el pobre Peligro tan luego como llegó, a pesar de que el aire era tan saludable y de que él era joven y fuerte, y de que enseguida, para evitarle los trabajos rudos lo vistieron de blanco, enfermó de tuberculosis y murió a gran velocidad en el sanatorio del Penal...
 Mas este es sólo un caso que cito porque está ligado a recuerdos personales y a típicos hechos del machadato... Además, porque nos dio una idea de lo que debía ser el sanatorio de los tuberculosos del Presidio Modelo... aislado, propicio para todas las refinadas monstruosidades capaces de ser concebidas en aquel antro únicamente...
 Ya en Isla de Pinos, tuvimos oportunidad de conocer algunos datos «insignificantes». Por ejemplo, que los mismos mayores que colgaron a Luis Peine y Cuchillo por robarse dos chorizos en la cocina, se reunían por las noches en el hospital y, allí, con lo que se robaban de la comida para los tuberculosos, hacían aquellas comilatas que los iban poniendo gordos, cebados, barrigones, como palandchards humanos...
 Pero el sanatorio estaba muy lejos de nuestra vista y, en realidad, ninguna impresión directa de lo que allí pasó puedo dar. Por fortuna, los presos tuvieron confianza en mí y hoy puedo reproducir íntegro el informe de un preso con su propia ortografía y puntuación, según he hecho en todos los casos semejantes, y que está redactado por Mauricio Basulto Salas y firmado por él y por Ramón Carmona Díaz. Dice así:
 El que suscribe Mauricio Basulto Salas, mayor de edad, casado, y hoy preso juro ante los tribunales de justicia, decir la más estricta verdad que es la siguiente:
 Yo fui el primer enfermo que subí la escalera que da entrada a este Sanatorio y he benido observando muy detenidamente todos los hechos realizados por el Jefe de este Departamento Sr. Julián Cruz Díaz y su cuadriya de esbirros y asesinos.
 El primer caso una infame y terrible calunia que costó la vida a los hermanos Antonio y Domingo Bescala y ha un tal Aniceto González estos tres infelices fueron víctimas de una trama inventada por el beterinario y también preso Dr. Gollito Santiestebe, y el antes mencionado Julián Cruz, Jefe de este Sanatorio, que les acusaron de tener preparada una fuga, esto lo hicieron con el fin de eliminarlos toda vez que ellos sabían que aquí el que se acusaba en una causa de esta naturaleza era afusilado en el momento.
 El primero de estos buenos señores hiso esto para hebadirse de pagar cuatro mil pesos, que en clase de préstamo le facilitaron los hermanos Domingo y Antonio Becala, y el segundo o sea el tal Julián Cruz lo hizo atendiendo a la influencia que disfrutava el tal Gollito, y por que temía que Domingo Bescala le quitara el puesto que el como Jefe desempeñaba en este Sanatorio, para poder probar esta infame calunia al hoy, Capitán Pedro Abraham Castells busco el tal Gollito Santiestebe Dos cuchillos que los trajo aquí un mayor de la Comisión de apellido Cuní (negro por desgracia) este buen señor metió los cuchillos debajo de los dos colchones de las camas de los infortunados hermanos Antonio y Domingo Becala, y así quedó comprobado que ellos se preparaban para la fuga, estos hechos se realizaron el 19 de abril de 1930. Sabado de Gloria a las tres de la tarde y a las tres y media fueron afucilados los dos hermanos Domingo Bescala # 7 867 y Antonio Bescala # 7 868; y al tal Aniceto González # 12 149, fue infamemente condenado a morir a pan y agua en una Cerda en la que falleció a los 13 días, a este se le acusó de haber traído los cuchillos.
 El informe, de una precisión absoluta en cuanto a las fechas y números, demuestra que Basulto siempre se preocupó de los horrores que allí se cometían. El detalle de escoger a un infeliz más para inmolarlo, a fin de completar la trama, es realmente monstruoso. Como esta muerte ocurrió ya fuera de su radio de investigación, el dato ya no es cierto. Aniceto González no murió a los trece días, sino casi al mes, el 16 de mayo, y no debilitado por el hambre, sino de «mal de Bright», según certificó el doctor Francisco Santiesteban, que tenía que estar más enterado que Basulto...
 Sigue el informe cada vez más acusatorio:
 En este infame trama también tomaron parte con gran interés y como testigos los siguientes pistoleros y maquiabélicos Nicanor Camacho # 9 972. Este recide en Sagua de Tánamo (Oriente) Ipólito Durán conocido por alias Lobató, este de San Luis de Oriente). Francisco Monteagudo de Santic Spíritus probincia de Santa Clara (Fermín García Benite 12 319) Niquero, Oriente) y Manuel Santana Marrero # 7 863, Isleño de Canaria Capital de las Palmas.
 El primero de estos indibiduos o sea el tal Nicanor Camacho # 9 972 dijo en su regreso que habían tenido tanto excito sus acusaciones en contra de los hermanos Bescala, que en el momento de despedirse de el Capitán le dijo, desde hoy es usted Inspector de este departamento, y sin contar contigo no se podrá hacer nada absolutamente allí, esto no era cierto, ni el Capitán dijo tal cosa, pero el utiliso este maquihabelismo para demostrar que disfrutava de grandes influencias con el Capitán, y así poder cometer beinte mil infamias y atropellos como los cometió con Unverto Rojas Valdés un enfermo grave a este infeliz le dio una entrada de golpes en su propia cama, más tarde estropio a Antonio Pérez, luego a Loreto Aguero, todos estos indibiduos enfermos graves; y él ya puede usted jusgar un hombre de 193 libras, también negro, por suerte.
 Basulto se muestra torpemente racista, ya que ni Castells, ni Goyito Santiesteban, las dos máximas figuras del terror en Isla de Pinos, tenían nada de negros... Como tampoco eran negros Machado, ni Viriato Gutiérrez, Orestes Ferrara, Wifredo Fernández y Vázquez Bello, sus más notables sostenedores... ni siquiera a los funestos «jefes» Crespo, Carrerá, Trujillo, Fors y Calvo lo fueron; y hasta casi blanco era Arsenio Ortiz, el sombrío asesino, lo que no impidió que se hablase siempre de los «porristas negros»...



 Pero a Basulto se le puede perdonar su fobia racista a cambio de esas escenas de tuberculosos enfermos, golpeados brutalmente por un hombre de 190 libras... Sin duda, de esta manera sustituían allí con gran éxito la aplicación del neumotórax artificial...
 El informe pasa a:
 El segundo caso.
 Rafael Urrutia # 9 377 También víctima de una infame calumnia, este penado cometió la simple falta de regalarle una lata de leche a un compañero que entro a este departamento en el que se encontrava Urrutia, ospitalizado, este hecho fue denunciado al Jefe de dicho departamento, Sr. Julián Cruz Dias y este de acuerdo con un sargento, que hacia serbicio al rededor de él Sanatorio; visto el caso y para darle mayor importancia y a sabienda que estos hechos eran castigados con la muerte; le acusaron de pederasta pasivo y empedernido, y el Capitán, hordeno que fuese recluído en una Cerda, donde fue «estrangulado» por la noche, y sin embargo yo se que le fue comunicado a su familia, que había sido muerto de una hemotisis furminante, careciendo esto de toda veracidad, a pesar de que Urrutia era tuberculoso, pero él mismo decía que nunca se había visto tan grueso como se encontrava en ese tiempo.
 Este caso, relatado por Basulto, muestra un típico caso de «número ocho» por sodomía, que para tantas inmundas venganzas se utilizó. Rafael Urrutia murió el 26 de noviembre de 1930, «de tuberculosis pulmonar»...
 Pero más dramático, y más conocido en el penal, fue el caso de Félix Albert, # 14 845. Véase cómo relata su muerte el informe:
 Este infeliz fue traído del conocido castigo «llana» que se impone por la más simple falta; en un estado que daba pena verle de los culatazos que traía marcados por todo el cuerpo y los brazos en el gueso, pues la carne de la parte delante se la habían arrancado los maderos que cargó en el fastídico y conocido castigo de la llana.
 De primer momento le dieron ingreso en la enfermería de este Penal con el objeto de darle muerte en dicho departamento, parece que por sircunstancias no se proporcionava la oportunidad; y entonces fue trasladado de nuevo al Sanatorio lugar más propicio, ya que en este lugar trataron primeramente de ponerle una inyección de estrinina para cuyo efecto llamaron al sargento sanitario, señor Jacinto Barqui, que al darce cuenta que se trataba de un acesinato, dijo, yo estoy medio malo y muy nerbioso y no puedo inyectarlo, y entonces le dijeron, retírese usted, y llamaron a Charles Brón, un negro jamaiquino que mide tres metros de alto, y es hombre de gran mosculatura, Antonio Guerra y Ramos Seberino y Silberio Conosido por alias Congo y Manuel Santana Marrero; y así quedó realisado el asesinato, por estos infames que estrangularon de la manera más billana a aquel infeliz.
 Pero también Félix Albert, un hombre a quien tenían castigado en La Yana, murió el 6 de abril de 1933, de tuberculosis pulmonar... Y el caso es tan inhumano que yo sólo quiero que se crea aquí la verdad oficial... esto es, que a un tuberculoso se le mandaba a trabajar en La Yana... ¡Basta con eso para juzgar a las bestias!...
Si hay algo más espantoso que este relato que sigue, es porque de veras la senda de la vileza humana es infinita, y es azul el alma de los tigres...
 Antonio Ojeda # 14 707.
 Joven de 20 años de edad, recluido en el Hospital de este Penal, pues aparecía como Demente, cosa incierta pues esto lo hacían los mayores de la comisión o los Jefes de Departamentos cuando querían obligar a un joven a meterse a sodomista, y si no lo conseguían después que lo sometían a beinte mil suplisios los mataban, igualmente lo hacían con cualquier hombre, que ellos tuvieran la más simple indiferencia o por no gustarle su modo de ser su opinión y en muchos casos por imbidia.
 Esta muerte fue verificada en la mañana del día 8 de abril de 1933 de la manera siguiente. siendo como las ocho de la noche de ese mismo día como a las ocho de la noche se le acerco a su cama a donde vivía el Jefe del Departamento nombrado Julian Cruz Diaz acompañado por su segundo Jefe Antonio Guerra Ramos y el Enfermo Charles Bron y Severino Silverio conocido por el (congo) y de un pomito que portaba el primero uvo de darle una pequeña Dosis del veneno que contenía y que como al minuto empezó a sentirse los síntomas de envenenamiento y a los hayes y quejidos que daba la víctima nos acercamos los hoy superbivientes que a ud. damos estos Datos nombrados Mauricio Basulto Salas Natural de Cienfuegos y el segundo Ramon Carmona Díaz natural de Pinar del Río. Y que esa noche devido a la presencia de nosotros no pudieron verificar el asesinato, lo dejaron para el segundo día o sea 9 del mismo mes siendo como las ocho de la mañana de este mismo le repitieron la dosis y como tampoco le surtio efecto entonces entre el nombrado Julian Cruz Antonio Guerra y Severino Silverio Charles Brohow lo levantaron en brazos de su cama donde yacía para conducirlo a un lugar apartado que para esto tenían preparado y allí pudimos comprobar los que suscribimos el cuadro más orripilante que en vida se haya presenciado ver cuatro hombres asecinando a un infeliz y uno apretando el pescuezo otro por los Brazos y otros por los pies y a si susesibamente ubieron de darle muerte Elevosamente a este infeliz: Antonio Ojeda Pérez.
 Primer responsable de esta Muerte El Sargento mayor del Hospital Luis María Pérez quien ordenó su asesinato sin previa autorización del comandante Pedro A. Castells.
 Esta vez, parece que por un humorismo macabro, el médico buscó una muerte oficial que se asemejara a la que le dieron a Ojeda, zarandeado y estrangulado a la vez, y certificó su muerte «a consecuencia de Espilepsia»... (Y el certificado de muerte la fija en 24 de junio de 1933 y no el 9 de abril, como dice Basulto).
 Aún relata otro caso el informe. Es el de Vidal Ordaz y Pérez # 5 159, cuya muerte ocurrió el 7 de julio de 1933, fijándola Basulto en los últimos días del mes de mayo. Resulta curioso cómo el narrador conserva con mayor precisión las fechas antiguas que las más recientes...
 ¿Sería que el espectáculo del crimen, a fuerza de repetirse, dejó de tener tanta importancia para él?... Es probable. Una vez estudié en Psicología que si la atención no variaba terminaba por desaparecer, y, en Isla de Pinos, la atención no variaba; allí el asesinato dejó de ser noticia y no los muertos, sino los que lograban salir con vida del Penal fueron los que llegaron a dejar recuerdo en lo hombres...
 Este es el último caso relatado:
 este Compañero ingresó en el Sanatorio en los últimos días del mes de mayo a las siete de la mañana con la consigna de darle muerte como lo verificaron ese mismo día a la una de la tarde de la manera siguiente que para poder aplicarle el narcótico tubieron que aguantarlo los mismos asesinos que anteriomente relatamos por ser un hombre de bastante fuerza.
 Dando el Bochornoso caso que cuando ingresó lo sentaron en una banqueta y que el segundo Jefe o sea Antonio Guerra le preguntó a su Jefe Julián Cruz que adonde alojaba el Paciente contestándole el susodicho Cruz que para lo que a él le quedaba de vida que adonde quiera estaba bien).
 Como en efecto a la 1 de la tarde de ese mismo día le dieron muerte con envenenamiento. Y no seguimos relatando por que sería interminable la lista). (fdo.) Mauricio Basulto Salas. Ramón Carmona Díaz.
 Sí, hacen bien en no seguir relatando tanto crimen... Cansa ya comenzar a leer tanta narración que se sabe que va a terminar con un hombre asesinado... Cansa ya todo esto, tanto como la imperturbable impudicia del médico; esta vez, el enfermo, al que «porque es bastante fuerte» hay que sujetar para que, a la fuerza, se tome el veneno, murió también de «tuberculosis pulmonar»...
 Debo, para terminar esta narración, decir que, para juzgar el grado de inhumanidad que rigió la vida del Presidio Modelo, en lo absoluto es necesario dar crédito a ninguno de estos relatos del sanatorio de los tuberculosos. Basta con ir allí y comprobar, cómo en aquel lugar en que tantas cosas fastuosas e inútiles se construyeron; cómo en donde hay un verdadero palacio para la administración; cómo donde hay una bella herradura de chalets para los empleados; cómo donde existen dos inmensos pabellones para el hospital, al que, por otro lado, tan difícil era ser admitido; cómo donde se construyó un magnífico edificio para la planta eléctrica; cómo, en fin, en donde hubo para todo, hasta para construir una magnifica «casa de maternidad», como Castells llamaba orgulloso a las casetas para las cerdas paridas, nunca hubo para hacerles un alojamiento siquiera decente y limpio a los tuberculosos, que vivían allá lejos, en unos barracones de madera vieja, pintados de blanco, suspendidos sobre pilares, con pisos rotos y paredes y techos remendados...
 ¡Y es que aquello, lejos de la vista del público, asombrado de tanto mármol, más que un sanatorio fue un matadero, y ya, como matadero, hay que reconocer que estaba bastante bien!...


 Capítulo XXIX, Presidio Modelo, Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2000.

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