Se llaman Otilia, Aurelia y Rosaura. La
primera es hija de un Comandante retirado, la segunda de un ex-almacenista de
víveres y la tercera de uno que fue Hacendado cuando el azúcar se pagaba a un
alto precio y el Gobierno no le cobraba tantos derechos como ahora.
Otilia conoció a Aurelia en la azotea del gran
teatro de Tacón, la tarde que los bomberos hicieron el simulacro de incendio en
honor de los Infantes, y Rosaura se hizo amiga de ambas en el desafío del
«Habana» y el «Almendares» que por una mala tirada de un jugador, la pelota fue
a parar a la glorieta y le abolló el ojo izquierdo a una señera.
La afición al base ball de estas tres
jóvenes es una cosa extraordinaria. Ellas saben lo que es un double play, un
earnedruns, un wild pilches, llevan su anotación por entradas lo
mismo que los Scorers, y cuando alguno de la novena de su Club hace una
buena jugada le aplauden con entusiasmo y le arrojan al terreno las flores y
las cintas que llevan en la cabeza y en el traje.
Ni las frases inconvenientes que oyen del
público, ni las cuestiones que se arman en la glorieta entre los partidarios de
unos y otros jugadores por las decisiones de los Umpires, ni los gritos
que pegan los que convierten aquel lugar en valla de gallos con sus apuestas, ni
los desordenes que se arman con frecuencia, nada las hace perder un desafío.
En el motín que hubo contra las peloteras
americanas, Otilia perdió un arete, Aurelia un zapato y a Rosaura le arrebataron
una gargantilla. Pérdida que ocultaron a sus padres Otilia y Aurelia porque son
enemigos acérrimos del juego de pelota, y tal vez las hubieran prohibido
asistir a todos.
El ex-Almacenista particularmente es un
interés mortal el que le tiene al base ball. Oigámosle
con su hija que se está componiendo para ir á un desafío.
-Hoy gana el «Almendares», papaíto.
-Sin cuidado me tiene.
-Juega con el “Habana”, ven a verlo.
-¿Yo a la pelota? Dios me libre!
-¿Por qué?
-Porque a mí me gusta que cada persona hable
en el idioma de su Nación y allí no oye Vd. más que Estray Juan... Estray dun… Hau… Fau… Bol… y otras
palabritas así que nadie las entiende! -Hasta los que están mirando el juego
hablan en inglés.
-No es
inglés.
-¿Y qué
es?
-Americano.
-Lo
mismo es un idioma que el otro. Que hablen en castellano para que los comprenda
todo el mundo! Cada vez que tira la pelota el que está en el centro del cuadrado..
-Ese es el pitcher.
-¿El pitcher?... Vaya una
palabra más decente! Bueno, por qué cuando ese le lanza la pelota al que está
con el palo en la mano no dicen ¡Va
la bola? Así los que no sabemos inglés comprenderíamos mejor.
-Ya te he dicho que no es inglés.
-Los ingleses y los americanos hablan iguales.
-¿Desde cuándo?
-Desde
que nacen!
-Pues
el año pasado no era así.
-No se
debía hablar en todo el globo más idioma que el catalán! Entonces sí que nos
entenderíamos bien.
-El pitcher
del Almendares es mejor que el del Habana.
-Por qué es uno mejor que el otro?
-Porque tiene la curva de abajo muy bonita.
-La curva?
Otra palabrita muy decente!
-Para mí no hay quien pitchée como él.
-Qué barbaridad!
La
conversación fue interrumpida por el Comandante y su hija que llegaron.
-Vamos, Aurelia, date prisa.
-Todavía no ha venido Rosaura a buscarnos.
-Sentiría quedarme sin ver este desafío.
-Tu padre nos lleva si no viene.
-¿Yo? Una vez nada más he ido, y eso, porque
casi me obligó la mujer del Brigadier Pacotilla a tomar una papeleta para el
beneficio de un colegio. Si fuera una corrida de toros las acompañaría con
mucho gusto; pero a la pelota he jurado no volver y de ninguna manera me
consiguen.
-Ni a mí; es un juego extranjero y basta para
que yo sea su enemigo.
-Si en mis manos estuviera lo prohibiría terminantemente.
Hay estudiante que ha perdido su carrera por él y familias que se profesaban
amistad, hoy son enemigas de muerte, porque una pertenece al bando azul y la
otra al colorado.
-Eso no es verdad. Yo soy almendarista y
Otilia y Rosaura son habanistas y ya ve Vd. lo bien que nos llevamos.
-El delirio que hay en la Habana por la pelota
es colosal. En la calle más concurrida encuentra Vd. a una partida de muchachos
jugando a ella sin temor a que los atropelle un coche, atormentando al
vecindario con sus gritos, y exponiendo al transeúnte a recibir un pelotazo en
cualquier parte noble del cuerpo. Ayer a una pobre señora que estaba en estado interesante, le
pegaron tan fuerte pelotazo que le hicieron dar a luz antes de tiempo, y hoy en
la calle de Manrique entre Salud y Reina, me dieron uno en un callo que me
hicieron ver a Cánovas del Castillo y al Ministro de la Guerra! Y ni sus padres
los corrigen, ni la policía se ocupa de esas cosas!... Mañana voy á visitar al
Gobernador General para hablarle del asunto.
-¡Ojalá que lo prohíba!
-Ya esta Rosaura aquí, vamos!
Después
que las tres se dieron la última mano de polvos y se miraron varias veces al
espejo, fueron para el desafío con el Hacendado, quedando en la casa jugando al
tresillo el Comandante y el ex-Almacenista.
Otilia,
Aurelia y Rosaura, antes de empezar el juego, hablaban con los jugadores largo
rato, jaraneaban con ellos, se reían, y tanto fue creciendo la intimidad y la
confianza, que Otilia le correspondió al Catcher, Aurelia a un Pitcher y Rosaura al otro. Desde entonces las tres son
las primeras que llegan a la glorieta para coger buen puesto y las
últimas que se retiran para salir acompañadas de sus novios.
Como sus padres nada sospechaban, todas las
noches hablaban con ellos en la ventana sin que nadie las molestase; pero el
Comandante pilló una vez al Catcher vestido
de pelotero, besándole la mano a su hija y la cosa varió completamente.
-¿Con que eres novia de ese? -le preguntó furioso.
-Sí, señor.
-¿Y lo confiesas? Como vuelva a encontrarlo en
la ventana le aplico la disciplina militaren los fondillos!
-¿Qué tiene eso de malo? Aurelia lleva
relaciones con un Pitcher y
Rosaura con el otro.
-¿Ellas también? Voy a comunicármelo a sus
padres.
El Comandante les dijo a los dos lo que pasaba,
y unidos, acordaron prohibirle asistir en lo sucesivo al juego de pelotas Rosaura,
que era la más romántica de las tres jugó el todo por el todo y una noche
desapareció de su casa con el pitcher.
A los quince días el cura los unía para siempre, pagando el Hacendado los gastos
de la boda y señalándoles después, para que no se murieran de hambre, ocho centenes
de mesada.
El Comandante y el ex-Almacenista, temiendo
que sus hijas hicieran lo mismo que Rosaura, en el primer correo que salió las
embarcaron para España. Otilia se casó en Santander con un matador de toros y
Aurelia en Barcelona con un banderillero.
Entusiasmados sus padres con la magnífica elección
que hicieron de esposos, las dotaron espléndidamente y fueron los padrinos de
las bodas.
Cosas de la Habana. Cuadros de costumbres populares, La Habana, 1897, Imprenta y Librería "Rocoy", pp. 15-23.
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