sábado, 19 de septiembre de 2020

A Paul Valéry


   Miguel de Unamuno


  Miraba la mar la vaca

y a la vaca la mar;

en la resaca

la mar reía

la vaca la risa no veía...

La vaca está debajo de la risa

y del llanto,

es decir, por encima, en la repisa

del infinito,

donde se quiebra en espuma el quebranto

y en silencio el grito.

Los ánades sobre la mar volando

miran la mar, no el cielo;

sus entrañas;

pasan en bando,

que es su consuelo

y se van a otras costas nunca extrañas.

Los peces son los que no ven la mar

y a las olas se asoman

para mirar al cielo,

mirada de la que toman

su fe para nadar que es su volar.

No, yo no sueño la vida

es la vida la que me sueña a mí

si el sueño me olvida

he de olvidarme al cabo que viví.

Miraba la mar la vaca;

la vaca era la mar, se hacía mar

y la mar otra vaca.

No nada la vaca ni vuela;

mira la mar, respira aire del cielo

y pisa en el suelo.

La mar no nada ni el cielo vuela;

sobre la tierra se apoya la mar;

sobre la tierra la mar y el cielo;

es su volar

 

 NOTA:

 Este poema, aunque sobre cosa de mar, fui escrito en París y antes que viniese acá, a Hendaya, a la ribera de mi golfo de Vizcaya de Gascuña.

 En realidad me fue sugerido por un recuerdo de Fuerteventura y fue el haber visto, y más de una vez, a una camella, y no a una vaca, mirando a la mar.

 Apenas escrito el poema se lo envié dedicado a Paul Valéry, que moraba muy cerca de mi pensión. Pocos días después fue a verme, no me encontró y me dejo escrita esta tarjeta de visita que decía:


  


  Correo Literario, 1 de agosto, 1945, p. 4. 


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