jueves, 2 de abril de 2020

Imágenes de Cuba



 Raúl González Tuñón

 Estuve en un país cuya magia subyuga.
Dulcemente nos hace sus esclavos,
incita y promueve la luz, el aire, la mañana.

Traigo de Cuba ecos victoriosos de batallas civiles
que siguieron al río de sangre del desvelo,
y visiones fugaces, pero intensas; imágenes
que en la retina hallaron la exacta coyuntura.

La fragancia, la música de un pueblo
levantado, feliz, a la altura del hombre
y el tamaño del día.

Quizás quedaron otras imágenes situadas
en el laboratorio sutil de la memoria:
aquello que después se convierte en saudade,
en un poema, en un cuadro o en un sueño.

He visto lo que hicieron; lo que hacen cantando
—es un decir— y también el futuro...
entre vagos aromas de plantas familiares
y retratos de Martí y Sarmiento y Fidel,
a través de esos rostros cautivantes
de los niños de un Círculo Escolar luminoso
líenos del sol y el aire de la Isla elegida.

Tuve tiempo de ver y tiempo de escuchar
y entrar en el paisaje y la humana geografía
para salir de allí con su expresión.

Tiempo de andar la Habana Vieja y su encanto profundo
y allá en Pinar del Río la granja colectiva,
el tabaco, la caña, las palmas en febrero.

Tiempo de amar el alba con sus tropas traslúcidas
y la sonrisa azul del crepúsculo marino.

La casa de los Pita Rodríguez, el silencio
de los antiguos patios
y el esplendor de las nuevas construcciones...

Y la luna habitual encima del bloqueo
alevoso y nocturno,
alumbrando a este pueblo alerta y fraternal
y alegre y laborioso y combativo
que avanza por el rumbo de la estrella
aplastando gusanos y despertando rosas,
en plena primavera del acontecimiento.
Y, como quiso Goethe, siempre adelante,
siempre adelante... ¡por encima de los muertos!


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