Carlos Barral
Pero ahora los días se suceden
rápidamente
y de nuevo nos levantamos inquietos
y buscamos una noticia en el periódico.
Porque otra vez ocurre algo que nos contagia,
está ocurriendo algo que nos llama
desde extrañas orillas, por encima
de mares sordos y ciudades sordas.
Un torrente de voz en la lengua que hablo
del que no detendrán las palabras mayores
ni siquiera mintiendo, ni en la reja
de sus cruzadas interpretaciones.
Un torrente
de enjaulada evidencia, de espesura
de sangre amordazada que ahora escoge
tu nombre
-cuatro letras, dos sílabas, un grito-
que de modo implacable gotea
en sus papeles
llueve sobre sus tintas venenosas
y estalla entre los dientes.
Te oímos entre líneas, te escuchamos
en el jadeo de los que te injurian.
Pero no es sólo eso.
Sucede que te oímos sin saberlo
en las viejas palabras
en las antiguas frases que aprendimos
con las aristas de las traducciones,
que ahora acuden
a nuestro oído en medio del silencio
bañadas en tus vísceras, se instalan
cargadas de tu acento en las ideas.
España canta a Cuba,
Ruedo Ibérico, 1963, pp. 76-77. Fotografía: Luc Chessex.
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