viernes, 16 de noviembre de 2018

Jorge Cuesta: dos poemas




 Réplica a Ifigenia cruel

 Creció mi vida y se hizo
el espacio que invade su presencia,
donde su voz no muere y se termina
y el ademán que olvida a su cuerpo se une.

Nada pierdes de ti
en el tiempo que soy donde te mueves,
nada desaparece o se diluye
sino que fijamente se presenta.

Pero llora su vana vigilancia
la ruina del contorno que medía,
mirando que desborda su apariencia
en la extensa avidez que la vacía.

Desordénate, enloquece, entrégate
al ademán violento con que aspiras
a escapar de la ley que te contiene
o salir del azar donde te viertes:
nada podrás abandonar, y nada
se retira del cuerpo adonde vuelves.


 Delgada

 Delgada, diluida, tenue,
para mis manos ávidas de palparte
gruesa y dura.

Incolora, diáfana,
para mis ojos fatigados sin fruto,
sedientos de tu color espeso y opaco.

Sin olor, sin aliento
en la sombra fría que respiras y abres
y que vuelve a cerrarse expulsando de su aire
la huella móvil que tu vida abandona.

Sin voz, sin palabras
en el murmullo deshilado y deshecho
que pierde la forma que le dan tus labios.

Sin ruido, sin eco
en el largo corredor de mis oídos,
donde te borras antes de que pases.

Y sin peso y sin realidad
sobre mi cuerpo inútil que exagera
el esfuerzo que sueña apoyarte y sentirte.


 Revista de Avance, Año II, Tomo III, La Habana, 15 de noviembre de 1928, núm. 28, p. 316.

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