Rafael Heliodoro
Valle
Ha llegado a México,
engolosinado de una curiosidad que se depuró ante el paisaje español, este gran
muchacho francés, artista que tiene definiciones silenciosas para los problemas
puros del paisaje y que aplica el álgebra de su emoción a la nueva fotografía,
la que acaba de exaltar en un ensayo cargado de sapiencia revolucionaria
Guillermo de Torre desde su ventanal madrileño "Luz".
Viene el peregrino
apasionado con su buen bagaje de modernidad, integrando la Expedición
México-Buenos Aires que acaudilla Brandán y que tiene un programa redactado en
las nubes, pero al servicio de realidades espirituales que han de infundir
conocimientos de esta América en la Francia siempre preocupada por los enigmas
del mundo.
En este movimiento
renovador del arte de la cámara, tiene Cartier-Bresson un sitio preciso,
uniéndose a quienes han sabido ponerse a la vanguardia: Weston, Modotti, Álvarez
Bravo, Agustín Jiménez y todos los que han hecho de la fotografía una de las
artes plásticas que darán el mensaje de nuestro tiempo.
En la peligrosa
aventura de documentarse para la semblanza de América, están comprometidos
Bernard de Colmont, los hermanos Tacvor, Lionel Charmoy, y un querido y
fantástico cazador de alegorías, Toño Salazar. Unificados en el propósito que
los enciende pausadamente, trae cada uno la independencia de su personalidad, y
en dos años de andanzas podrán iluminarse de sorpresas y señalar nuevas rutas a
la investigación estética. Comenzaron ya las giras en tierras de Tlaxcala,
donde la hospitalidad se les hizo innumerable, y tuvieron así el privilegio de gozar
las venturas de un paraíso de historias y de romances que sirvió hace cuatro
siglos para que concurrieran dos civilizaciones en conflicto.
Ha dicho Guillermo de
Torre en elogio de este joven descubridor: “Cartier-Bresson, a la vuelta de
todas las complicaciones, exento de puntos de vista previos, se coloca ante el
natural sencillamente y sin pretender demostrar nada con su cámara. De ahí la
frescura, la belleza intacta de sus fotografías. Apenas una vaga intención
superrealista -subconsciente, con todo, más que deliberada-, nacida de sus frecuentaciones
con Dalí y Cocteau –para el que está ilustrando un libro- se advierte en
algunas; cierta propensión a lo inexplicado, a componer escenas extrañas de “stimmung”.
México D. F.,
septiembre de 1934.
Diario
de la Marina, 7 de septiembre de 1934.
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