Agustín Peris de Vargas, Presidente de la Federación Catalana de Base-Ball.
A pesar de que la mayoría de los tratados
dejan entrever que el “base-ball” deriva del juego llamado “Roundders” que se
practicaba en Inglaterra, desde luego puede descontarse esta hipótesis, por
haber quedado plenamente demostrado que es de origen norteamericano, donde
actualmente se le considera como deporte nacional.
El primer reglamento de juego data de 1840,
siendo su autor el general de la Marina norteamericana, Mr. Adner Doubleday.
Diez años más tarde tomó incremento en
dicho país, donde se constituyó la primera Liga Nacional, denominándose “League
of Base Ball Club of the United States”.
A poco de fundada esta Liga, y con
intervalo relativamente corto, fundáronse otras denominadas “New York National
League” y “New York American League Club”.
Actualmente subsisten estas tres Ligas, con
un contingente de más de 12 millones de adheridos a las mismas.
La primera ciudad norteamericana donde se
practicó el base-ball, fue en New York, en los terrenos donde actualmente se
hallan enclavados los célebres jardines denominados “Madison Square”.
En 1878 importóse el base-ball a Cuba, siendo
el deporte predilecto de los cubanos, quienes han formado infinidad de Clubs,
algunos de ellos de gran valía, siendo estos los más terribles adversarios con
que cuentan los equipos norteamericanos.
En
Filipinas, desde la intervención yanqui, se cuenta con gran número de adeptos.
En Australia, Inglaterra, América Central,
Santo Domingo, Colombia, Panamá, San Salvador y Méjico existen infinidad de
Clubs. En este último país, es una pasión loca la que sienten por el base-ball,
a semejanza de Puerto Rico y Cuba.
También en el Japón, y sobre todo, en Francia,
viene practicándose el base-ball con gran actividad. En este país arraigó
bastante cuatro años antes de la guerra europea, habiéndose llegado a
constituir en París tres importantes Clubs, que se denominaron: Base-Ball
Vesinet, Le París Team y L’Equipe de l’A.B.B. Lycee Condorcet, siendo el conde
Jacques de Saint Maurice el propulsor.
En España desde 1895 ha intentado implantarse infinidad de veces, sin poderlo conseguir en forma estable; pero ahora puede decirse que es un hecho su consolidación, toda vez que existen en Cataluña dos fuertes entidades dedicadas al base-ball, entidades que cuentan con más de treinta Clubs adheridos a las mismas: La Federación Catalana, fundada por el que suscribe, y la Liga, formada con Clubs residentes de la Federación; siendo esta la implantadora del base-ball, con sus Clubs Catalá (que lo viene practicando sin interrupción desde 1900), Kiowa, América y Barcelona, hoy desaparecido.
En España desde 1895 ha intentado implantarse infinidad de veces, sin poderlo conseguir en forma estable; pero ahora puede decirse que es un hecho su consolidación, toda vez que existen en Cataluña dos fuertes entidades dedicadas al base-ball, entidades que cuentan con más de treinta Clubs adheridos a las mismas: La Federación Catalana, fundada por el que suscribe, y la Liga, formada con Clubs residentes de la Federación; siendo esta la implantadora del base-ball, con sus Clubs Catalá (que lo viene practicando sin interrupción desde 1900), Kiowa, América y Barcelona, hoy desaparecido.
Para terminar, diré que si los deportistas
españoles supieran las ventajas que tiene el base-ball sobre los que se
practican al aire libre, no tardarían en practicarlo, puesto que con ello
tenderían a su desarrollo físico en general, sin que se les ocasionase
molestias y fatigas a que dan lugar la mayoría de los deportes. Esto lo dice el
que suscribe que, a pesar de tener más de cincuenta años, llevar treinta y uno
jugando al fútbol y haber practicado casi todos los deportes, considera al
base-ball como rey de todos ellos.
Román S. de Acevedo: Anuario Deportivo
Acevedo. Guía útil y práctica para el escritor deportivo y deportistas de todas
las especialidades confeccionada con informes y datos oficiales de todos los
Organismos Federativos del Mundo y tratadas por las más prestigiosas
personalidades y cronistas de España. Santander, Aldus, 1933, pp. 39-42.
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